WASHINGTON — Estados Unidos mantiene una estricta prudencia ante las
elecciones venezolanas, en la línea habitual de evitar un enfrentamiento
verbal con el presidente Hugo Chávez, pero un resultado apretado podría
desbaratar esa estrategia, creen analistas.
El presidente Barack
Obama, que también está inmerso en una campaña electoral, se ha rehusado
en repetidas ocasiones a elevar el tono con Chávez, el presidente más
problemático para su política de bajo perfil y trabajo discreto en
América Latina.
A pesar de sus vínculos con Irán, Venezuela no es
una amenaza para Estados Unidos, declaró Obama en una entrevista
televisiva en julio.
El mandatario advirtió sin embargo que su "gran preocupación" era que el país caribeño "pueda tener elecciones libres y justas".
La
estrategia de rehuir el enfrentamiento se debe también en gran parte al
suspense en torno a la salud de Chávez, que permitió desviar la tensión
diplomática durante meses.
"Estados Unidos debe continuar una
política de no darle a Chávez el oxígeno retórico que tanto desea",
declaró a la AFP Dan Restrepo, ex consejero de Obama sobre América
Latina y actual asesor de su campaña electoral.
Pero en caso de un
resultado incierto, en el que la victoria de Chávez o del opositor
Henrique Capriles sea demasiado justa, varios analistas en Washington
advierten que la estrategia puede verse superada por los
acontecimientos.
"Una repetición del enfrentamiento que
caracterizó los esfuerzos de la región para resolver la crisis de
Honduras en 2009 sería corrosivo para las relaciones de Estados Unidos
con la región", considera Patrick Duddy, experto de la Universidad Duke,
en un análisis para el Consejo de Relaciones Exteriores.
"La
respuesta a cualquier frustración que la gente pueda tener con el
proceso democrático, con su candidato ganando o no, la respuesta es
'nunca la violencia'", declaró el pasado viernes Roberta Jacobson,
responsable de la diplomacia hacia América Latina.
"Me
sorprendería que Estados Unidos no tenga planes de contingencia en caso
de que la situación se descontrole", opina Michael Shifter, director del
Diálogo Interamericano, al ser preguntado por la AFP.
Pero Restrepo cree que una respuesta "no es algo que involucre sólo a Estados Unidos, sino a (más) países de las Américas".
La
Organización de Estados Americanos (OEA) atraviesa, sin embargo, una
crisis de legitimidad ante las acusaciones de la propia Venezuela o de
sus aliados en la región, y aún tiene que hallar una posición
consensuada sobre la reciente crisis en Paraguay, donde el presidente
fue removido del poder por un juicio político en el Congreso.
Para
anticipar cualquier riesgo, "el gobierno estadounidense debería
consultar regularmente, al más alto nivel, con responsables brasileños.
Brasil es el jugador más crítico y relevante en este contexto",
considera Shifter.
Washington y Caracas retiraron a sus
respectivos embajadores en 2010 y Venezuela rechaza la presencia de la
Administración Antidrogas (DEA) en el país.
Colombia ha adoptado
también un papel especial entre Washington y Caracas en los últimos
tiempos, tras el exitoso "deshielo" de relaciones que ha protagonizado
su presidente Juan Manuel Santos.
Hace dos semanas Venezuela
capturó al principal capo narcotraficante colombiano, David "El Loco"
Barrera, en una operación cuya información fue proporcionada de hecho
por la DEA desde Washington.
Que Estados Unidos rehúse el
enfrentamiento directo con Chávez, al contrario de lo que sucedió
durante años bajo la presidencia de George W. Bush, no significa que no
se le den avisos, recordó Restrepo a la AFP.
En mayo de 2011 Washington impuso sanciones a la petrolera estatal PDVSA por sus relaciones comerciales con Irán.
Venezuela
es uno de los cinco principales suministradores de crudo de Estados
Unidos. Para PDVSA el mercado norteamericano representa el 45% de sus
exportaciones de crudo, por lo que su dependencia es aún mayor.
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