Munton, Don y
Welch, David A.: The Cuban Missile Crisis. A Concise History, New York,
Oxford University Press, 2012. 123 páginas.
Leandro Morgenfeld
Este libro aborda la crisis desatada en octubre de 1962 tras el
descubrimiento de misiles soviéticos en Cuba. Lo más interesante de este libro
de los prolíficos y multi-premiados académicos anglosajones Don Munton y David
A. Welch es que logran sintetizar acertadamente la amplia bibliografía
publicada sobre uno de los sucesos más recordados de la Guerra Fría. Si en
algún momento de las cuatro décadas del mundo bipolar la temida tercera guerra
mundial estuvo a punto de estallar fue en la segunda quincena de octubre de
1962. Cumpliéndose exactamente 50 años de ese crucial acontecimiento, Oxford
University Press reeditó este popular libro (publicado por primera vez en
2007), actualizando la literatura académica de los últimos cinco años. Además,
se incorporan la perspectiva cubana de la crisis, mapas que no estaban en la
edición original y un análisis del significado de este conflicto medio siglo
más tarde. Más allá de las obvias diferencias de contexto, la revisión de la
crisis de los misiles a partir de los desafíos del siglo XXI está a la orden
del día en Estados Unidos: en el último número de la influyente revista Foreign Affairs, Graham Allison intenta
extraer lecciones de la actuación de Kennedy frente a Khrushchev, para explicar
cómo debería actuar la Administración Obama ante los desafíos presentados por
Corea del Norte, Irán o China[1].
Munton y Welch son destacados profesores universitarios y
pretendieron que esta obra tuviera un inocultable tono didáctico. Éste es uno
de los puntos fuertes del libro. Si bien incorpora documentación inédita de
Estados Unidos, la Unión Soviética, Cuba y Gran Bretaña y una amplísima bibliografía -ambos autores
se dedicaron a investigar la Guerra Fría a comienzos de los años sesenta-, el
libro es perfectamente accesible para un público no especializado e incluso no
necesariamente académico. Al inicio del mismo, se explican los acrónimos
utilizados y se presenta una lista de los funcionarios involucrados y sus
respectivos cargos. A lo largo del texto hay una serie de recuadros que abordan
y contestan preguntas o dilemas frecuentes sobre cada uno de los episodios que
giraron alrededor de la crisis, y al final hay un completo Ensayo Bibliográfico
que incluye no sólo las publicaciones académicas, sino también las colecciones
de documentos, los sitios web y las películas o documentales que abordaron la
temática.
En la introducción,
los autores explican y discuten la idea común -reforzada por el famoso film hollywoodense
"Thirteen Days"- de que la crisis efectivamente se circunscribió a
los dramáticos días que transcurrieron entre el descubrimiento estadounidense
de los misiles soviéticos emplazados en Cuba (15 de octubre) y el acuerdo entre
Kennedy y Khrushchev alcanzado horas antes de iniciarse el ataque (28 de
octubre).
En el primer
capítulo, se analiza el contexto de la crisis, no circunscribiéndolo a esa
etapa de la Guerra Fría, sino analizando la relación Washington-La Habana desde
una perspectiva histórica. Luego se desmenuzan los pormenores de la invasión de
Bahía de Cochinos, la Operación Mangosta y las razones de la decisión soviética
de desplegar misiles nucleares en Cuba (no sólo para evitar un potencial ataque
estadounidense a la Isla, sino también para incidir en el conflicto por
Berlín).
En el segundo
capítulo, se describen los detalles del despliegue militar soviético (contra lo
que subestimaron los estadounidenses, el número de militares soviéticos
destinados a Cuba llegó casi a 50000), los juegos de inteligencia del
"gato y el ratón", las tardías advertencias y los pormenores previos
al estallido de la crisis.
El capítulo tercero
está dedicado a la primera semana del conflicto, desde que se descubrieron los
misiles -sin hacerse público- hasta el famoso discurso de Kennedy en el dio
cuenta del hallazgo a través de las fotografías de los aviones U-2 y se dispuso
el bloqueo naval a Cuba, bajo el eufemismo de una "cuarentena". A
partir de documentación privilegiada (como las grabaciones de los debates del
Comité Ejecutivo que se creó en la Casa Blanca para afrontar esta crisis) se
explica cómo se llegó a tomar la decisión del bloqueo, aplazando otras
alternativas más temerarias impulsadas por los halcones del Pentágono, como el
ataque aéreo, que hubiera desencadenado una escalada y un enfrentamiento
nuclear de consecuencias imprevisibles.
El capítulo cuarto
analiza con detalle las alternativas del conflicto durante la segunda semana,
incluyendo las estrategias de zanahoria y garrote, los canales diplomáticos no
formales que desplegaron Khrushchev y Kennedy para negociar y los delicados
tira y afloje de ambas partes, para evitar la guerra total. En este capítulo, el
más extenso, se analiza detalladamente cómo incluso factores azarosos (como la
imposibilidad de evitar el ataque a un avión U-2 por parte de la artillería
anti-aérea soviética, o los disparos contra un barco soviético por parte de un
buque de la US-NAVY) podrían haber desencadenado la alternativa militar,
situación que preocupaba a ambos líderes y acentuó la prudencia.
El último capítulo
está dedicado a los desafíos posteriores al acuerdo entre Moscú y Washington
(Cuba retiraría los misiles y Estados Unidos se comprometería a no invadir la
isla y, en secreto y en el plazo de seis meses, a retirar los misiles de la
OTAN asentados en Turquía para amenazar a la Unión Soviética). Allí se explica
por qué la crisis no se cerró definitivamente el 28 de octubre, sino que siguió
por meses, hasta que se concretó el retiro de los misiles e incluso se avanzó
hacia la política de détente. A
partir de entonces, se estableció una línea de comunicación directa entre la
Casa Blanca y el Kremlin para evitar los cortocircuitos que en octubre de 1962
casi desembocan en una guerra nuclear.
En las conclusiones
se aborda la crisis a partir del medio siglo transcurrido. Allí los autores
sintetizan los planteos desarrollados en el texto. La escalada de la crisis se
debió, en parte, a la falta de empatía de los líderes políticos y a los errores
de percepción de sus enemigos. El hecho de que Kennedy haya contado con casi
una semana antes de hacer público el hallazgo de los misiles (incluso continuó
sus actos de campaña electoral, para no alertar a la prensa) fue un elemento
clave, ya que la reacción inicial era lanzar una retaliación militar contra
Cuba, pero con el correr de los días entendió que esa opción hubiera implicado
una guerra total contra la URSS. Algo similar ocurrió con el líder soviético, lo
cual que le permitió evitar las acciones que hubieran acorralado a Kennedy obligándolo
a una ofensiva militar. Ambos líderes debieron enfrentarse a los halcones
militares de sus gobiernos, propensos a avanzar hacia un conflicto militar
directo. Castro sostuvo una posición mucho más dura que Khrushchev, pero casi
no fue tenido en cuenta en la negociación Washington-Moscú, al igual que los
líderes de la OTAN (Londres y París fueron apenas informados de las distintas
decisiones que tomó Kennedy, y nunca se blanqueó el compromiso de Kennedy de
retirar los misiles estadounidenses de Turquía).
En síntesis, y más
allá del excelente trabajo para reconstruir con documentación muy completa los
pormenores de la crisis (desclasificación de documentos mediante, pero también
con las confesiones posteriores de algunos de los principales protagonistas de
la crisis), los autores atribuyen a la capacidad de Kennedy y Khrushchev el
haber salvado al mundo de una guerra nuclear. Y se lamentan de que tanto uno
como el otro hayan debido abandonar poco después sus cargos (el primero fue
asesinado en Dallas en 1963 y el segundo desplazado por Brezhnev al año
siguiente), abortando el relajamiento del enfrentamiento bilateral que se había
podido desplegar luego del acuerdo que cerró la crisis de los misiles. Así, según
los autores, este episodio central de la Guerra Fría no habría tenido un legado
tan positivo como podría haberse esperado. De esta forma, la histórica insensibilidad
frente a las aspiraciones de los pueblos del tercer mundo, como el cubano,
ignoradas por Washington, volvió a manifestarse en Vietnam. Recordando los
actuales conflictos derivados de la invasión estadounidense a Irak y
Afganistán, los autores insisten en la necesidad de resolver los conflictos por
la vía de la negociación -empatía de los líderes mediante-, dejando en segundo
lugar la alternativa militar.
Lo que Munton y
Welch no presentan es una explicación global de por qué, en las décadas que
duró la Guerra Fría, nunca se produjo el enfrentamiento nuclear directo entre
Washington y Moscú. Más allá de las alternativas de los conflictos puntuales y
de las tensiones entre distintas alas de los gobiernos soviético y
estadounidense, es necesario ahondar en las causas que inhibieron la guerra
total. El potencial destructivo de ambas potencias, señalan otros autores,
operó como freno a las tendencias militaristas. Así, sería importante inscribir
la crisis de los misiles en la historia más amplia de la Guerra Fría. Además, y
más allá de la explícita inclusión que plantean del punto de vista cubano
(soslayado, es cierto, en la mayor parte de la bibliografía anglosajona), las
referencias a América Latina son casi inexistentes (llama la atención en una
investigación tan rigurosa, que se señale erróneamente que la OEA fue creada en
1951 y no en 1948 -p. 9-).
En definitiva, y
más allá de los sesgos de la presente obra, es una investigación insoslayable para
cualquiera que desee conocer pormenorizadamente las alternativas de uno de los
episodios más dramáticos y angustiantes de la Guerra Fría. Hoy en día, en otro
contexto, pero ante la pervivencia del
poder destructivo de las grandes potencias -que aún conservan siderales
arsenales nucleares-, debería retomarse el debate sobre la distribución del
esquema de poder mundial hegemonizado por Estados Unidos y en el cual se
sustenta el imperio del capital.
[1] Graham Allison. "The Cuban Missile Crisis at 50"; Foreign Affairs, New York, Volume 91,
Number 4, July-August 2012, pp. 11-16.
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