Vuelan sobre la fragata
Por Raúl Dellatorre (Página/12)
Los
hechos y personajes son conocidos, pero bien vale recordarlos en las
actuales circunstancias. El buque escuela Fragata Libertad quedó
retenido, hace ya casi dos semanas, en las costas de Ghana, por una
resolución judicial que benefició las pretensiones de un fondo
especulativo que se presenta ante los tribunales del mundo como acreedor
de la Argentina. Dicho fondo, NML Capital, ostenta la propiedad de
bonos de la deuda argentina anteriores a diciembre de 2001, fecha en la
que el país declaró la cesación de pagos. Bonos que son anteriores a esa
fecha, en cuanto a su emisión, pero no hay certeza de la que hayan sido
adquiridos por NML Capital antes de esa fecha. Y si lo hizo antes, no
fue con mucha antelación, ya que estos fondos compran bonos de países
“soberanos” cuando ya es evidente la bancarrota del deudor y, por tanto,
su valor es irrisorio por la elevada probabilidad de incobrabilidad. Es
decir, los compra al valor de “bonos basura”, al 10 o al 5 por ciento
de su valor, o menos, para después litigar en los estrados y obtener una
tajada mucho mayor. En eso consiste su juego, por eso se los denomina
“fondos buitre”, por alimentarse de la miseria y los despojos de un país
destruido. Pero hay más. No termina allí la descripción del costado
inmoral de la cosa.
El titular del fondo buitre NML Capital es Paul Singer, un activo
operador financiero de Wall Street que es, además, administrador del
fondo de inversión Elliot Management, con operaciones mucho más visibles
(y mostrables) que las del anterior. Los activos de Elliot se
estimaban, a principios de año, en torno de los 12 mil millones de
dólares, distribuidos en participaciones accionarias en grandes empresas
cotizantes en Bolsa y en derivados financieros (papeles
representativos) sobre otras acciones o materias primas. Este manejo
financiero de dos caras le ha permitido a Singer en los últimos años
ganarse la confianza de los más importantes hombres de negocios de Nueva
York, y a través de ellos pedir favores en beneficio del segundo fondo,
el identificado con las aves carroñeras. No hay que olvidar que el
negocio de este segundo fondo, el “oculto”, consiste en la compra de
títulos a “precio basura”, para lograr más adelante una condena judicial
contra el país deudor para que “pague” un precio que multiplique la
“inversión de altísimo riesgo” hecha al ser comprados. Y estas condenas
no vienen solas: hay que “ayudarlas”.
Por ese camino, Paul Singer se ha convertido en la actualidad en uno
de los asesores principales del candidato republicano Mitt Romney,
quien apuesta a que el bonista buitre le atraiga buenos votos de Wall
Street. Pero no sólo eso, sino también buenos recursos monetarios para
la campaña. De eso sabe bastante Singer, que ha reunido importantes
sumas de millonarios y empresarios a los que les interesa que Romney
sepa que ellos están interesados en que sea presidente de los Estados
Unidos. Y, sobre todo, no se olvide de ellos si llega a serlo.
La generosidad de Singer con los políticos republicanos tampoco es
nueva. Sostuvo y sostiene financieramente al senador Marco Rubio, electo
por Florida. De origen cubano, ha sabido retribuir a Singer
promoviendo, por ejemplo, el bloqueo de préstamos del BID y el Banco
Mundial a la Argentina, el año pasado, como represalia por no “cumplir”
con sus acreedores norteamericanos, ya sean bonistas o ex accionistas de
empresas concesionarias de privatizaciones en los ’90, que recurrieron
al Ciadi reclamando indemnizaciones. Rubio no lo logró, pero hizo todo
lo que pudo y promete seguir haciéndolo. Por ejemplo, descalificando
públicamente a gobiernos como los de la Argentina, Venezuela, Ecuador o
Bolivia, señalando que “muestran que líderes electos democráticamente
pueden usar su poder para abusar de sus pueblos y atacar sus libertades
fundamentales”.
Rubio no es el único nexo de Singer en el Congreso. Para trabajar
sobre el conjunto de legisladores y convencerlos de operar contra la
Argentina, creó un grupo de lobby denominado American Task Force
Argentina, poniendo al frente de la misma a Robert Shapiro. Detrás de
ATFA se alinearon otros fondos en litigio con la Argentina, como EM
Limited, de Kenneth Dark, que financian la millonaria campaña que
orquesta Shapiro para socavar la imagen de la Argentina y alentar
sanciones en su contra. La insignia de ATFA incluso se dejó ver en Nueva
York, frente al hotel que alojaba a la Presidenta y a las puertas de la
Universidad de Harvard, cuando concurrió la mandataria argentina,
compartiendo espacio con manifestantes cacerola en mano y estudiantes
“independientes” que pedían por el fin de la corrupción. Nadie hizo
denuncia, ni siquiera se molestó, por la troupe de extorsionadores
financieros que se había sumado a la comparsa.
La existencia de estos fondos buitre detrás de la deuda argentina
recién se hizo visible cuando el gobierno convocó al canje de los
títulos en default, en 2005. No sólo porque a partir de allí iniciaron
su acción de desprestigio hacia la Argentina, sino porque fueron
quedando en minoría, después del primer canje, y casi aislados con el
segundo (2010). Argentina obtuvo la adhesión de los tenedores del 92 por
ciento de la deuda en default. Del resto, el monto principal (3600
millones de dólares) fue llevado a las Cortes estadounidenses. De ese
monto, el 85 por ciento (algo más de tres mil millones) corresponde a
fondos buitre (radicados en paraísos fiscales, para eludir impuestos en
su país) y particulares sin residencia en Estados Unidos. Sólo el 8,3
por ciento es de residentes norteamericanos.
El repaso sirve para poner en claro cuál es la batalla que libra la
histórica Fragata Libertad hoy en el occidente africano. Estos fondos
especulativos hubieran hecho, con seguridad, una buena diferencia
entrando al canje y aceptando un valor que se ubicó entre el 40 y el 60
por ciento del precio original de los bonos, según cómo se los mida
(capitalizando intereses, llevándolo a valor presente a partir de cierta
fecha u otra, etcétera). Porque no hay ninguna duda de que pagaron por
esos bonos, entre 2001 y 2003, una proporción muy inferior de su valor
(si lo compraron al 5 por ciento, hubieran multiplicado por diez su
capital). Pero la plata no lo es todo, dice la gente de principios.
La Argentina llega a la oferta de canje por una decisión soberana y
después de haber superado la emergencia de la bancarrota, ofreciendo
nuevos bonos de los que ya lleva siete años de cumplimiento estricto de
pago. Además desafió a todo el sistema financiero internacional,
descalificando al FMI y sus créditos condicionados, acusando a los
especuladores por la crisis que después se agravaría y renunciando
voluntariamente a los mercados de capitales mundiales. Esto es lo que
los fondos buitre, como poleas de transmisión del pensamiento de lo más
retrógrado de la clase dominante en los centros financieros, no
perdonan. Ya no les alcanza con cobrar: ahora necesitan poner a la
Argentina de rodillas para cumplir su “misión”.
La batalla simbólica de la Fragata Libertad tiene como adversarios
al Partido Republicano y lo que él representa, al capital financiero que
lucró con la convertibilidad en los ’90, succionó lo que quedaba antes
de la crisis de 2001 y ahora se prepara para hacer lo mismo en Grecia.
Derrotar a la Argentina es hoy, para ese sector, derribar la última
trinchera de defensa de Atenas. En ese frente de batalla también se
alinean quienes fueron a buscar la victoria de Henrique Capriles en
Venezuela como impulso unificador de un frente conservador para derrotar
al modelo transformador en marcha, desde una perspectiva conservadora.
Es indudable que, para preservarse, este modelo económico debe
seguir peleando en varios frentes simultáneamente. La herencia que dejó
el neoliberalismo no es sencilla de erradicar, y no sólo por quienes se
quedaron con títulos de deuda en la mano y siguen reclamando. Si hay
tribunales internacionales que aún encuentran resquicios para dictar
fallos en contra de la Argentina y a favor de los mal llamados
inversores extranjeros es porque además esos bonos se emitieron bajo una
legislación amañada por un criterio de “privatización de la Justicia” y
cesión de soberanía, funcional al modelo de privatización de los bienes
públicos que se ejecutó en los ’90. La renuncia a la inmunidad
jurisdiccional, la aplicación del derecho privado aun en contratos en
los que el Estado es parte, el sometimiento del interés público al
imperio de la propiedad privada, son normas originadas en una corriente
de pensamiento en el derecho internacional que ha venido actuando como
soporte legal del neoliberalismo. Hoy que se discute la reforma a los
códigos Civil y Comercial, y su unificación, no debería dejar de echarse
una mirada sobre el incidente de la Fragata Libertad y advertir sus
raíces más profundas. La reforma de las normas vinculadas con el régimen
económico también es parte de la pelea.
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