Chevron se defiende
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Chevron se defiende. ¿Cómo
no hacerlo después de tan complicada llegada al país? Ahora en la tele o
por Youtube podemos enterarnos que el juicio que perdió en Ecuador fue
manipulado, injusto. Los datos fueron adulterados, los jueces coimeados,
los demandantes inescrupulosos. Tal vez una de los primeros casos en la
historia que una de las empresas más grandes del planeta, que opera en
los cinco continentes, fue cruelmente perjudicada por un dictamen
judicial de un país del Tercer Mundo. Y listo, se acabó, ese es todo el
argumento.
Ahora podríamos lanzar una catarata de
información, de números, de casos para contra-argumentar a Chevron. Pero
eso sería inútil por dos temas: primero, porque hace ya más de dos
meses que sacamos una nota al respecto, cuando se empezaba a hablar de
una posible alianza entre YPF y la multinacional petrolera
norteamericana (La Muerte de Vaca Viva) y
corremos el riesgo de aburrir a quién ya conoce todo lo que hizo en
Ecuador. Pero el segundo problema está en que caeríamos en un torbellino
del que no podríamos salir. Nosotros criticamos en base a datos,
Chevron rechaza esos datos. Nosotros decimos que Chevron los niega para
no hacerse cargo de sus métodos de explotación y Chevron termina por
decirnos: “miren el spot, está todo ahí”. Todo caería entonces en la
legitimidad que le diese cada uno a los interlocutores: estarán quienes
creerán en los críticos de Chevron y estarán quienes creerán en la
palabra de la petrolera. Y fin de la cuestión.
Pero si en vez de eso, diésemos un paso
más hacia adelante y pensásemos no sólo en Chevron, sino en el modelo de
manejo y explotación de los recursos naturales. La tierra se aparece
con toda claridad como un problema en sí en Argentina. Más de las tres
cuartas partes pertenecen a capitales extranjeros, y el 60% está
cultivado de soja transgénica, cuya distribución de semillas y
herbicidas está en manos de la norteamericana Monsanto. Qué mejor que su
voz para entender su peso: “somos Monsanto y hace más de 50 años que
estamos en cada hectárea del país”. ¿Qué significa todo esto? Desigual
distribución de la tierra, donde por ejemplo solo 1250 personas
controlan el 35% del territorio cultivable de la región pampeana.
También, falta de soberanía alimentaria: el avance sojero solo fue
posible gracias a su imposición ante otros cultivos, y la apertura de
nuevas tierras, con las consecuencias ambientales por la pérdida de
bosques, prados; etc.
Con la minería el problema es similar.
En su publicidad televisiva, la Cámara Argentina de Empresarios Mineros
(CAEM) nos decía que sin minería la vida sería imposible: casas sin
techos ni paredes, los enfermeros sin ambulancias, científicos sin
computadoras. Poco más de 145 empresas son las que operan en el país,
85% de ellas de capitales externos. La actividad pasó a representar el
1,3% de las exportaciones a principios de la década del 90, al 11,4%
actualmente. Sin embargo, dos problemas esenciales surgen de la minería:
la falta de voz para los pueblos y comunidades en donde se establecen
las explotaciones, y los réditos económicos que le queda al país. Las
mineras pagan solo el 3% del valor de los minerales que extraen.
Y así empezamos a entender un poco más
sobre qué discutir. Tal como dice la CAEM, “es imposible vivir sin
minería” y es verdad también que ya es imposible pensar la agricultura
nacional actual sin Monsanto; mientras la forma de pensar la agricultura
esté determinada por las ganancias inmediatas y no por las necesidades
alimenticias de la población.
Pero hay que evitar caer en los espacios
comunes: ya sea en falsos nacionalismos, que se centran únicamente en
el origen y no en la esencia –desigualdad, explotación- o en falsos
desarrollismos, que “si no nos abrimos, no vienen a invertir”. La
pregunta es qué producir, cómo producir y para quién. Cómo reproducirnos
sin destruir la Naturaleza, que es en primera y última instancia,
nuestro medio de vida. Y ahí es donde nos preguntamos para qué viene
Chevron.
Por lo menos algo nos queda claro,
Chevron es Chevron y pese a toda publicidad que tiren, el Amazonas
seguirá allí, pero envenenada con 500 mil hectáreas de desechos
químicos. Chevron es Chevron y sigue debiéndole 19 mil millones de
dólares a Ecuador, por 30 años de negligencias, muertes y destrucción. Y
Chevron es Chevron y ahora ha dado su primer paso en la Argentina.
Pobre Chevron, se ve que no le alcanzaba la plata para ganar la puja de coimas... en fin, pavadas aparte es fundamental plantear el debate de cómo, para qué y para quién administramos nuestros recursos naturales. Lamentablemente veo poca gente con esta preocupación, y mucho menos en los ámbitos politicos.
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