Griesa y los medios
Luis Bruschtein (Página/12)
Si el
fallo del juez Thomas Griesa se aplicara, sentaría un precedente que
impediría a los países reestructurar sus deudas soberanas. En el caso
argentino, si no reestructuraba su deuda hubiera sido imposible que la
economía pudiera salir del infierno al que la habían llevado los
gobiernos anteriores. Es decir, aquellos que habían tomado deuda, de la
dictadura en adelante. Con esa cruz de plomo no alcanzaba con la soja ni
con los precios altos de los commodities. Argentina seguiría sumida en
una crisis eterna, con la mayor parte de su población en la miseria,
incluida gran parte de la actual clase media. Muchos de los comerciantes
y profesionales que cacerolean, y muchos de los trabajadores que
despotrican por el impuesto a las Ganancias, en gran parte deben su
prosperidad a esa reestructuración que hizo Néstor Kirchner de una deuda
que él no había contraído.
En los fundamentos de su fallo, el juez Griesa se basó en
“declaraciones inflamadas” de altos funcionarios a medios de
comunicación de que no pagarían ni un solo dólar a los fondos buitre.
Parece hecho a propósito, como si fuera un capricho del destino que esa
frase relacionada con los medios esté en el corazón de este embrollo con
proyección internacional que tiene a la Argentina como protagonista. El
tema “medios” se ha convertido en una marca nacional, la marca de la
polémica.
Es difícil saber cuál habrá sido la intención del juez Griesa al
basarse en parte en los medios para elaborar su fallo contra la
Argentina y a favor de los fondos buitre. A esta altura, cualquier
mención a los medios despierta susceptibilidades, aunque en este caso no
vaya más allá de la mención. Pero, al mismo tiempo, esa alusión a los
medios da un aire descuidado a la resolución de Griesa, como si hubiera
sido hecha sin esfuerzo ni demasiada rigurosidad.
El tema de los medios estaba en el aire en ese momento. El Grupo
Clarín había realizado un movimiento también inesperado. Después de
criticar furiosamente el per saltum, el Supergrupo trató de llegar
directamente a los jueces de la Corte, usando así un mecanismo al que se
había opuesto en forma frenética cuando lo impulsó el oficialismo.
El planteo también hacía un rulo de paradoja. El multimedio
expresaba su preocupación ante la crisis generada en el fuero civil y
comercial, donde se resuelve la desinversión establecida por la ley de
medios. Pero responsabiliza al Gobierno por una situación que se generó a
partir de las operaciones del mismo Grupo para frenar la aplicación de
la ley. Clarín acusa al Gobierno, pero no explica la participación de
algunos jueces de ese fuero en actividades de lobby a favor de la
megaempresa a través de una institución de lobby como es el Certal, que
tiene, entre otros, a varios gerentes del Grupo Clarín entre sus
directivos y en la que participan también familiares de jueces que han
tenido un protagonismo desmedido en el esfuerzo por frenar la norma que
aprobó el Congreso.
El único elemento extraño con relación a la ley de medios es que se
haya demorado tres años su aplicación. Y eso demuestra el poder de lobby
y presión de una empresa de capital concentrado y confirma la necesidad
de que esa ley se aplique. Un grupo que tiene esa capacidad de operar
sobre jueces, al punto de demorar la vigencia de una ley que fue
aprobada después de largos debates en la sociedad y en el Parlamento, es
contradictorio con el funcionamiento de la democracia. Porque lo peor
de todo es que puede operar sobre los jueces y provocar esa demora a
plena luz del día, mientras trata de convencer a la sociedad que lo
normal es que las leyes no se apliquen o que los jueces tienen más
autoridad que el Congreso.
Porque no se trata de una empresa común, por más concentrada que
sea. Se trata de un megamultimedio que genera significados sobre lo que
sucede en la realidad. Entonces, además de una posición dominante en el
mercado, tiene la capacidad para convencer a una buena parte de la
sociedad de que esa situación es normal. Puede naturalizar la anomalía y
convertir en piropo al exabrupto.
Siempre en relación con los medios, el editorial del diario La
Nación de ayer, tras conocerse el fallo de Griesa, fue titulado como:
“El valor de honrar las deudas”. El diario apoyó, desde la dictadura en
adelante, a todos los gobiernos que tomaron deuda en condiciones
usurarias, con lo cual estimuló ese jugoso negocio financiero contra el
Estado. En su editorial ahora aconsejó al Gobierno que traicione la
confianza del 93 por ciento de los bonistas que entraron en las dos
reestructuraciones de deuda para favorecer a los fondos buitre.
El editorial critica la reestructuración de la deuda que llevó a
cabo el kirchnerismo con una quita de casi el 70 por ciento y afirma que
podría haberse logrado un proceso menos traumático con una quita menor y
acortando los plazos. Resulta alarmante que lo que está planteando no
es que hay que acatar un fallo, es decir que aunque el fallo sea injusto
hay que acatarlo porque son las reglas de juego, o lo que fuera. No
alega una razón jurídica, sino que está planteando que los fondos buitre
tienen razón y, por lo tanto, el fallo de Griesa es justo, es decir,
toma partido por los fondos que embargaron la Fragata Libertad al mismo
tiempo que critica al Gobierno por haber permitido que la embarguen.
La razón de fondo no es el embargo ni el fallo de Griesa, sino la
vieja discusión sobre la deuda externa. Si no hubiera sido por el
sistema de ideas que expresa La Nación, esa deuda no hubiera existido.
No hay una discusión superada. Apenas puedan, apenas encuentren el más
mínimo resquicio, los intereses que generaron esa deuda irracional,
impagable y destructiva volverán a intentarlo.
Medios y más medios. El neoliberalismo trata de ocultar la fuerza
del poder económico y cómo gravita sobre las instituciones democráticas,
desde el Parlamento o los partidos políticos hasta la Justicia y los
demás poderes. Y trata de convencer de que ese concepto sólo se utiliza
como justificación de la ineficiencia. La forma en que los fondos buitre
tratan de torcer el brazo a un Estado soberano y la forma en que el
Grupo Clarín ha logrado retrasar tres años la aplicación de una norma
antimonopolio tratando de torcerle el brazo al Estado, y a los poderes
Legislativo y Judicial, dan significado al concepto de poder económico.
Los dos problemas más graves de los que habló el país esta semana están
definidos por acciones de poder económico que tratan de prevalecer por
sobre las instituciones democráticas.
Y volviendo a los medios. Es difícil defenderse de esa ofensiva de
sectores del poder económico cuando los grandes medios le atribuyen a
esas ofensivas un carácter positivo. Hay dos escenarios de confrontación
del poder económico con las instituciones democráticas. Y dos grandes
medios, como Clarín y La Nación, generando información que justifica las
actitudes del poder económico.
La Nación retrotrae el debate a la década de los ’90 con el mismo
rosario de ideas que justificaron el endeudamiento y defendió la
posición de los acreedores, en este caso los fondos buitre. En el caso
de Clarín, denuncia supuestas presiones del Gobierno sobre el Poder
Judicial, para ocultar sus propias operaciones de cooptación de jueces.
El grupo multimediático se opuso a establecer de forma institucional la
vía del per saltum, pero trató de usarla de oficio. En todo momento está
latente la tormenta mediática que deberá afrontar cualquier decisión
judicial que contradiga sus intereses.
Un desafío de la joven democracia en Argentina es disciplinar a un
poder económico acostumbrado a marcarles el paso a los gobiernos y a las
instituciones en general. Es muy difícil hacerlo cuando los grandes
medios, que son los que explican esas situaciones, también están
acostumbrados a ponerse siempre del lado del poder económico. Es muy
difícil sostener o profundizar la democracia de esa manera. Y es mucho
más difícil todavía cuando las grandes empresas de medios no solamente
se ponen de ese lado, sino que además forman parte, ellas como empresas,
del poder económico más concentrado.
La controversia entre mercado o democracia sostiene esa
confrontación de intereses entre el interés público y el interés de una
empresa. La democracia sólo puede avanzar en la medida en que prime el
interés público.
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