El
modo de relacionarse políticamente de Argentina y Estados Unidos ha
tenido distitas formas, pero siempre un denominador común: el conflicto.
Junto al sometimiento, quizás sea la forma diplomática más común. Hasta
el ex canciller Guido Di Tella, del gobierno de Menem, llegó a hablar
de "relaciones carnales", allá por los '90, para denotar el vínculo de
sujeción hacia el país del norte.
Leandro Morgenfeld es historiador, docente en la UBA e ISEN. Además, es investigador del CONICET y acaba de publicar Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual), una lectura obligatoria para quienes quieran entender la conexión diplomática entre ambos países.
¿Qué rol tuvo EE.UU. mientras se iban independizando los países
latinoamericanos? ¿Cómo fue cambiando el trato? ¿Qué condiciones impuso
el país del norte de la mano del FMI y el Banco mundial? Estas preguntas
van encontrando respuestas cronológicas y claramente articuladas, para
tener un panorama completo de la cuestión. Pero sobre todo, Morgenfeld
analiza la actualidad de la relación entre ambos países, y piensa de qué
modo Latinoamérica puede armar una estrategia propia independientemente
de los Estados Unidos.
- Carnales, tumultuosas, maduras, conflictivas… la relación
entre Argentina y EE.UU. ha tenido distintos matices. ¿En qué etapa de
la relación estamos hoy?
- Desde el choque entre Bush y Kirchner en Mar del Plata, hasta la
actualidad, la relación bilateral atravesó distintas alternativas. Es
preciso preguntarse qué rupturas y continuidades pueden observarse entre
el realismo periférico menemista y la política exterior kirchnerista.
El “cómo estamos hoy” depende del enfoque desde el cual se lo analice. Para muchos analistas, desde 2005, cuando el gobierno de Néstor Kirchner se opuso al ALCA, se inició una nueva etapa, con una política exterior más autónoma y de creciente conflictividad con Estados Unidos, abandonando el “seguidismo” de Washington que caracterizó al gobierno de Menem. Desde la crítica del establishment, se insiste con las ideas mencionadas recurrentemente en la gran prensa: Argentina no es un país “normal” ni “serio”, como Brasil, Uruguay o Chile. Se aísla del mundo. Se dice que la política exterior está teñida por los intereses (populistas y demagogos) políticos internos. Se insiste, además, en que los constantes cambios de reglas y violaciones de las normativas espantan a los inversores y dificultan el financiamiento externo.
El “cómo estamos hoy” depende del enfoque desde el cual se lo analice. Para muchos analistas, desde 2005, cuando el gobierno de Néstor Kirchner se opuso al ALCA, se inició una nueva etapa, con una política exterior más autónoma y de creciente conflictividad con Estados Unidos, abandonando el “seguidismo” de Washington que caracterizó al gobierno de Menem. Desde la crítica del establishment, se insiste con las ideas mencionadas recurrentemente en la gran prensa: Argentina no es un país “normal” ni “serio”, como Brasil, Uruguay o Chile. Se aísla del mundo. Se dice que la política exterior está teñida por los intereses (populistas y demagogos) políticos internos. Se insiste, además, en que los constantes cambios de reglas y violaciones de las normativas espantan a los inversores y dificultan el financiamiento externo.
-¿Y desde la izquierda?
- Se enfatiza en el divorcio entre la prédica nacionalista y popular
del discurso del gobierno y una inserción internacional que favorece los
agronegocios y un modelo extractivista, con la sojización y la minería a
cielo abierto, dominada por grandes corporaciones extranjeras, como uno
de los símbolos de esa orientación. Se remarca que los gobiernos
socialdemócratas latinoamericanos sirven más bien como contención de los
procesos más radicales, como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia, donde
sí se plantea una orientación anti-estadounidense y se habla al menos
del "socialismo del siglo XXI". Desde esta perspectiva, se remarca la
contradicción entre una prédica latinoamericanista y la renuencia a
integrar el ALBA o a profundizar la CELAC.
¿Cómo fueron las relaciones durante la época de Carlos Menem?
- La política exterior menemista se caracterizó por un alineamiento
con Estados Unidos, que la mayoría caracterizó como automático, aunque
no estuvo exento de matices. El entonces canciller Di Tella sintetizó el
grado de profundización de las relaciones entre la Casa Rosada y la
Casa Blanca al caracterizarlas de "carnales", epíteto que se constituyó
en un símbolo de la sujeción a los mandatos de Washington.
- ¿En qué se materializaban esas relaciones “carnales?
-Menem no ahorró gestos hacia su "socio" del norte: años de
privatizaciones, apertura de la economía, convertibilidad, ataque contra
conquistas históricas de los trabajadores y caída y concentración de la
producción industrial. Se enviaron naves a la guerra del Golfo (primera
vez que el país se involucraba activamente en un conflicto bélico fuera
de América), se desmanteló la estratégica iniciativa del misil Cóndor
II y de diversos proyectos de industria aeroespacial y de defensa, se
votó en la ONU muchas veces según dictaba el Departamento de Estado (por
ejemplo, en contra de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos), se
concretó el retiro del Movimiento de Países No Alineados, se adhirió a
los tratados de no proliferación nuclear, se produjo la primera visita
de un presidente peronista a Estados Unidos y de un mandatario argentino
a Israel, se firmaron múltiples convenios con Washington, y se solicitó
y consiguió la elección de Argentina como aliado "extra OTAN".
- ¿Qué rol tuvo el ALCA en esta etapa de la relación?
- A principios de los años noventa, Bush presentó la "Iniciativa para
las Américas", origen de lo que fue el proyecto del ALCA. Tenía como
objeto neutralizar el intento de Europa de reposicionarse en la región
(ese año España lanzó las Cumbres Iberoamericanas, preparando los
festejos del Quinto Centenario del desembarco de Colón) y también evitar
que el Mercosur, que se constituyó en marzo de 1991, pudiera ser el
puntapié para una integración latinoamericana que venía fracasando desde
principios del siglo XIX. La estrategia de Washington de impulsar
acuerdos panamericanos, como en 1889, tenía que ver con evitar tanto la
integración iberoamericana como la latinoamericana.
El ALCA, que se empezó a discutir en la Primera Cumbre de las Américas (Miami, 1994), ya bajo el mandato de Clinton, pretendía consolidar el dominio económico de Estados Unidos en el continente, dar mejores condiciones a los capitales de ese país para avanzar en la apropiación de empresas y bienes que todavía estaban en manos de los Estados latinoamericanos y competir en mejores condiciones con los capitales europeos y asiáticos. Además, era parte de la ofensiva del capital contra el trabajo. Menem, y el resto de los gobiernos de la región, acompañaron el proyecto del ALCA durante las primeras Cumbres de las Américas.
El ALCA, que se empezó a discutir en la Primera Cumbre de las Américas (Miami, 1994), ya bajo el mandato de Clinton, pretendía consolidar el dominio económico de Estados Unidos en el continente, dar mejores condiciones a los capitales de ese país para avanzar en la apropiación de empresas y bienes que todavía estaban en manos de los Estados latinoamericanos y competir en mejores condiciones con los capitales europeos y asiáticos. Además, era parte de la ofensiva del capital contra el trabajo. Menem, y el resto de los gobiernos de la región, acompañaron el proyecto del ALCA durante las primeras Cumbres de las Américas.
- ¿Hubo algún límite posterior al proyecto del ALCA?
- Sí, en la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
realizada en Cancún (2003), los países exportadores de bienes
agropecuarios pusieron límites a las pretensiones de las grandes
potencias. A partir de allí, se empantanaron las negociaciones para
profundizar el libre comercio. En noviembre de 2005, en la Cuarta Cumbre
de las Américas, en Mar del Plata, los cuatro miembros del Mercosur y
Venezuela rechazaron el ALCA, abriendo una nueva oportunidad en la
región. Florecieron otros proyectos de integración alternativa, como la
CSN, el ALBA, la UNASUR y la CELAC.
- Un poco más atrás en el tiempo, ¿cómo fue interpretada la tercera posición de Argentina por Estados Unidos?
- La relación de Perón con la Casa Blanca tiene una marca de origen:
su publicitado choque con Braden. Perón planteó una política exterior
original, la Tercera Posición, que pretendía cierta autonomía frente a
las potencias en el marco de la naciente guerra fría. Entender qué implicó esta orientación es fundamental para comprender los vaivenes de la relación con Washington.
- ¿Por qué? ¿Cómo fue la relación en ese momento?
- Si en los primeros tres años la relación bilateral mostró signos de
mayor tensión, la crisis 1949-52 mostró los límites del proyecto
económico peronista, e impuso una reorientación del vínculo con
Washington, determinado por la expansión de los capitales
estadounidenses en todo el continente. Perón debió transitar un delicado
equilibrio entre las necesidades financieras y comerciales (hubo varias
misiones económicas al país del norte), los compromisos exigidos a
cambio (participación en la Guerra de Corea, aprobación del TIAR y de la
Carta de la OEA) y una política y discurso nacionalistas y con algunos
enunciados anti-imperialistas. El inicial compromiso a enviar tropas a
Asia, la ley de inversiones extranjeras negociada con Milton Eisenhower
en 1953 o los precontratos petroleros con la Standard Oil Company
generaron críticas y tensiones entre algunos sectores nacionalistas,
incluyendo los que apoyaban a Perón. En Estados Unidos, la Tercera
Posición fue interpretada como parte del desafío peronista a la
hegemonía estadounidense en América y por lo tanto generalmente muy
criticada.
- Luego de la experiencia con las entidades financieras que engrosaron la deuda externa argentina (y, también, de otros países), en lo que se puede interpretar como un avance del capital sobre el trabajo, Argentina terminó por pagar la deuda. ¿Debería el país, actualmente y con las condiciones del mercado, volver a tomar créditos? ¿Qué riesgos le implicaría?
- Luego de la experiencia con las entidades financieras que engrosaron la deuda externa argentina (y, también, de otros países), en lo que se puede interpretar como un avance del capital sobre el trabajo, Argentina terminó por pagar la deuda. ¿Debería el país, actualmente y con las condiciones del mercado, volver a tomar créditos? ¿Qué riesgos le implicaría?
- Históricamente, el endeudamiento externo fue una herramienta al
servicio de los intereses de la burguesía local, aliada a las grandes
trasnacionales. El Estado argentino, con el creciente peso de la deuda
pública, fundamentalmente a partir de la última dictadura, vio disminuir
su capacidad de establecer políticas económicas soberanas, otorgándole a
los organismos financieros internacionales, como el FMI y el Banco
Mundial, comandados por Estados Unidos y Europa, la capacidad de
determinar la dirección de la política económica local. En ese sentido,
es necesario realizar una auditoría de la deuda externa (para determinar
qué parte no corresponde pagar) y hay que evitar volver a endeudarse, a
pesar de las presiones del establishment internacional y sus
voceros internos. En cambio, es preciso avanzar en la creación de
mecanismos de financiamiento regional, al servicio de la construcción de
otra economía y con otros objetivos.
- ¿Debe Argentina mantener buenas relaciones con el país del norte? ¿Por qué?
- Incluso con una perspectiva anti-imperialista, las relaciones entre
los pueblos argentino y estadounidense pueden profundizarse. Y no deben
confundirse con los vínculos entre los gobiernos. Las sucesivas
administraciones estadounidenses, ya sean demócratas o republicanas,
representan los intereses del imperio del capital. Como dicen diversos
activistas del país del norte, el de Washington es el gobierno del 1%
(los sectores más concentrados del capital), contra los intereses del
otro 99%. Nunca hay que olvidar esa circunstancia. Hacer esta distinción
es necesaria, para evitar análisis simplistas de las relaciones
bilaterales. Éstas no se circunscriben a los vínculos entre los
gobiernos, las multinacionales, los banqueros o los grandes exportadores
de uno y otro país. Denunciar la acción imperialista del gobierno de
Estados Unidos no implica que no puedan afianzarse los vínculos entre
las sociedades de ambos países.
- ¿Puede Latinoamérica tener una política propia, independientemente de la agenda que marque Estados Unidos?
- Argentina, Brasil, Venezuela, México y los demás
países de la región deberían sentarse a coordinar políticas económicas,
que incluyan qué tipo de relaciones deben establecerse con Estados
Unidos y las demás potencias, y que establezcan un horizonte de
desarrollo más amplio, y no limitar las negociaciones en pos de la
integración y las discusiones bilaterales a las disputas comerciales por
intercambios desequilibrados entre distintos sectores, como ocurre
recurrentemente en el Mercosur.
El dilema de la relación con Estados Unidos es crucial para el futuro de América Latina toda. La actual crisis económica internacional impone la necesidad de plantearse alternativas que apunten al desarrollo vinculado con los países de la región, manteniendo una posición independiente de las potencias, que permita un mayor margen de autonomía. En este contexto de reordenamiento mundial del poder de las principales potencias, la disputa por América Latina se transforma en un capítulo esencial en la estrategia ofensiva estadounidense y en la reacción europea y asiática.
El dilema de la relación con Estados Unidos es crucial para el futuro de América Latina toda. La actual crisis económica internacional impone la necesidad de plantearse alternativas que apunten al desarrollo vinculado con los países de la región, manteniendo una posición independiente de las potencias, que permita un mayor margen de autonomía. En este contexto de reordenamiento mundial del poder de las principales potencias, la disputa por América Latina se transforma en un capítulo esencial en la estrategia ofensiva estadounidense y en la reacción europea y asiática.
- ¿Cuáles son los desafíos de latinoamérica?
- Tienen, en los próximos años, el desafío de intentar una
integración latinoamericana que redunde en beneficios para el conjunto
de su población. Esto, por cierto, dista mucho de buscar unirse con el
solo objeto de negociar en mejores condiciones la subordinación política
y económica a Estados Unidos, Europa o China, dando por sentado que el
dominio mundial que ejercen es inevitable. En el presente libro
destacamos cómo, a lo largo de la historia, las clases dirigentes
argentinas, en función de intereses sociales minoritarios, eludieron la
construcción de un vínculo con Estados Unidos basado en una perspectiva
latinoamericana y autónoma. La UNASUR, la CELAC y el ALBA, en este
sentido, podrían constituirse en una alternativa.
Morgenfeld publicó también Vecinos en conflcito (Ediciones Continente) el año pasado, e interviene activamente en las discusiones coyunturales en su blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com.
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