La última edición de la Revista de Anticipación Política-MAP, publicada
por el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Leap), está en
gran parte dedicada al análisis de las tendencias regionales en América
del Sur entre 2012 y 2016. El capítulo dedicado al tema tiene un título
sugerente:
Incertidumbre entre dominación estadunidense e independencia regional.
La publicación sostiene que el actual escenario regional e internacional
presenta condiciones excepcionales para que Suramérica se constituya en una región geopolíticamente soberana, luego del fracaso del Consenso de Washington y de la estrategia de integración orientada por Estado Unidos a través del ALCA. Analiza brevemente la política estadunidense de construir una alianza con sus aliados del Pacífico, con el objetivo de
crear una barrera que podría dificultar las relaciones comerciales con Asia a los países de la zona del Atlántico.
El punto álgido del análisis es el militar. Los analistas del Leap sostienen que América del Sur
debe prepararse para una posible acción militar estadunidense, país que
está militarizando el territorio latinoamericano para fortalecer su posición de dominio. El think tank geopolítico europeo, cercano al presidente François Hollande, se detiene en la creciente presencia militar del Comando Sur en la región y concluye que con el éxito del golpe institucional en Paraguay contra Fernando Lugo, Estados Unidos
ha consolidado su poder militar en el corazón de países del Unasur.
La convicción de que la superpotencia en decadencia pretende
recolonizar la región recurriendo a acciones militaresno es novedosa, salvo por el hecho de provenir de un importante centro europeo y por llevar los análisis hasta las últimas consecuencias.
El hombre siempre ha utilizado las armas que ha desarrollado, y el mundo acostumbra a salir de las crisis sistémicas con una gran guerra, después de la cual se dan las condiciones para el nuevo orden, son dos de las ideas-guías de ese análisis.
Surgen de inmediato dos preguntas. ¿Está la región preparada para enfrentar una acción militar
recolonizadoradel Pentágono? ¿Cómo imaginamos, y cómo nos preparamos para la transición a un mundo nuevo, quizá sólo multipolar, ojalá también socialista?
La primera respuesta es que aún no están dadas las
condiciones para enfrentar, como región, a Estados Unidos. Sólo Brasil y
Venezuela tienen conciencia de las dificultades que vendrán en el
futuro inmediato y se están preparando para ello, según las capacidades
de cada cual. Brasil se dotó de una Estrategia Nacional de Defensa bajo
el segundo gobierno de Lula; está procediendo a revitalizar su industria
militar y a construir los medios necesarios para su defensa,
incluyendo, como ya se ha dicho en esta columna, la construcción de
submarinos nucleares.
Sin embargo, tropieza con algunas
dificultades y limitaciones. La nueva postergación de la compra de cazas
de última generación, proceso que ya lleva dos décadas, y sobre todo la
reciente inclinación por los F-18 de Boeing en vez de los franceses
Rafale, revela cómo las presiones de la Casa Blanca consiguen resultados
en países que parecían firmes en sus decisiones.
Como se sabe,
Venezuela también ha dado pasos importantes para defenderse de
eventuales acciones militares pero sigue estando en el ojo del huracán
desestabilizador de Washington y las derechas regionales. En los demás
países predomina o bien un claro alineamiento con la política del
Pentágono (casos de Chile, Colombia, Perú y ahora también Paraguay) o
posiciones ambiguas como las de Uruguay. En todo caso, en la mayor parte
de los gobiernos de la región prevalece la convicción de que no habrá
que enfrentar situaciones extremas.
La segunda pregunta sigue
requiriendo un debate estratégico sobre cómo prevemos la llegada de los
cambios y cómo nos preparamos para hacerlos realidad. En este punto se
impone una reflexión lateral: los cambios de verdad, los que se
relacionan con abrir el escenario político a nuevas relaciones sociales,
a nuevas formas de poder y por lo tanto a una nueva sociedad, no
vendrán de los gobiernos sino de los abajos, de la gente común
organizada en movimientos.
Lo contrario no puede ser sino la
continuidad de la opresión bajo otras formas. ¿Hemos aprendido algo de
las revoluciones independentistas que sólo cambiaron las élites y
dejaron sin tocar las relaciones sociales y de poder? En un texto
luminoso, El problema primario del Perú, José Carlos Mariátegui sostuvo:
La república ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras. Fue más lejos y aseguró que el virreinato fue menos culpable de la situación del indio que los republicanos que
los adormecieronal inscribir demagógicamente sus demandas en un programa que nunca cumplieron.
Así
las cosas, surge el tercer problema: prepararnos para un futuro de
guerras y confrontaciones impuestas por el imperio y las clases
dominantes supone, en primer lugar, construir la convicción subjetiva de
la inevitabilidad de estos escenarios. Un análisis que incluya como eje
central la preparación de fuerzas para esa eventualidad, que no se
reduce a una cuestión sólo militar sino implica algo más profundo y
previo: la disposición anímica, que pasa por una ética de no
involucrarse con los de arriba, se llamen burguesía, Estado, medios de
la derecha u ONG.
Desde este punto de vista, en América del Sur
estamos aún muy lejos. En la medida en que no tenemos recetas prontas
para aplicar sobre cómo hacer y qué rumbos tomar, los ejemplos y
referencias pueden ser de enorme ayuda. Esos hombres, esas mujeres y
esos niños que el 21 de diciembre levantaron el puño en silencio en
cinco ciudades de Chiapas nos muestran el estado anímico y organizativo
necesarios para afrontar este periodo histórico. Escuchémonos a
nosotros, bien adentro, para identificar lo que nos falta.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/12/28/index.php?section=opinion&article=015a2pol
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