sábado, 10 de noviembre de 2012

Los deberes de Obama, según Rapoport






Mario Rapoport, BAE


La llegada de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, el 20 de noviembre de 2009, tiene muchos paralelismos con el arribo al gobierno de otro demócrata, Franklin Delano Roosevelt en 1933. Ambos forman o formaron parte del mismo partido político, ambos sucedieron a sendos gobiernos republicanos y los dos debieron enfrentar la más devastadoras crisis de la economía estadounidense, que sus antecesores les dejaron en bandeja. Roosevelt fue reelegido cuatro veces, quizás ayudado en las últimas elecciones por la Segunda Guerra Mundial, pero igual le pegó un susto mayor al establishment norteamericano con sus políticas poco conservadoras, de modo que a partir de su último mandato, cuyo fin fue anticipado por su muerte, se apresuraron a cambiar la Constitución y a no permitir más que una sola reelección. Como dice Galbraith en sus memorias, Roosevelt se había convertido, por sus políticas económicas y sociales, en un enemigo de su propia clase (era una aristócrata del Este, de una ilustre y rica familia política)
Obama no desciende de una familia tradicional, bien por el contrario, ni tampoco sus políticas suscitaron tanto odio, aunque durante gran parte de la historia de la potencia del Norte el color de su piel era casi similar a una grave enfermedad. Pero los tiempos cambian. El presidente pudo ser reelegido por una cómoda mayoría en el colegio electoral con el precedente a su favor de que sus adversarios políticos son todavía considerados responsables de un verdadero huracán financiero que ya produjo más víctimas que el “Sandy” o el “Katrina”, con la diferencia de que su pasaje devastador puede durar más de una década como en los años ’30. Además, también, que la fuerte influencia hispana se hace notar cada vez más, acompañando el voto de los negros y significativamente de las mujeres, que rechazan las “guerras de redención” mucho más que los hombres, quizá porque tienen hijos y nietos que deberían pelear en ellas.
Ya no vale la pena, por el momento, referirse a los populistas republicanos, con su preferencia por tomar el té sin pagar impuestos (al menos los de su núcleo duro), al igual que los patriotas de la independencia, como si no supieran que en aquella época era un tributo colonial y no la base de sustentación de un Estado propio, que aun desarticulado todavía proporciona con su ayuda un alivio a muchos ciudadanos.
Pero igual quedan los “lapsus” de Obama, que con ser muchos parecen más reparables que las torpezas de los republicanos, sin dejar de tener en cuenta el no cumplimiento de la retirada de Afganistán, por eso de que la guerra sigue siendo necesaria a la potencia imperial para controlar zonas que huelen a petróleo o tienen algún significado geopolítico. Es además un presupuesto que debe gastarse pese a la crisis porque la supervivencia de muchos militares depende de él, así como el de las industrias armamentistas que los respaldan.
Ahora es posible mencionar con más tranquilidad otros de los principales “lapsus" del renovado presidente, que muchos de sus sostenedores en Europa y los Estados Unidos ya señalaban anticipadamente y que pudieron hacerle perder las elecciones. De aquí en más esos “lapsus” se convierten en “deberes” a rehacer para tranquilizar a los ciudadanos de su país y del mundo.

1. Obama no perseveró en el camino de la recuperación económica, o se quedó extraviado en alguna parte de él. Después de un primer impulso en ese sentido, no creó los empleos que se necesitaban y aún la tasa de desempleo es muy alta, con muchos millones de ciudadanos esperando por algún trabajo. Entre la recuperación y la reducción del déficit eligió lo segundo.

2. En un país donde la mayoría cree todavía que cada ciudadano es responsable de su condición social y hay poca solidaridad con los inmigrantes o los perdedores de la crisis, los esfuerzos de Obama para mejorar la ayuda social, la educación y la salud y combatir de ese modo la pobreza no han dado todavía muchos resultados. La desigualdades siguen creciendo. El índice de Gini pasó de 0,400 en 1981 a 0,470 en 2010.

3. Si bien después de tres años de lucha logró cierto éxito en imponer un seguro de salud, no reemplazó ni modificó las redes privadas existentes como lo intentó Clinton en 1993. Esta reforma se dirige sobre todo a los que no tienen seguro de salud en sus contratos de trabajo y a otros carenciados pero deja afuera a 27 millones de personas, como los inmigrantes recientes y otros.

4. Con respecto al tema inmobiliario, a pesar de los millones de expulsiones y expropiaciones no se han hecho programas de ayuda para propietarios y locatarios, ni se han tomado medidas contra los bancos responsables del desastre.

5. En materia de derechos civiles ha sido exitoso en algunos casos, como el de los homosexuales, pero no ha logrado reformar la política inmigratoria ni resuelto el problema de los indocumentados.
6. No ha cambiado esencialmente la política exterior ni de seguridad nacional. Bases, como la de Guantánamo, continúan. Una flota norteamericana se despliega en América latina. Se aumentó la presencia civil y militar en Afganistán. La paz entre Israel y los palestinos no parece constituir un problema esencial para Washington.

7. Con respecto a China, Obama no cree que los Estados Unidos estén declinando política y económicamente y China como potencia emergente en pleno ascenso pueda reemplazarlos pronto, aunque sabe que las relaciones de fuerza no son las mismas que en el pasado: los chinos poseen gran parte de los bonos del Tesoro y si los Estados Unidos quiere imponer sus condiciones debe someterse a duras negociaciones. Ya lo había dicho Mao: la potencia del Norte “es un tigre de papel” (ahora sabemos que quizá se refería al papel moneda, el llamado dólar, por eso los chinos se dedicaron a comprarlo y tienen al tigre en sus manos).

8. En cuanto a América latina, si bien no surge como región prioritaria para el gobierno de Washington y éste no es más tampoco el líder incontestado de la región la intención es tratar de subsanar reveses pasados, como en el caso del ALCA, haciendo un trabajo de zapa país por país, como en Paraguay. También juega su baza a través de muchos medios de difusión locales donde los Estados Unidos tiene abundantes espacios. Por supuesto, no le agrada el Gobierno argentino y sus políticas, que van a contramano de las ideologías que predominan en el Norte.
El principal problema del gobierno de Obama va a ser el de revertir la crisis económica en su país aunque, por el momento, pueda tratar de hacer jugar el poderío militar y político menos menguado que el económico. El presidente no será recordado ni odiado como Roosevelt (obviamente que por distintos sectores o razones) pero al menos detrás de él quedaron los buitres de las finanzas y los empresarios de las guerras, de los que no podemos esperar nada. Veremos qué nuevos desafíos le quedan a las democracias de nuestra región en este nuevo período que comienza.

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