Las viejas nuevas amenazas
Horacio Verbitsky (Páginas/12)
La
idea de envolver en un puño de acero la mano invisible del mercado ha
sido política constante de Estados Unidos, que identifica democracia con
apertura económica, y cuya política exterior hacia lo que denomina
Hemisferio Occidental no se conduce desde la Secretaría de Estado sino
desde el Pentágono. La idea es que sobre las ruinas del maternal Estado
Providencia se edifique un paternalista Estado Penitencia, tendiente a
inducir mediante la amenaza penal la aceptación de empleos precarios y
bajas remuneraciones, y empleando a las Fuerzas Armadas con el argumento
de combatir el contrabando, el narcotráfico y el terrorismo. Esto se
hizo evidente durante la presidencia de Fernando de la Rúa y el
interinato a cargo del Poder Ejecutivo del ex senador Eduardo Duhalde.
Horacio Jaunarena, quien fue ministro de Defensa de ambos y antes de
Raúl Alfonsín, incluyó en la agenda de la Comisión de Seguridad de
Diputados que integró en 2000, los cortes de rutas y lo que llamó
“indisciplina social”, la interrupción de servicios públicos,
catástrofes naturales y atentados terroristas. Ricardo López Murphy,
quien precedió a Jaunarena en el mismo ministerio, al inaugurar el Curso
Superior de las Fuerzas Armadas de 2000, enumeró las “nuevas amenazas”
que se cernirían sobre la sociedad. Entre ellas “la pobreza extrema, la
superpoblación y migraciones masivas”, el terrorismo internacional, el
narcotráfico, “el fundamentalismo religioso y las luchas étnicas y
raciales”. Esto ha “revalorizado el poder militar dentro de las
estructuras de las naciones, al tener que asumir nuevos roles y
compromisos en el orden nacional”. Añadió que los militares debían
“comprender los cambios de la naturaleza del conflicto” y “la forma
integral en que el instrumento militar contribuirá a apoyar la decisión
política”. En 2002 Jaunarena y el jefe del Ejército Ricardo Brinzoni
plantearon ante un auditorio de militares y empresarios, reunidos por
Eduardo Menem y Roberto Dromi, la militarización de la seguridad
interior y la intervención castrense en el conflicto social, con la
creación de un superministerio de Defensa y Seguridad que también se
encargaría del control de la criminalidad callejera, la documentación
personal, las aduanas y las migraciones. Brinzoni expuso estadísticas
sobre el incremento de delitos en zonas urbanas e identificó un área
crítica, entre el sur de La Plata y el norte de Rosario, en la que viven
diez millones de pobres. En 2010 Jaunarena y Dromi insistieron con una
propuesta similar, patrocinados por el cardenal Jorge Bergoglio. Duhalde
volvió a postular el empleo de las Fuerzas Armadas en los asuntos de
seguridad interior la Nochebuena de 2009. Propuso “declarar la
emergencia nacional en materia de seguridad”, censar a los que llamó
“jóvenes en riesgo”. Su objetivo era reeducar a “todos estos jóvenes que
han cometido delitos, donde estaban antes los conscriptos”. En 2010
fueron los senadores Ernesto Sanz y Laura Montero (UCR-Mendoza), Adolfo
Rodríguez Saá (Peornismo Opositor, San Luis) y José Pampuro (FpV, Buenos
Aires), quienes intentaron crear un Servicio Cívico Voluntario para
“otorgar espacios de contención a jóvenes en situación de riesgo” y
fomentar “la cohesión social”. La entonces ministra de Defensa Garré
consultó con el Ejército, que respondió que no tenía espacios, personal
ni capacitación para esa extravagante tarea. En 2004 pude debatir en el
programa de televisión Oppenheimer presenta, con quienes eran jefe del
Comando Sur y viceministro del Pentágono para América latina, el general
James T. Hill y Roger Pardo Maurer. Ambos agitaron los fantasmas del
populismo radical, el terrorismo, el narcotráfico, la criminalidad
organizada, el lavado de dinero y las pandillas urbanas, que “amenazan
la seguridad de los Estados Unidos”. Les pregunté qué estaba haciendo el
Ejército de Estados Unidos dentro de Estados Unidos frente a esos
problemas. Pardo Maurer enfureció. Dijo que era una pregunta
tendenciosa, porque Estados Unidos tenía “un sistema legal muy
establecido”, donde las Fuerzas Armadas, la policía y la Justicia tienen
roles bien definidos, a diferencia de América latina. Esta respuesta
sería más difícil de sostener hoy, cuando el Capitolio votó una sección
de la ley que autoriza los gastos de Defensa permitiendo que los
acusados de terrorismo, aun norteamericanos y dentro de Estados Unidos,
sean encarcelados por tiempo indefinido en prisiones militares, sin
juicio alguno.
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