lunes, 5 de noviembre de 2012

Argentina y Estados Unidos. Vicisitudes de una relación

 Juan Montes de Oca, Dios argentino (Gentileza Galería Braga Menéndez)

Argentina y Estados Unidos

Por Leandro Morgenfeld* (Le Monde Diplomatique N. 161, noviembre 2012, pp. 24-25)

Las turbulencias a las que se encuentra sometida desde hace años la relación bilateral parecieron menguar tras la reelección de Cristina Kirchner. Sin embargo, no tardaron en reaparecer las diferencias económicas, políticas e ideológicas.   

as expectativas que generó en la Casa Rosada la llegada al poder de Barack Obama en Estados Unidos, en enero de 2009, se diluyeron rápidamente: Washington amparó el golpe militar que depuso al presidente hondureño Manuel Zelaya, no cerró la cárcel en Guantánamo, mantuvo la IV Flota del Comando Sur en el Caribe, y aumentó la presencia militar en la región (1). Es justamente por esta mayor presencia de continuidades que de rupturas con la era Bush en la política estadounidense hacia América Latina, que un eventual segundo mandato de Obama ya no es percibido tan positivamente en la región, a pesar del rechazo que generan las encendidas declaraciones del candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney, a favor de un mayor endurecimiento de la política contra Cuba y Venezuela o de las iniciativas racistas contra los inmigrantes latinos ilegales.

Así, la gira de Obama por Sudamérica, en marzo de 2011, provocó poco entusiasmo y menos resultados (apenas promesas de mayor intercambio académico), y en la última Cumbre de las Américas, los países latinoamericanos, a pesar de la oposición del Departamento de Estado, pudieron plantear los temas más candentes (Cuba, Malvinas, narcotráfico e inmigración) (2).


De los recelos al acercamiento


La relación entre Barack Obama y Cristina Kirchner atravesó diversas etapas. La mandataria había elogiado a Obama cuando asumió en 2009 y, durante los primeros meses de la gestión del presidente demócrata, intentó lograr una reunión bilateral. A fines de 2010, cuando se filtraron los cables de WikiLeaks, 2.500 de los cuales referían a Argentina, hubo cortocircuitos con la embaja estadounidense en Buenos Aires (3). Luego se supo que Obama no visitaría la capital argentina, en su primera gira presidencial por la región sudamericana. En febrero, se produjo el incidente por el avión militar requisado en Ezeiza por el propio canciller argentino Héctor Timerman, que profundizó los recelos de la Casa Blanca y pospuso los intentos de acercamiento.

La administración Obama, presionada por la American Task Force Argentina, el influyente grupo que defiende a los especuladores y hace lobby en favor de los “fondos buitre” (4), votó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial en contra del otorgamiento de créditos a Argentina. Por su parte, el kirchnerismo, en un año electoral, profundizó su retórica nacionalista y latinoamericanista y las relaciones atravesaron su peor momento.

Los sectores liberales locales y la gran prensa aprovecharon esta circunstancia para criticar el supuesto aislamiento argentino, la propensión a la desmesura en materia de política exterior y la filiación chavista del kirchnerismo (5).

Sin embargo, ni bien se confirmó la reelección de Cristina Kirchner, la Casa Blanca y la Rosada escenificaron un rápido acercamiento. La presidenta recibió a la embajadora estadounidense Vilma Socorro Martínez y se anunció el esperado encuentro con Obama, que se materializó en la Cumbre del G20 (Cannes, 4 de noviembre). Allí se privilegiaron las coincidencias bilaterales y se plantearon diversas líneas de trabajo conjunto para el futuro inmediato.

El Departamento de Estado impulsó el acercamiento para morigerar las posiciones más antiestadounidenses en la región –el eje bolivariano– y también para presionar al país en función de intereses económicos concretos: empresas estadounidenses que ganaron fallos contra Argentina en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), fondos buitre, el FMI que reclama auditar las cuentas nacionales, y exportadores que buscan evitar las recientes limitaciones a las importaciones.

Tras el encuentro en Cannes, la Casa Rosada no ahorró gestos hacia Estados Unidos: aprobó la Ley Antiterrorista que demandaba Estados Unidos, a través del GAFI; habilitó en Diputados el debate sobre las operaciones militares conjuntas (“Gringo-Gaucho”); mantuvo su política de aislamiento del régimen iraní; celebró la posición “neutral” de Estados Unidos en el diferendo por Malvinas; el gobernador del Chaco Jorge Capitanich, cercano a la Casa Rosada, permitió al Comando Sur instalar una base “humanitaria” en Resistencia; y se iniciaron negociaciones para el desembarco de petroleras estadounidenses, como Chevron y Exxon-Mobil, en el mercado hidrocarburífero argentino.

En las últimas semanas, el Pentágono concretó un cuestionado acuerdo con el Ministerio de Defensa para dar cursos a su personal (6), y en la influyente Universidad de Georgetown se abrió una cátedra argentina, impulsada por la Casa Rosada.


Tensiones bilaterales


Sin embargo, ya desde principios de 2012, y a pesar de los gestos de distensión, reaparecieron las diferencias. El gobierno de Obama condenó en marzo a Argentina excluyéndola del Sistema General de Preferencias (descuentos aduaneros a países en desarrollo) para presionarla a pagar 300 millones de dólares a las empresas Azurix (ex proveedora de servicios de agua y cloacas en la provincia de Buenos Aires) y BlueRidge (fondo que compró a la empresa CMS, accionista de una transportadora de gas).

Pese a que estas empresas dejaron a decenas de miles de familias sin servicios fundamentales tras la crisis de 2001, ganaron juicios millonarios en el CIADI, organismo dependiente del Banco Mundial y muy cuestionado en la región (7).

La presión se extendía a los reclamos de los “fondos buitre” que pretenden cobrar deudas que no entraron en el canje, para que el FMI audite la economía argentina y para que se quiten las barreras a las importaciones. Además, y pese a que Estados Unidos incrementó en 2012 su superávit comercial con Argentina, Washington demandó al país ante la OMC por supuestas prácticas proteccionistas que violan la libertad de comercio.

El gobierno argentino, por su parte, demandó a Estados Unidos en esa organización internacional por las distintas formas de protección no arancelaria que despliega, en particular las medidas fitosanitarias (se bloquea el ingreso de carne argentina con la excusa de la aftosa) y los subsidios (Estados Unidos destina más de 120.000 millones de dólares anuales para subsidiar a sus productores agropecuarios, y no precisamente a los pequeños y medianos) (8).

El embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, viene desplegando una intensa campaña para denunciar el proteccionismo estadoundiense, para destrabar el ingreso de limones y carnes y para morigerar el creciente desbalance comercial bilateral. En los primeros ocho meses del año, mientras América Latina y el Caribe lograron un superávit con Estados Unidos en el comercio de bienes por 41.236 millones de dólares, Argentina tuvo un déficit de 4.009 millones de dólares (9). Se proyecta que este año el déficit para Argentina superará los 6.000 millones, un récord histórico, que se explica por las mayores importaciones de combustibles y las restricciones al ingreso de bienes argentinos.

Pero también persisten las diferencias políticas. En el contexto de un creciente peso de China en la región, Buenos Aires profundiza los lazos económicos con el gigante asiático (segundo socio comercial y principal inversor externo en 2011) y a la vez trabaja en función de la integración latinoamericana. Más allá de las dificultades y del rumbo errático, la región construye nuevas organizaciones como el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC. Washington, en tanto, intenta dificultar el avance de esa integración alternativa, impulsa las Cumbres de las Américas (que siguen excluyendo a Cuba) y pretende reposicionar a la OEA, que viene teniendo una influencia decreciente.

En la X Cumbre de Ministros de Defensa de las Américas (Punta del Este, 8/10 de octubre de 2012) se planteó el tema de Malvinas, con las reservas de Estados Unidos y Canadá, y otro tanto ocurrió con el rechazo a la militarización del Atlántico Sur. Como en anteriores cónclaves, se va profundizando la grieta entre América del Norte y los países del resto del continente, que cuestionan las formas de intervención que se mantienen desde hace décadas.


Conflictos de larga data


La profundización de la crisis mundial y de las disputas por América Latina permiten avizorar un incremento de las tensiones bilaterales. En un contexto en que la hegemonía estadounidense es cada vez más desafiada en la región, por la ascendente China y por la influencia del eje bolivariano, reforzado a partir del reciente triunfo electoral de Hugo Chávez y la probable reelección de Rafael Correa a principios de 2013, no habría lugar para demasiado optimismo en cuanto a una mejora de la relación bilateral.

Más allá de si Barack Obama logra la reelección o si Mitt Romney le arrebata el triunfo, existe un consenso bipartidista en los temas centrales de la relación con América Latina. La Casa Blanca necesita profundizar el vínculo con el gobierno argentino para reposicionarse en la región (limitando a los procesos más radicales, como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia); aislar diplomáticamente a Irán (lo que explica, en parte, el disgusto del Departamento de Estado estadounidense por el inicio de conversaciones entre Buenos Aires y Teherán durante la última asamblea general de Naciones Unidas); retomar las operaciones militares y ampliar las bases militares de nuevo tipo (como la “humanitaria” que se instaló en Resistencia, a las órdenes del Comando Sur); presionar por intereses económicos concretos (fondos buitres, empresas que litigan en el CIADI, multinacionales que operan en el país); evitar la profundización de la UNASUR y la CELAC (10) y de una integración latinoamericana por fuera del control de Washington; recuperar parte del prestigio que la Casa Blanca perdió; y morigerar la creciente presencia de potencias extracontinentales.

Pero más allá de la necesidad estratégica del Departamento de Estado estadounidense de mantener una relación cordial con la Casa Rosada, los conflictos económicos bilaterales persisten y se profundizan. En efecto, el 1º de octubre, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos embargó fondos argentinos por un monto de 3,2 millones de dólares que la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) tenía depositados en una cuenta del Banco Nación en Nueva York. Al día siguiente, la Fragata Libertad fue demorada en Ghana por un recurso jurídico presentado ante los tribunales de ese país africano por el Grupo NML, fundado por Paul Singer, un multimillonario lobbysta y financista de la campaña del republicano Mitt Romney.

Desde hace una década, se bloquea la habilitación a las importaciones de carnes y limones provenientes de Argentina. Estos conflictos económicos tienen una raíz histórica. Siempre que Argentina planteó la solución de los diferendos económicos con Estados Unidos en el plano bilateral, obtuvo escasísimos resultados.

Las dificultades que plantean los fondos buitre, el CIADI y el proteccionismo no arancelario de Estados Unidos podrán solucionarse positivamente en la medida en que sean abordados en forma conjunta con los demás países de la región, evitando la balcanización continental, funcional desde hace dos siglos a Estados Unidos y las demás potencias extracontinentales.


1. Existen más de setenta bases militares estadounidenses en la región. Véase Telma Luzzani, Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica, Debate, Buenos Aires, 2012.
2. Leandro Morgenfeld, “América, de cumbre en cumbre”, Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2012.
3. Santiago O’Donnell, Argenleaks, Sudamericana, Buenos Aires, 2011.
4. Cristian Carrillo, “Rapaces financieros. Radiografía
de los fondos buitre que atacan a la Argentina”, Página/12, Buenos Aires, 2-9-12.
5. Roberto Russell, “El síndrome de la desmesura”, La Nación, Buenos Aires, 24-2-11.
6. Horacio Verbitsky, “Welcome back, boys”, Página/12, Buenos Aires, 9-12-12.
7. Brasil y México nunca lo integraron. Ecuador, Bolivia y Venezuela se retiraron recientemente.
8. Mario Rapoport y Leandro Morgenfeld, “Relaciones tormentosas. El proteccionismo comercial de Estados Unidos y la Argentina”, Página/12, Buenos Aires, 1-4-12.
9. “El superávit comercial de América Latina con EE.UU., casi sin cambios en agosto”, EFE , 11-10-12.
10. Véase Andrés Malamud, “La integración sentimental. Las debilidades del inter-presidencialismo”, Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2012.


* Docente UBA/ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2011;y de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos, Capital Intelectual (diciembre 2012).

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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