La cumbre del Tío Obama
Emiliano Guido (Miradas al Sur)
Los presidentes conservadores de la región se reunirán en Cali para reimpulsar, con la venia de Washington,
la Alianza del Pacífico. Opinan los especialistas Diana Tussie, Leandro Morgenfeld y Lorena Soler.
La ciudad de Cali no sólo es la capital de la salsa colombiana;
además, la esquina de América brilla en el radar de la economía global y
del narcotráfico. Su puerto de Buenaventura es la única conexión
comercial del país caribeño con el Océano Pacífico. Este lugar
estratégico hizo que el influyente diario financiero The Financial Times
ubicara a Cali en el top ten mundial de las ciudades más atractivas
para la inversión extranjera directa. Paralelamente, el colindante Valle
del Cauca tiene como voz de mando a los carteles narco más heavies de
Colombia ya que ahí pavimentaron la principal ruta narco que los conecta
con la demanda norteamericana. En definitiva, Cali podrá ser cualquier
cosa menos una ciudad desabrida. Y, precisamente, en esa urbe plena de
curvilíneas morenas salseras, negocios sin barreras arancelarias y
fuerte tráfico de cocaína, confluirán dentro de diez días todos los
Jefes de Estado de los gobiernos conservadores de la región para
reimpulsar un bloque comercial que está a contramano de herramientas
intrarregional como el Mercosur, la Unasur o la Celac.
Hasta el momento, nueve mandatarios confirmaron que darán el presente en la cumbre del bloque librecambista denominado Alianza del Pacífico: el anfitrión Juan Manuel Santos, el chileno Sebastián Piñera, el mexicano Enrique Peña Nieto y el peruano Ollanta Humala (los cuatro socios plenos), más la costarricense Laura Chinchilla y el panameño Ricardo Martinelli, aspirantes a sumarse al bloque. También viajarán hasta Cali, en calidad de observadores, el primer ministro de Canadá, Stephen Harper; el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy; y el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, junto a delegados de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Uruguay. No hace falta tener un postgrado en ciencia política para observar cuál es el común denominador ideológico de los presidentes que promoverán en Cali una convergencia económica sudamericana más volcada al libre comercio y en sintonía con el programa de apertura aduanera que propone la Casa Blanca.
Por otro lado, si bien la Alianza del Pacífico ya cuenta con dos años de vida, el encuentro en Colombia supone que será el grado cero de un bloque comercial y político que va por todo y que aspira a opacar en el corto plazo a mesas regionales de otro color político como la Unasur o la Celac. En ese sentido, la oficialista revista Semana de Colombia –propiedad de la familia presidencial Santos y número uno en ventas– advirtió el último viernes que: “El principal reto de la cumbre de Cali es crear una plataforma económica y comercial de proyección al mundo, especialmente a la región del Asia-Pacífico. En ese sentido, los presidentes de los Congresos de los países miembro ya firmaron en Bogotá el acuerdo constitutivo un Parlamento común que tendrá como misión desarrollar el marco legislativo de esta integración económica”. En definitiva, la Alianza del Pacífico va creciendo de tamaño y a la luz de noticias regionales como la victoria del Partido Colorado en Paraguay, el buen desempeño electoral de la oposición antichavista y ciertas tensiones productivas en el Mercosur como el retiro de la minera brasileña Vale de Argentina, sus miembros fundadores están dando a entender que ya no ponen tantos porotos a un proceso de integración regional claramente hegemonizado por el triángulo Brasil, Argentina y Venezuela.
Hasta el momento, nueve mandatarios confirmaron que darán el presente en la cumbre del bloque librecambista denominado Alianza del Pacífico: el anfitrión Juan Manuel Santos, el chileno Sebastián Piñera, el mexicano Enrique Peña Nieto y el peruano Ollanta Humala (los cuatro socios plenos), más la costarricense Laura Chinchilla y el panameño Ricardo Martinelli, aspirantes a sumarse al bloque. También viajarán hasta Cali, en calidad de observadores, el primer ministro de Canadá, Stephen Harper; el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy; y el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, junto a delegados de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Uruguay. No hace falta tener un postgrado en ciencia política para observar cuál es el común denominador ideológico de los presidentes que promoverán en Cali una convergencia económica sudamericana más volcada al libre comercio y en sintonía con el programa de apertura aduanera que propone la Casa Blanca.
Por otro lado, si bien la Alianza del Pacífico ya cuenta con dos años de vida, el encuentro en Colombia supone que será el grado cero de un bloque comercial y político que va por todo y que aspira a opacar en el corto plazo a mesas regionales de otro color político como la Unasur o la Celac. En ese sentido, la oficialista revista Semana de Colombia –propiedad de la familia presidencial Santos y número uno en ventas– advirtió el último viernes que: “El principal reto de la cumbre de Cali es crear una plataforma económica y comercial de proyección al mundo, especialmente a la región del Asia-Pacífico. En ese sentido, los presidentes de los Congresos de los países miembro ya firmaron en Bogotá el acuerdo constitutivo un Parlamento común que tendrá como misión desarrollar el marco legislativo de esta integración económica”. En definitiva, la Alianza del Pacífico va creciendo de tamaño y a la luz de noticias regionales como la victoria del Partido Colorado en Paraguay, el buen desempeño electoral de la oposición antichavista y ciertas tensiones productivas en el Mercosur como el retiro de la minera brasileña Vale de Argentina, sus miembros fundadores están dando a entender que ya no ponen tantos porotos a un proceso de integración regional claramente hegemonizado por el triángulo Brasil, Argentina y Venezuela.
Tres miradas, tres perspectivas. Miradas al sur consultó a
tres especialistas del proceso de integración de primera línea como
Diana Tussie –Directora del Área de Relaciones Internacionales de Flacso
Argentina, profesora del Instituto del Servicio Exterior de la Nación y
autora del reciente libro Nación y región en América del Sur. Los actores nacionales y la economía política de la integración sudamericana–,
Lorena Soler –Investigadora del Conicet y responsable de la
recomendable investigación titulada “Paraguay, la larga invención del
golpe”– y Leandro Morgenfeld –docente de la UBA y autor del libro Relaciones peligrosas- Argentina y Estados Unidos– para contar con un análisis que contemple todas las implicancias geopolíticas del relanzamiento de la Alianza del Pacífico.
En principio, Diana Tussie observa que: “Básicamente se trata de un bloque aperturista por la red de Tratados de Libre Comercio que tienen no sólo con los Estados Unidos sino también con la Unión Europea. Claro, se trata de países que, en su momento, fueron todos pro-ALCA pero su vínculo con Washington no es su único interés. Geopolíticamente, se están planteando contrapesar el modelo Mercosur y rebatir el liderazgo que tienen Brasil y Venezuela en determinados capítulos comerciales. Luego, hay muchas firmas de primer nivel como la aerolínea LAN, la empresa de servicios Cencosud (Supermercados Disco, tiendas Easy) o la red de shoppings Falabella que promocionan la Alianza del Pacífico porque son corporaciones ligadas a la distribución de mercaderías y, por lo tanto, necesitan mayor logística de conectividad comercial y mayor apertura comercial hacia la zona del Pacífico”.
Por otro lado, Leandro Morgenfeld escribió días atrás un interesantísimo artículo en su blog personal vecinos en conflicto donde sintetiza con precisión cuál es el contexto regional en la que se lanza la cumbre de Cali: “Luego del fracaso que resultó para Washington la Cumbre de las Américas realizada en Cartagena en abril de 2012 (allí la agenda caliente –Cuba, Malvinas, droga, inmigración– fue impuesta por los países latinoamericanos, a pesar de las presiones del Departamento de Estado), Obama pretende recuperar la iniciativa en las relaciones interamericanas, detener el avance de potencias extrarregionales (fundamentalmente China, socio comercial y financiero privilegiado para Argentina, Brasil y Venezuela) y limitar las aspiraciones de Dilma Rousseff de transformarse en vocera de América del Sur. Por eso, la Alianza del Pacífico es fundamental para el reposicionamiento de Washington en la región. A través de la misma, se pretende atraer a los países disconformes del Mercosur, como Uruguay y Paraguay, y reintroducir políticas neoliberales que tanta resistencia popular generaron en las últimas dos décadas”.
El comentario de Morgenfeld, en cuanto a la intención del bloque del Pacífico de horadar el eslabón débil del Mercosur, es ampliado por Lorena Soler cuando específica que: “El presidente Horacio Cartes, como buen empresario, sabe que es necesario reingresar al Mercosur y así lo expresó. Por ahora, más de la mitad del flujo comercial se realiza con ese bloque. Sin embargo, estará en el Mercosur y, especialmente, en Brasil y Argentina alentar políticas de desarrollo con Paraguay para lograr que Asunción no sea un mero proveedor de commodities y reducir así los posibles márgenes de conectividad de Cartes con los Tratados de Libre Comercio. En fin, la región necesita que Paraguay se mantenga en los márgenes del Mercosur y para ello deberán trabajar en conjunto. También para convencer al vecino país de la necesidad de que Venezuela forme parte del bloque. Si no estaremos ante un nuevo armado político de la derecha latinoamericana que ya cuenta con Sebastián Piñera en Chile, Juan Manuel Santos en Colombia, Enrique Peña Nieto en México y un Henrique Capriles inquieto, que no se irá a la casa a esperar tranquilo las próximas elecciones venezolanas”.
Sin embargo, la profesora Diana Tussie aclara que: “No creo que la actual tensión productiva del Mercosur aliente la Alianza del Pacífico. Yo creo que es un bloque con su propia dinámica, lo que no quiere decir que los países disconformes de la Cuenca del Plata como Uruguay no lo usen como una ventana para expresar su malestar. Además, Brasil ya está analizando sumarse a la Alianza como país observador porque, literalmente, no se va a dejar robar el Mercosur. En definitiva, considero que en el corto plazo el bloque del Pacífico es, simbólicamente, importante pero no sé cuanto efecto puede tener a mediano plazo. Por el momento, ellos se plantean comerciar mucho más con el mundo, la integración de sus Bolsas de Comercio, hay mucha confluencia empresaria y poco convergencia en política migratoria; todo lo contrario del Mercosur, que es un bloque más intrarregional”.
Por último, Morfenfeld advierte que: “La Casa Blanca impulsa también la Alianza Trans-Pacífico (actualmente participan Canadá, México, Perú, Chile, Australia y Asia pero sin China) porque mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente en el Pacífico). La ATP cumple el doble objetivo de intentar contener la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada desde Caracas por el eje bolivariano. Ambas iniciativas, la Alianza del Pacífico y la Alianza Trans-Pacífico son complementarias y funcionales a los intereses de la Casa Blanca en América latina”.
Volviendo al tablero del Cono Sur, Lorena Soler remarca que: “Pienso que estamos en presencia de un cambio neoconservador, de nuevo tipo, al cual no sabemos muy bien como analizar. Nuestras categorías han quedado viejas o, en rigor, zombies como dice el sociólogo alemán Ulrich Beck. Hemos estudiado más las nuevas izquierdas y sus tan diversas expresiones en los gobiernos de la región y tan poco las nuevas derechas. En esa dirección, el triunfo arrasador de Horacio Cartes expresa algo más que el regreso del Partido Colorado al poder y forma parte de las novedades que aportan nuevos fenómenos políticos de derecha mediante el acceso directo de las nuevas burguesías al poder, pues antes lo hacían bajo representantes partidarios. Al igual que en otras partes de la región, como el Chile de Piñera, ese origen les permite contar con bases populares y fuerte legitimidad política”.
En principio, Diana Tussie observa que: “Básicamente se trata de un bloque aperturista por la red de Tratados de Libre Comercio que tienen no sólo con los Estados Unidos sino también con la Unión Europea. Claro, se trata de países que, en su momento, fueron todos pro-ALCA pero su vínculo con Washington no es su único interés. Geopolíticamente, se están planteando contrapesar el modelo Mercosur y rebatir el liderazgo que tienen Brasil y Venezuela en determinados capítulos comerciales. Luego, hay muchas firmas de primer nivel como la aerolínea LAN, la empresa de servicios Cencosud (Supermercados Disco, tiendas Easy) o la red de shoppings Falabella que promocionan la Alianza del Pacífico porque son corporaciones ligadas a la distribución de mercaderías y, por lo tanto, necesitan mayor logística de conectividad comercial y mayor apertura comercial hacia la zona del Pacífico”.
Por otro lado, Leandro Morgenfeld escribió días atrás un interesantísimo artículo en su blog personal vecinos en conflicto donde sintetiza con precisión cuál es el contexto regional en la que se lanza la cumbre de Cali: “Luego del fracaso que resultó para Washington la Cumbre de las Américas realizada en Cartagena en abril de 2012 (allí la agenda caliente –Cuba, Malvinas, droga, inmigración– fue impuesta por los países latinoamericanos, a pesar de las presiones del Departamento de Estado), Obama pretende recuperar la iniciativa en las relaciones interamericanas, detener el avance de potencias extrarregionales (fundamentalmente China, socio comercial y financiero privilegiado para Argentina, Brasil y Venezuela) y limitar las aspiraciones de Dilma Rousseff de transformarse en vocera de América del Sur. Por eso, la Alianza del Pacífico es fundamental para el reposicionamiento de Washington en la región. A través de la misma, se pretende atraer a los países disconformes del Mercosur, como Uruguay y Paraguay, y reintroducir políticas neoliberales que tanta resistencia popular generaron en las últimas dos décadas”.
El comentario de Morgenfeld, en cuanto a la intención del bloque del Pacífico de horadar el eslabón débil del Mercosur, es ampliado por Lorena Soler cuando específica que: “El presidente Horacio Cartes, como buen empresario, sabe que es necesario reingresar al Mercosur y así lo expresó. Por ahora, más de la mitad del flujo comercial se realiza con ese bloque. Sin embargo, estará en el Mercosur y, especialmente, en Brasil y Argentina alentar políticas de desarrollo con Paraguay para lograr que Asunción no sea un mero proveedor de commodities y reducir así los posibles márgenes de conectividad de Cartes con los Tratados de Libre Comercio. En fin, la región necesita que Paraguay se mantenga en los márgenes del Mercosur y para ello deberán trabajar en conjunto. También para convencer al vecino país de la necesidad de que Venezuela forme parte del bloque. Si no estaremos ante un nuevo armado político de la derecha latinoamericana que ya cuenta con Sebastián Piñera en Chile, Juan Manuel Santos en Colombia, Enrique Peña Nieto en México y un Henrique Capriles inquieto, que no se irá a la casa a esperar tranquilo las próximas elecciones venezolanas”.
Sin embargo, la profesora Diana Tussie aclara que: “No creo que la actual tensión productiva del Mercosur aliente la Alianza del Pacífico. Yo creo que es un bloque con su propia dinámica, lo que no quiere decir que los países disconformes de la Cuenca del Plata como Uruguay no lo usen como una ventana para expresar su malestar. Además, Brasil ya está analizando sumarse a la Alianza como país observador porque, literalmente, no se va a dejar robar el Mercosur. En definitiva, considero que en el corto plazo el bloque del Pacífico es, simbólicamente, importante pero no sé cuanto efecto puede tener a mediano plazo. Por el momento, ellos se plantean comerciar mucho más con el mundo, la integración de sus Bolsas de Comercio, hay mucha confluencia empresaria y poco convergencia en política migratoria; todo lo contrario del Mercosur, que es un bloque más intrarregional”.
Por último, Morfenfeld advierte que: “La Casa Blanca impulsa también la Alianza Trans-Pacífico (actualmente participan Canadá, México, Perú, Chile, Australia y Asia pero sin China) porque mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente en el Pacífico). La ATP cumple el doble objetivo de intentar contener la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada desde Caracas por el eje bolivariano. Ambas iniciativas, la Alianza del Pacífico y la Alianza Trans-Pacífico son complementarias y funcionales a los intereses de la Casa Blanca en América latina”.
Volviendo al tablero del Cono Sur, Lorena Soler remarca que: “Pienso que estamos en presencia de un cambio neoconservador, de nuevo tipo, al cual no sabemos muy bien como analizar. Nuestras categorías han quedado viejas o, en rigor, zombies como dice el sociólogo alemán Ulrich Beck. Hemos estudiado más las nuevas izquierdas y sus tan diversas expresiones en los gobiernos de la región y tan poco las nuevas derechas. En esa dirección, el triunfo arrasador de Horacio Cartes expresa algo más que el regreso del Partido Colorado al poder y forma parte de las novedades que aportan nuevos fenómenos políticos de derecha mediante el acceso directo de las nuevas burguesías al poder, pues antes lo hacían bajo representantes partidarios. Al igual que en otras partes de la región, como el Chile de Piñera, ese origen les permite contar con bases populares y fuerte legitimidad política”.
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