Venezuela al Mercosur y su impacto geopolítico
Por Juan Manuel Karg (Marcha). Con un acto realizado en Brasilia, quedó ayer formalizado el ingreso de la República Bolivariana de Venezuela como miembro pleno del MERCOSUR (Mercado Común del Sur), seis años después del pedido del gobierno de Chávez para integrar el bloque.
La llegada de Venezuela al MERCOSUR -que ahora se convierte en la
quinta economía a escala mundial- se da luego de la suspensión de
Paraguay en el organismo, tras el golpe “institucional” llevado adelante
por Federico Franco. Fue justamente el parlamento paraguayo que separó
del Ejecutivo a Fernando Lugo el mismo que mantuvo trabado el ingreso de
Venezuela al MERCOSUR durante años, luego de que los diputados y
senadores de Uruguay, Argentina y Brasil votaran a favor del ingreso del
mismo.
En el discurso de ayer de Hugo Chávez se encuentran algunas
explicaciones de la potencialidad que este ingreso tiene para Venezuela.
Al decir del presidente venezolano,"uno de nuestros grandes
objetivos es transformar el modelo económico nacional. A Venezuela le
fue impuesto un modelo en los últimos cien años. Algunos lo llaman el
modelo rentístico petrolero, otros el modelo monoproductor petrolero,
otros la colonia petrolera, la factoría petrolera, pero bueno, ese es el
papel que nos asignaron los poderes hegemónicos mundiales durante todo
el Siglo XX. Y como siempre yo lo recuerdo: no hubo un solo gobierno en
Venezuela, desde comienzos del Siglo XX hasta comienzos del Siglo XXI
-es decir, en cien años-, que hubiese pretendido, de alguna manera, a
veces incluso muy tímidamente, desarrollar un proyecto nacional, un
proyecto independiente, que no fuese derrocado. Todos fueron derrocados,
incluyendo nuestro gobierno, sólo que por tres días, gracias a la
respuesta popular venezolana”.
El impacto geopolítico en la coyuntura de América Latina.
En el ingreso de Venezuela al MERCOSUR, más allá del eje económico,
hay un indudable impacto geopolítico que no debería pasar inadvertido
para nadie, tras el reciente golpe “institucional” consumado en
Paraguay, el golpe en Honduras en 2009, y los intentos recientes de
desestabilización en Bolivia y Ecuador. En todos estos casos ha habido,
por parte del imperialismo norteamericano, un marcado intento de retomar
la iniciativa en Nuestra América luego de la derrota de Mar del Plata
2005, cuando los pueblos latinoamericanos (y los gobiernos, salvo
excepciones) frenaron el ALCA.
Producto de este “volver a la carga” que EEUU se ha autoimpuesto en
su otrora “patio trasero”, se han dado en el continente una nueva serie
de Tratados de Libre Comercio -Perú, Colombia y México, entre otros- , y
un desembarco estremecedor de bases militares norteamericanas en
nuestros territorios (así, por ejemplo, sólo 2 semanas después de
perpetrado el golpe “institucional” en Paraguay, apareció la amenaza de
colocar una nueva base militar estadounidense en territorio paraguayo,
frente al “peligro” de Bolivia).
Sin embargo, luego de consumada la farsa en Paraguay -con un “juicio
político” express que no permitió la defensa de Lugo-, EEUU, confiado,
no llegó a preever lo que estaba por suceder en Mendoza. Paraguay era
suspendido como miembro del MERCOSUR y se anunciaba el ingreso próximo
de Venezuela al bloque, lo que finalmente sucedió ayer en Brasilia. De
esta forma, tal como afirma en una reciente nota de opinión el
politólogo argentino Atilio Borón, la diplomacia norteamericana sufre
una categórica derrota, sólo comparable a la de 2005 en Mar del Plata.
El plan de Bush en su momento, y el de Obama en la actualidad, consistía
(y consiste) en aislar al gobierno de Hugo Chávez de cara al resto de
los Jefes de Estado del continente, intentando desestabilizar a uno de
los procesos de cambio más radicales a escala mundial.
Sobre integraciones: ALBA, UNASUR, CELAC, MERCOSUR
Llegados a este punto, hay que aclarar que el MERCOSUR no es la
panacea del cambio social en Nuestra América ni mucho menos. De hecho,
como bien afirma Borón, los acuerdos que originaron al tratado
reflejaron la hegemonía ideológica del neoliberalismo en aquel entonces.
La Declaración de Foz de Iguazú, firmada por Raúl Alfonsín y José
Sarney en 1985 y el Tratado de Asunción, fechado en 1991, dan cuenta de
ello. Sin embargo, también hay que decir que con la llegada de la oleada
de gobiernos “post neoliberales” y sobre todo con el despliegue del
ALBA, la UNASUR y recientemente la CELAC, el MERCOSUR ha tenido que
virar respecto a sus posiciones iniciales.
En este sentido, la llegada de Venezuela al bloque, no implica
menosprecio alguno respecto al ALBA, UNASUR o CELAC. De hecho, durante
el proceso de conformación de la CELAC, durante 2011, diversos analistas
internacionales habían afirmado la cercanía del fin del ALBA como
proyecto de integración, y su reemplazo por la Comunidad de Estados de
América Latina y el Caribe, como superación a la misma. Esto jamás
sucedió, porque Venezuela y Cuba, principales gestores de la Alternativa
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, diferencian claramente
alineamientos de índole táctica y estratégica. Así, se privilegia en la
situación actual un avance objetivo como el que se ha dado ayer en
Brasilia, sin dejar caer otros proyectos de integración con mayor
radicalidad y confrontación con el capital, en momentos que la crisis
internacional sacude al mundo entero.
Octubre y la unidad latinoamericana
Las próximas elecciones en Venezuela serán de crucial importancia
para el futuro de la integración de nuestro continente: un hipotético
triunfo de Capriles en Octubre pondría en jaque las diversas instancias
que los gobiernos post neoliberales se han dado de 2005 a esta parte.
Como contraparte, un nuevo triunfo de la Revolución Bolivariana -lo que
se prevé en la mayor parte de las encuestas que se han hecho públicas-
dotaría de vigorosidad (y radicalidad) a los mismos, colocando a
Venezuela a la vanguardia indiscutida de la integración de nuestros
países, en pos de un efectivo desarrollo autónomo a nivel económico y
político.
A juzgar por lo acontecido en Brasilia ayer, el imperialismo no debería festejar de antemano.
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