Mario
Rapoport, BAE
La llegada de Barack Obama a la
presidencia de los Estados Unidos, el 20 de noviembre de 2009, tiene muchos
paralelismos con el arribo al gobierno de otro demócrata, Franklin Delano
Roosevelt en 1933. Ambos forman o formaron parte del mismo partido político,
ambos sucedieron a sendos gobiernos republicanos y los dos debieron enfrentar
la más devastadoras crisis de la economía estadounidense, que sus antecesores
les dejaron en bandeja. Roosevelt fue reelegido cuatro veces, quizás ayudado en
las últimas elecciones por la Segunda Guerra Mundial, pero igual le pegó un
susto mayor al establishment norteamericano con sus políticas poco
conservadoras, de modo que a partir de su último mandato, cuyo fin fue
anticipado por su muerte, se apresuraron a cambiar la Constitución y a no
permitir más que una sola reelección. Como dice Galbraith en sus memorias,
Roosevelt se había convertido, por sus políticas económicas y sociales, en un
enemigo de su propia clase (era una aristócrata del Este, de una ilustre y rica
familia política)
Obama no desciende de una familia
tradicional, bien por el contrario, ni tampoco sus políticas suscitaron tanto
odio, aunque durante gran parte de la historia de la potencia del Norte el
color de su piel era casi similar a una grave enfermedad. Pero los tiempos
cambian. El presidente pudo ser reelegido por una cómoda mayoría en el colegio
electoral con el precedente a su favor de que sus adversarios políticos son
todavía considerados responsables de un verdadero huracán financiero que ya
produjo más víctimas que el “Sandy” o el “Katrina”, con la diferencia de que su
pasaje devastador puede durar más de una década como en los años ’30. Además,
también, que la fuerte influencia hispana se hace notar cada vez más,
acompañando el voto de los negros y significativamente de las mujeres, que
rechazan las “guerras de redención” mucho más que los hombres, quizá porque
tienen hijos y nietos que deberían pelear en ellas.
Ya no vale la pena, por el momento,
referirse a los populistas republicanos, con su preferencia por tomar el té sin
pagar impuestos (al menos los de su núcleo duro), al igual que los patriotas de
la independencia, como si no supieran que en aquella época era un tributo
colonial y no la base de sustentación de un Estado propio, que aun
desarticulado todavía proporciona con su ayuda un alivio a muchos ciudadanos.
Pero igual quedan los “lapsus” de Obama,
que con ser muchos parecen más reparables que las torpezas de los republicanos,
sin dejar de tener en cuenta el no cumplimiento de la retirada de Afganistán,
por eso de que la guerra sigue siendo necesaria a la potencia imperial para
controlar zonas que huelen a petróleo o tienen algún significado geopolítico.
Es además un presupuesto que debe gastarse pese a la crisis porque la
supervivencia de muchos militares depende de él, así como el de las industrias
armamentistas que los respaldan.
Ahora es posible mencionar con más
tranquilidad otros de los principales “lapsus" del renovado presidente,
que muchos de sus sostenedores en Europa y los Estados Unidos ya señalaban
anticipadamente y que pudieron hacerle perder las elecciones. De aquí en más
esos “lapsus” se convierten en “deberes” a rehacer para tranquilizar a los
ciudadanos de su país y del mundo.
1. Obama no perseveró en el camino de la
recuperación económica, o se quedó extraviado en alguna parte de él. Después de
un primer impulso en ese sentido, no creó los empleos que se necesitaban y aún
la tasa de desempleo es muy alta, con muchos millones de ciudadanos esperando
por algún trabajo. Entre la recuperación y la reducción del déficit eligió lo
segundo.
2. En un país donde la mayoría cree
todavía que cada ciudadano es responsable de su condición social y hay poca
solidaridad con los inmigrantes o los perdedores de la crisis, los esfuerzos de
Obama para mejorar la ayuda social, la educación y la salud y combatir de ese
modo la pobreza no han dado todavía muchos resultados. La desigualdades siguen
creciendo. El índice de Gini pasó de 0,400 en 1981 a 0,470 en 2010.
3. Si bien después de tres años de lucha
logró cierto éxito en imponer un seguro de salud, no reemplazó ni modificó las
redes privadas existentes como lo intentó Clinton en 1993. Esta reforma se
dirige sobre todo a los que no tienen seguro de salud en sus contratos de
trabajo y a otros carenciados pero deja afuera a 27 millones de personas, como
los inmigrantes recientes y otros.
4. Con respecto al tema inmobiliario, a
pesar de los millones de expulsiones y expropiaciones no se han hecho programas
de ayuda para propietarios y locatarios, ni se han tomado medidas contra los
bancos responsables del desastre.
5. En materia de derechos civiles ha
sido exitoso en algunos casos, como el de los homosexuales, pero no ha logrado
reformar la política inmigratoria ni resuelto el problema de los
indocumentados.
6. No ha cambiado esencialmente la
política exterior ni de seguridad nacional. Bases, como la de Guantánamo,
continúan. Una flota norteamericana se despliega en América latina. Se aumentó
la presencia civil y militar en Afganistán. La paz entre Israel y los
palestinos no parece constituir un problema esencial para Washington.
7. Con respecto a China, Obama no cree
que los Estados Unidos estén declinando política y económicamente y China como
potencia emergente en pleno ascenso pueda reemplazarlos pronto, aunque sabe que
las relaciones de fuerza no son las mismas que en el pasado: los chinos poseen
gran parte de los bonos del Tesoro y si los Estados Unidos quiere imponer sus
condiciones debe someterse a duras negociaciones. Ya lo había dicho Mao: la
potencia del Norte “es un tigre de papel” (ahora sabemos que quizá se refería
al papel moneda, el llamado dólar, por eso los chinos se dedicaron a comprarlo
y tienen al tigre en sus manos).
8. En cuanto a América latina, si bien
no surge como región prioritaria para el gobierno de Washington y éste no es
más tampoco el líder incontestado de la región la intención es tratar de
subsanar reveses pasados, como en el caso del ALCA, haciendo un trabajo de zapa
país por país, como en Paraguay. También juega su baza a través de muchos
medios de difusión locales donde los Estados Unidos tiene abundantes espacios.
Por supuesto, no le agrada el Gobierno argentino y sus políticas, que van a
contramano de las ideologías que predominan en el Norte.
El principal problema del gobierno de
Obama va a ser el de revertir la crisis económica en su país aunque, por el
momento, pueda tratar de hacer jugar el poderío militar y político menos
menguado que el económico. El presidente no será recordado ni odiado como
Roosevelt (obviamente que por distintos sectores o razones) pero al menos
detrás de él quedaron los buitres de las finanzas y los empresarios de las
guerras, de los que no podemos esperar nada. Veremos qué nuevos desafíos le
quedan a las democracias de nuestra región en este nuevo período que comienza.
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