Subversiones
¿David contra Goliat? Recuerden quien venció cuando lean esta crónica desde las puertas de la que fuera la tétrica Escuela de las Américas (Georgia, Estados Unidos). Allí, los mexicanos de la Caravana por la Paz y el resto de americanos que se les han unido protestan contra el mantenimiento del proyecto, ahora con nombre renovado.
La Caravana por la Paz en Estados Unidos a su paso por el estado de Georgia
ha encontrado una diversidad de organizaciones sociales que en su
composición reflejan la diversidad del tejido social, hablan de
población migrante, de iglesias que han decidido optar por la
reestructuración del tejido social a partir de diversas problemáticas. Y
sobre todo ha encontrado solidaridad con las razones que han motivado
este periplo, pese a no haber grandes concentraciones como las que en
México se suscitaron, las reuniones y actos han sido emotivos y fuertes
en los lazos establecidos. Sin embargo, en este estado en particular, la
Caravana por la Paz realizó un acto de protesta muy significativo en
las puertas de lo que, con un escalofrío que recorre la memoria, se
hacía llamar hasta 2001, Escuela de las Américas, hoy Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental. Fort Benning
nos daba la bienvenida en una mañana soleada y calurosa como seguro
fueron otras tantas en que muchos militares latinoamericanos estudiaron
en este complejo militar antes de convertirse en asesinos profesionales
en sus países de origen.
Salvo un sobrio letrero y una bandera
(como las muchas que hay por ahí regadas), la carretera que lleva a esta
escuela de asesinos no cambia en nada su imagen. Los dos autobuses de
la Caravana se estacionan a escasos metros y las personas comienzan a
bajar, una especie de contingente se forma bajo el sol antes de parar el
paso de autos, la prensa se posiciona para hacer las mejores tomas,
conseguir las mejores imágenes de este acto de David contra Goliat:
un grupo de mexicanos, algunos de ellos víctimas de una guerra sin
sentido, están por comenzar una conferencia de prensa y luego un acto de
protesta justo en la puerta de uno de los referentes más oscuros en
Latinoamérica, una escuela creada por el gobierno estadounidense para
que los oficiales de alto rango o estratégicamente seleccionados se
formen en técnicas de tortura, en contrainsurgencia, en asesoría militar
y en muchas de las artes que la intervención de este país desarrolló
para controlar a nuestros convulsos países en sus intentos por lograr
una vida mejor. Y la gente se arremolina pausadamente entre algunas
risas y sudores, pero la sombra es gigantesca y pesa.
“Salí huyendo de mi país en los años 80 porque una guerra devastaba mi país.
Y el gobierno de Estados Unidos estaba ayudando con entrenamiento al
ejército de mi país, uno de los más sangrientos luego de haber pasado
por la Escuela de las Américas”, cuenta amargamente doña Mercedes, mujer
salvadoreña que ahora se ha unido a la Caravana por la Paz
porque, como ella misma expresa, “esta lucha para lograr la paz es de
todos los latinoamericanos”. Mientras cruzamos algunas palabras más,
tengo la sensación de que algo más se oculta en su mirada dura, algo tan
desgarrador como la historia de uno de sus hijos que fue deportado
desde Estados Unidos y que al pasar por México fue desaparecido. “Antes
no podía porque tenía que trabajar, pero ahora tengo el tiempo del mundo
para buscar a mi hijo, porque no puede ser que desapareció así
nomás”. Me da la mano y su testimonio se une al de las demás víctimas
que dan cuerpo a este periplo a lo largo de una nación tan asfixiante
como contradictoria.
“La Escuela de las Américas se creo
únicamente con un propósito: el de mantener relaciones militares entre
el gobierno de los Estados Unidos y los países de América Latina”, nos
comenta un mayor retirado del ejército estadounidense que trabajó
durante 12 años como instructor en este sector militar. “La Escuela de
las Américas enseñaba tortura en sus aulas y estaba dando a los
militares de América Latina la aprobación de los Estados Unidos para
usar cualquier clase de método de tortura en sus países. Yo trabajaba
con oficiales de América Latina, oficiales que comandaban los
escuadrones de la muerte y que antes de venir a la Escuela tenían ya
responsabilidad sobre más de mil muertes de gente de su país en menos de
un año”. Tanto el mayor como Doña Carmen se encontraban
compartiendo el recinto en donde se nos dio de comer, así que durante un
corto tiempo, dos mundos antagónicos se unieron de una extraña manera,
en el marasmo de causas que lleva consigo esta Caravana por la Paz.
Protesta en el presente
En la conferencia de prensa y más tarde en el acto de protesta participaron personas del SOA Watch
(Observador de la Escuela de las Américas), quienes desde hace más de
30 años luchan para la destrucción de esta escuela y de esta manera de
entender la cooperación entre su gobierno y los de los demás en la
región. Habla el padre Roy Bourgeois y las encargadas locales de
esta organización, hablan algunas víctimas de la guerra en México, habla
un ex preso político indígena tzotzil, hablan las miles de vidas
que esta escuela se ha llevado entre sus cursos, hablan las necesidad y
la urgencia de la extinción definitiva de este centro, hablan los
números y nos dicen que actualmente México es uno de los países que más elementos militares manda a tomar cursos a este “instituto”, tal y como en su momento fue El Salvador o Guatemala, Argentina o Chile,
los números nos dicen también que más de un tercio de los militares
mexicanos egresados dieron origen al grupo criminal de los Zetas y que ahora muchos son la columna vertebral de la violencia que azota amplias regiones del herido país. Ante la puerta de este cementerio
–porque no puede ser sino la muerte la que cubra este lugar- varios
cuerpos aparecen para cobrar la cuenta de la memoria e impedir el olvido
de las cientos de miles de víctimas que sus mejores hombres
ocasionaron, mientras este acto simbólico ocurre, los nombres de estos
funestos protagonistas resuena a manera de condena y de reclamo. ¿Por
qué mantener un proyecto así? ¿Por qué continuar alimentando la
violencia?
El acto concluye y la Caravana por la Paz se retira pausadamente,
el calor hace sudar a muchos mientras que otros tratan de que el aire
acondicionado de los autobuses los refresque. Atrás queda la triste
figura de la Escuela de las Américas, la policía que ha venido hasta
aquí para decirnos que no podemos pisar la carretera pero sí el césped
que forma la entrada, atrás queda un joven militar que se asombra cuando
se le pregunta si conoce este oscuro proyecto, al mismo tiempo que
desconoce el terreno que va pisando campechanamente, como si se tratase
de un campo militar más. Pocas personas se quedan con este sabor de boca
amargo, con esta sensación de que las cosas aún están muy enredadas.
Mejor. Siempre es preferible intuir que las revoluciones no las hace
una caravana, ni mil, pero que es este acto un gesto de tal magnitud que
significa reconectar las respuestas con las preguntas, ver una de
las causas de las cosas, la mecánica de la violencia en México y muchos
otras países, si bien falta por desentrañarse, ahora es posible mirarla
de frente, no en un arma, pero sí en una escuela militar que enseñaba
cómo matar de manera legal y con la convicción de que se hace todo por
la patria.
Heriberto Paredes Coronel pertenece al colectivo de la Agencia Autónoma de Comunicación Subversiones
No hay comentarios:
Publicar un comentario