viernes, 3 de mayo de 2013

Alianza del Pacífico: ¿hacia un nuevo ALCA?

Alianza del Pacífico: ¿hacia un nuevo ALCA?

Alianza del Pacífico: ¿hacia un nuevo ALCA?

Por Leandro Morgenfeld
www.marcha.org.ar

Esta semana, Obama visita América Latina. El 23 de mayo, en Cali, se llevará a cabo la IV Cumbre de la Alianza del Pacífico, un engendro que impulsa una integración neoliberal, a contramano de la que pretende el ALBA. Washington busca remolcar a sus socios del sur hacia la Alianza Trans-Pacífico, para alejarlos del eje bolivariano.

Hace exactamente dos años, en Lima, se dio a conocer la Alianza del Pacífico. Impulsada por el entonces presidente Alan García, reunió en un nuevo foro regional a Perú, Colombia, Chile y México y se planteó como un espacio para contrarrestar la entonces creciente influencia bolivariana.
Además de esos países, participan como observadores Panamá, Uruguay, Costa Rica y Canadá. Ya en su manifiesto inaugural, la "Declaración de Lima", los socios señalan que pretenden "avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas".
Desde la cumbre fundacional en Lima, se realizaron varias reuniones presidenciales. El 23 de mayo, en Cali, se llevará a cabo la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, con la presencia de mandatarios de los países miembros y de algunos de los países observadores. Los cuatro socios, sumados, equivaldrían a la novena economía del mundo y la décimosexta potencia comercial, 207 millones de consumidores, el 35% del PBI de América Latina.
Luego del fracaso del proyecto del ALCA, en 2005, y del fortalecimiento de una integración regional que excluía a Washington (Mercosur ampliado -que aguarda el ingreso de Bolivia y Ecuador-, UNASUR, CELAC, ALBA), Washington pretende reposicionarse en la región, a pesar de su relativamente decreciente influencia económica, del avance chino y de la profundización de las relaciones económicas sur-sur.
La Casa Blanca impulsa la Alianza Trans-Pacífico (ATP), con el objetivo de crear un mercado común entre las Américas (actualmente participan Canadá, México, Perú y Chile), Australia y Asia, sin China. En línea con una política exterior que mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente en el Pacífico), la ATP cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada desde Caracas por el eje bolivariano.
En función de los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses, se negocia a puertas cerradas, con el objetivo de llegar a un acuerdo en octubre de 2013. Al mismo tiempo, movimientos sociales de todo el mundo luchan contra la concreción de esta nueva ofensiva del capital trasnacional que afectaría derechos laborales, regulaciones ambientales, acceso a medicamentos genéricos, regulaciones financieras, a la vez que impulsaría la consolidación de oligopolios y disminuiría la potencialidad de desarrollos locales.
Ambas iniciativas, la Alianza del Pacífico y la Alianza Trans-Pacífico son complementarias y funcionales a los intereses de la Casa Blanca en América Latina. Washington busca meter una cuña en América del Sur, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean remolcados hacia la ATP.
La gira de Obama por México y Costa Rica (donde se reunirá, además, con varios mandatarios centroamericanos) a sólo tres meses de asumir su segundo mandato tiene como uno de los principales objetivos impulsar un movimiento "tectónico" en la región, aprovechando la ausencia de Chávez: volver al viejo proyecto de forjar una apertura al capital estadounidense, alentar el libre comercio y reducir la capacidad de los Estados de establecer regulaciones.
Con sus pares centraoamericanos, Obama discutirá el tema de la guerra a las drogas (cuyos nefastos resultados ya fueron expuestos por algunos gobiernos de la región en la Cumbre de las Américas realizada justo un año atrás) y también pretenderá mostrar los avances en las leyes migratorias en Estados Unidos, algo que afecta fundamentalmente a las poblaciones de origen centroamericano. Sus recientes declaraciones en favor del cierre de la cárcel de Guantánamo -promesa electoral cuyo incumplimiento lleva más de 4 años- son parte de la estrategia de "seducción" hacia América Latina.   
Luego del fracaso que resultó para Washington la Cumbre de las Américas realizada en Cartagena en abril de 2012 (allí la agenda caliente -Cuba, Malvinas, droga, inmigración- fue impuesta por los países latinoamericanos, a pesar de las presiones del Departamento de Estado), Obama pretende recuperar la iniciativa en las relaciones interamericanas, detener el avance de potencias extrarregionales (fundamentalmente China, socio comercial y financiero privilegiado para Argentina, Brasil y Venezuela, entre otros) y limitar las aspiraciones de Dilma Rousseff de transformarse en vocera de América del Sur -vía el Mercosur o la UNASUR-. Por eso, la Alianza del Pacífico es fundamental para el reposicionamiento de Washington en la región. A través de la misma, se pretende atraer a los países disconformes del Mercosur, como Uruguay y Paraguay, y reintroducir políticas neoliberales que tanta resistencia popular generaron en las últimas dos décadas.
La izquierda latinoamericana debe advertir esta nueva ofensiva del capital, que pretende restablecer la agenda neoliberal, resistida a través de amplias movilizaciones y levantamientos en los últimos 20 años. Es preciso defender la integración alternativa que plantea el eje bolivariano. El ALBA de los movimientos sociales, en ese sentido, puede ser una herramienta para coordinar a las fuerzas políticas populares que construyen desde una perspectiva latinoamericana, con una orientación anti-imperialista y, en algunos casos, socialista.

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