Montevideo, Uruguay, pp. 308-310.
Bacevich, Andrew J.: Washington
Rules. America's path to permanent war, New York, Metropolitan
Books, 2011. 288 páginas.
Leandro Morgenfeld
En los últimos
50 años proliferaron las dictaduras en América Latina. Este ascenso autoritario
y represivo estuvo muy vinculado a la instrumentación de la doctrina de
seguridad nacional, impulsada por la Casa Blanca. El último libro de Andrew
Bacevich, entre otras cuestiones, ayuda a desentrañar la lógica del
intervencionismo estadounidense desde el inicio de la Guerra Fría. Las Reglas de Washington, un libro de la colección "El proyecto del imperio
americano", logró una interesante repercusión en Estados Unidos, al punto
que integró la influyente lista de best-seller
del New York Times. Fue publicado en
un momento crucial, en 2010, cuando se avizoraba que la agresiva política
exterior estadounidense, potenciada durante las presidencias de Bush, se
prologaba al inicio la gestión de Obama, pese a las promesas de cambio. Uno de los
atractivos fundamentales de este libro, fuertemente crítico de la doctrina de
la seguridad nacional que justificó las políticas intervencionistas de Estados
Unidos desde la posguerra, es que Bacevich es un ex militar estadounidense. Ya
en la introducción, el autor narra su tardía conciencia sobre los criticables
fundamentos de la política exterior impulsada por el consenso de Washington. El
infundado ataque de Bush a Irak en 2003 terminó de convencerlo de la necesidad
de intervenir en el debate público. Esta obra, entonces, se propone trazar una
genealogía de la lógica bipartidista que impuso y prolongó el auto-asignado rol
de gendarme planetario que se atribuyen la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA.
Bacevich fue oficial en el ejército
estadounidense y como tal estuvo en servicio por muchos años en Alemania. Sin
embargo, y según él narra dramáticamente en la introducción del libro, no fue
hasta 1990, ya adulto, cuando conoció realmente la "otra" Alemania,
la que se encontraba por detrás del muro. Y todas sus certezas, heredadas de lo
que él llama las reglas o el consenso de Washington de la Guerra Fría, se disolvieron.
Allí comenzó su (re)educación. Ese viaje hacia la ex República Democrática
Alemana, que realizó con fines (auto) educativos junto a otros ex compañeros de
armas, fue el inicio del largo camino que lo llevó a escribir éste y otros
libros, como Los límites del poder o El Nuevo Militarismo Norteamericano.
Narrando esta experiencia, que cambió radicalmente su visión de la política y
las relaciones exteriores estadounidenses, este profesor de historia y
relaciones internacionales de la Universidad de Boston, retirado del Ejército
con el rango de coronel, nos introduce a la deconstrucción del consenso que
Washington logró construir tras la segunda guerra. Diseccionar críticamente
estas concepciones, abrazadas por el propio autor durante décadas, es la
aventura que nos propone la lectura de Las
reglas de Washington.
El primer capítulo, "El
advenimiento de la semi-guerra", analiza, empezando por el gobierno de
Obama y luego retrocediendo hasta el de Einsenhower, la configuración de
posguerra que determinó el estado de intervención y conflicto permanente impuesto
por Washington. El segundo, "Ilusiones de flexibilidad y control", explica
cómo entre 1961 y 1965 se legitimó el creciente poder de la CIA y el Pentágono
para determinar las necesidades militares estratégicas de Estados Unidos. En el
capítulo "El credo restaurado", Bacevich describe cómo se
reconstituyó y relegitimó el intervencionismo militarista tras las resistencias
que acompañaron el fracaso estadounidense en Vietnam. Esa guerra en Asia, que
tanto minó las bases del consenso de Washington, requirió de una ardua tarea para
encapsular las críticas, evitando que afectaran los fundamentos construidos en
las dos décadas anteriores. En el cuarto, "Reconstituyendo la
Trinidad", el autor justamente explica la superación del "síndrome de
Vietnam", durante la era Reagan, pero también tras la Caída del Muro y el
fin de la Guerra Fría, durante las Administraciones Clinton y Bush. En el
quinto, "La falsa contra-inteligencia", señala las críticas a la
guerra sin fin, puntualizando las contradicciones derivadas de las
intervenciones en Afganistán e Irak. El último capítulo, "Cultivando
nuestro propio jardín", permite a Bacevich sintetizar las críticas al
consenso de Washington y sus indeseables consecuencias: gastos militares
crecientes, que no hacen sino disparar la deuda pública a niveles inmanejables;
víctimas entre las fuerzas armadas; ex veteranos con problemas físicos y
psíquicos; perpetuación de una burocracia que actúa en secreto; distorsión de
los intereses nacionales, en tanto el complejo militar-industrial absorbe
recursos que son escasos; y desastre medioambiental, entre otros. La solución
también aparece esbozada: Estados Unidos debe hacer regresar las tropas, o al menos la mayor parte de ellas, resignando
ese auto-asignado rol de gendarme planetario.
Lo más interesante del libro es que
deconstruye el consenso estadounidense en torno a una política exterior
mesiánica e intervencionista. Desmenuza y ataca los lugares comunes impuestos
por el acuerdo bipartidista de demócratas y republicanos en las últimas seis
décadas. Y lo hace nada menos que un militar retirado, es decir alguien que
durante buena parte de su vida adulta actuó bajo el mandato de los intereses
impuestos por el Pentágono, la CIA y la Casa Blanca. El libro pretende mostrar
que un cambio desde dentro de la sociedad estadounidense es posible. Y el autor
presenta su propia conversión individual, su toma de conciencia, como un
ejemplo de lo que la educación puede lograr. En este sentido se propone, en
concreto, discutir la idea de que Estados Unidos tiene el deber de liderar,
salvar y transformar el mundo. Este credo es el que fundamenta la disposición
del Pentágono a desarrollar una capacidad militar muy superior a la necesaria
para garantizar la defensa nacional. Y ese credo se complementa con la sagrada
trinidad, hegemónica en Washington: la convicción de que la paz internacional
requiere de una presencia militar global
por parte de Estados Unidos, que debe configurar sus fuerzas para la proyección de poder global, y para
anticipar o contrarrestar las amenazas se requiere un intervencionismo global.
Más allá de los aciertos y la gran
utilidad de la obra en este particular momento histórico, la misma presenta
algunas falencias. El principal problema del libro es que no analiza la política
exterior intervencionista de Estados Unidos en relación al imperialismo y los intereses económicos que la determinan. Más allá
de las críticas arriba descritas, Bacevich idealiza la inserción internacional
estadounidense en la primera mitad del siglo XIX, soslayando la nefasta
influencia de la ideología del destino manifiesto, la doctrina Monroe, el
aniquilamiento de los pueblos originarios, la guerra contra México y tantas
otras atrocidades realizadas en la fase de ascenso de la burguesía
estadounidense. Además, reivindica diversos políticos o intelectuales -el
diplomático Gerge Kennan, el senador J. William
Fulbright o el líder afroamericano Martin Luther King-, críticos del mainstream en Washington, pero que no
avanzaron en una caracterización adecuada del rol de Estados Unidos luego de la
segunda guerra.
En síntesis, el libro tiene una
potencia crítica muy significativa al interior de Estados Unidos, donde
resquebrajar los lugares comunes que legitiman el intervencionismo impulsado
por Washington parece una tarea ardua y compleja. Pero estas denuncias, para
los países que históricamente sufrieron la avanzada imperialista, como los
latinoamericanos, no parecen tan novedosas. Sí, quizás, para alertar contra
quienes tienen esperanzas en el carácter menos intervencionista de los
demócratas frente a los republicanos. Bacevich, como en su momento plantearon
Howard Zinn y algunos otros, se preocupa para explicar que los lineamientos de
la política exterior de Washington, más allá de los matices, se mantuvieron
durante las administraciones demócratas y republicanas. Obama, por ejemplo, no
produjo el cambio esperado luego de la nefasta política exterior de Bush. Sin
embargo, la crítica del militarismo estadounidense debe ir más allá, en el
sentido de entender la lógica profunda de los intereses materiales que lo
determinan. ¿Por qué la gran burguesía del país del norte necesita sostener esa
política? ¿En qué sentido la lucha por mercados y recursos estratégicos es
central para entender el imperio del capital que conduce Washington? ¿Pueden
efectivamente cambiar las reglas de Washington sin un cambio del sistema más
amplio? Estos interrogantes, creemos, deben abordarse para profundizar las
críticas planteadas por Bacevich.
No hay comentarios:
Publicar un comentario