Leandro Morgenfeld*
(Miradas al Sur)
(Miradas al Sur)
El interés del Departamento de Estado por las elecciones locales tiene que
ver con su estrategia de avanzar en América latina. Desde el inicio del segundo
mandato de Obama, pero sobre todo desde la muerte de Hugo Chávez, la Casa
Blanca despliega una serie de iniciativas para reubicarse como potencia
indiscutida en la región, luego de una década de avance de la integración a
través de distintos proyectos (ALBA, Unasur, Celac, Mercosur) y de la creciente
presencia económica de China y otros países extra-hemisféricos.
Obama realizó una gira por Centroamérica, volvió a prometer el cierre de la cárcel de Guantánamo, el vicepresidente Biden viajó por varios países de la región, al igual que el nuevo Secretario de Estado John Kerry. Washington impulsa la Asociación Transpacífica y a la vez alienta la Alianza del Pacífico, un proyecto de integración de matriz neoliberal que nuclea a México, Colombia, Perú y Chile, pero que pretende expandirse a otros países, para contrarrestar la influencia del eje bolivariano. Busca también neutralizar a Brasil y para ello Obama recibirá en octubre a Dilma Rousseff, en una visita de Estado. Además de la estrategia comercial y financiera, Estados Unidos recupera influencia política –por eso observa con atención los procesos electorales– e incrementó su presencia militar, no sólo a partir de la reinstalación de la IV flota del Comando Sur, en 2008, sino también con una red de bases de nuevo tipo, esparcidas por todo el continente.
Sin embargo, el avance de Estados Unidos sobre su histórico patio trasero tuvo escollos. La retención de Evo Morales en Europa (impulsada por Washington para detener a Edward Snowden), más la publicación de documentos secretos que prueban cómo la Agencia Nacional de Seguridad espió a los gobiernos de Brasil, México, Colombia, Venezuela y Argentina, entre otros, revitalizaron las expresiones de repudio frente a las acciones imperiales. La Cumbre antiimperialista realizada esta semana en Cochabamba es una manifestación de este despertar de la resistencia continental.
Washington monitorea atentamente las elecciones en la región, esperando que se debiliten los gobiernos que más enfrentan sus políticas. Rafael Correa fue reelecto en Ecuador, pero critican su ley de regulación de la prensa. Nicolás Maduro ganó la elección contra Capriles, pero la Casa Blanca insistió con desconocer su triunfo. La retención de Evo Morales en Europa puede entenderse también como una advertencia.
En el caso de Argentina, la relación con Estados Unidos tuvo idas y vueltas en los últimos años. En 2011, se tensó por el incidente del avión militar estadounidense retenido en Ezeiza y al conocerse los 2.500 cables filtrados por WikiLeaks, que obligaron a la embajadora Vilma Martínez a bajar su perfil. Persisten las disputas con los fondos buitre que batallan para embargar bienes argentinos y las históricas diferencias comerciales (Argentina junto a Brasil y otros emergentes denuncian los subsidios agrícolas estadounidenses, mientras que Washington repudia las limitaciones a las importaciones establecidas por la Casa Rosada). El Memorándum de entendimiento con Irán también generó tensiones con Estados Unidos, que busca aislar al régimen de Teherán y justificar una acción armada. Lo mismo puede decirse respecto de la presencia de Cristina Kirchner en Cochabamba para acompañar a Evo Morales en la cumbre de emergencia de la Unasur.
Sin embargo, también hubo entendimientos entre ambos gobiernos. Argentina aprobó la Ley Antiterrorista exigida por Estados Unidos a través del GAFI, dio señales a la DEA tras el desplazamiento de Nilda Garré, logró un acuerdo con Chevron, permite a Monsanto ampliar sus actividades y busca el apoyo de la Casa Blanca en la puja judicial con los fondos buitre. La salida de Vilma Martínez y la probable llegada de Noah Mamet como nuevo embajador –un demócrata sin demasiados pergaminos en el ámbito diplomático, pero destacado recaudador de fondos para la reelección de Obama–, puede implicar la pretensión de reiniciar una relación no contaminada por el affaire WikiLeaks.
Es que la publicación de esos documentos mostró cabalmente que Estados Unidos sigue gozando de un poder inusitado. Su Embajada en Buenos Aires, más que un símbolo, es un poder real en el país. Esos cables confirmaron que se inmiscuye en los asuntos internos, opera a favor de las empresas estadounidenses y también presiona en pos de alentar la balcanización latinoamericana. Mientras tanto, muchos políticos argentinos, oficialistas y de la oposición, quedan en evidencia con un doble discurso. Defensores públicos de la soberanía nacional y de la integración latinoamericana, en realidad en privado morigeran sus posiciones. También muestran los documentos que la mayor parte de la población argentina sigue abonando el histórico sentimiento antiyanqui. Eso explica, en parte, la diferencia entre las posiciones públicas y las ofrecidas en los encuentros privados en la Embajada.
Electoralmente, mostrarse cercano a Estados Unidos sigue siendo piantavotos. Eso también explica ciertas sobreactuaciones en los años electorales. En 1946, el naciente líder justicialista revirtió la ofensiva del Departamento de Estado a través de la consigna “Braden o Perón”. Cristina Fernández, en 2011, profundizó un discurso confrontativo con Washington, que morigeró tras obtener la reelección. Este martes va a viajar a New York a una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU –que preside Argentina por este mes– y a desplegar un perfil de alto impacto, denunciando el espionaje masivo del gobierno estadounidense y el bloqueo al avión de Evo. Esto generará cierta irritación en Washington, pero simpatías internas.
El Departamento de Estado está expectante. En la estratégica provincia de Buenos Aires, el candidato que lidera las encuestas es Sergio Massa, aquel que calificó en noviembre de 2009, siendo jefe de Gabinete, a Néstor Kirchner como un psicópata, perverso y cobarde ante la embajadora Vilma Martínez. La Embajada cultiva buenas relaciones con el jefe de Gobierno porteño y con el gobernador de Buenos Aires, entre muchos otros. La diplomacia estadounidense siempre tiene huevos en (casi) todas las canastas. Esperará a ver el resultado de las elecciones para decidir cómo encarar una nueva etapa del vínculo bilateral y si ello implica un cambio en el mapa político regional.
Obama realizó una gira por Centroamérica, volvió a prometer el cierre de la cárcel de Guantánamo, el vicepresidente Biden viajó por varios países de la región, al igual que el nuevo Secretario de Estado John Kerry. Washington impulsa la Asociación Transpacífica y a la vez alienta la Alianza del Pacífico, un proyecto de integración de matriz neoliberal que nuclea a México, Colombia, Perú y Chile, pero que pretende expandirse a otros países, para contrarrestar la influencia del eje bolivariano. Busca también neutralizar a Brasil y para ello Obama recibirá en octubre a Dilma Rousseff, en una visita de Estado. Además de la estrategia comercial y financiera, Estados Unidos recupera influencia política –por eso observa con atención los procesos electorales– e incrementó su presencia militar, no sólo a partir de la reinstalación de la IV flota del Comando Sur, en 2008, sino también con una red de bases de nuevo tipo, esparcidas por todo el continente.
Sin embargo, el avance de Estados Unidos sobre su histórico patio trasero tuvo escollos. La retención de Evo Morales en Europa (impulsada por Washington para detener a Edward Snowden), más la publicación de documentos secretos que prueban cómo la Agencia Nacional de Seguridad espió a los gobiernos de Brasil, México, Colombia, Venezuela y Argentina, entre otros, revitalizaron las expresiones de repudio frente a las acciones imperiales. La Cumbre antiimperialista realizada esta semana en Cochabamba es una manifestación de este despertar de la resistencia continental.
Washington monitorea atentamente las elecciones en la región, esperando que se debiliten los gobiernos que más enfrentan sus políticas. Rafael Correa fue reelecto en Ecuador, pero critican su ley de regulación de la prensa. Nicolás Maduro ganó la elección contra Capriles, pero la Casa Blanca insistió con desconocer su triunfo. La retención de Evo Morales en Europa puede entenderse también como una advertencia.
En el caso de Argentina, la relación con Estados Unidos tuvo idas y vueltas en los últimos años. En 2011, se tensó por el incidente del avión militar estadounidense retenido en Ezeiza y al conocerse los 2.500 cables filtrados por WikiLeaks, que obligaron a la embajadora Vilma Martínez a bajar su perfil. Persisten las disputas con los fondos buitre que batallan para embargar bienes argentinos y las históricas diferencias comerciales (Argentina junto a Brasil y otros emergentes denuncian los subsidios agrícolas estadounidenses, mientras que Washington repudia las limitaciones a las importaciones establecidas por la Casa Rosada). El Memorándum de entendimiento con Irán también generó tensiones con Estados Unidos, que busca aislar al régimen de Teherán y justificar una acción armada. Lo mismo puede decirse respecto de la presencia de Cristina Kirchner en Cochabamba para acompañar a Evo Morales en la cumbre de emergencia de la Unasur.
Sin embargo, también hubo entendimientos entre ambos gobiernos. Argentina aprobó la Ley Antiterrorista exigida por Estados Unidos a través del GAFI, dio señales a la DEA tras el desplazamiento de Nilda Garré, logró un acuerdo con Chevron, permite a Monsanto ampliar sus actividades y busca el apoyo de la Casa Blanca en la puja judicial con los fondos buitre. La salida de Vilma Martínez y la probable llegada de Noah Mamet como nuevo embajador –un demócrata sin demasiados pergaminos en el ámbito diplomático, pero destacado recaudador de fondos para la reelección de Obama–, puede implicar la pretensión de reiniciar una relación no contaminada por el affaire WikiLeaks.
Es que la publicación de esos documentos mostró cabalmente que Estados Unidos sigue gozando de un poder inusitado. Su Embajada en Buenos Aires, más que un símbolo, es un poder real en el país. Esos cables confirmaron que se inmiscuye en los asuntos internos, opera a favor de las empresas estadounidenses y también presiona en pos de alentar la balcanización latinoamericana. Mientras tanto, muchos políticos argentinos, oficialistas y de la oposición, quedan en evidencia con un doble discurso. Defensores públicos de la soberanía nacional y de la integración latinoamericana, en realidad en privado morigeran sus posiciones. También muestran los documentos que la mayor parte de la población argentina sigue abonando el histórico sentimiento antiyanqui. Eso explica, en parte, la diferencia entre las posiciones públicas y las ofrecidas en los encuentros privados en la Embajada.
Electoralmente, mostrarse cercano a Estados Unidos sigue siendo piantavotos. Eso también explica ciertas sobreactuaciones en los años electorales. En 1946, el naciente líder justicialista revirtió la ofensiva del Departamento de Estado a través de la consigna “Braden o Perón”. Cristina Fernández, en 2011, profundizó un discurso confrontativo con Washington, que morigeró tras obtener la reelección. Este martes va a viajar a New York a una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU –que preside Argentina por este mes– y a desplegar un perfil de alto impacto, denunciando el espionaje masivo del gobierno estadounidense y el bloqueo al avión de Evo. Esto generará cierta irritación en Washington, pero simpatías internas.
El Departamento de Estado está expectante. En la estratégica provincia de Buenos Aires, el candidato que lidera las encuestas es Sergio Massa, aquel que calificó en noviembre de 2009, siendo jefe de Gabinete, a Néstor Kirchner como un psicópata, perverso y cobarde ante la embajadora Vilma Martínez. La Embajada cultiva buenas relaciones con el jefe de Gobierno porteño y con el gobernador de Buenos Aires, entre muchos otros. La diplomacia estadounidense siempre tiene huevos en (casi) todas las canastas. Esperará a ver el resultado de las elecciones para decidir cómo encarar una nueva etapa del vínculo bilateral y si ello implica un cambio en el mapa político regional.
*Docente UBA. Investigador del Conicet. Autor de Vecinos en conflicto.
Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas
(Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas.
Argentina y Estados Unidos
(Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
(Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas.
Argentina y Estados Unidos
(Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario