Argentina-EEUU: siguen los cortocircuitos
Leandro Morgenfeld (Periódico Marcha)
Demandas cruzadas en la OMC, denuncias a los fondos buitre y fin de la cooperación con la DEA. Aprobación de la Ley Antiterrorista, Cátedra Argentina en la Universidad de Georgetown y desembarco de la estadounidense Chevron en YPF. Cada semana, en los últimos meses, aparecen señales contradictorias acerca la relación entre Argentina y Estados Unidos. ¿Cómo está realmente el vínculo bilateral?
Demandas cruzadas en la OMC, denuncias a los fondos buitre y fin de la cooperación con la DEA. Aprobación de la Ley Antiterrorista, Cátedra Argentina en la Universidad de Georgetown y desembarco de la estadounidense Chevron en YPF. Cada semana, en los últimos meses, aparecen señales contradictorias acerca la relación entre Argentina y Estados Unidos. ¿Cómo está realmente el vínculo bilateral?
A lo largo de 2011 afloraron las tensiones entre Argentina y Estados
Unidos: Obama no visitó Buenos Aires en su primera gira sudamericana, el
canciller Timerman participó personalmente en la revisión y secuestro
de materiales no declarados de un avión militar estadounidense que venía
a entrenar fuerzas de seguridad locales y Washington votó en contra de
créditos para Argentina en el BID y el Banco Mundial. Además, se
generaron algunas diferencias cuando se fueron conociendo los cables
filtrados por Wikileaks, algunos de los cuales no dejaban bien parados a distintos funcionarios de la Casa Rosada (Massa y Boudou, por ejemplo).
Como suele ocurrir en años electorales, el gobierno enfatizó su
discurso latinoamericanista, distanciándose todo lo posible de la Casa
Blanca. La derecha y los grandes medios de comunicación, por su parte,
insistían en la filiación chavista de Cristina Fernández, en el carácter
poco serio y desmesurado de su política exterior y en que el país
estaba aislado del mundo. Tras la reelección en primera vuelta, tanto
desde la Casa Rosada como desde la Casa Blanca se intentó una rápida
recomposición de las relaciones bilaterales.
En un gesto elocuente, la presidenta recibió a la Embajadora Vilma
Martínez (junto al titular de la NASA) dos días después de su triunfo
electoral. Enseguida se conoció la intención de Obama de reunirse a
solas con Cristina, lo cual se concretó en la Cumbre del G-20, en
Cannes, el 4 de noviembre. Allí se privilegiaron las coincidencias
bilaterales y se plantearon diversas líneas de trabajo conjunto para el
futuro inmediato. Pese a esos gestos de acercamientos, el 2012 no disipó
las tensiones anteriores. A 10 meses de ese primer encuentro
presidencial bilateral, es necesario realizar un balance.
El Departamento de Estado impulsó el acercamiento a Argentina para
morigerar las posiciones más anti-estadounidenses en la región -el eje
bolivariano- y también para presionar al país en función de distintos
intereses: empresas que ganaron fallos contra Argentina en el CIADI,
fondos buitre, el FMI que reclama auditar las cuentas nacionales. El
gobierno argentino, por su parte, pretendía el apoyo de Obama para
acordar con el Club de París, atraer inversiones estadounidenses y abrir
el mercado de ese país para equilibrar la balanza comercial bilateral,
crecientemente deficitaria.
Tras el encuentro en Cannes, la Casa Rosada no ahorró gestos hacia
Washington: aprobó la Ley Antiterrorista que demandaba Estados Unidos, a
través del GAFI, dio vía libre para las operaciones militares conjuntas
("Gringo-Gaucho"), mantuvo su política de aislamiento del régimen
iraní, celebró la posición "neutral" de Estados Unidos en el diferendo
por Malvinas y hasta el gobernador del Chaco, muy cercano a la Casa
Rosada, permitió al Comando Sur instalar una base "humanitaria". Además,
tras el anuncio de la expropiación de Repsol-YPF, se iniciaron
negociaciones para el desembarco de petroleras estadounidenses, como
Chevron y Exxon-Mobil. En los últimos días, el Pentágono concretó un
cuestionado acuerdo con el Ministerio de Defensa, para dar cursos a su
personal.
Más allá de esos gestos de distensión, persisten diferencias
políticas y económicas. Entre las primeras, se destaca la divergente
concepción hemisférica, en el marco de un creciente peso de China en la
región. Buenos Aires profundiza los lazos económicos con el gigante
asiático y a la vez apuesta por la creciente integración
latinoamericana: más allá de las dificultades y del rumbo errático, la
región construye nuevas organizaciones como el Mercosur, la UNASUR y la
CELAC, una suerte de "OEA sin Estados Unidos y Canadá". Washington, en
tanto, intenta dificultar el avance de esa integración alternativa,
impulsa las Cumbres de las Américas (que siguen excluyendo a Cuba) y
pretende reposicionar a la OEA, que viene teniendo una influencia
decreciente.
La Casa Blanca, en línea con su histórica estrategia de balcanización
latinoamericana, apuesta por el Eje Pacífico y por la presencia militar
creciente con nuevas modalidades. La reciente destitución de Lugo en
Paraguay y el acercamiento de Washington al gobierno de Federico Franco
son una muestra de la persistente capacidad de Washington para
dificultar políticas incluso reformistas en la región. Pero en la última
reunión hemisférica (Cartagena, 14 y 15 de abril) se manifestó la
voluntad de los países latinoamericanos de plantear una agenda propia:
es inadmisible la exclusión de Cuba, Malvinas es una causa regional,
deben discutirse las políticas de combate al narcotráfico que durante
décadas promovió Estados Unidos.
En el contexto de la crisis internacional, las pujas económicas
bilaterales no hicieron sino recrudecer en los últimos meses. Estados
Unidos reclama por las empresas que demandaron y ganaron juicios en el
CIADI contra Argentina (Azurix y Blue Ridge), por los
fondos buitre que presionan por deuda que no entró en el canje, para que
el FMI audite la economía argentina y para que se quiten las barreras a
las importaciones. El gobierno de Estados Unidos sancionó
comercialmente al país, quitándolo del Sistema Generalizado de
Preferencias (una serie de "ventajas" aduaneras otorgadas a países en
"desarrollo"). Además, y pese a que Estados Unidos incrementó en 2012 un
24,1% su superávit comercial con Argentina, Washington demandó al país
ante la OMC por supuestas prácticas proteccionistas que violan la
libertad de comercio.
Argentina, por su parte, denuncia que los fondos buitre no son
estadounidenses y que quieren saquear al país, que las empresas que
demandan ante el CIADI deben recurrir a los tribunales locales para
cobrar lo estipulado en los fallos, y que Estados Unidos es el que
realmente sostiene prácticas proteccionistas, a través de medidas
para-arancelarias, como los subsidios agropecuarios (que distorsionan
los precios internacionales y llevan a prácticas de dumping) y
las barreras fitosanitarias (con la excusa de la aftosa, por ejemplo, se
restringe la compra de carne argentina). Así, el gobierno argentino
también inició en agosto una demanda contra Estados Unidos en la OMC, y
viene denunciando que se agrava el desbalance del comercio bilateral,
superando al récord del año pasado (más de 4000 millones de dólares a
favor de Estados Unidos).
Más allá de los gestos de acercamiento que se manifestaron desde
Cannes y en los últimos 10 meses, persisten las fuentes de conflicto
bilateral: las diferencias económicas (por el carácter no complementario
de ambas economías) y las políticas (perspectiva interamericana vs
perspectiva latinoamericana). La profundización de la crisis mundial
probablemente incremente estas tensiones, en un contexto en que la
hegemonía estadounidense es cada vez más desafiada en la región, por la
ascendente China y por la influencia del eje bolivariano.
Como estado de situación, con eje en los aspectos de la política exterior de ambos países, me parece un muy buen artículo. Aporta varios elementos para transversalizar análisis de política local y regional (por ejemplo, la Operación Gringo Gaucho y la Base Militar "humanitaria" que quisieron instalar en Chaco).
ResponderEliminarLo difundo.
Saludos!