Evo está dispuesto a recibir a Snowden como protesta
Bolivia se sumó a Nicaragua y Venezuela en su oferta de recibir al denunciante refugiado todavía en el aeropuerto de Moscú. La nueva alternativa de un caso que hizo cimbrar a la región y le impuso nuevos desafíos en medio de las diferencias con la Alianza del Pacífico.
Por Martín Granovsky (Página/12)
Tras una respuesta original que había quedado en el terreno de las hipótesis, el presidente de Bolivia Evo Morales anunció ayer que ahora está dispuesto a dar asilo político al ex empleado de la contratista de inteligencia Booz Allen, Edward Snowden, buscado por los Estados Unidos como el fugitivo número uno.
En un acto al sur de La Paz, en el Departamento de Oruro, Morales anunció: “Desde este pueblo originario de Chipaya, quiero decirles a los europeos y a los norteamericanos que anoche estuve reflexionando, y como justa protesta ahora más bien vamos a dar asilo si nos lo pide ese norteamericano perseguido por sus compatriotas”. Agregó: “No tenemos ningún miedo, porque me acusaron de que yo traía a ese ex agente de la CIA”.
“Yo solamente por la prensa sabía que había un ex agente de la CIA llamado Edward Snowden, y ahora les digo que como justa protesta, si nos lo pide legamente, vamos a darle asilo para saber las informaciones que nos controlaba el gobierno de Estados Unidos”, dijo Morales. “Lo digo sin ningún problema, compañeros y compañeras, para que lo sepa todo el mundo.” Alegó “razones humanitarias”.
Evo habló dos días después de la cumbre de Unasur que lo respaldó con su solidaridad y antes de que se produzca, el martes, una reunión especial del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos para tratar el tema del acoso a su avión mientras sobrevolaba territorio europeo de regreso de una cumbre de exportadores de gas en Rusia. Hasta ahora sólo habló el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, pero no hubo un pronunciamiento de todo el cuerpo.
De todos modos el camino hacia un eventual asilo es complejo. Snowden, de 30 años, sigue en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, donde llegó desde Hong Kong, y carece de documento porque fue privado de su pasaporte por decisión del gobierno de los Estados Unidos. Tal como informó Página/12, el presidente ruso Vladimir Putin dijo que el analista de inteligencia podría residir en Rusia sólo si antes se compromete a no decir nada contra “nuestros socios”, en referencia al gobierno norteamericano.
Con Bolivia ya suman tres los países que se mostraron dispuestos a dar asilo a Snowden. Los otros dos son Nicaragua y Venezuela.
Justamente la Embajada de los Estados Unidos en Caracas entregó un pedido de arresto preventivo como paso previo a una extradición. La carta, revelada por el diario inglés The Guardian, indica que Snowden está siendo buscado por la Justicia norteamericana con cargos debidos a supuesta filtración de información reservada de defensa y de inteligencia. Se trata, dice el texto, del juez John Anderson. Ninguna pena superaría los diez años.
El documento informa que Snowden “está en el aeropuerto de Moscú”. Está fechado el 3 de julio, el mismo día en que Morales sufrió trabas en su vuelo desde Moscú por las aparentes sospechas, nunca comprobadas ni informadas oficialmente por Washington ni por otras capitales europeas, de que llevaba al denunciante a bordo.
Booz Allen es una empresa contratista de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. El texto norteamericano dice que como empleado de la firma, Snowden firmó una cláusula de reserva.
Como se sabe, el analista de inteligencia dijo haber descubierto una masiva captura de correos electrónicos y llamadas por parte de las agencias del gobierno norteamericano.
El episodio de Snowden encontró a Sudamérica en uno de los momentos más complejos de los últimos años, sin que a la vez los dos países más importantes, Brasil y la Argentina, hayan cambiado de política externa en el trazo grueso.
En el libro compilado por Emir Sader, Diez años de gobiernos posneoliberales, el académico brasileño José Luis Fiori escribió un trabajo en el que informa sobre un Plan Nacional de Defensa y una Estrategia Nacional de Defensa aprobados en 2005, 2008 y, cuando escribió, en proceso de aprobación en 2012. La novedad sería la teoría de generar un “entorno estratégico” para Brasil, que incluye América del Sur, el Africa subsahariana, la Antártida y el Atlántico Sur. Escribe Fiori: “En América del Sur, el objetivo brasileño sigue siendo la plena ocupación económica de la Cuenca Amazónica, la integración de la Cuenca del Plata y la construcción de un acceso múltiple y permanente a la Cuenca del Pacífico, con la construcción de un sistema integrado de transporte, comunicación y defensa del territorio sudamericano, además de la profundización de la integración política y económica del Mercosur”. En un plano de análisis que no suele estar presente, Fiori recuerda que Brasil firmó con Francia un acuerdo estratégico militar que le permitirá “adquirir, entre 2012 y 2045, la capacidad simultánea de construir submarinos convencionales y atómicos y de producir sus propios cazabombarderos”. Fiori aclara que no se trata de una carrera armamentista con los vecinos “y muchos menos con los Estados Unidos”, pero que marca “un cambio de la posición internacional brasileña y una voluntad clara de aumentar su capacidad político-militar de veto dentro de América del Sur y con relación a las posiciones norteamericanas”. En cuanto a los Estados Unidos, para Fiori las claves son las siguientes: la promoción de acuerdos bilaterales con algunos países de la región, el estímulo de la división interna del continente con la formación de un “bloque liberal” de los países del Pacífico y, en especial, el cambio del nudo militar. Se destaca “la decisión de reactivar la flota naval, en 2008, responsable del control marítimo de las aguas que rodean a América, las negociaciones de un nuevo acuerdo militar con Colombia”. Esa ofensiva iría en un sentido inverso a la creación de un Consejo de Defensa Sudamericano. El CDS tiene fuerte presencia de Brasil y la Argentina, incluso en materia de creación de una doctrina de defensa defensiva que considera como blanco potencial los recursos naturales de la región.
Si Brasil y la Argentina no cambiaron de política, y tampoco Venezuela, Ecuador, Uruguay y Bolivia, los Estados Unidos sí están en un período de ofensiva diplomática y militar. La tesis de Fiori es que esa ofensiva aprovecha las debilidades de la integración sudamericana, entre ellas la re-primarización de las exportaciones y la falta de un avance fuerte en la integración física entre los distintos países. Con la Alianza del Pacífico, los Estados Unidos buscan unir México a tres países sudamericanos: Colombia, Perú y Chile. Dice Fiori que esos tres países “son pequeñas economías de exportación con escaso relacionamiento entre sí y, tal vez por eso mismo, siempre se mostraron favorables a las políticas de apertura de sus mercados externos”. La suma de sus productos brutos internos alcanza los 800 mil millones de dólares, “menos de un tercio del PBI brasileño y un cuarto del PBI del Mercosur”. Conclusión de Fiori: “El cisma del Pacífico tiene más importancia ideológica que económica, porque su fuerza política deviene enteramente de su alianza con los Estados Unidos”. Washington, a su vez, está comprometido en la Trans-Pacific Economic Partnership, la alianza transpacífica con la cual se propone competir globalmente con China.
Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, ni siquiera envió a Cochabamba a su ministra de Relaciones Exteriores ni a otra autoridad superior al embajador colombiano en Bolivia. El conservador Sebastián Piñera, cuya coalición de derecha enfrentará a fin de año al centroizquierda de Michelle Bachelet, tampoco fue de la partida. Y, lo más sorprendente, no estuvo el presidente peruano Ollanta Humala pese a que Perú ocupa la presidencia pro tempore de Unasur. Perú integra la Alianza del Pacífico por una decisión original del presidente anterior, Alan García. Humala se corre poco a poco y viró hacia una relación más estrecha con el tronco de Unasur. ¿Dónde terminará? Y Colombia, ¿seguirá oscilando? Los próximos años parecen tener final abierto. O ningún final, y quizás las idas y vueltas sean la marca de fábrica de lo que viene.
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