La integración de América Latina y el Caribe tiene, en el pensamiento de
Bolívar y Martí dos de sus ideólogos más consecuentes, en una época, el
siglo XIX, en que tal idea era más asociada a la defensa militar de la
nacientes repúblicas amenazadas por el revanchista Reino de España y la
liberación de los pueblos aún sometidos al perverso sistema colonial
europeo y usamericano, que de una acabada formulación teórica acerca de
la construcción de una proyecto integrador para la defensa de la
Soberanía, la promoción del desarrollo sustentable y el ejercicio de la
Justicia social como hoy se reivindica.
Pero ayer como hoy, el proceso de integración tiene en la presencia de las clases propietarias ( capas feudales, oligárquicas y burguesas) elementos fundamentales del proceso que, en el pasado se constituyeron en la fuerza dirigentes de tal proyecto histórico (La Confederación de Centroamérica y el Pacto de Amistad de Ayuda Perpetua del Congreso de Panamá) pero en el presente, en medio de los profundos cambios políticos y sociales que se vienen desarrollando en la región, generan al interior de las clases propietarias diversas y antagónicas posiciones que tensan las relaciones entre los diversos grupos que las expresan y entre estos, y el Estado, como instrumento éste, de las fracciones gobernantes para imponer su adhesión a tales procesos integradores.
Todos los procesos integradores existentes en Nuestra América, desde el CARICOM, COMUNIDAD ANDINA DE NACIONES, MERCOSUR, SICA, UNASUR, CELAC, hasta la ALIANZA DEL PACIFICO, han sido posible, en mayor o menor medida, con la aprobación, impulso o consentimiento de las más importantes fracciones burguesas dominantes en la economías de los países que lo integran, siendo la única excepción el ALBA, creado por los genios visionarios de los comandantes Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz, a partir de un modelo de afirma la supremacía y rectoría del Estado sobre toda la economía de sus países y la subordinación de sus diversas fracciones burguesas (salvo, por inexistencia, en el caso de la República de Cuba) a las decisiones que en materia productiva, comercial, financiera, monetaria y de integración tomara sus gobiernos, lo cual explica, en parte, los niveles de crispación social y confrontación política de sectores burgueses en contra de los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua en los últimos ocho (8) años.
En lo fundamental, las economía de América Latina y el Caribe están construida sobre una relación de dependencia de las grandes corporaciones financieras e industriales con sedes principales en los países centros del Capitalismo mundial y sus gobiernos responden a la voluntad de tales grupos, lo cuales promueven y presionan para que los procesos de integración favorezcan sus posibilidades de exportación, limiten el ingreso de mercancías que son producidas en el país y consigan tratos fiscales y accesos a servicios públicos por debajo de su valor de mercado, con el fin de mejorar su competitividad y, cuando ello no es posible, se resisten a la aprobación de los acuerdos de integración, apelando, cínicamente, a falsas consignas de Soberanía Nación, que no defienden en las mesas de negociaciones.
Sin embargo, la conmoción política y social que vive hoy América Latina por la aparición de un proceso de soberanización, independentismo y Justicia Social, entre cuyos promotores más destacados estuvo el Comandante Hugo Chávez, incorpora un elementos adicional de confrontación, no solo en el modelo – como en el caso de ALBA – sino en la dirección manifiestamente política de ese proyecto que recupera el papel protagónico del Estado frente al neoliberalismo “mercachifle” y otorga al pueblo trabajador y a sectores de la pequeña burguesía, un importante papel en la conducción política de tales cambios, lo cual atemoriza a las viejas clases propietarias y a sus aliados hegemónicos del imperialismo, que ven aún más menguada su otrora hegemonía sobre la Sociedad y el Estado latinoamericanos.
A éste factor debe agregarse las mismas contradicciones inter-burguesas de América Latina por el dominio de los mercados de la región y sus vínculos privilegiados con los centros Capitalistas mundiales, con el fin de alcanzar alianzas que les permita acceder, en condiciones ventajosas, a otros mercados extra-regionales, en un momento en el cual, la globalización impuesta por el neoliberalismo supone un reto permanente de expansión más alá de los espacios originarios de los grupos económicos lo que le podría permitir rivalizar con las burguesas de otros Estados de la región que gozan de un período de crecimiento económico importante y un posicionamiento económico y geopolítico a escala global superior a sus rivales de la región.
Eso explica en parte que, lo que inicialmente surgió como un cuarteto de Estados latinoamericanos (Colombia, Chile, México y Perú ) con costas en el Océano Pacífico; de repente, en medio de la construcción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, CELAC, irrumpió con fuerza en el escenario integrador de la región, bendecido por todas las fracciones financieras, agrarias, comerciales e industriales de las burguesas nacionales de esos países y el beneplácito del gobierno de los Estados Unidos de América y que, en la reciente reunión celebrada en Colombia, ya no solo estuvieron presente representantes de los gobiernos de tales países y sus Barones del Gran Capital, sino que se agregaron el impresentable Mariano Rajoy, del Reino de España, la presidenta Laura Chinchilla, de Costa Rica; además de voceros de los gobiernos de Australia, Japón y Nueva Zelandia, dándole a esa reunión de gobiernos latinoamericanos, visos de cónclave de la gran alianza de las burguesías de la región, que pretenden resistir el proceso integrador con implicaciones sociales y políticas, promovido por los países ALBA y MERCOSUR.
Por el momento esto aparenta ser solo un importante evento de algunas fracciones de las burguesías y gobiernos de la región y sus aliados extra-regionales para mirar hacia el espacio económico de Asia-Pacífico, pero las definiciones alcanzadas apuntan a que tal proceso podría tener importantes implicaciones en la construcción de la integración en Nuestra América y, en particular, de la CELAC y esto, en ausencia del Comandante Chávez, es un reto para el Presidente Nicolás Maduro Moros, sus amigos de ALBA y sus aliados de MERCOSUR, que siguen soñando con el ideario de Bolívar y Martí: “La Patria es América”.
Pero ayer como hoy, el proceso de integración tiene en la presencia de las clases propietarias ( capas feudales, oligárquicas y burguesas) elementos fundamentales del proceso que, en el pasado se constituyeron en la fuerza dirigentes de tal proyecto histórico (La Confederación de Centroamérica y el Pacto de Amistad de Ayuda Perpetua del Congreso de Panamá) pero en el presente, en medio de los profundos cambios políticos y sociales que se vienen desarrollando en la región, generan al interior de las clases propietarias diversas y antagónicas posiciones que tensan las relaciones entre los diversos grupos que las expresan y entre estos, y el Estado, como instrumento éste, de las fracciones gobernantes para imponer su adhesión a tales procesos integradores.
Todos los procesos integradores existentes en Nuestra América, desde el CARICOM, COMUNIDAD ANDINA DE NACIONES, MERCOSUR, SICA, UNASUR, CELAC, hasta la ALIANZA DEL PACIFICO, han sido posible, en mayor o menor medida, con la aprobación, impulso o consentimiento de las más importantes fracciones burguesas dominantes en la economías de los países que lo integran, siendo la única excepción el ALBA, creado por los genios visionarios de los comandantes Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz, a partir de un modelo de afirma la supremacía y rectoría del Estado sobre toda la economía de sus países y la subordinación de sus diversas fracciones burguesas (salvo, por inexistencia, en el caso de la República de Cuba) a las decisiones que en materia productiva, comercial, financiera, monetaria y de integración tomara sus gobiernos, lo cual explica, en parte, los niveles de crispación social y confrontación política de sectores burgueses en contra de los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua en los últimos ocho (8) años.
En lo fundamental, las economía de América Latina y el Caribe están construida sobre una relación de dependencia de las grandes corporaciones financieras e industriales con sedes principales en los países centros del Capitalismo mundial y sus gobiernos responden a la voluntad de tales grupos, lo cuales promueven y presionan para que los procesos de integración favorezcan sus posibilidades de exportación, limiten el ingreso de mercancías que son producidas en el país y consigan tratos fiscales y accesos a servicios públicos por debajo de su valor de mercado, con el fin de mejorar su competitividad y, cuando ello no es posible, se resisten a la aprobación de los acuerdos de integración, apelando, cínicamente, a falsas consignas de Soberanía Nación, que no defienden en las mesas de negociaciones.
Sin embargo, la conmoción política y social que vive hoy América Latina por la aparición de un proceso de soberanización, independentismo y Justicia Social, entre cuyos promotores más destacados estuvo el Comandante Hugo Chávez, incorpora un elementos adicional de confrontación, no solo en el modelo – como en el caso de ALBA – sino en la dirección manifiestamente política de ese proyecto que recupera el papel protagónico del Estado frente al neoliberalismo “mercachifle” y otorga al pueblo trabajador y a sectores de la pequeña burguesía, un importante papel en la conducción política de tales cambios, lo cual atemoriza a las viejas clases propietarias y a sus aliados hegemónicos del imperialismo, que ven aún más menguada su otrora hegemonía sobre la Sociedad y el Estado latinoamericanos.
A éste factor debe agregarse las mismas contradicciones inter-burguesas de América Latina por el dominio de los mercados de la región y sus vínculos privilegiados con los centros Capitalistas mundiales, con el fin de alcanzar alianzas que les permita acceder, en condiciones ventajosas, a otros mercados extra-regionales, en un momento en el cual, la globalización impuesta por el neoliberalismo supone un reto permanente de expansión más alá de los espacios originarios de los grupos económicos lo que le podría permitir rivalizar con las burguesas de otros Estados de la región que gozan de un período de crecimiento económico importante y un posicionamiento económico y geopolítico a escala global superior a sus rivales de la región.
Eso explica en parte que, lo que inicialmente surgió como un cuarteto de Estados latinoamericanos (Colombia, Chile, México y Perú ) con costas en el Océano Pacífico; de repente, en medio de la construcción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, CELAC, irrumpió con fuerza en el escenario integrador de la región, bendecido por todas las fracciones financieras, agrarias, comerciales e industriales de las burguesas nacionales de esos países y el beneplácito del gobierno de los Estados Unidos de América y que, en la reciente reunión celebrada en Colombia, ya no solo estuvieron presente representantes de los gobiernos de tales países y sus Barones del Gran Capital, sino que se agregaron el impresentable Mariano Rajoy, del Reino de España, la presidenta Laura Chinchilla, de Costa Rica; además de voceros de los gobiernos de Australia, Japón y Nueva Zelandia, dándole a esa reunión de gobiernos latinoamericanos, visos de cónclave de la gran alianza de las burguesías de la región, que pretenden resistir el proceso integrador con implicaciones sociales y políticas, promovido por los países ALBA y MERCOSUR.
Por el momento esto aparenta ser solo un importante evento de algunas fracciones de las burguesías y gobiernos de la región y sus aliados extra-regionales para mirar hacia el espacio económico de Asia-Pacífico, pero las definiciones alcanzadas apuntan a que tal proceso podría tener importantes implicaciones en la construcción de la integración en Nuestra América y, en particular, de la CELAC y esto, en ausencia del Comandante Chávez, es un reto para el Presidente Nicolás Maduro Moros, sus amigos de ALBA y sus aliados de MERCOSUR, que siguen soñando con el ideario de Bolívar y Martí: “La Patria es América”.
fruta.
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