NUESTRO CHAVEZ
Claudio Katz[1]
Aunque el final era
esperado siempre quedaba una esperanza. Muchas voces pedían “que aguantara
porque lo necesitamos”. No ocurrió y la tristeza embarga a millones frente a lo
irreparable. Se ha ido un indispensable y ningún homenaje compensará la
pérdida. Cada conmemoración elige un perfil: el líder, el comunicador, el
tribuno, el volcán de energías, el osado. Pero algunos homenajes disuelven su
revulsivo legado del socialismo y el ALBA.
Chávez cuestionó a
viva voz al capitalismo y recuperó un proyecto de emancipación que parecía
sepultado. Retomó conceptos censurados, recordó a los marxistas olvidados,
denunció a la burguesía y declaró su admiración por Cuba. Transmitió ideas de
igualdad social y democracia real que provocaron un terremoto en la conciencia
de oprimidos. No defendió vagamente la dignidad y los derechos de los humildes.
Convocó a imaginar una sociedad sin explotación, competencia, ni lucro.
Esta dimensión no sólo incomoda a los
partidarios del “capitalismo serio”. También molesta a los sectarios, irritados
con cualquier planteo desviado de su receta. Objetan la distancia entre el
proyecto y su concreción, como si ellos hubieran probado alguna capacidad para
acortar esa brecha. Chávez rescató al socialismo de los libros de historia,
para situarlo nuevamente entre las posibilidades del futuro.
Volvió a demostrar
que ese horizonte es compatible en América Latina con el patriotismo
revolucionario. Repitió la trayectoria de los militares antiimperialistas que
se radicalizaron convergiendo con las luchas sociales. Y logró una sintonía con
su pueblo y un impacto continental, que nunca consiguieron Torrijos o Velazco
Alvarado.
Con más cuidado hay
que tomar las analogías con el peronismo. Es cierto que lideró la misma irrupción
de mayorías silenciadas y la misma obtención de conquistas sociales. Pero
Chávez seguía un camino de Cuba totalmente contrapuesto al orden conservador. Por
eso nunca avaló la gestación aparatos tan regresivos como el justicialismo. En
lugar de confrontar con la juventud movilizada propiciaba la Patria Socialista.
Chávez impulsó la integración
regional, pero no idealizaba los negocios y las ganancias empresarias. Los
aceptaba como un dato del escenario actual y los concebía como instrumentos de
recuperación de soberanía. Su proyecto era el ALBA: la unidad por medio de la
cooperación. Comenzó propiciando el intercambio de petróleo por educadores con
Cuba y terminó auspiciando incontables campañas de solidaridad con los
desamparados de Haití, los desposeídos de Centroamérica y los necesitados de
Bolivia. Estas iniciativas fueron interpretadas como “maniobras de petro-diplomacia”
por quiénes sólo conciben acciones guiadas por la codicia.
El ALBA ensaya otra
construcción latinoamericana, con menos funcionarios y más movimientos
sociales. Chávez lo concibió retomando la experiencia de Bolívar. Si la guerra
de la Independencia se expandió liberando esclavos y eliminando servidumbres,
la batalla actual contra el imperio exige mayor intervención de los sujetos populares.
En la preparación de esa confrontación, no ahorró denuncias de la prepotencia
estadounidense.
América Latina ha
perdido la voz de radicalidad que sobresalía en todos los foros, para
pavimentar una estrategia antiimperialista. Se ha creado un gran vacío regional
que no tiene sustituto (por el momento). Cuando se discute si Cristina o Dilma cuentan
con el carisma suficiente para reemplazarlo se olvida el contenido del
liderazgo vacante. El comandante decía la cruda verdad porque no temía desafiar
a los poderosos. Por eso se burlaba de los diplomáticos yanquis y de los
reyezuelos europeos que intentaron acallarlo.
Chávez supo
combinar consecuencia con inteligencia en la evaluación de las relaciones de
fuerza. Esa capacidad fue muy visible en el último período, cuando delegó el
gobierno, forjó un equipo, posicionó a Maduro y debilitó a Capriles. Así conjuró
el vacío de poder que tanto añora la derecha. Pero aceleró su propio final, con
las energías desplegadas en la campaña electoral.
El resultado de esos
comicios ha sido indigerible para los custodios del orden republicano que
digitan los poderosos. Cuestionan al terrible autoritario, que arrasó en 13
elecciones cristalinas y al espantoso censor, que siempre pudieron insultar
desde los medios de comunicación. La sobriedad profesional en el manejo posterior
de la enfermedad presidencial debería servir de modelo, a todos los negociantes
del periodismo, que lucran con la tragedia de un paciente terminal.
La disputa entre profundizar
o congelar el proceso venezolano se ha tornado más incierta. Hay una tensión
cotidiana con los burócratas que utilizan el disfraz bolivariano para
enriquecerse, recreando el rentismo exportador y el consumo improductivo. Bloquean
la construcción de una economía industrial, eficiente y auto-abastecida en
alimentos. Acumulan fortunas con la intermediación de las divisas del fondo
petrolero, agigantan el déficit fiscal y preservan el ciclo de las devaluaciones.
Por su parte muchos
los opositores reconocen, ahora, el gran cambio perpetrado en la distribución
de la renta petrolera. Aceptan que esos recursos fueron provechosamente canalizados
hacia la alimentación, la educación, la salud y la vivienda popular. Nunca
explican por qué razón, ningún presidente anterior concretó esa transformación.
Las conquistas
logradas están a la vista y son muy significativas. Pero no alcanzan y podrían perderse
si se pospone la radicalización del proceso económico. Ya no hay un conductor y
llegó el momento para conformar direcciones más colectivas y electas por la
base. Esta evolución es posible por el carácter inesperado de los procesos
históricos. Nadie imaginaba, por ejemplo, hace diez años el giro que introduciría
el movimiento bolivariano.
Chávez ingresa en
la historia por la puerta grande para ocupar un lugar junto al Che. Guevara fue
el símbolo de una revolución ascendente que despertó grandes expectativas en la
expansión inmediata del socialismo. Chávez apareció en otro contexto. Expresó
las rebeliones que conmovieron a Sudamérica al comienzo del siglo XXI y encarnó
los triunfos contra el neoliberalismo. Dos figuras excepcionales para dos
momentos de un mismo recorrido hacia la igualdad, la justicia y la
emancipación.
[1] Economista, Investigador,
Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
Excelente tu análisis. Realmente, el Comandante Chávez volvió a reinstalar la idea de un socialismo positivo y posible en pleno nuevo siglo.
ResponderEliminarLástima que por estos lares, uno de los dignos representantes de nuestro socialismo, ex-gobernador de una importante provincia, acaba de expresar sin que se le despeinara el jopo, que en las últimas elecciones venezolanas él hubiera votado a Capriles.
Qué gigantesco líder ha desaparecido y qué insignificantes y grises integrantes del área opositora pululan por aquí.
Saludos
No es mío el análisis, sino de Claudio Katz, Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
ResponderEliminarSon entendibles las genuinas respuestas emocionales que se generan cuando fallece un líder de la talla de Chavez. Alguien que efectivamente realizó concesiones desde el estado que permitió una redistribución social muy importante en materia educativa, en atención sanitaria y en necesidades básicas como la alimentación y vivienda. Pero confundir discursos antimiperialistas y un difuso “socialismo del siglo XXI” con un capitalismo estatista genera más confusiones que certezas en las filas de la izquierda revolucionaria. Argumentar esto, no implica ser un “sectario irritado” sino comprender que las importantes luchas llevadas a cabo por la clase obrera y los sectores populares desde el Caracazo, lograron arrancar una serie de conquistas sociales que fueron otorgadas gracias al excepcional período económico por el que atravesó la economía venezolana. Confundir estas concesiones de un gobierno capitalista en períodos de auge económico (es decir, en su etapa consensual de dominación) con un proyecto socialista, es de mínima, una pérdida de norte político para quienes postulamos una sociedad no capitalista. Porque dichas concesiones han tenido como reverso una regimentación de las organizaciones sociales desde el estado, con liderazgos verticalistas que bloquean las tendencias a la autoorganización de las masas oprimidas. Esta es la principal razón por la cual el proyecto chavista se vuelve un límite que obtura la emancipación de los explotados, generando una educación política en los “representados” que va a contramano de los deseos de Katz cuando expresa que “Ya no hay un conductor y llegó el momento para conformar direcciones más colectivas y electas por la base”. Si esto sucede, será por la superación de experiencias como la del chavismo y no por la continuidad planteada por Katz.
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