La crisis de los misiles y el sistema interamericano
Por Leandro Morgenfeld (www.marcha.org.ar)
A pocos días de cumplirse 50 años de la denominada “Crisis de los misiles” que puso al mundo al borde de una guerra nuclear un análisis de lo sucedido y el sistema interamericano, impulsado por EE.UU., que resultó de dicho acontecimiento.
En octubre de 1962 se temió, como nunca antes, el estallido de la
tercera guerra mundial. El enfrentamiento Washington-Moscú llegó al
punto de máxima tensión y se vivieron días dramáticos, hasta que
finalmente se vislumbró una salida diplomática. Hoy, medio siglo más
tarde, todavía se discuten los entretelones de las negociaciones entre
Kennedy, Jruschov y Castro. Lo que no cabe duda es que la crisis
permitió a Washington reposicionarse en América y evitar una mayor
influencia del proceso revolucionario cubano.
La crisis desatada tras el descubrimiento estadounidense de misiles
soviéticos con capacidad nuclear en Cuba no sólo llevó al mundo al borde
de la guerra, sino que tuvo consecuencias importantes en el sistema
interamericano. La tensión internacional se desató cuando aviones espía
de Estados Unidos lograron fotografiar la instalación de misiles
soviéticos en la isla caribeña, a pocas millas de Florida. La temida
tercera conflagración mundial estuvo a punto de estallar en ese momento.
La crisis efectivamente no se circunscribió a los dramáticos 13 días
que transcurrieron entre el descubrimiento estadounidense de los misiles
soviéticos emplazados en Cuba (15 de octubre) y el acuerdo entre la
Casa Blanca y el Kremlin (28 de octubre). Es necesario analizar el
contexto de la crisis, no circunscribiéndolo a ese momento específico de
la guerra fría, sino ahondando en la relación Washington-La
Habana desde una perspectiva histórica, incluyendo los procesos más
cercanos al estallido de la misma, como la invasión de Bahía de Cochinos
y la Operación Mangosta. Sólo así pueden entenderse las razones de la
decisión soviética de desplegar misiles nucleares en Cuba (para evitar
lo que se consideraba como un probable nuevo ataque estadounidense a la
Isla), aunque también esa riesgosa jugada tenía que ver con el
enfrentamiento global entre Washington y Moscú, y en particular con el
conflicto por Berlín que se desarrollaba en ese momento.
El despliegue militar soviético, según muestran documentos
recientemente desclasificados, fue superior al que entonces habían
considerado las autoridades de la Administración Kennedy (el número de
militares que Moscú envió a Cuba llegó casi a 50.000). La primera semana
del conflicto, desde que se descubrieron los misiles -sin hacerse
público- hasta el famoso discurso de Kennedy en el que dio cuenta del
hallazgo a través de las fotografías de los aviones U-2 y se dispuso el
bloqueo naval a Cuba, bajo el eufemismo de una "cuarentena", es clave
para entender la posición estadounidense. A partir de documentación
ahora desclasificada, puede entenderse cómo se llegó a tomar la decisión
del bloqueo, aplazando otras alternativas más temerarias impulsadas por
los halcones del Pentágono, como el ataque aéreo, que hubiera iniciado
una escalada y un enfrentamiento nuclear de consecuencias imprevisibles.
El haber contado con una semana, antes de que el hallazgo se hubiera
filtrado, permitió a la Administración Kennedy barajar alternativas
menos riesgosas que la del ataque a Cuba, que casi con seguridad hubiera
provocado una escalada de consecuencias trágicas para la humanidad
entera.
La segunda semana del conflicto, cuando ya era público, también es
clave para comprender el desenlace final. Estados Unidos desplegó las
estrategias de la "zanahoria" y el "garrote". Las acciones militares y
las declaraciones guerreristas de los gobiernos de Washington y Moscú
estuvieron acompañadas de negociaciones diplomáticas sigilosas, a través
de canales informales. Las mismas llegaron a buen puerto: el Kremlin se
comprometió a retirar los misiles y la Casa Blanca a no invadir Cuba.
Además, aunque esto no se hizo público, Estados Unidos prometió retirar
los misiles de la OTAN que había emplazado en Turquía para amenazar a la
Unión Soviética. La crisis, de todas formas, no se cerró
definitivamente el 28 de octubre, sino que siguió hasta que se
concretaron los acuerdos. A partir de entonces, se estableció una línea
de comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin para evitar en
el futuro los cortocircuitos que en octubre de 1962 casi desembocaron
en una guerra nuclear.
Más allá de las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión
Soviética, la crisis provocó una movilización en todo el continente
americano. Posibilitó a Washington reposicionarse en la región, luego de
las dificultades que había tenido en enero de 1962 para excluir a Cuba
del sistema interamericano (Argentina, Brasil, México, Chile, Bolivia y
Ecuador se habían opuesto a expulsar a la isla de la OEA). La
subordinación del continente tras los mandatos del Departamento de
Estado, que se manifestó el 23 de octubre de 1962 (la OEA votó aplicar
el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca para garantizar el
bloqueo contra Cuba) fue posible, entre otras cuestiones, gracias al
giro que se produjo en la relación entre Estados Unidos y Argentina tras
el golpe contra Arturo Frondizi y la asunción de José María Guido. El
canciller argentino Muñiz, en la OEA, dio impulso a la creación de una
fuerza interamericana de intervención, que incluiría una “brigada
argentina”, integrada por 10.000 efectivos militares, lista para
interceder en cualquier lugar del continente. Además, Argentina
participó en el bloqueo, enviando dos buques de guerra y aviones. Se
produjo, en esos meses, un inédito alineamiento argentino tras las
políticas del Departamento de Estado. Altos mandos de las fuerzas
armadas visitaron frecuentemente el Pentágono, entre ellos el jefe del
ejército, Onganía, quien adhirió en forma entusiasta a la Doctrina de Seguridad Nacional,
impulsada por la Junta Interamericana de Defensa. Con este giro en la
relación bilateral, se anticipaba la política de acercamiento a
Washington que se profundizaría tras el golpe contra Illia, en 1966.
La crisis de los misiles, entonces, permitió a la Casa Blanca y al
Pentágono avanzar en su política de aislar a Cuba del resto del
continente y evitar que su influencia se expandiera. Ofreciendo ayuda
financiera al gobierno de Guido, que zozobraba ante la aguda crisis
económica y las presiones militares, Washington pudo profundizar su
histórico objetivo estratégico de alentar la balcanización
latinoamericana.
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