ALAI, América Latina en Movimiento
I.
“Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”.
Con esa sentencia, el blog El Muerto
cubrió el acuerdo y el festejo con que representantes oficiales de
Uruguay y EE.UU., como entidades soberanas e iguales, seguramente, han
firmado, en realidad registrado el obsequio que los militares
estadounidenses le han hecho al SINAE (Sistema Nacional de Emergencias),
del Uruguay.
El título de la excelente presentación es acorde: “Las catástrofes llegaron para quedarse en Uruguay”. Elija el lector a qué tipos de catástrofes se refiere.
La ceremonia de ofrenda ha recogido las
palabras del señor prosecretario de la presidencia del país, un
sonriente Diego Cánepa, que se lo adivina joven pero sin embargo ya
nutrido de una excelente filosofía política y al parecer profundos
conocimientos geopolíticos e históricos.
En estrecha consonancia con la señora o
señorita embajadora de EE.UU. en Uruguay, Julissa Reynoso, quien en
plena ceremonia de celebración por semejante donación aclaró que ambos
países eran “socios y cómplices”. No alcanzó a aclarar si la complicidad
llegaba a los estragos que los drones estadounidenses provocan en la
población civil paquistaní, afgana, somalí o sudanesa o alcanzaba a la
política de apoyo al etnocidio medido y programado que el Estado de
Israel ejercita sin pausa con el apoyo de “la máquina de desigualdades”
que es EE.UU. (Sheldon Wolin[1])
sobre los oriundos palestinos no judíos… en fin, el momento, no estaba
para precisiones sobre el alcance de tan simpática y traviesa expresión.
Sabemos que los cuerpos de seguridad de
EE.UU. han generado una especial protección para con “el paisito”
expresada en la construcción también manu militari de la clínica
médica en Santa Catalina, atrás del Cerro, en la asistencia docente de
los SEAL al FUSNA, en las manos de pintura que los fornidos brazos
marineros de la Armada de EE.UU. le han prodigado al Hospital Maciel…
Estimo que Uruguay es un país que se arregla con poco, unas minucias en la geopolítica de Public Relations
de EE.UU., que por su carácter servicial y solidario con todo el
planeta, asiste la mayor cantidad de países o estados posibles (algunos,
como Corea del Norte o Irán, no suelen participar de ese jolgorio;
otros como Afganistán, Irak, Panamá, la República Dominicana, México no
suelen agradecerlo).[2]
Para entender la dimensión de lo
actuado, nos introduciremos, amigo lector, si a usted también le
interesa, en el pensamiento profundo del eximio Cánepa. Copio
textualmente la frase que, entre comillas, reproduce El Muerto:
“Se reincidió porque consideramos
legítimamente, y la inmensa mayoría de los compañeros lo entendió,
mantener una excelente relación con Estados Unidos, lo que no quiere
decir que no tengamos opiniones críticas sobre la historia de lo que
hizo como un imperio.”
La “reincidencia” a que alude,
aclaremos: al gobierno frenteamplista anterior se le generó el episodio
de Santa Catalina, que, provocó alguna resistencia en quienes no
captaron el sentido profundo de ser asistidos por militares
estadounidenses para curar enfermedades y daños muchos de los cuales son
consecuencia de las políticas por las cuales desde EE.UU. disponen de
bienes, materiales e inmateriales, ajenos, lo cual perjudica países
periféricos como Uruguay, precisamente. Reincidencia suele ser la
palabreja más común para designar la comisión de otro delito, una vez
cometido un primero. ¿La coincidencia puede ser la explicación de esta
reincidencia?
Observemos que Cánepa nos aclara que
mantener una relación excelente con EEUU no se contradice con tener
opiniones críticas contra cosas que habría hecho ese estado como
imperio.
Porque, a diferencia de Marx,[3] Cánepa se nos presenta como hombre de principios:
“ Nuestra opinión de la historia de Estados Unidos en América Latina es muy clara, no se modifica.”
¡Epa! Y continúa:
“Pero esto no tiene nada que ver con las responsabilidades institucionales del gobierno y la nueva etapa que se vive.”
¿No tiene nada de nada que ver?
¿Seguimos pensando que es un imperio y como tal racista y colonialista
que ha esquilmado todo lo que ha podido a América Lapobre, con el
garrote cuando ha sido necesario, como bien lo ha aplicado el simpático
Teddy Roosevelt en sus buenos tiempos de amigote con cuanta dictadura
latina pudo convivir o crear. O con sedados sistemas de control
tecnológico, excepcionalidad jurídica –como por ejemplo el derecho que
sus autoridades atribuyen a todo soldado estadounidense a no rendir
cuenta de sus actos o delitos en ninguna nación del orbe, fuera de “sus”
fronteras−; leyes y reglamentaciones económicas de dumping o
bloqueo según los casos; deudas externas en buena medida inventadas y el
juego de la maquinita de Fort Knox mediante el cual todos jugamos a la
dependencia a una moneda que se volatilizó en 1970, cuando desde EE.UU.
se decreta la inconvertibilidad del dólar, es decir la pérdida de todo
respaldo material o económico, o mejor dicho, el pasaje al respaldo
pretoriano (y mediático, claro: siempre están los “por las buenas” o
“por las malas”, y reservamos las benedetianas “por las peores” a su uso
in extremis).
“No tiene nada que ver.” Si la historia
de EE.UU. como imperio y su presente como imperio actuante no tiene
nada que ver, ¿no tiene nada que ver con qué?
Pero, claro, Cánepa viene en nuestra ayuda, para que resignifiquemos lo que vemos:
“Tenemos una relación adulta de mutua confianza.”
II
Un punteo que procure “ver” esta cruda y efectiva realidad del Uruguay actual.
- EL TIEMPO: LO QUE FUIMOS, LO QUE SOMOS
Repasar, con vergüenza ajena, este
episodio es aleccionador en varios aspectos. Nos permite medir el abismo
histórico y cultural que separa el país del Ariel de José
Enrique Rodó en la primera década del siglo XX, pasando por el
antiimperialismo militante de Carlos Quijano y la Agrupación
Nacionalista Demócrata Social de las décadas del ’20 y ’30, por la
“generación crítica” que Ángel Rama visualizara hacia mediados del siglo
pasado, que “culminara” con la izquierda en la calle desde los ’50 a
los ’70 (“con un golpe de estado no nos moverán… y quien lo quiera que
haga la prueba”…) hasta este otro Uruguay pasado por la máquina de la
dictadura militar, pero también por el delirio que empezó como ensueño y
terminó como pesadilla como fue la guerrilla guevarista, y
fundamentalmente, antes, por el apoltronamiento batllista que fabricó
una capital moderna de espaldas a un “interior” semifeudal, como si
nuestro pequeño tamaño permitiera hacer dos países (dos realidades).
Ahora tenemos funcionarios como Cánepa.
Para quien, sin duda, la historia de los contracursos
antinstitucionales de 1968, por ejemplo, ni existen y si existen no
entiende su significado y si llegara a entender su significado pertenece
a un pasado remotísimo… como 40 años. En política, ya 20 años es mucho,
a diferencia de los que nos pasa a los humanos (tangueros o no),
afectivamente considerados.
- EL ESPACIO: LAS DIFICULTADES REGIONALES
Sabemos las dificultades situacionales de un país como Uruguay, enclavado entre dos gigantes, Argentina y Brasil.
Una vez más el proyecto artiguista
revela un aspecto muy valioso, contrafáctico, ya inútil: si el Cono Sur
atlántico hubiese tenido cuatro estados más parejos entre sí, un
Paraguay no despedazado, una Liga Federal vertebrada sobre el río
Uruguay, con las Misiones (ahora brasileñas y argentinas), una Argentina
tucumana o porteña o más bien porteño-tucumana, un Brasil sin Río
Grande do Sul, por tanto tiempo separatista respecto del Ordem e Progresso, otro equlibrio geopolítico existiría.
El Mercosur es, en cambio, una alianza
(comercial) totalmente fuera de equilibrio entre dos países que
totalizan el 95 % de la producción y otros dos que a gatas alcanzan el
otro 5 %.
Ésa es la realidad regional. Con un
agravante: son los países chicos, como Ecuador, Uruguay, Paraguay, los
que América del Sur se achican. Fundamentalmente para mayor acopio
territorial de los estados mayores: la Guerra de la Triple Alianza, el
Tratado de Límites entre Uruguay y Brasil en 1855, la pretensión de la
cancillería argentina de “costa seca” para sus vecinos acuáticos, el
agrandamiento de Perú y el respectivo achicamiento de Ecuador disputando
la Amazonia a lo largo de buena parte del siglo XX, la toma del islote
Timoteo Domínguez, en la década del ’60 en el Río de la Plata…
Esa geopolítica explica la dificultad
que tienen países como Uruguay y Paraguay para respaldarse
regionalmente. Pero de ahí a entrar en una dependencia “alegre” y
amistosa con “el imperio” como con desenfado denomina Cánepa, el
plenipotenciario de Mujica, al sheriff mundial, hay un salto, un acrobático salto mortal, en un circo –el mundo– que no usa red.
Los dirigentes del Paraguay han
admitido, seguramente con regocijo, una base militar norteamericana con
capacidad para 15 mil soldados. En Mariscal Estigarribia, una población
de pocos miles de habitantes. Pongamos 4 mil. 2 mil mujeres. Tratemos de
imaginar, apenas un minuto, qué significará eso, socialmente, para la
población de Estigarribia y alrededores. Para sus mujeres y niñas (y
niños).
Intuimos que para Cánepa 20 años es
casi una era geológica. Pero hace menos de 30 años, hondureños
denunciaban con rabia e impotencia como les había ingresado el
SIDA-SADI: era la época en que Honduras y su gobierno títere funcionaba
como el portaaviones yanqui centroamericano: la plaga se registró
primeramente entre mujeres y sobre todo niñas vecinas a una enorme base
estadounidense; la de Palmerola. La fuente de contagio era obvia:
soldados estadounidenses que saciaban sus apetitos sexuales comprando
sexo por alimentos o chocolate o violando directamente. Estaban de
tránsito: habían venido de no se sabe dónde, y luego se marchaban a otro
destino. No atinaban a ubicar donde se habían contagiado y, por
supuesto, menos, mucho menos si ellos habían contagiado…
Por eso, rendirse al imperio, al
ejército del imperio planetario repugna a quien conoce dos hilachas de
historia e incluso, pragmáticamente, no resulta una jugada brillante…
Uruguay, como Paraguay debe romper su
enclave regional. Pero es más sensato tender nexos y redes con Sudáfrica
al otro lado del Atlántico, con Venezuela en el norte sudamericano…
¿con Finlandia, Islandia, Jamaica?... buscar todos los vínculos posibles
sin ceder soberanía, ni siquiera con complaciencia, como cómplices con
quienes no pueden ni saben ni quieren respetarte. Public Relations al margen, claro.
- AMERICANIZATION
EE.UU., mejor dicho la entente
imperial, que rige el mundo cada vez más netamente se encuentra en un
doble proceso. Como muy bien señala Sheldon Wolin: “El poder
estadounidense está siendo cuestionado en todo el mundo, su dominio imperial
se está debilitando, que su hegemonía económica es cosa del pasado [… y
agrega nuestro autor:] ese fracaso deja intacta las tendencias hacia el
totalitarismo invertido[4] [con tales palabras define Wolin la modalidad vigente del poder con centro en EE.UU.].
Pero a la vez, la decena de drones con
que se abrió el siglo XXI, se convirtieron en miles hace pocos años y en
la actualidad el aparato militar estadounidense cuenta con decenas de
miles.
En los últimos cuatro años, ocho países
musulmanes tienen pérdidas de vida a manos de ataques de EE.UU. u
Occidente (en algunos casos, cuantiosas; en casi todos, sin que los
militares yanquis hayan puesto el cuerpo).
Momento crucial: uno puede ver a la vez
signos de endurecimiento y brutalización política cada vez mayores,
como puede ser el trámite habido en Sudán, el desmantelamiento de un
régimen cesarista en Libia, el arrasamiento de Irak y lo que ha
significado esa invasión en términos históricos, arqueológicos,
agrícolas y, sobre todo humanos (no hay recuento de los iraquíes
asesinados o directamente muertos a causa de la acción “liberadora” y
“democratizadora” de EE.UU.: todos las maníacos estadísticos yanquis han
rehuido esa tarea) pero ver también signos, como los señalados por
Wolin, de inminente debilitamiento, de crisis profundizándose.
Los discursos presidenciales de Obama comunican un afianzamiento; para eso se escriben, pero también los trabajos de los think tanks:
“Rebuilding America’s defenses. Project for the New American Century”,
2000. El título es revelador. Se sienten los dueños del tiempo. Plena
vigencia de aquel pensamiento tan optimista de la segunda posguerra
resumido por H. Truman, el presidente que ordenó hacer caer las bombas
sobre Hiroshima y Nagasaki:
El bueno del presi ofrece la fórmula
para que a todo el mundo le vaya bien, “salvarse” como decía
bíblicamente: “Todo el mundo adoptar[a] el sistema estadounidense.”
“Porque el sistema estadounidense” sólo podría sobrevivir
“convirtiéndose en un sistema mundial”.[5]
Para esa universalización del american way of life,
Israel es primordial. Pero a su manera, regionalmente, otras perlas
destacadas de ese collar sobre el pescuezo planetario son Uruguay, Costa
Rica, Filipinas, Corea del Sur, Singapur, Reino Unido, Canadá y un
largo etcétera.
La cuestión es si nos aceptamos así. Como nos quiere el amo.
Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología y
DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de Futuros.
[1] Democracia S.A., Editorial Katz, Madrid, 2008.
[2] Entre
las minucias del paísito podría considerarse el costo, asombroso, del
galpón de chapa erigido para recibir la donación; algunos cientos de
colchones, almohadas, frazadas, chapas de zinc, botas y otros calzados…
lo depositado más el depósito propiamente dicho, ha costado casi medio
millón de dólares. Es decir, los militares donantes han informado que
ése es el monto desembolsado. Confiemos en la contabilidad castrense
estadounidense y que así como han sido tan generosos con el Uruguay no
hayan sido igualmente generosos con los proveedores…
[3] Groucho.
[4] Ob. cit.,, p. 362.
[5] Ob. cit., p. 329. Entrados al s. XXI, vimos a A. Negri y M. Hardt predicando algo similar, sólo que autocalificándose de izquierda. Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2002
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