El desembarco del Papa en América Latina
Por Leandro Morgenfeld
www.marchar.org.ar
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El Papa llegó a
América Latina en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud en Rio.
Su apuesta carioca tiene objetivos ideológicos, económicos y políticos.
Las batallas que se plantea la Iglesia Católica en la región.
El nuevo Papa Francisco, en el marco de la Jornada Mundial de la
Juventud, concretó su primer viaje internacional. Y también el
desembarco en América Latina, su continente de origen y el que posee
mayor número de católicos (un tercio de los 1200 millones de los fieles
que existen en todo el mundo). La gira, en la ciudad del Cristo
Redentor, es el escenario ideal para desplegar las varias batallas que
se plantea la máxima autoridad del Vaticano. Más de un millón de fieles,
presidentes de la región, 30.000 policías y militares y una puesta en
escena que aspira a eclipsar las concentraciones masivas del mes de
junio que pusieron a los brasileros en boca del mundo entero.
Uno de los principales objetivos del Papa es recuperar fieles para la
Iglesia Católica. En lo últimos años, en toda América Latina, pero
fundamentalmente en Brasil, crece el porcentaje de agnósticos y ateos y
se multiplican las distintas variantes evangélicas que, aggiornadas,
succionan feligreses que otrora reportaban al Vaticano. Según estudios
recientes, más de 430 millones de latinoamericanos (80% del total) se
declaran católicos, porcentaje muy inferior al de las últimas décadas.
En Brasil, el país con más católicos en el mundo (123 millones),
estos representan "apenas" el 64,6% de la población total (en 1960 eran
el 93%). 8% de los brasileros declara no tener religión (porcentaje 10
veces superior al de 1970) y 22% se proclaman evangélicos (77
congresistas son de esa tendencia, de un total de 571).
Este avance de las nuevas iglesias es una de las principales
preocupaciones del Vaticano. Los evangélicos -120 millones en América
Latina- tienen cada vez más poder económico y político. El 29 de junio,
por ejemplo, reunieron un millón de personas en Brasilia, en una
demostración de fuerzas que acompaña su ofensiva conservadora en el
Congreso (Marco Feliciano, el misógino diputado evangelista que ahora
preside la Comisión de Derechos Humanos, en junio logró aprobar ahí el
proyecto de "cura gay").
El Papa Francisco, como buen jesuita, está desplegando una ambiciosa
estrategia, con el fin de reposicionar a la Iglesia Católica en todo el
continente, detener la fuga de fieles y recuperar poder político y
económico. Para ello pone el énfasis en la lucha simbólica, mostrándose
como humilde y franciscano, cercano a los pobres. Sabe que las presiones
secularizantes pondrán en discusión los enormes privilegios
patrimoniales que ostenta la institución que preside. Una discusión que
pocos se atreven a dar en América Latina tiene que ver con el
financiamiento de la Iglesia Católica.
¿Por qué los Estados, si son laicos, deben financiar a una de las
organizaciones financieramente más poderosas de la Tierra? En Argentina,
por ejemplo, el Estado se hace cargo de salarios y pensiones de las
autoridades eclesiásticas. Este año, además, se destinarán más de 5.000
millones de pesos de las arcas públicas para subsidiar a los colegios
confesionales. Diversas agrupaciones brasileras, que se movilizaron el
lunes 22 de julio cuando Francisco fue recibido por las autoridades de
ese país, cuestionan que, en momentos de ajuste y crecientes necesidades
sociales, Brasil haya gastado 180 millones de reales (más de 80
millones de dólares) para financiar con fondos públicos la jornada de
los jóvenes católicos.
Uno de los objetivos centrales del Papa en América Latina es dar la
batalla política e ideológica. El discurso católico en favor de la paz,
la armonía y la reconciliación tiene una profunda carga ideológica, que
se contrapone a las perspectivas rebeldes que llevaron al continente a
protagonizar algunas de las luchas más importantes a nivel mundial en
los últimos 20 años. Ni siquiera en relación a los derechos sociales más
básicos, la nueva jerarquía eclesiástica llegó a la Jornada Mundial de
la Juventud con propuestas novedosas. La Iglesia pretende acercarse a
los jóvenes, pero mantiene posiciones retrógradas en temas que son
especialmente importantes para las nuevas generaciones.
En Brasil, por ejemplo, la gran mayoría de quienes tienen entre 16 y
29 años no comparten las opiniones de la Iglesia en muchos temas
sensibles. Según IBOPE, la mayoría de los jóvenes brasileros está a
favor del uso de la píldora del día después (80%), de la unión de
personas del mismo sexo (51%), de que no se condene a los médicos que
practiquen abortos legales (62%), de que se castigue a los religiosos
que practiquen la pedofilia, el acoso sexual y la corrupción (91%), de
que se permita a las mujeres ejercer el sacerdocio (61%) y el casamiento
de los sacerdotes (74%). Ni hablar de otros temas como el divorcio, que
la Iglesia sigue condenando.
En los más recientes procesos por la ampliación de derechos
ciudadanos en América Latina (matrimonio igualitario, leyes de educación
sexual, despenalización del aborto) la jerarquía eclesiástica jugó un
papel regresivo que va a seguir alejándola de los jóvenes. Como bien
señaló Emir Sader, la carencia de propuestas atractivas explica que el
entusiasmo por la visita papal no sea el esperado: las expectativas
optimistas que preveían dos millones y medio de personas, a partir de la
elección del primer Papa latinoamericano, fueron rebajadas a menos de
la mitad, a pesar de la fuertísima campaña de prensa en favor de la
movilización masiva desde todo el Cono Sur. La lluvia y el frío inusual
están reduciendo todavía más la asistencia de fieles a los actos
previstos.
El Vaticano, reprimiendo a la Teología de la Liberación, fue parte de
la ofensiva antipopular lanzada por el neoliberalismo con Reagan y
Thatcher, en los años setenta y ochenta y hasta el final de la guerra fría.
Ese debilitamiento del cristianismo más popular horadó las bases de la
Iglesia Católica en América Latina, en detrimento de las evangélicas.
Luego del Papado conservador de Ratzinger, Bergoglio pretende
proyectar una imagen antitética, que la prensa continental retroalimenta
amplificando cada uno de sus gestos de austeridad, humildad y simpleza.
Así, parece más importante destacar la cama en que duerme, el avión de
línea que lo traslada, su negativa a usar vidrios blindados o la ropa
sencilla que viste, en vez de discutirse el rol social y político que
cumple la jerarquía de la Iglesia Católica en el actual contexto
latinoamericano. Aunque todavía es prematuro realizar un balance de la
primera gira de Francisco, hasta ahora nada hace pensar que el nuevo
Papa vaya a torcer el rumbo de la Iglesia.
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