Cómo impacta en Argentina la reelección en EEUU
Lo que más puede afectar a nuestro país son las decisiones económicas internas que Obama pueda tomar, no así alguna acción directa a favor o en contra. En lo político, nada indica que las relaciones bilaterales, hoy frías, se harán más fluidas.
Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
El resultado electoral que le concedió un
nuevo mandato al presidente de EEUU Barack Obama no debería generar
grandes cambios en la relación bilateral entre nuestro país y la
escorada potencia del Norte.
Desde el punto de vista político, las relaciones siguen frías y desde el comercial se mantendrán las trabas bilaterales. Si hubiera ganado el candidato republicano Romney, quizás hubiese habido un endurecimiento mayor, pero no significativo.
Pero hay aspectos de la economía norteamericana que nos podrían perjudicar o beneficiar en forma indirecta según las decisiones políticas internas que implemente el mandatario reelecto.
El dato clave es que la economía estadounidense lleva cuatro años de estancamiento, con una caída del nivel de actividad que no se recupera, un nivel de empleo que no crece tan rápido como aumenta la demanda de trabajo, salarios deprimidos y miedo que lleva a tener conductas de consumo más cautelosas y aumentar el ahorro.
Dado que el mercado interno siempre representó el 70% del PBI norteamericano, estos datos no son alentadores y forman parte de una inercia que no se ha podido romper pese a las millonarias inyecciones de dinero hechas por el Tesoro y la Reserva Federal.
Tampoco hay muchas esperanzas por el lado de las exportaciones, ya que los principales clientes están en crisis y siempre dependieron del consumo norteamericano. Con la caída del consumo interno de EEUU, ni Europa, ni Japón o China, e incluso países de América Latina, pueden esperar fuertes reversiones del ciclo.
El problema estructural más serio que debe enfrentar el presidente Obama es la deuda pública de EEUU, que alcanza al 117% del PBI. Vale recordar que cuando Bill Clinton le entregó la presidencia a Bush, le dejó superávit fiscal y una deuda que no superaba el 70% del PBI. Hoy estas cifras son historia y el problema es serio.
Lo grave es que no hay un gran aumento del gasto pero hay una grave caída de la recaudación por los efectos de la crisis, a pesar de haberse aumentado algunos impuestos. Y la crisis social, a su vez, le demanda mayores servicios al estado que solo puede financiarlo con más deuda o con mayor emisión. El caso más urgente es el del aumento de la tasa de longevidad, que hace que los jubilados vivan más pero requieran mayores servicios del Estado, sobre todo en el área de salud.
La mayor necesidad de endeudamiento, la emisión y la imposibilidad de eliminar el déficit llevan a que el Tesoro deba endeudarse más lo que aumenta el costo, pero a su vez sigue mandando dólares al mercado, lo que puede contribuir a una mayor devaluación. Si el dólar no se ha devaluado más es porque la crisis europea genera mucha desconfianza y, si no hubiera sobresaltos mayores, el destino del dólar es estar más devaluado en el futuro.
Dólar en cantidades
Con el dólar devaluado es posible que haya mayores flujos de capitales hacia mercados emergentes confiables (que no es el caso de la Argentina), pero la devaluación puede impactar en aumentos en los precios internacionales medidos en dólares, sobre todo los de las materias primas, lo que nos beneficiaría en las exportaciones de granos. También nos daría ventajas en las exportaciones hacia la Zona Euro.
En nuestra economía doméstica, podría haber una mayor irrupción de dólares que ayudarían al Banco Central, aunque siempre existe el condicionante de la inflación, que no permite aprovechar esta ventaja y de lo cual el gobierno no tema nota. Con el dólar devaluado y elevada inflación, con un tipo de cambio retrasado, el aumento de los costos en dólares aprieta de manera letal sobre la competitividad de los productos argentinos.
En resumidas cuentas, lo que más puede impactar en la economía argentina son las decisiones que el presidente de EEUU decida tomar para reactivar su economía y no alguna acción directa a favor o en contra.
Al día de hoy, y según los mensajes de campaña, América Latina no figuraba en ningún discurso como tema de preocupación de ninguno de los candidatos.
Desde el punto de vista político, las relaciones siguen frías y desde el comercial se mantendrán las trabas bilaterales. Si hubiera ganado el candidato republicano Romney, quizás hubiese habido un endurecimiento mayor, pero no significativo.
Pero hay aspectos de la economía norteamericana que nos podrían perjudicar o beneficiar en forma indirecta según las decisiones políticas internas que implemente el mandatario reelecto.
El dato clave es que la economía estadounidense lleva cuatro años de estancamiento, con una caída del nivel de actividad que no se recupera, un nivel de empleo que no crece tan rápido como aumenta la demanda de trabajo, salarios deprimidos y miedo que lleva a tener conductas de consumo más cautelosas y aumentar el ahorro.
Dado que el mercado interno siempre representó el 70% del PBI norteamericano, estos datos no son alentadores y forman parte de una inercia que no se ha podido romper pese a las millonarias inyecciones de dinero hechas por el Tesoro y la Reserva Federal.
Tampoco hay muchas esperanzas por el lado de las exportaciones, ya que los principales clientes están en crisis y siempre dependieron del consumo norteamericano. Con la caída del consumo interno de EEUU, ni Europa, ni Japón o China, e incluso países de América Latina, pueden esperar fuertes reversiones del ciclo.
El problema estructural más serio que debe enfrentar el presidente Obama es la deuda pública de EEUU, que alcanza al 117% del PBI. Vale recordar que cuando Bill Clinton le entregó la presidencia a Bush, le dejó superávit fiscal y una deuda que no superaba el 70% del PBI. Hoy estas cifras son historia y el problema es serio.
Lo grave es que no hay un gran aumento del gasto pero hay una grave caída de la recaudación por los efectos de la crisis, a pesar de haberse aumentado algunos impuestos. Y la crisis social, a su vez, le demanda mayores servicios al estado que solo puede financiarlo con más deuda o con mayor emisión. El caso más urgente es el del aumento de la tasa de longevidad, que hace que los jubilados vivan más pero requieran mayores servicios del Estado, sobre todo en el área de salud.
La mayor necesidad de endeudamiento, la emisión y la imposibilidad de eliminar el déficit llevan a que el Tesoro deba endeudarse más lo que aumenta el costo, pero a su vez sigue mandando dólares al mercado, lo que puede contribuir a una mayor devaluación. Si el dólar no se ha devaluado más es porque la crisis europea genera mucha desconfianza y, si no hubiera sobresaltos mayores, el destino del dólar es estar más devaluado en el futuro.
Dólar en cantidades
Con el dólar devaluado es posible que haya mayores flujos de capitales hacia mercados emergentes confiables (que no es el caso de la Argentina), pero la devaluación puede impactar en aumentos en los precios internacionales medidos en dólares, sobre todo los de las materias primas, lo que nos beneficiaría en las exportaciones de granos. También nos daría ventajas en las exportaciones hacia la Zona Euro.
En nuestra economía doméstica, podría haber una mayor irrupción de dólares que ayudarían al Banco Central, aunque siempre existe el condicionante de la inflación, que no permite aprovechar esta ventaja y de lo cual el gobierno no tema nota. Con el dólar devaluado y elevada inflación, con un tipo de cambio retrasado, el aumento de los costos en dólares aprieta de manera letal sobre la competitividad de los productos argentinos.
En resumidas cuentas, lo que más puede impactar en la economía argentina son las decisiones que el presidente de EEUU decida tomar para reactivar su economía y no alguna acción directa a favor o en contra.
Al día de hoy, y según los mensajes de campaña, América Latina no figuraba en ningún discurso como tema de preocupación de ninguno de los candidatos.
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