miércoles, 7 de agosto de 2013

Cristina Fernández en la ONU: Malvinas, espionaje, UNASUR y reforma Consejo de Seguridad


En la ONU, Cristina reclamó por Malvinas y criticó el espionaje

Pidió diálogo a Gran Bretaña por el archipiélago, pero Londres calificó su pedido de "improcedente"; también EE.UU. desestimó el planteo sobre las escuchas por estar "fuera de agenda"

Por   | LA NACION

NUEVA YORK.- No tuvo una sola mención del drama de Rosario. Pero la Presidenta sí cosechó un inesperado cruce no sólo con Gran Bretaña, sino también con Estados Unidos, que, uno detrás del otro, rechazaron por "improcedente" y "fuera de agenda" el reclamo por Malvinas y su queja contra el espionaje norteamericano en la sesión que ayer presidió del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU).
Londres fue un poco más lejos y aprovechó las alusiones que se le hicieron para defender la "legalidad" de las explotaciones de hidrocarburos" en el archipiélago. "Todas ellas se ajustan a la legalidad de las islas", aseguró el representante británico Mark Lyall Grant.
Lo curioso es que, tras haber invertido allí toda una jornada, la réplica llegó cuando Cristina Kirchner ya había abandonado la sede para emprender el regreso al país. Le tocó a la flamante embajadora Marita Percival poner pecho. "La posición de la Argentina sobre Malvinas es bien conocida y se hizo referencia a ella en el marco de numerosas resoluciones de las Naciones Unidas", ensayó.
Fue el corolario de una jornada en la que, lejos del horror rosarino, Cristina Kirchner se dedicó a cuestiones internacionales al explotar la circunstancial presidencia temporal y rotativa que tocó al país por un mes.
Pero no por eso se privó de criticar al organismo por "ineficaz" y obsoleto, sobre todo por el poder de veto de cinco de sus miembros. Entre ellos, precisamente, Estados Unidos y Gran Bretaña.
También, aunque sin mencionarlo expresamente, aludió al gobierno de Barack Obama cuando cuestionó "la falta de respeto a los valores democráticos" y al "sagrado derecho de las personas a su privacidad" por las operaciones de espionaje masivo. Fue la primera vez que la queja llegó a ese ámbito.
Durante más de seis horas presidió el consejo. Poco más de 14 minutos invirtió en un discurso sobre los "grandes problemas del mundo", para cuyo abordaje pidió "una nueva doctrina" y un "replanteo" de los organismos multilaterales, para que "sirvan para gestionar" las crisis.
Algo más cerca de lo doméstico, invirtió dos para renovar su reclamo de "diálogo" por las islas Malvinas, lo que disparó una posterior reacción de Londres, a los pocos minutos de terminada la sesión.
"No quiero introducir una polémica. Tampoco es que tengamos una actitud caprichosa. Simplemente queremos que se cumpla la resolución de las Naciones Unidas y que ambos países nos sentemos a discutir", dijo la Presidenta.
Casi como un minué repetido durante años, llegó la réplica. "Éste no es un diálogo de dos, sino de tres partes. Las opiniones de los isleños no pueden ignorarse", sostuvo un comunicado firmado por el embajador Grant. Poco antes, el diplomático había adelantado esa posición en diálogo con periodistas argentinos, entre ellos,LA NACION.
En un principio, pareció que la cosa quedaba allí. Llegó la pausa del mediodía y con ella un almuerzo y un brindis con champagne, cortesía de la Argentina, para más de cincuenta invitados. Los representantes de Londres y Washington fueron parte del convite y alzaron su copa por el país.
Fue en un coqueto restaurante a la vera del East River, que rodea la isla de Manhattan. La ascendente Samantha Powell, flamante representante de Estados Unidos ante la ONU, fue invitada a la mesa presidencial. "Es joven y talentosa", la elogió Cristina. Un poco más lejos, compartió mantel el británico.
Luego del champagne y de los postres, la Presidenta tuteló una nueva sesión de trabajo. Fue entonces cuando los discursos contra Estados Unidos se recalentaron. Venezuela denunció "hostigamiento" por el asilo que pidió el norteamericano que reveló las operaciones masivas de espionaje, Edward Snowden. "La seguridad del imperio parece estar de nuevo por encima de todos los valores morales", acotó el ecuatoriano Ricardo Patiño. El uruguayo Luis Almagro retomó la cuestión de Malvinas y reprochó la "explotación unilateral" de hidrocarburos en la zona.
A las 17 (las 18 en la Argentina), la Presidenta dio por terminada su actividad. Antes de dejar el edificio de las Naciones Unidas hizo breves declaraciones a la televisión pública. Otra vez, optó por no referirse a lo que ocurría en Rosario y volvió a las cuestiones internacionales. "La Guerra Fría terminó", recordó a Washington.
Ella ya no estaba cuando llegó la reacción, primero de Gran Bretaña e inmediatamente después, de Estados Unidos. En términos bastante similares, rechazaron por improcedentes y por estar "fuera del tema del día" las expresiones sobre Malvinas y sobre el espionaje.

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CRISTINA KIRCHNER RECLAMO UNA REFORMA DE LA ONU

“Hay un nuevo mundo con viejos métodos”

La Presidenta habló en el debate abierto que encabezó en el Consejo de Seguridad. Reiteró las críticas al Reino Unido por Malvinas y a Estados Unidos por el espionaje.

 Por Victoria Ginzberg (Página/12)
Desde Nueva York

En el amplio e imponente salón del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se destaca un mural al óleo. En el centro hay un fénix, que simboliza la reconstrucción del mundo tras la Segunda Guerra. En la parte inferior hay figuras oscuras, arriba hay gente contenta y colores luminosos, la esperanza de un futuro mejor. Los conflictos siguen existiendo, pero el momento histórico que representa ese cuadro y el que llegó luego, durante la Guerra Fría, quedaron atrás. Algo de esto dijo ayer la presidenta Cristina Kirchner al hablar en el debate abierto organizado por la Argentina: “Tenemos un nuevo mundo y no se puede enfrentar un nuevo mundo con viejos instrumentos y viejos métodos”. Se refirió así a la necesidad de hacer cambios en el funcionamiento del organismo para que no haya países privilegiados a la hora de tomar decisiones y de cumplir con las disposiciones. De esta forma, volvió a quejarse porque el Reino Unido no se sienta a dialogar sobre la soberanía de las Islas Malvinas a pesar de que existe una resolución del organismo internacional que así lo demanda.
La Presidenta encabezó un “debate abierto” en el Consejo de Seguridad, el máximo órgano de Naciones Unidas. Su función, según la Carta del organismo, es mantener la paz y la seguridad internacionales. En la práctica, es donde se toman las decisiones importantes y sus resoluciones tienen carácter obligatorio para todos los países que integran la ONU. Tiene cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Rusia y China (las potencias ganadoras de la Segunda Guerra) y diez no permanentes. La Argentina fue elegida el año pasado para ocupar una de esas bancas durante 2013 y 2014. En agosto ejerce además la presidencia del Consejo, lo que supone proponer un plan de trabajo. En ese contexto es que CFK invitó a un debate abierto sobre “La relación entre las Naciones Unidas y las organizaciones regionales y subregionales en el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales”. Poner este tema bajo discusión le permitió a la Argentina convocar a la Unasur y Celac, organismos regionales de los que forma parte el país, para que hablen en el Consejo de Seguridad, donde nunca habían tenido la palabra. También participaron del evento la Liga Arabe, la Unión Africana, la Unión Europea y la OEA (fue el secretario general José Miguel Inzulsa). En total, acompañaron a CFK catorce cancilleres de todas partes del mundo, en buena medida de Latinoamérica, lo que fue destacado ayer por algunos oradores e interpretado como un fuerte respaldo a la Argentina. También estuvo presente el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
El debate comenzó a las diez de la mañana y lo abrió Fernández de Kirchner con unas palabras protocolares. Allí anunció el tema –que obviamente todos conocían– a los invitados y se aprobó una resolución o declaración de la presidencia en nombre del Consejo. Cada vez que cumplía con uno de estos pasos, debía hacer bajar y sonar un martillo de madera, como un juez inglés o norteamericano después de dar su veredicto.
CFK volvió a hablar antes del almuerzo. En ese momento, dijo que hacía uso de la palabra en calidad de presidenta de la Argentina y no del organismo. Así fue que expresó algunas cosas no tan cómodas de escuchar para quienes son los “dueños de casa”. Algunas de estas opiniones las había tratado el lunes durante la reunión con Ban Ki-moon y las había transmitido a los periodistas cuando terminó el encuentro. Pero ayer las sostuvo ante los representantes de las potencias cuestionadas. Su discurso contrastó con las lecturas, en su mayoría monocordes, de muchos de los embajadores que hablaron durante la mañana. Por la tarde, cuando participaron los cancilleres latinoamericanos, se escucharon discursos en línea con el planteo de la Argentina que, incluso, generaron réplicas por parte de Estados Unidos y el Reino Unido (ver aparte).
CFK comenzó con el relato de algunas experiencias de la Unasur y Celac en situaciones de conflictividad. Habló de la intervención –como Grupo de Río, antecesor de la Celac– en el conflicto entre Ecuador y Colombia y en los intentos desestabilizadores contra Evo Morales, en Bolivia, y Rafael Correa, en Ecuador.
“¿Cómo tomamos las resoluciones en la Celac o en la Unasur? Se toman por unanimidad cuando hay conflictividad y esto es lo que tenemos que distinguir. Cuando en la gestión de conflictos aparece el derecho de veto, la solución se torna mucho más difícil y por momentos imposible. Por lo tanto creemos que sería necesario revisar el funcionamiento de las instituciones en general de Naciones Unidas y en particular del Consejo de Seguridad, que responden a una lógica diferente, que fue la lógica de su fundación con posterioridad a la Guerra Fría. Ante el peligro de un holocausto nuclear, el derecho de veto era casi una salvaguarda. Terminada esta suerte de Guerra Fría y dado que los que estaban enfrentados están todos sentados en esta mesa y no tienen grandes conflictividades, creo que debemos repensar el funcionamiento de los organismos porque tenemos un nuevo mundo, una nueva realidad y no se puede enfrentar un nuevo mundo, una nueva realidad y nuevos problemas con viejos instrumentos y con viejos métodos, porque no nos van a dar una respuesta. Por eso creemos en la necesidad de elaborar consensos, consensos que no se basen en los intereses particulares de cada Estado que tenga el derecho a veto, sino en asegurar en serio la paz y la estabilidad”, dijo la Presidenta.
Luego, vinculó el estatus privilegiado de algunos países y la eficacia (o no) de las Naciones Unidas para resolver problemas y aprovechó para reiterar e reclamo sobre las Islas Malvinas. Así, citó la intervención del representante de la Liga Arabe, quien se quejó de que no se cumpliera con todas las resoluciones del organismo. En su caso, se refería a la vinculada con Palestina.
CFK dijo que “parece casi una obviedad” que todos los estados den cumplimiento a las resoluciones de Naciones Unidas, pero que “el rasgo distintivo ha sido muchas veces que quienes se sientan en este ámbito y porque son miembros permanentes y con derecho a veto, utilizan esta facultad que les otorga reglamentariamente la Carta de Naciones Unidas, el reglamento del Consejo de Seguridad, pero son los que obturan la verdadera resolución de los conflictos”. Allí mencionó el hecho de que el Reino Unido no acepta sentarse a dialogar sobre Malvinas con la Argentina, aunque así lo establece una resolución de la ONU.
“Ser eficaces en la gestión es mediar y otorgar una solución a esa mediación, sobre todo cuando la mediación ha sido objeto también de una resolución”, señaló también la Presidenta. El lunes cuando pidió a Ban Ki-moon que intercediera nuevamente en esta controversia, el secretario general le dijo que lo veía “muy difícil” debido a la negativa de Londres. La Presidenta también mencionó el escándalo desatado por la revelación del espionaje cibernético llevado a cabo por Estados Unidos. No mencionó directamente el tema ni el país, pero reiteró “la necesidad de establecer regulaciones de carácter global para asegurar la soberanía de los estados y la privacidad de los ciudadanos en el mundo ante hechos que son de público y notorio conocimiento”. Como el lunes, luego de su reunión con Ban Ki-moon, recordó la película La vida de los otros, que refleja cómo la policía secreta de la RDA espiaba a los intelectuales.

Regiones y centro

CFK ocupó la punta del hemiciclo del Consejo. Con ella, pero en segundas filas, estaban el canciller Héctor Timerman, el secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro; la embajadora ante la ONU, Marita Perceval, y la embajadora en Estados Unidos, Cecilia Nahon. Entre ministros e invitados, las sillas reservadas para los asistentes se fueron poblando desde temprano, algo que no es usual en las sesiones del organismo. La presencia de un jefe de Estado allí tampoco es de todos los días, aunque para nada es inédita. Desde 2008, concurrieron dos o tres presidentes cada año. Lo que fue nuevo, como se dijo, fue la presencia de Unasur y Celac y de tantos cancilleres que acompañaran.
El debate fue extenso. Si bien muchos participantes –sobre todo los miembros del Consejo– hablaron en la jerga burocrática-diplomática sobre lo auspicioso que sería que la ONU y los organismos regionales trabajaran en una más estrecha colaboración, no todos dijeron lo mismo. Los representantes de los miembros permanentes, como Estados Unidos o el Reino Unido, sugirieron que las organizaciones regionales tienen algunos límites y fallas para encabezar procesos de mantenimiento de paz y de seguridad internacionales y hablaron de la preeminencia del Consejo de Seguridad en esta materia.
Varios embajadores latinoamericanos, como el de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla –que habló por la Celac–; de Venezuela, Elías Jaua –por el Mercosur–, y de Uruguay, Luis Almagro, ratificaron en el recinto el apoyo de la región a la Argentina en su reclamo por Malvinas. El diplomático cubano también habló de la causa sobre el desarme y aprovechó para recordar que ayer se cumplía el 68 aniversario de la bomba nuclear que Estados Unidos tiró en Hiroshima. “Sobre Cuba, que lucha, no debo decir nada porque concurro en nombre de la Celac. Hay que continuar adelante. Que ninguna diferencia nos detenga”, terminó.

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Intervencionismo versus eficacia

 Por Martín Granovsky (Página/12)

Su discurso fue sintético y, bien leído, el menos entusiasta hacia el papel que puedan jugar las organizaciones regionales como instancia de poder global. Dijo que la cooperación de las Naciones Unidas con ellas “seguirá siendo importante”, pero aclaró que “también debemos ver con claridad sus límites”, como justo era el debut de Samanta Power en su condición de embajadora norteamericana en Naciones Unidas, su presencia de ayer en el Consejo de Seguridad marcó uno de los dos símbolos del día: el gobierno de Barack Obama no sólo evitará quedarse dentro de los límites de una simple defensa sino que alentará un intervencionismo activo en el mundo. El otro símbolo fue la masiva presencia de cancilleres de Sudamérica y un mensaje que cada ministro repitió a su modo: la región no tiene hoy problemas que afecten la paz mundial y, además, resolvió por sí misma los conflictos en los últimos años. Para decirlo en términos de Cristina Fernández de Kirchner, que por un momento se corrió de su puesto de presidenta de las sesiones del Consejo de Seguridad para hablar en nombre de la Argentina, Sudamérica “es eficaz”.
Nacida en 1970 en Irlanda y ex periodista –cubrió la guerra de la ex Yugoslavia–, Power ya era asesora de Obama. En la ONU reemplaza desde el lunes último a Susan Rice, que pasó al poderoso Consejo Nacional de Seguridad, el órgano de jurisdicción presidencial que coordina la política exterior y la inteligencia. Bob Dreyfuss, columnista del semanario de centroizquierda The Nation, escribió que ambas “representan un ala peligrosa del establishment liberal en los círculos diplomáticos de los Estados Unidos”. Las definió como “intervencionistas convencidas de que cualquier asesinato masivo o cualquier amenaza de asesinato masivo es un genocidio potencial como el de Ruanda”. Antes de entrar en el gobierno, Power escribió un libro que ganó el premio Pulitzer, Un problema del infierno. Los Estados Unidos en la era del genocidio. Su tesis era que Washington no había detenido a tiempo ninguno de los genocidios del siglo XX, comenzando por el armenio. Una vez instalada cerca de Obama, el consejo de Power fue decisivo para los bombardeos norteamericanos en Libia.
El lunes, tras presentar credenciales al secretario general, Power dijo que la ONU es un ámbito crucial para muchos de los intereses de los Estados Unidos, y añadió que “el liderazgo de los Estados Unidos en la ONU es indispensable para que esos intereses avancen”. Mencionó el terrorismo, “atrocidades masivas en Siria”, Sudán meridional, “el esfuerzo por aliviar la pobreza global” y “la quiebra de la sociedad civil en todo el mundo”.
Power y Rice son un ala –la menos pragmática– de un país en turbulencia. Un país donde la desigualdad volvió a números anteriores a la crisis del ’29 y la concentración económica no perdona ni a The Washington Post, comprado en efectivo por el dueño de Amazon esta misma semana.
Frente a ese país fue que ayer Sudamérica exhibió una homogeneidad que pareció basarse en el orgullo y la eficacia de las fuerzas propias más que en una vieja retórica antinorteamericana sin argumentos.
Críticas hubo, naturalmente. El tema central era la relación entre la ONU y las organizaciones regionales como Unasur o el Consejo de Estados de Latinoamérica y el Caribe, por nombrar las de esta región, y dos de los asuntos a tratar que preocupan a las organizaciones, lo mismo que al Mercosur, son el acoso al avión de Evo Morales y el espionaje masivo y sistemático que reveló Edward Snowden, el ex analista de la CIA y de Booz Allen.
David Choquehuanca, el canciller de Bolivia, pidió que la ONU investigue el espionaje, cuestionó el derecho de veto de los Estados Unidos, Francia, Rusia, Gran Bretaña y China en el Consejo de Seguridad y comparó: “Mientras la OTAN organiza intervencionismos, Unasur arregla conflictos sin prácticas monárquicas”. La propia Cristina reivindicó el método de Unasur y Celac ante un problema: “Nadie se levanta hasta que no se resuelve algo por consenso”. Y al tocar la cuestión del espionaje lo hizo mediante una alusión. Dijo que las revelaciones de Snowden sugerían un panorama similar al descripto en La vida de los otros. A Power no le debe haber gustado mucho la referencia a la película alemana. Pinta el abrumador sistema de espionaje de la Stasi, el servicio secreto de la Alemania prosoviética. Los archivos desclasificados desde la caída del Muro de Berlín revelan un increíble grado de detalle y seguimiento, incluso sobre las acciones más cándidas de la vida cotidiana. Algo muy distinto de la eficacia para resolver conflictos que por estos tiempos enorgullece a Sudamérica.



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