De Guayaquil a Cochabamba, luz del ALBA
Por Juan Manuel Karg
Licenciado en Ciencia Política UBA
Algunos analistas políticos de nuestro continente han decretado varias veces en los últimos años el “fin del ALBA”, algo que, a juzgar por los recientes encuentros en Guayaquil y Cochabamba, parece más bien ser un deseo que una realidad.
Vargas Llosa, Montaner y compañía, y particularmente
algunos medios masivos de comunicación –Globovisión, La Nación, Clarín, ABC, Infobae,
entre otros- han emprendido una campaña sistemática de desinformación y demonización,
denostando y atacando constantemente al bloque regional liderado por Venezuela,
Cuba, Bolivia y Ecuador. El porqué ha sido claro: le adjudican –con razón- ser
el motivo principal de la derrota del ALCA en nuestro continente, en conjunto
con otros gobiernos que en Mar del Plata en 2005 dieron por tierra con las
intenciones de Washington. Y, en la actualidad, le reprochan ser el contrapeso
“natural” a la Alianza del Pacífico, el bloque que ellos creen que hay que
fortalecer para volver a someter a América Latina y el Caribe a EEUU y la Unión
Europea.
Las cumbres de Guayaquil y el caso
Snowden
En ese contexto regional se desarrolló, en Guayaquil, la
XII reunión de presidentes del ALBA. Durante su instalación, el anfitrión
Rafael Correa condenó nuevamente el bloqueo a Cuba y afirmó: “Este es
un espacio político. Por supuesto: para tomar decisiones y orientaciones
políticas. Con una ideología clara”. Tras ello se manifestó
contra la ocupación británica sobre las Islas Malvinas y preguntó, en referencia
a EEUU: “¿Qué se está haciendo sobre el mayor caso de espionaje de la
historia de la humanidad, denunciado por el ciudadano norteamericano Edward
Snowden?”. Las palabras de
Correa no fueron ingenuas: han sido precisamente los países del ALBA quienes le
ofrecieron asilo humanitario y político a Snowden durante su travesía en el
aeropuerto Sheremtievo de Moscú, antes que la propia Rusia le
diera permiso –transitorio- para quedarse allí.
Luego de la reunión presidencial, Nicolás Maduro, Evo
Morales y el propio Correa participaron de un acto de masas junto a los
Movimientos Sociales hacia el ALBA de Ecuador, y a algunas delegaciones que
llegaron de otros países de Nuestra América. Antes, los movimientos sociales habían tenido
su propio espacio de debate, que se plasmó en la "Declaración de Guayaquil”, donde afirmaron, entre otras
cosas, que “alentamos a
nuestros gobiernos a profundizar la construcción de una América Latina y un
Caribe liberados de todo rezago de patriarcado, de racismo, de colonialismo, de
neocolonialismo, del dominio del capital, del control de los emporios
financieros y mediáticos y del poder de las transnacionales.”
Cochabamba y la Cumbre Antiimperialista
Días después, en
Cochabamba (Bolivia), se realizó la Cumbre Antiimperialista y Anticolonialista,
lanzada luego del incidente diplomático que sufrió Evo Morales en Europa. En el
documento de cierre se hace una reflexión profunda del momento que vive el
continente, y sobre los peligros en curso se destaca que “la llamada Alianza del Pacífico es el instrumento para reeditar los
acuerdos regionales de libre comercio, para eliminar nuestra soberanía
económica, jurídica y para capturar nuestros recursos naturales a través de las
transnacionales”. Hay una certeza inocultable: el relanzamiento de la
Alianza del Pacífico, y su dinamismo en los últimos dos años, deben llamarnos a
la reflexión. EEUU no se ha quedado con los “brazos cruzados” tras la
contundente derrota de Mar del Plata: ha profundizado la política de Tratados
de Libre Comercio –principalmente con los países que componen la Alianza del
Pacífico- y el despliegue de bases norteamericanas en América Latina y el
Caribe, y, tal como quedó demostrado en la reciente visita de John Kerry a
Brasil, ha incrementado el espionaje a nuestros países (“Kerry justificó el espionaje en Brasil”, Página/12, 14/08/2013). No
reflexionar profundamente sobre esto, y, sobre todo, no actuar en consecuencia,
podría ser un grave riesgo para las diversas experiencias de cambio social que
transita nuestro continente. El optimismo por el momento que vive el continente
en la búsqueda de su segunda y definitiva independencia no debe ocultar el
peligro que significaría la posible reversibilidad de estos procesos de cambio.
En el discurso de cierre del evento, Evo Morales destacó
que “esta cumbre antiimperialista nos
debe permitir relanzar en los pueblos del mundo nuestra ideología, como
trabajadores del campo y la ciudad (…). Relanzar el antiimperialismo. Queremos
naciones donde no haya oligarquías ni monarquías, sino gobiernos del pueblo,
para gobernar desde los movimientos sociales”. Esta concepción, de “mandar obedeciendo”, debe ser la
premisa de acción de los gobiernos de la región que se planteen un desarrollo
autónomo a futuro.
Momento de definiciones a nivel continental
Por todo lo dicho, es claro que nuestros países viven
momentos de definiciones. Las elecciones presidenciales en Honduras en
noviembre próximo –con buenas chances, según los primeros sondeos, para Xiomara
Castro de Zelaya-, y las elecciones regionales en Venezuela en diciembre serán
una importante prueba para los movimientos sociales a escala continental, pero
también, particularmente, para Libre (Partido Libertad y Refundación), el Gran
Polo Patriótico, y el PSUV. También, claro, las presidenciales del 2014 en
Bolivia, donde Evo irá por un nuevo mandato por el Socialismo Comunitario y el
Buen Vivir, graficarán el momento que vive el MAS y los movimientos sociales
bolivianos.
Las resoluciones que se han tomado, tanto en Guayaquil
como en Cochabamba, ilustran las potencialidades que tendría un
repotenciamiento de la experiencia del ALBA, al ser el bloque regional con
mayor homogeneidad ideológica, política, social, económica y cultural en
nuestro continente. La única manera de contrarrestar efectivamente el avance de
la Alianza del Pacífico, es fortalecer, solidificar y reimpulsar esta
experiencia, vinculando el accionar de sus Estados y sus movimientos sociales.
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