En la ONU, Cristina reclamó por Malvinas y criticó el espionaje
Pidió
diálogo a Gran Bretaña por el archipiélago, pero Londres calificó su
pedido de "improcedente"; también EE.UU. desestimó el planteo sobre las
escuchas por estar "fuera de agenda"
Por Silvia Pisani
| LA NACION
NUEVA YORK.- No tuvo
una sola mención del drama de Rosario. Pero la Presidenta sí cosechó un
inesperado cruce no sólo con Gran Bretaña, sino también con Estados
Unidos, que, uno detrás del otro, rechazaron por "improcedente" y "fuera
de agenda" el reclamo por Malvinas y su queja contra el espionaje
norteamericano en la sesión que ayer presidió del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas (ONU).
Londres fue un poco más lejos y aprovechó las alusiones
que se le hicieron para defender la "legalidad" de las explotaciones de
hidrocarburos" en el archipiélago. "Todas ellas se ajustan a la
legalidad de las islas", aseguró el representante británico Mark Lyall
Grant.
Lo curioso es que, tras haber invertido allí toda una
jornada, la réplica llegó cuando Cristina Kirchner ya había abandonado
la sede para emprender el regreso al país. Le tocó a la flamante
embajadora Marita Percival poner pecho. "La posición de la Argentina
sobre Malvinas es bien conocida y se hizo referencia a ella en el marco
de numerosas resoluciones de las Naciones Unidas", ensayó.
Fue el corolario de una jornada en la que, lejos del
horror rosarino, Cristina Kirchner se dedicó a cuestiones
internacionales al explotar la circunstancial presidencia temporal y
rotativa que tocó al país por un mes.
Pero no por eso se privó de criticar al organismo por
"ineficaz" y obsoleto, sobre todo por el poder de veto de cinco de sus
miembros. Entre ellos, precisamente, Estados Unidos y Gran Bretaña.
También, aunque sin mencionarlo expresamente, aludió al
gobierno de Barack Obama cuando cuestionó "la falta de respeto a los
valores democráticos" y al "sagrado derecho de las personas a su
privacidad" por las operaciones de espionaje masivo. Fue la primera vez
que la queja llegó a ese ámbito.
Durante más de seis horas presidió el consejo. Poco más
de 14 minutos invirtió en un discurso sobre los "grandes problemas del
mundo", para cuyo abordaje pidió "una nueva doctrina" y un "replanteo"
de los organismos multilaterales, para que "sirvan para gestionar" las
crisis.
Algo más cerca de lo doméstico, invirtió dos para
renovar su reclamo de "diálogo" por las islas Malvinas, lo que disparó
una posterior reacción de Londres, a los pocos minutos de terminada la
sesión.
"No quiero introducir una polémica. Tampoco es que
tengamos una actitud caprichosa. Simplemente queremos que se cumpla la
resolución de las Naciones Unidas y que ambos países nos sentemos a
discutir", dijo la Presidenta.
Casi como un minué repetido durante años, llegó la
réplica. "Éste no es un diálogo de dos, sino de tres partes. Las
opiniones de los isleños no pueden ignorarse", sostuvo un comunicado
firmado por el embajador Grant. Poco antes, el diplomático había
adelantado esa posición en diálogo con periodistas argentinos, entre
ellos,LA NACION.
En un principio, pareció que la cosa quedaba allí.
Llegó la pausa del mediodía y con ella un almuerzo y un brindis con
champagne, cortesía de la Argentina, para más de cincuenta invitados.
Los representantes de Londres y Washington fueron parte del convite y
alzaron su copa por el país.
Fue en un coqueto restaurante a la vera del East River,
que rodea la isla de Manhattan. La ascendente Samantha Powell, flamante
representante de Estados Unidos ante la ONU, fue invitada a la mesa
presidencial. "Es joven y talentosa", la elogió Cristina. Un poco más
lejos, compartió mantel el británico.
Luego del champagne y de los postres, la Presidenta
tuteló una nueva sesión de trabajo. Fue entonces cuando los discursos
contra Estados Unidos se recalentaron. Venezuela denunció
"hostigamiento" por el asilo que pidió el norteamericano que reveló las
operaciones masivas de espionaje, Edward Snowden. "La seguridad del
imperio parece estar de nuevo por encima de todos los valores morales",
acotó el ecuatoriano Ricardo Patiño. El uruguayo Luis Almagro retomó la
cuestión de Malvinas y reprochó la "explotación unilateral" de
hidrocarburos en la zona.
A las 17 (las 18 en la Argentina), la Presidenta dio
por terminada su actividad. Antes de dejar el edificio de las Naciones
Unidas hizo breves declaraciones a la televisión pública. Otra vez, optó
por no referirse a lo que ocurría en Rosario y volvió a las cuestiones
internacionales. "La Guerra Fría terminó", recordó a Washington.
Ella ya no estaba cuando llegó la reacción, primero de
Gran Bretaña e inmediatamente después, de Estados Unidos. En términos
bastante similares, rechazaron por improcedentes y por estar "fuera del
tema del día" las expresiones sobre Malvinas y sobre el espionaje.
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CRISTINA KIRCHNER RECLAMO UNA REFORMA DE LA ONU
“Hay un nuevo mundo con viejos métodos”
La Presidenta habló en el debate abierto que
encabezó en el Consejo de Seguridad. Reiteró las críticas al Reino Unido
por Malvinas y a Estados Unidos por el espionaje.
Por Victoria Ginzberg (Página/12)
Desde Nueva York
En el amplio e imponente salón del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas se destaca un mural al óleo. En el centro hay un fénix, que
simboliza la reconstrucción del mundo tras la Segunda Guerra. En la
parte inferior hay figuras oscuras, arriba hay gente contenta y colores
luminosos, la esperanza de un futuro mejor. Los conflictos siguen
existiendo, pero el momento histórico que representa ese cuadro y el que
llegó luego, durante la Guerra Fría, quedaron atrás. Algo de esto dijo
ayer la presidenta Cristina Kirchner al hablar en el debate abierto
organizado por la Argentina: “Tenemos un nuevo mundo y no se puede
enfrentar un nuevo mundo con viejos instrumentos y viejos métodos”. Se
refirió así a la necesidad de hacer cambios en el funcionamiento del
organismo para que no haya países privilegiados a la hora de tomar
decisiones y de cumplir con las disposiciones. De esta forma, volvió a
quejarse porque el Reino Unido no se sienta a dialogar sobre la
soberanía de las Islas Malvinas a pesar de que existe una resolución del
organismo internacional que así lo demanda.
La Presidenta encabezó un “debate abierto” en el Consejo de
Seguridad, el máximo órgano de Naciones Unidas. Su función, según la
Carta del organismo, es mantener la paz y la seguridad internacionales.
En la práctica, es donde se toman las decisiones importantes y sus
resoluciones tienen carácter obligatorio para todos los países que
integran la ONU. Tiene cinco miembros permanentes: Estados Unidos,
Francia, el Reino Unido, Rusia y China (las potencias ganadoras de la
Segunda Guerra) y diez no permanentes. La Argentina fue elegida el año
pasado para ocupar una de esas bancas durante 2013 y 2014. En agosto
ejerce además la presidencia del Consejo, lo que supone proponer un plan
de trabajo. En ese contexto es que CFK invitó a un debate abierto sobre
“La relación entre las Naciones Unidas y las organizaciones regionales y
subregionales en el mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales”. Poner este tema bajo discusión le permitió a la
Argentina convocar a la Unasur y Celac, organismos regionales de los que
forma parte el país, para que hablen en el Consejo de Seguridad, donde
nunca habían tenido la palabra. También participaron del evento la Liga
Arabe, la Unión Africana, la Unión Europea y la OEA (fue el secretario
general José Miguel Inzulsa). En total, acompañaron a CFK catorce
cancilleres de todas partes del mundo, en buena medida de Latinoamérica,
lo que fue destacado ayer por algunos oradores e interpretado como un
fuerte respaldo a la Argentina. También estuvo presente el secretario
general de la ONU, Ban Ki-moon.
El debate comenzó a las diez de la mañana y lo abrió Fernández de
Kirchner con unas palabras protocolares. Allí anunció el tema –que
obviamente todos conocían– a los invitados y se aprobó una resolución o
declaración de la presidencia en nombre del Consejo. Cada vez que
cumplía con uno de estos pasos, debía hacer bajar y sonar un martillo de
madera, como un juez inglés o norteamericano después de dar su
veredicto.
CFK volvió a hablar antes del almuerzo. En ese momento, dijo que
hacía uso de la palabra en calidad de presidenta de la Argentina y no
del organismo. Así fue que expresó algunas cosas no tan cómodas de
escuchar para quienes son los “dueños de casa”. Algunas de estas
opiniones las había tratado el lunes durante la reunión con Ban Ki-moon y
las había transmitido a los periodistas cuando terminó el encuentro.
Pero ayer las sostuvo ante los representantes de las potencias
cuestionadas. Su discurso contrastó con las lecturas, en su mayoría
monocordes, de muchos de los embajadores que hablaron durante la mañana.
Por la tarde, cuando participaron los cancilleres latinoamericanos, se
escucharon discursos en línea con el planteo de la Argentina que,
incluso, generaron réplicas por parte de Estados Unidos y el Reino Unido
(ver aparte).
CFK comenzó con el relato de algunas experiencias de la Unasur y
Celac en situaciones de conflictividad. Habló de la intervención –como
Grupo de Río, antecesor de la Celac– en el conflicto entre Ecuador y
Colombia y en los intentos desestabilizadores contra Evo Morales, en
Bolivia, y Rafael Correa, en Ecuador.
“¿Cómo tomamos las resoluciones en la Celac o en la Unasur? Se toman
por unanimidad cuando hay conflictividad y esto es lo que tenemos que
distinguir. Cuando en la gestión de conflictos aparece el derecho de
veto, la solución se torna mucho más difícil y por momentos imposible.
Por lo tanto creemos que sería necesario revisar el funcionamiento de
las instituciones en general de Naciones Unidas y en particular del
Consejo de Seguridad, que responden a una lógica diferente, que fue la
lógica de su fundación con posterioridad a la Guerra Fría. Ante el
peligro de un holocausto nuclear, el derecho de veto era casi una
salvaguarda. Terminada esta suerte de Guerra Fría y dado que los que
estaban enfrentados están todos sentados en esta mesa y no tienen
grandes conflictividades, creo que debemos repensar el funcionamiento de
los organismos porque tenemos un nuevo mundo, una nueva realidad y no
se puede enfrentar un nuevo mundo, una nueva realidad y nuevos problemas
con viejos instrumentos y con viejos métodos, porque no nos van a dar
una respuesta. Por eso creemos en la necesidad de elaborar consensos,
consensos que no se basen en los intereses particulares de cada Estado
que tenga el derecho a veto, sino en asegurar en serio la paz y la
estabilidad”, dijo la Presidenta.
Luego, vinculó el estatus privilegiado de algunos países y la
eficacia (o no) de las Naciones Unidas para resolver problemas y
aprovechó para reiterar e reclamo sobre las Islas Malvinas. Así, citó la
intervención del representante de la Liga Arabe, quien se quejó de que
no se cumpliera con todas las resoluciones del organismo. En su caso, se
refería a la vinculada con Palestina.
CFK dijo que “parece casi una obviedad” que todos los estados den
cumplimiento a las resoluciones de Naciones Unidas, pero que “el rasgo
distintivo ha sido muchas veces que quienes se sientan en este ámbito y
porque son miembros permanentes y con derecho a veto, utilizan esta
facultad que les otorga reglamentariamente la Carta de Naciones Unidas,
el reglamento del Consejo de Seguridad, pero son los que obturan la
verdadera resolución de los conflictos”. Allí mencionó el hecho de que
el Reino Unido no acepta sentarse a dialogar sobre Malvinas con la
Argentina, aunque así lo establece una resolución de la ONU.
“Ser eficaces en la gestión es mediar y otorgar una solución a esa
mediación, sobre todo cuando la mediación ha sido objeto también de una
resolución”, señaló también la Presidenta. El lunes cuando pidió a Ban
Ki-moon que intercediera nuevamente en esta controversia, el secretario
general le dijo que lo veía “muy difícil” debido a la negativa de
Londres. La Presidenta también mencionó el escándalo desatado por la
revelación del espionaje cibernético llevado a cabo por Estados Unidos.
No mencionó directamente el tema ni el país, pero reiteró “la necesidad
de establecer regulaciones de carácter global para asegurar la soberanía
de los estados y la privacidad de los ciudadanos en el mundo ante
hechos que son de público y notorio conocimiento”. Como el lunes, luego
de su reunión con Ban Ki-moon, recordó la película La vida de los otros,
que refleja cómo la policía secreta de la RDA espiaba a los
intelectuales.
Regiones y centro
CFK ocupó la punta del hemiciclo del Consejo. Con ella, pero en
segundas filas, estaban el canciller Héctor Timerman, el secretario de
Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro; la embajadora ante la ONU,
Marita Perceval, y la embajadora en Estados Unidos, Cecilia Nahon. Entre
ministros e invitados, las sillas reservadas para los asistentes se
fueron poblando desde temprano, algo que no es usual en las sesiones del
organismo. La presencia de un jefe de Estado allí tampoco es de todos
los días, aunque para nada es inédita. Desde 2008, concurrieron dos o
tres presidentes cada año. Lo que fue nuevo, como se dijo, fue la
presencia de Unasur y Celac y de tantos cancilleres que acompañaran.
El debate fue extenso. Si bien muchos participantes –sobre todo los
miembros del Consejo– hablaron en la jerga burocrática-diplomática sobre
lo auspicioso que sería que la ONU y los organismos regionales
trabajaran en una más estrecha colaboración, no todos dijeron lo mismo.
Los representantes de los miembros permanentes, como Estados Unidos o el
Reino Unido, sugirieron que las organizaciones regionales tienen
algunos límites y fallas para encabezar procesos de mantenimiento de paz
y de seguridad internacionales y hablaron de la preeminencia del
Consejo de Seguridad en esta materia.
Varios embajadores latinoamericanos, como el de Cuba, Bruno
Rodríguez Parrilla –que habló por la Celac–; de Venezuela, Elías Jaua
–por el Mercosur–, y de Uruguay, Luis Almagro, ratificaron en el recinto
el apoyo de la región a la Argentina en su reclamo por Malvinas. El
diplomático cubano también habló de la causa sobre el desarme y
aprovechó para recordar que ayer se cumplía el 68 aniversario de la
bomba nuclear que Estados Unidos tiró en Hiroshima. “Sobre Cuba, que
lucha, no debo decir nada porque concurro en nombre de la Celac. Hay que
continuar adelante. Que ninguna diferencia nos detenga”, terminó.
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Intervencionismo versus eficacia
Por Martín Granovsky (Página/12)
Su
discurso fue sintético y, bien leído, el menos entusiasta hacia el papel
que puedan jugar las organizaciones regionales como instancia de poder
global. Dijo que la cooperación de las Naciones Unidas con ellas
“seguirá siendo importante”, pero aclaró que “también debemos ver con
claridad sus límites”, como justo era el debut de Samanta Power en su
condición de embajadora norteamericana en Naciones Unidas, su presencia
de ayer en el Consejo de Seguridad marcó uno de los dos símbolos del
día: el gobierno de Barack Obama no sólo evitará quedarse dentro de los
límites de una simple defensa sino que alentará un intervencionismo
activo en el mundo. El otro símbolo fue la masiva presencia de
cancilleres de Sudamérica y un mensaje que cada ministro repitió a su
modo: la región no tiene hoy problemas que afecten la paz mundial y,
además, resolvió por sí misma los conflictos en los últimos años. Para
decirlo en términos de Cristina Fernández de Kirchner, que por un
momento se corrió de su puesto de presidenta de las sesiones del Consejo
de Seguridad para hablar en nombre de la Argentina, Sudamérica “es
eficaz”.
Nacida en 1970 en Irlanda y ex periodista –cubrió la guerra de la ex
Yugoslavia–, Power ya era asesora de Obama. En la ONU reemplaza desde
el lunes último a Susan Rice, que pasó al poderoso Consejo Nacional de
Seguridad, el órgano de jurisdicción presidencial que coordina la
política exterior y la inteligencia. Bob Dreyfuss, columnista del
semanario de centroizquierda The Nation, escribió que ambas “representan
un ala peligrosa del establishment liberal en los círculos diplomáticos
de los Estados Unidos”. Las definió como “intervencionistas convencidas
de que cualquier asesinato masivo o cualquier amenaza de asesinato
masivo es un genocidio potencial como el de Ruanda”. Antes de entrar en
el gobierno, Power escribió un libro que ganó el premio Pulitzer, Un
problema del infierno. Los Estados Unidos en la era del genocidio. Su
tesis era que Washington no había detenido a tiempo ninguno de los
genocidios del siglo XX, comenzando por el armenio. Una vez instalada
cerca de Obama, el consejo de Power fue decisivo para los bombardeos
norteamericanos en Libia.
El lunes, tras presentar credenciales al secretario general, Power
dijo que la ONU es un ámbito crucial para muchos de los intereses de los
Estados Unidos, y añadió que “el liderazgo de los Estados Unidos en la
ONU es indispensable para que esos intereses avancen”. Mencionó el
terrorismo, “atrocidades masivas en Siria”, Sudán meridional, “el
esfuerzo por aliviar la pobreza global” y “la quiebra de la sociedad
civil en todo el mundo”.
Power y Rice son un ala –la menos pragmática– de un país en
turbulencia. Un país donde la desigualdad volvió a números anteriores a
la crisis del ’29 y la concentración económica no perdona ni a The
Washington Post, comprado en efectivo por el dueño de Amazon esta misma
semana.
Frente a ese país fue que ayer Sudamérica exhibió una homogeneidad
que pareció basarse en el orgullo y la eficacia de las fuerzas propias
más que en una vieja retórica antinorteamericana sin argumentos.
Críticas hubo, naturalmente. El tema central era la relación entre
la ONU y las organizaciones regionales como Unasur o el Consejo de
Estados de Latinoamérica y el Caribe, por nombrar las de esta región, y
dos de los asuntos a tratar que preocupan a las organizaciones, lo mismo
que al Mercosur, son el acoso al avión de Evo Morales y el espionaje
masivo y sistemático que reveló Edward Snowden, el ex analista de la CIA
y de Booz Allen.
David Choquehuanca, el canciller de Bolivia, pidió que la ONU
investigue el espionaje, cuestionó el derecho de veto de los Estados
Unidos, Francia, Rusia, Gran Bretaña y China en el Consejo de Seguridad y
comparó: “Mientras la OTAN organiza intervencionismos, Unasur arregla
conflictos sin prácticas monárquicas”. La propia Cristina reivindicó el
método de Unasur y Celac ante un problema: “Nadie se levanta hasta que
no se resuelve algo por consenso”. Y al tocar la cuestión del espionaje
lo hizo mediante una alusión. Dijo que las revelaciones de Snowden
sugerían un panorama similar al descripto en La vida de los otros. A
Power no le debe haber gustado mucho la referencia a la película
alemana. Pinta el abrumador sistema de espionaje de la Stasi, el
servicio secreto de la Alemania prosoviética. Los archivos
desclasificados desde la caída del Muro de Berlín revelan un increíble
grado de detalle y seguimiento, incluso sobre las acciones más cándidas
de la vida cotidiana. Algo muy distinto de la eficacia para resolver
conflictos que por estos tiempos enorgullece a Sudamérica.
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