Tras el golpe
del 24 de marzo de 1976 y el casi inmediato anuncio del plan económico de
Martínez de Hoz, el gobierno de Gerald Ford dio toda la ayuda financiera
posible a la Junta Militar encabezada por Jorge Rafael Videla. En los meses
siguientes, fluyó también la asistencia militar. El ministro de economía, según
la Casa Blanca, era una garantía para los intereses económicos estadounidenses
en la región. Y el gobierno de la Junta Militar, una garantía para el combate
contra la subversión. Las fuerzas armadas, después del auge de luchas populares
inaugurado por el Cordobazo y del traumático retorno del peronismo, daban seguridades
a Kissinger de mantener al país en el rumbo occidental, cristiano y
anticomunista. Esto era música para los oídos de la administración republicana,
a pesar de las voces en el Capitolio y en el propio Departamento de Estado que
cuestionaban la represión sistemática de los derechos humanos en Argentina. El
gobierno encabezado por Videla, por su parte, quería evitar esas críticas y era
consciente de que, siendo un año de elecciones presidenciales en Estados
Unidos, se tornaba difícil para la Casa Blanca apoyar públicamente y sin
matices a una junta militar responsable de una cruenta represión interna.
Carter, DDHH y triángulo Argentina-Estados
Unidos-Unión Soviética
Durante la
presidencia del demócrata James Carter (1977-1981), uno de los ejes de su
política exterior fue denunciar el no respeto de los derechos humanos en
determinados países. Claro que había al menos una doble vara. Mientras se
sancionaba la violación de los mismos en Argentina, no se hacía lo propio con
la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, ni había una condena al Plan Cóndor,
impulsado por la propia CIA. Como consecuencia de este rasgo de la política
exterior de su Administración, la relación con los militares argentinos
atravesó distintas fricciones.
El sustento material de los roces
bilaterales debe comprenderse a la luz del nuevo triángulo económico con Estados
Unidos y la Unión Soviética. El primer país era el abastecedor principal de las
importaciones argentinas y sostenía financieramente el espiral de endeudamiento
requerido por la política de dólar barato y la tablita de Martínez de Hoz. La Unión Soviética y los países de
Europa del Este, por su parte, fueron el destino privilegiado de los cereales y
las carnes argentinas. Este sorprendente vínculo con Moscú y sus satélites, que
se remontaba a la etapa de Lanusse, no hizo sino profundizarse desde 1979,
cuando tras la invasión soviética a Afganistán, Estados Unidos lanzó un embargo
comercial contra su rival. La guerra fría
registraba una nueva escalada, y el tándem Videla-Viola la aprovechaba para
favorecer a la reprimarización de la economía alentada por los grandes
productores agropecuarios.
La negativa argentina a participar
en el embargo contra la Unión Soviética, sumada a las acusaciones por violación
de los derechos humanos y a la negativa a apoyar la política de Washington de
no proliferación nuclear en América Latina tensaron las relaciones con la Casa
Blanca. Carter ejerció presión sobre Videla de distintas formas: no vendiendo
armamentos, limitando la provisión de bienes estratégicos e impulsando una
misión de la OEA que llegó al país a recoger acusaciones sobre el terrorismo de
Estado. Hubo una negociación entre el gobierno argentino y el Departamento de
Estado para aceptar la llegada de esta misión a cambio de que no realizara un
informe demasiado duro contra la Junta Militar encabezada por Videla. Sin
embargo, el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
dejó muy mal parado al gobierno e incrementó las presiones externas e internas.
De todas formas, la gran banca privada, liderada por David Rockefeller, siguió
financiando a la Junta, y lo propio ocurrió con el Tesoro estadounidense. De
esta forma, continuaron fluyendo los créditos hacia Argentina. Los contactos de
Martínez de Hoz con el gran capital estadounidense, entonces, limitaron las
sanciones esbozadas por Carter. Además, en 1979 triunfó en Nicaragua la
Revolución Sandinista, con lo cual Washington incrementó la política dura de
combate contra el comunismo en América. En consecuencia, se fortalecieron las
críticas estadounidenses al énfasis de Carter en el tema de las violaciones de
los derechos humanos por parte de las dictaduras aliadas.
En enero de 1981 hubo un nuevo
cambio de signo en la Casa Blanca. La asunción del republicano Ronald Reagan
reencauzó la relación bilateral. Planteó una nueva estrategia para contener al
comunismo y al "imperio del mal", o sea la Unión Soviética. El
respeto o no de los derechos humanos, en esta flamante concepción, pasaba a ser
totalmente secundario. Había que reforzar los vínculos con los gobiernos
militares de la región, entre ellos el de Videla-Viola. Para el Departamento de
Estado, la crisis en América Central era la principal preocupación en las
relaciones interamericanas, fundamentalmente después del triunfo sandinista. La
CIA comenzó a trabajar en secreto con las fuerzas armadas argentinas en
operaciones en Nicaragua. El apoyo a los "contras", por parte de los
militares argentinos, se intensificó desde la llegada al poder de Galtieri. La
dictadura local pasaba a ser una aliada clave de Washington en la lucha
contrarrevolucionaria en toda América.
Galtieri, Reagan y Malvinas
Desde el año
1980 Argentina se involucró más en los conflictos del continente. Colaboró con
el golpe de Estado de Luis García Meza en Bolivia, participó en la lucha
anti-sandinista en Nicaragua y profundizó los operativos en el marco del Plan
Cóndor (coordinación entre las dictaduras latinoamericanas y la CIA para la
persecución y el exterminio de miles de dirigentes políticos y sociales). En
los seis meses que Galtieri ocupó la Casa Rosada, la relación con Washington
atravesó dos etapas. La primera, desde diciembre de 1981 hasta el 2 de abril de
1982, se caracterizó por una fuerte cooperación bilateral y una acción conjunta
en la lucha contra las fuerzas revolucionarias en América Central. La
estrategia del canciller Nicanor Costa Méndez fue mostrar la sintonía entre la
adscripción occidental y anticomunista de su jefe y la orientación conservadora
de Reagan. La mejora en las relaciones con la Casa Blanca, en función de las
necesidades estratégicas del Departamento de Estado, llevó erróneamente a creer
que estas afinidades podrían ayudar al gobierno militar para buscar una
solución diplomática una vez que se recuperaron por la fuerza las Islas
Malvinas. Las pretensiones de Galtieri chocaron contra la histórica alianza
Washington-Londres. La OTAN, y no el TIAR, fue la esperable elección de Estados
Unidos. Galtieri no pudo contar con el apoyo de Reagan, quien intentó
disuadirlo el 1 de abril para que no ocupara las Malvinas, y debió sobreactuar
una política tercermundista, que no hizo sino profundizar las tensiones con
Washington, hasta el final de la guerra y su renuncia, en junio de 1982. El
estallido del conflicto bélico con Gran Bretaña cerró la etapa de acercamiento
bilateral iniciada a principios de los años ochenta.
El período de Reynaldo Bignone y la
transición hasta el final de la dictadura dieron lugar a una distensión en el
vínculo bilateral. La Junta, debilitada militar, económica y políticamente,
debió bajar el perfil de su política exterior. Reagan, por su parte, adoptó una
actitud de cautela ya que intentaba mejorar la relación con América Latina,
deteriorada luego de la posición abiertamente pro-inglesa desplegada por la
Casa Blanca durante la Guerra de Malvinas, y por el estallido de la crisis de
la deuda externa en México. Así, hasta el final de la dictadura, no hubo
mayores sobresaltos en la relación bilateral. Recién con la vuelta de la
democracia y la asunción de Raúl Alfonsín, el vínculo con Estados Unidos
adquiriría una nueva dimensión.
durante la ictadura militar se prohibian los asilos? (1976)Argentina
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ResponderEliminarQue conflictos internacionales experimentó Argentina en este período? Tengo que hacer una sintesis..
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