Argentina y Estados Unidos. Relaciones Peligrosas
Por Leandro Morgenfeld (www.marcha.org.ar)
Argentina tiene un déficit comercial récord con Estados Unidos, pero Washington acusa a la Casa Rosada por prácticas proteccionistas. El Departamento de Estado denuncia presiones a la prensa y mal clima para los empresarios. Los fondos buitre presionan en el Capitolio, la Casa Blanca y la justicia neoyorquina. ¿Cuál es el basamento histórico de los conflictos actuales?
El martes 11 de diciembre se conocieron los datos del comercio
exterior de Estados Unidos de los primeros diez meses de 2012. Mientras
América Latina y el Caribe tienen un gran superavit comercial con el
coloso del norte (fundamentalmente por las exportaciones de las maquilas
ubicadas en México), Argentina profundiza su déficit comercial
bilateral.
Entre enero y octubre, acumuló un saldo negativo en su comercio de
bienes con Estados Unidos de 5.054 millones de dólares, comparado con
uno de 4.463 millones del mismo período de 2011. Sin embargo, el
Departamento de Estado denunció a Argentina en la Organización Mundial
del Comercio (OMC) por supuestas prácticas proteccionistas. Mientras
tanto, bloquea con mecanismos no arancelarios distintas exportaciones
agropecuarias argentinas (como la carne y los limones).
Si bien esta situación afecta particularmente a la economía local, en
la que escasean justamente las divisas, las presiones del país del
norte no cesan. Al mismo tiempo, los fondos buitre incrementan la
ofensiva en el Capitolio (para sancionar a Argentina y bloquear futuros
préstamos), en la justicia (está pendiente la resolución a partir del
fallo del juez Griesa) y en la Casa Blanca (para que inste al gobierno
argentino a reabrir el canje de la deuda).
El mismo martes 11 de diciembre, la subsecretaria de Estados para
Asuntos Hemisféricos, Roberta Jacobson, en su alocución en el Consejo de
las América, se refirió a la Argentina. Por un lado, planteó la
preocupación de empresarios estadounidenses por las restricciones que
sufren por parte del Estado y por el proteccionismo comercial. Instó a
generar un clima de estabilidad, seguridad jurídica y mayor apertura y
desregulación de la economía. Por otra parte, expresó "preocupación" por
el avance contra la libertad de expresión y contra la prensa
"independiente", por parte de gobiernos populistas de la región.
Si bien el gobierno argentino, a diferencia de los de Venezuela,
Bolivia y Ecuador, no tiene una política de abierta confrontación con
Washington, los problemas y roces bilaterales persisten. Ello tiene una
raíz histórica. Como analizamos en Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual), una constante de la relación bilateral es la competencia por la colocación de la producción primaria.
Uno de los factores económicos clave para entender los conflictos con
Estados Unidos tiene que ver con las dificultades de las exportaciones
de bienes agropecuarios argentinos para ingresar en el mercado
estadounidense, primero por barreras arancelarias y luego por distintas
formas de proteccionismo no arancelario (subsidios, legislación de
igualación de costos o barreras fito-sanitarias). Infructuosamente,
desde hace 150 años, la diplomacia argentina realizó múltiples gestiones
para destrabar las exportaciones hacia el país del norte, resistidas
por el bloque agrícola, con inmensa capacidad de lobby tanto en
el Congreso como en la Casa Blanca. Las lanas a fines del siglo XIX,
las carnes en la década de 1920 o los cítricos en la actualidad
enfrentaron el particular proteccionismo estadounidense.
El Departamento de Estado, por su parte, utilizó las expectativas de
los exportadores argentinos, y de otros países del continente, para
evitar que los gobiernos del sur desarrollaran una política de
confrontación hacia la potencia del norte. En la década de 1930, en la
de 1960 o incluso en los últimos veinte años, esta cuestión operó como
un factor disciplinador, que morigeró los planteos más
anti-estadounidenses en la región. Una constante de los distintos
gobiernos argentinos, incluso de aquellos que esbozaban una retórica
nacionalista y que enfatizaban la autonomía, fue soslayar las posturas
antiimperialistas. Así, en general, fueron abandonadas las
confrontaciones con la potencia del norte, en función de las
negociaciones y las expectativas de colocar mayores exportaciones en el
mercado estadounidense, conseguir insumos estratégicos, o bien facilitar
la llegada de préstamos e inversiones.
Las diferencias bilaterales no se saldarán con estrategias de
alineamiento o seducción. Es hora de abandonar la idea de que el mejor
horizonte posible para Argentina o cualquier otro país latinoamericano
es constituirse como satélite privilegiado de la potencia de turno.
Muchos gobiernos, incluidos los argentinos, suelen olvidar sus
posiciones en favor de la autonomía cuando aparecen promesas de Estados
Unidos de otorgar concesiones comerciales o financieras. Los países
latinoamericanos, por el contrario, están llamados a potenciar un eje
alternativo al proyecto de Estados Unidos de consolidar su hegemonía en
el Hemisferio Occidental. Pero tampoco deben avanzar en acuerdos de
libre comercio similares con la Unión Europea o China. Es necesario
evitar esas relaciones peligrosas.
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