Más integración y menos guerra
Emiliano Guido. Desde Surinam (Miradas al Sur)
Se rechazó la intervención militar en Siria y se
impulsó la creación de un centro de arbitraje regional que suplante al
Ciadi. Pero no se logró consensuar el nombre de su nuevo secretario
general, puesto que peleaban Bolivia y Paraguay.
Surinam, un país donde la hibridación cultural de hindúes, javaneses y
descendientes de negros cimarrones no precipitó un escenario de guerra
civil, fue por estos días un buen ejemplo y, por lo tanto, un digno
anfitrión sobre la integración como bandera política de la Unasur. En
ese sentido, los ocho jefes de Estado participantes (no asistieron por
distintos motivos los de Argentina, Uruguay, Chile y Colombia) y los
cancilleres de los doce países del bloque regional protagonizaron una
cumbre significativa por varios motivos. En principio, la cita de
Paramaribo trasladó la presidencia pro tempore del organismo a
una nación caribeña, una zona geopolítica donde siempre primaron la
hegemonía de la geopolítica y el comercio norteamericanos. En segundo
lugar, la entente suramericana rechazó la intervención militar de las
potencias occidentales en Siria y generó nuevos mecanismos
institucionales, como un Centro de Arbitraje Internacional y un Consejo
de Defensa de los Derechos Humanos. Sin embargo, existieron algunos
nubarrones, más allá de los generados intermitentemente por el abrasivo
calor amazónico, entre las distintas delegaciones presidenciales.
Específicamente, los líderes de la Unasur no lograron consensuar el
nombre del nuevo secretario general del organismo y, también, existieron
algunos chispazos cuando Ecuador propuso generar una nota de repudio
contra las corporaciones transnacionales que “lesionan nuestra
soberanía”.
El inminente bombardeo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN contra Damasco –aún no consumado al cierre de esta nota– precipitó que este tema ocupara un lugar central en la agenda de su VII Cumbre. En esa línea, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, fue el encargado de expresar en el Plenario final de jefes de Estado las razones políticas por las que el bloque rechazó, por un lado, el uso de armas químicas “bajo cualquier circunstancia” y criticó la “arrogancia con la que las potencias occidentales actúan como los policías del mundo para intervenir donde ven sus intereses en peligro. Ya lo hicieron en Irak, luego en Libia, ahora en Siria. Después, van a querer venir por nosotros”. Además, durante el cónclave final, todas las delegaciones presidenciales reivindicaron el status de Suramérica como “zona de paz”. Según comprobó Miradas al Sur, el canciller Héctor Timerman –ya que Argentina preside en la actualidad el Consejo de Seguridad de la ONU– tuvo una activa participación en este pronunciamiento y ratificó lo expresado el día jueves: “En línea con lo dicho por la presidente Cristina Fernández, la responsabilidad de proteger civiles para justificar la intervención militar puede dar lugar a que se abuse de los valores de paz y seguridad. No sumemos nuevos horrores a los que ya sufrimos”.
Además, el bloque Unasur estrenó dos mecanismos institucionales nuevos: un Centro de Arbitraje Regional, que iría reemplazando al Ciadi (organismo del Banco Mundial donde se procesan los conflictos legales entre las empresas transnacionales y los gobiernos nacionales), y un Consejo de Defensa de los Derechos Humanos. En ese sentido, el presidente ecuatoriano Rafael Correa puso de ejemplo el contencioso que afronta por la denuncia que hiciera la petrolera Chevron a su país, por un juicio ambiental que dicha compañía perdió en las Cortes ecuatorianas y que ahora reniega acatar, ante la multimillonaria condena impuesta por daños ambientales causados en la Amazonía. “Tenemos que terminar con eso. Ya no se necesitan botas, bombarderos, tanques para someter a los países, se necesitan todas estas sinvergüencerías para imponer el imperio del capital”, arremetió a favor de la necesidad de contar con un Centro de Arbitraje “nuestro”.
Por otro lado, en la cumbre de Cancilleres –prólogo de la reunión de jefes de Estado–, la propuesta de Ecuador de consensuar una nota de repudio a las “compañías transnacionales que intentan lesionar el marco jurídico constitucional” de los Estados latinoamericanos causó un álgido debate entre las distintas delegaciones. En ese sentido, un error “macondeano” de los organizadores (en un descuido dejaron un micrófono abierto con salida al exterior vía parlantes) permitió a los periodistas presentes en un salón continuo escuchar en vivo y en directo las deliberaciones, supuestamente secretas, de los jefes diplomáticos nacionales. Miradas al Sur tomó nota de la vehemencia con la que el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño propuso ponerles nombre y apellido a las corporaciones transnacionales que “intentan avasallar la soberanía de los gobiernos de la región”. Específicamente, Patiño pidió hacer hincapié en el caso de la petrolera Chevron cuando “contaminó dos millones de hectáreas de la Amazonía ecuatoriana”. Pero la moción de Quito no fue acompañada por las otras delegaciones. Finalmente, se decidió “formar una comisión” que investigue, monitoree y especifique públicamente cuáles son las corporaciones o multinacionales que están en falta con los gobiernos locales. En ese sentido, Patiño se vio obligado a dar su visto bueno pero advirtió que “si no incluimos a Chevron, el documento va a quedar muy aguado”.
Otro eje significativo de la VII Cumbre de la Unasur fue la discusión abierta y no zanjada acerca de quién debe ser el nuevo secretario general del organismo, cargo que fue estrenado, en su momento, por Néstor Kirchner. En ese sentido, se vieron frustradas las expectativas del presidente peruano Ollanta Humala, que impulsaba a su ex ministro de Educación para el cargo. En contrapartida, la delegación boliviana retrucó con su propio candidato, un ministro de buena llegada a Evo Morales. La tensión sobre este tema en el plenario de cancilleres se empantanaba hasta que el canciller argentino advirtió que “lo importante no es el nombre sino el programa político que debe defender el nuevo secretario general. Primero, deberíamos resolver ese punto”. Un asesor ministerial boliviano le explicó a Miradas al Sur cuál fue el nudo político en cuestión: “Con Surinam en la presidencia pro tempore, el bloque va a tener un liderazgo con baja ascendencia entre sus socios. Si designamos en la Secretaría General a un hombre con poco perfil político, el organismo se va a devaluar. Ese cargo lo ocupó Néstor Kirchner y, ahora, Alí Rodríguez –hombre fuerte del Palacio Miraflores–, hay que seguir bregando para no disminuir la estatura política de la Secretaría General”.
Por último, una nota sobre la presidencia pro tempore de Surinam. El nuevo actor estatal encargado de liderar la Unasur puede llamar la atención pero hay dos datos que hacen lógica la designación del nuevo frontman del bloque regional. En principio, en términos protocolares, la conducción del organismo se va turnando alfabéticamente entre los países. Por ese motivo, a la S de Surinam le antecedió la P de Perú y, de acuerdo con esa hoja de ruta, Montevideo reemplazará a Paramaribo en la próxima cita de jefes de Estado de la Unasur. Pero, principalmente, hay razones geopolíticas para entender por qué Surinam, por lo menos en términos formales, pasó a ocupar el vértice político del organismo. Históricamente, el Caribe fue y es la primera frontera política en las estrategias de seguridad de la potencia norteamericana. En términos más llanos: el primer zócalo del patio trasero del Tío Sam. Con ese criterio, el Pentágono estableció en islas paradisíacas como Aruba y Curaçao varias bases militares y radares de inteligencia de última generación. El objetivo: pertrechar la zona donde Washington comenzó su expansión como imperio político y militar. Por ese motivo, quizás no pueda calificarse como un salto cualitativo en la geopolítica del proceso de integración regional que Suramérica esté estrechando lazos con el Caribe pero sí constituye un paso importante ya que, de alguna manera, también se está debilitando la zona de influencia de México, país que lidera el bloque comercial librecambista y pronorteamericano Alianza del Pacífico, contracara política del Mercosur, la Celac y la Unasur.
El cielo comenzaba a entintarse en la noche del día viernes en la cautivante capital de Surinam y los jefes de Estado continuaban puliendo la letra fina del denominado Documento de Paramaribo. Una asistente personal del vicepresidente Amado Boudou, que representó al país en el plenario final, se lamentaba de la demora en los horarios establecidos por los organizadores. Es cierto, quizás al anfitrión le faltó pulcritud protocolar en la administración de la cumbre. Pero lo que no faltaron en Surinam fueron el color y la mística del Caribe. Al parecer, la Unasur recargó baterías en Paramaribo y promete ir por más integración y menos guerra.
El inminente bombardeo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN contra Damasco –aún no consumado al cierre de esta nota– precipitó que este tema ocupara un lugar central en la agenda de su VII Cumbre. En esa línea, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, fue el encargado de expresar en el Plenario final de jefes de Estado las razones políticas por las que el bloque rechazó, por un lado, el uso de armas químicas “bajo cualquier circunstancia” y criticó la “arrogancia con la que las potencias occidentales actúan como los policías del mundo para intervenir donde ven sus intereses en peligro. Ya lo hicieron en Irak, luego en Libia, ahora en Siria. Después, van a querer venir por nosotros”. Además, durante el cónclave final, todas las delegaciones presidenciales reivindicaron el status de Suramérica como “zona de paz”. Según comprobó Miradas al Sur, el canciller Héctor Timerman –ya que Argentina preside en la actualidad el Consejo de Seguridad de la ONU– tuvo una activa participación en este pronunciamiento y ratificó lo expresado el día jueves: “En línea con lo dicho por la presidente Cristina Fernández, la responsabilidad de proteger civiles para justificar la intervención militar puede dar lugar a que se abuse de los valores de paz y seguridad. No sumemos nuevos horrores a los que ya sufrimos”.
Además, el bloque Unasur estrenó dos mecanismos institucionales nuevos: un Centro de Arbitraje Regional, que iría reemplazando al Ciadi (organismo del Banco Mundial donde se procesan los conflictos legales entre las empresas transnacionales y los gobiernos nacionales), y un Consejo de Defensa de los Derechos Humanos. En ese sentido, el presidente ecuatoriano Rafael Correa puso de ejemplo el contencioso que afronta por la denuncia que hiciera la petrolera Chevron a su país, por un juicio ambiental que dicha compañía perdió en las Cortes ecuatorianas y que ahora reniega acatar, ante la multimillonaria condena impuesta por daños ambientales causados en la Amazonía. “Tenemos que terminar con eso. Ya no se necesitan botas, bombarderos, tanques para someter a los países, se necesitan todas estas sinvergüencerías para imponer el imperio del capital”, arremetió a favor de la necesidad de contar con un Centro de Arbitraje “nuestro”.
Por otro lado, en la cumbre de Cancilleres –prólogo de la reunión de jefes de Estado–, la propuesta de Ecuador de consensuar una nota de repudio a las “compañías transnacionales que intentan lesionar el marco jurídico constitucional” de los Estados latinoamericanos causó un álgido debate entre las distintas delegaciones. En ese sentido, un error “macondeano” de los organizadores (en un descuido dejaron un micrófono abierto con salida al exterior vía parlantes) permitió a los periodistas presentes en un salón continuo escuchar en vivo y en directo las deliberaciones, supuestamente secretas, de los jefes diplomáticos nacionales. Miradas al Sur tomó nota de la vehemencia con la que el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño propuso ponerles nombre y apellido a las corporaciones transnacionales que “intentan avasallar la soberanía de los gobiernos de la región”. Específicamente, Patiño pidió hacer hincapié en el caso de la petrolera Chevron cuando “contaminó dos millones de hectáreas de la Amazonía ecuatoriana”. Pero la moción de Quito no fue acompañada por las otras delegaciones. Finalmente, se decidió “formar una comisión” que investigue, monitoree y especifique públicamente cuáles son las corporaciones o multinacionales que están en falta con los gobiernos locales. En ese sentido, Patiño se vio obligado a dar su visto bueno pero advirtió que “si no incluimos a Chevron, el documento va a quedar muy aguado”.
Otro eje significativo de la VII Cumbre de la Unasur fue la discusión abierta y no zanjada acerca de quién debe ser el nuevo secretario general del organismo, cargo que fue estrenado, en su momento, por Néstor Kirchner. En ese sentido, se vieron frustradas las expectativas del presidente peruano Ollanta Humala, que impulsaba a su ex ministro de Educación para el cargo. En contrapartida, la delegación boliviana retrucó con su propio candidato, un ministro de buena llegada a Evo Morales. La tensión sobre este tema en el plenario de cancilleres se empantanaba hasta que el canciller argentino advirtió que “lo importante no es el nombre sino el programa político que debe defender el nuevo secretario general. Primero, deberíamos resolver ese punto”. Un asesor ministerial boliviano le explicó a Miradas al Sur cuál fue el nudo político en cuestión: “Con Surinam en la presidencia pro tempore, el bloque va a tener un liderazgo con baja ascendencia entre sus socios. Si designamos en la Secretaría General a un hombre con poco perfil político, el organismo se va a devaluar. Ese cargo lo ocupó Néstor Kirchner y, ahora, Alí Rodríguez –hombre fuerte del Palacio Miraflores–, hay que seguir bregando para no disminuir la estatura política de la Secretaría General”.
Por último, una nota sobre la presidencia pro tempore de Surinam. El nuevo actor estatal encargado de liderar la Unasur puede llamar la atención pero hay dos datos que hacen lógica la designación del nuevo frontman del bloque regional. En principio, en términos protocolares, la conducción del organismo se va turnando alfabéticamente entre los países. Por ese motivo, a la S de Surinam le antecedió la P de Perú y, de acuerdo con esa hoja de ruta, Montevideo reemplazará a Paramaribo en la próxima cita de jefes de Estado de la Unasur. Pero, principalmente, hay razones geopolíticas para entender por qué Surinam, por lo menos en términos formales, pasó a ocupar el vértice político del organismo. Históricamente, el Caribe fue y es la primera frontera política en las estrategias de seguridad de la potencia norteamericana. En términos más llanos: el primer zócalo del patio trasero del Tío Sam. Con ese criterio, el Pentágono estableció en islas paradisíacas como Aruba y Curaçao varias bases militares y radares de inteligencia de última generación. El objetivo: pertrechar la zona donde Washington comenzó su expansión como imperio político y militar. Por ese motivo, quizás no pueda calificarse como un salto cualitativo en la geopolítica del proceso de integración regional que Suramérica esté estrechando lazos con el Caribe pero sí constituye un paso importante ya que, de alguna manera, también se está debilitando la zona de influencia de México, país que lidera el bloque comercial librecambista y pronorteamericano Alianza del Pacífico, contracara política del Mercosur, la Celac y la Unasur.
El cielo comenzaba a entintarse en la noche del día viernes en la cautivante capital de Surinam y los jefes de Estado continuaban puliendo la letra fina del denominado Documento de Paramaribo. Una asistente personal del vicepresidente Amado Boudou, que representó al país en el plenario final, se lamentaba de la demora en los horarios establecidos por los organizadores. Es cierto, quizás al anfitrión le faltó pulcritud protocolar en la administración de la cumbre. Pero lo que no faltaron en Surinam fueron el color y la mística del Caribe. Al parecer, la Unasur recargó baterías en Paramaribo y promete ir por más integración y menos guerra.
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