Lo que hay detrás
Por Martín Granovsky (Página/12)
El tuit es un tuit. O sea, corto y seco. Dice: “Nos solidarizamos con Evo Morales porque es inaudito lo que le hicieron pero no permitamos que se convierta en crisis diplomática AL con UE”. AL es América Latina. UE es Unión Europea. Lo puso en Twitter el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Si se analiza el mensaje de Santos junto con la ausencia del presidente colombiano y de cualquier otra alta autoridad de su país en la cumbre de Unasur –celebrada ayer en Cochabamba– va quedando clara la madeja de hilos entrecruzados.
Lo primero es que a Santos no le pareció relevante la reunión de Cochabamba, a diferencia, por ejemplo, del punto de vista de José Mujica, de Uruguay, o de Cristina Fernández de Kirchner, quien dijo que Evo había sido “un rehén” y opinó que consideraba lo que había sufrido como “algo propio”.
Lo segundo es que esquivó quedar involucrado en una confrontación.
Lo tercero es que tuiteó que la confrontación posible era con Europa.
Lo cuarto, que sí fueron países europeos los que protagonizaron el acoso al avión de Evo Morales durante el martes y el miércoles.
El quinto punto es que hablar de Europa distrae del problema de fondo, que es la disposición de los Estados Unidos a ejercer su poder global a cualquier costo. Y otra cosa más: a ejercerlo de manera notoria, no disimulada. Como para que se note y aumente el poder de disuasión de Washington ante los demás. Ante cualquiera.
La presión de los Estados Unidos a raíz del caso del analista Edward Snowden terminó siendo tan molesta que Italia decidió desmarcarse del pelotón europeo acusado por Bolivia. Morales y su comitiva habían acusado de negarles la posibilidad de sobrevuelo o aterrizaje a Portugal, España, Francia e Italia.
Ante una comisión del Parlamento, la canciller italiana Emma Bonino dijo ayer que el 29 de junio su país había autorizado a que el pequeño Falcon de Evo cruzara el espacio aéreo italiano. Pero dijo que cuando el 2 de julio la autorización fue negada por Francia, España y Portugal, el avión cambió la ruta y aterrizó en Viena. Según la ministra, cuando el avión tocó Austria automáticamente decayó el pedido inicial concedido por Italia.
En rigor, y tal como consignó este diario, el que se negó a disimular y dejó todo el tablero al descubierto fue el presidente ruso Vladimir Putin. Al hablar de Snowden, aún en tránsito en el aeropuerto de Moscú, dijo Putin que “si quiere quedarse aquí hay una condición: debe cesar en su labor dirigida a causar daño a nuestros socios estadounidenses”. Y agregó: “Por extraño que esto suene en mis labios”.
Rusia condicionó de ese modo el derecho de asilo. De acuerdo con un resumen ofrecido por el diario inglés The Guardian, otros países a los que se dirigió Snowden lo negaron argumentando que para pedir asilo el reclamante debía estar en el destino (como Suiza, Finlandia, India y Ecuador), no respondieron (como Islandia), o lo consideraron improbable, como Noruega. Solo Venezuela y Bolivia contestaron que era posible.
Marco Aurélio García, el consejero especial de Asuntos Internacionales de Dilma Rousseff, que en medio de los sacudones internos no viajó a Cochabamba, pero envió a su asesor en representación personal, dijo que Morales había sido víctima de “una provocación”.
En su segunda intervención luego de regresar a La Paz desde Moscú, el propio Evo se metió en el análisis político. Hablando de sí mismo en tercera persona dijo: “¿Cuál era el objetivo central? ¿Cuál era la meta? Sólo asustar, amedrentar. Era imposible que puedan decir que Evo se estaba llevando a ese agente norteamericano. Interpol (Organización Internacional de Policía Criminal) está en todos los aeropuertos internacionales. Y Estados Unidos tiene su propia estructura de Inteligencia. ¿Qué querían?”.
La idea de la provocación esbozada por Marco Aurélio más la presunción de que Washington sabía que Snowden no estaba en el avión da pie a la teoría de un plan para asustar o sembrar el miedo.
“El hecho es repudiable”, dijo a Página/12 anoche el experto en derechos humanos de Naciones Unidas y auditor general Leandro Despouy cuando recién había llegado a Washington para un encuentro de la ONU. “Ni siquiera en estado de guerra se impide aterrizar al avión de un presidente –reflexionó–. Es una torpeza y una indignidad que lastima a Bolivia, a Sudamérica y a toda América latina.” Despouy se preguntó cómo era posible que un presidente recibiera la prohibición de hacer una escala técnica por una simple sospecha. Añadió que hubo “aeropuertos europeos (que) se prestaron a aterrizajes de aviones con cargamentos de prisioneros secuestrados rumbo a los Estados Unidos, lo cual está documentado por el Consejo de Europa”.
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