Desinformemonos (Rebelión)
Los centros estadunidenses de espionaje cibernético en Centroamérica son pieza del tablero complejo de la seguridad hemisférica. En el triángulo del norte -Guatemala, Honduras y El Salvador- se instalaron desde hace al menos una década bases de operaciones militares y policiales con diferentes fines.
En una publicación reciente en el diario británico The Guardian,
el contratista Edward Snowden reveló que existen 150 sitios y 700
servidores en el mundo donde se han instalado centros de monitoreo
continuo y sistemático de la National Security Agency (NSA). Todos los
países centroamericanos, excepto Nicaragua, cuentan con uno. Es típico
en aquellos de renta baja y que en el pasado reciente sufrieron la
intervención militar y contrainsurgente de los Estados Unidos, potencia
que considera a esta región como su área natural de influencia.
En Guatemala, los servicios de la
Agencia Antidrogas norteamericana (DEA) y el Buró Federal de
Investigaciones (FBI) operan con mecanismos de monitoreo –en teoría-
contra el narcotráfico, pese a que ese país se encuentra envuelto en una
espiral de violencia, control de territorios por el ejército y el
crimen organizado, y la acción encubierta de la agencia antinarcóticos.
En El Salvador, desde el 2005 se instaló
la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley (ILEA), que se
dedica a la formación de policías del mundo en tareas de reacción
inmediata, control de población y aplicación de la Ley, para
“profesionalizar” a los órganos de seguridad de cinco regionales del
planeta.
Defensores de los derechos humanos en El
Salvador, como el Centro para la Promoción “Madeleine Lagadec”, afirman
que se trata de una nueva Escuela de las Américas, que prepara
“gorilas” y represores bajo la fachada de policía civil y operativa la
prevención. Se registran varias acciones sociales con el fin de cerrar
la Academia.
Mientras en el mundo los ejércitos
formales y clásicos se desarticulan y mutan hacia el cumplimiento de
tareas distintas a la defensa nacional, las policías cada vez más ocupan
tareas militares. Se trata de la militarización de la seguridad pública
en la mayoría de los países del mundo, además del componente de
contrataciones privadas de la seguridad en tareas militares y
policiales.
En El Salvador operó años atrás, con la
protección de los gobiernos del derechista partido político Arena, una
agencia de la temible Black Water, corporación militar privada
estadunidense que fue objeto de investigaciones en su país por sus
acciones en el reclutamiento de mercenarios que operaron después de las
intervenciones en Irak y Afganistán. Además, la base militar de Comalapa
sigue en funcionamiento. Ahí aterrizan aviones y helicópteros
provenientes de los Estados Unidos, en una zona considerada estratégica
frente al Océano Pacífico, dedicada al control de aguas territoriales de
la plataforma continental.
En Honduras se encuentra la base aérea
militar estadunidense más grande del continente fuera de sus fronteras.
Lleva el nombre de “José Enrique Soto Cano” y allí opera la Fuerza de
Tarea Conjunto Bravo, en la zona de Palmerola. Este puerto logístico
sirvió de base para la operación de golpe de Estado contra Manuel Zelaya
en 2009.
Los Estados Unidos financian una moderna
autopista que unirá la capital Tegucigalpa con los límites de
Palmerola, con el fin de integrar la zona considera “Canal Seco” -que
unirá el puerto salvadoreño de Acajutla con Puerto Cortés de Honduras en
el Mar Caribe.
Todos estos elementos configuran un
proyecto de integración-subordinación regional centroamericana a la
órbita estadunidense, que permite la operatividad militar y comercial.
Se trata de hacer de la región una base de operaciones a través de los
dos océanos intercontinentales, el Pacífico y el Atlántico.
La finalidad de la
integración-subordinación es el control de los océanos y aguas
territoriales. Cada vez es más visible que se pueden desencadenar en el
mediano plazo guerras locales y continentales por las rutas comerciales
marítimas, sobre todo en el Pacífico, zona de mayor actividad que ha
desplazado la hegemonía atlántica que duró más de 500 años.
Estados Unidos mantiene el objetivo de
consolidar su hegemonía vía el arco del pacífico, manteniendo a Canadá y
México atados a su órbita imperial. La senadora estadunidense Dianne
Feinstein, presidenta del Comité de Inteligencia de esa cámara, denominó
a Estados Unidos, Canadá y México como “La Patria”, y presentó un mapa
donde une a los tres países. La intención es ya marcar posesión de
territorios, cultura y población.
Centroamérica, entonces, será en
proyección su base de operaciones que también está en disputa:
recientemente, China y Brasil lanzaron proyectos para apoyar un canal
interoceánico en Nicaragua; Costa Rica mantiene relaciones activas con
China, y Panamá se encuentra en disputa por el futuro del canal.
Las revelaciones que indican el
espionaje cibernético tienen su base en la geopolítica militar
estadunidense. El estado de las relaciones intercontinentales e
internacionales apunta a un mayor control de informaciones.
Las revelaciones de Snowden indican que
el espacio virtual es un espacio de acciones militares imperiales.
Centroamérica y sus espacios cibernéticos, además de sus territorios, se
encuentran bajo monitoreo permanente.
Publicado el 19 de agosto de 2013
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