Una iniciativa positiva que no hay que defraudar
Es una buena noticia que se instale una cátedra argentina en
la prestigiosa Georgetown University en Washington DC. Abrir este tipo
de espacios es un instrumento que, bien utilizado, puede cooperar a
incrementar la calidad de la presencia argentina, la defensa de sus
intereses y mejorar las relaciones bilaterales. No sólo es útil y
necesario en instituciones de los países más desarrollados sino también
en los vecinos de la región y en naciones emergentes, como puede ser el
caso de India y China, entre otros.
Que la presidenta Fernández de Kirchner tomara la responsabilidad de
dar la conferencia inaugural refuerza en los observadores la importancia
que la Argentina le da a este hecho y genera un interés adicional.
Seguramente por su experiencia como diputado en la Comisión de
Relaciones Exteriores del Congreso Nacional y embajador ante las
Naciones Unidas, Jorge Argüello debe haber tenido en cuenta todos estos
aspectos.
Es de esperar que el desarrollo futuro de esta cátedra responda a las
expectativas que en el país del Norte se generan frente a este tipo de
emprendimientos. Se supone que prioritariamente debe ser un espacio de
información, debate y diálogo de la sociedad argentina con los EE.UU. y
el mundo. Con los grandes desafíos que nuestro país y la región tienen
frente a la sociedad del conocimiento y su coetáneo proceso de
interacción global. En un segundo nivel, debe funcionar como ámbito de
análisis de los temas centrales del Estado argentino y recién en última
instancia como tribuna del circunstancial gobierno.
El pluralismo y el debate de ideas con coraje y sin concesiones ni
agresiones es la columna vertebral del sistema universitario en EE.UU. y
en la mayoría de las universidades de las sociedades democráticas.
Hablo desde mi experiencia como docente argentino y como profesor
invitado de Georgetown University en 1992. Mi mujer, Mónica, fue
investigadora en la misma en ese período y estuvimos trabajando
nuevamente en 1998 y 1999.
En 1992, junto al curso que dicté sobre la historia argentina de
1930-1990 en el mismo centro en el que se instala ahora esta cátedra,
estuve también becado en el Woodrow Wilson Center para analizar la
relación entre democracia y economía en Latinoamérica. Mi presentación
final en Georgetown University buscó armonizar ambas tareas con una
conferencia titulada “El Muro de Berlín cayó de ambos lados”. Se había
derrumbado el imperio soviético y comenzaba a surgir la idea del
Washington Consensus.
Junto al reconocimiento de la importancia que debían tener la salud y
la responsabilidad de las políticas macroeconómicas para la estabilidad
democrática y el desarrollo económico social, alertábamos sobre los
riesgos de no buscar estrategias adecuadas para armonizar estabilidad
con crecimiento, crecimiento con empleo y empleo con justicia social.
Entre los presentes estaban connotados conservadores y progresistas,
demócratas y republicanos. Las preguntas y las críticas fueron
respetuosas, pero amplias e incisivas. Me sentí cómodo. No por una
virtud personal especial, sino porque había presenciado durante ese año
numerosas presentaciones de notables académicos, políticos y
funcionarios norteamericanos que habían sido sometidos a similar y aun
más exigente experiencia.
Entre julio de 2003 y diciembre de 2007, como embajador argentino del
gobierno del presidente Néstor Kirchner ante los EE.UU., realicé
presentaciones en universidades y centros de estudios en diversos
estados de ese país y viví similares experiencias. Por todo ello mi
convencimiento en que, seguramente, de la cátedra argentina se espera
diversidad, pluralismo, debate y excelencia. Nuestro país y su gente
tienen capacidad para realizarlo. Es un positivo emprendimiento que no
se debería defraudar.
*Fue profesor de Sociología Política, senador nacional, gobernador de Mendoza y embajador ante EE.UU.
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