El Socio bolivariano
Por Cecilia Escudero (Revista Debate)
Desde el 26 de
marzo de 1991, cuando Brasil, Uruguay, Paraguay y la Argentina
suscribieron el Tratado de Asunción, el Mercosur avanza, se dinamiza,
tropieza o ingresa en períodos de larga agonía. Un bloque asediado, en
el transcurso de estos años, por crisis macroeconómicas y políticas que
padecieron cada uno de sus socios, contexto al que se le suman las
sucesivas trabas al comercio intrazona, así como diversos
incumplimientos en los compromisos acordados.
Varios especialistas consultados por Debate argumentan en torno a los interrogantes que, ahora, surgen respecto del último gran hito que vivió el Mercado Común del Sur: el ingreso de Venezuela como miembro pleno, incorporación que se oficializará el 31 de julio, en la cumbre de Brasilia, a la que asistirá la presidenta Cristina Kirchner.
Así, la nueva composición del bloque habilita la pregunta sobre qué representa para un bloque al que se le atribuye cierto estancamiento crónico el ingreso pleno de la tercera economía sudamericana, cuyo territorio posee las reservas de petróleo más importantes del globo. Con todo, el planteo se enmarca en un dilema mayor, referido a la situación actual de ese bloque y sus perspectivas de futuro. La polémica se agudiza en un contexto de crisis económica y cambios en la geopolítica global, y se impone la pregunta de si el Mercorsur es o no el modelo de integración apropiado para las economías latinoamericanas.
SALE PARAGUAY, ENTRA VENEZUELA
La destitución del ex presidente de Paraguay, Fernando Lugo, hizo de la última cumbre del Mercosur, en Mendoza, un centro de atención en la escena mundial. Allí, Paraguay, uno de los fundadores y Estado-parte (junto con Brasil, Uruguay y la Argentina) fue suspendido del bloque, luego del juicio express implementado por el Parlamento guaraní contra el ex obispo. Ahí mismo, se decidió incorporar a Venezuela en calidad de socio pleno (hasta ese momento era uno de los Estados Asociados del bloque, junto con Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú). Precisamente, hasta entonces, la renuencia del Congreso paraguayo era el único obstáculo que impedía el ingreso de los bolivarianos.
En este sentido, para el especialista uruguayo en política internacional, Nicolás Albertoni, “el ingreso de Venezuela, aprovechando la suspensión de Paraguay, es uno de los peores hechos políticos de la historia del Mercosur. Está claro que no se respetó el reglamento”. Autor del libro Entre el barrio y el mundo ¿Mercosur o el modelo chileno?, opina que de nada sirve seguir sumando nuevos miembros porque el bloque “no sabe bien hacia dónde quiere ir”. Y agrega: “Sin ir más lejos, el presidente José Mujica planteó dejarlo de lado y sumarnos todos a la Unasur. Entonces es muy poco lógico que se siga sumando gente a un tren del que no se sabe su destino”.
Así, la previsible controversia respecto del nuevo integrante se desarrolló rápido. Por caso, Oscar Casal, presidente del Espacio para la Integración y la Convergencia (Épica), asegura que la biblioteca está dividida. Para él, la incorporación de Venezuela se ajusta a la normativa vigente y, además, “es positiva porque la presencia de ese país puede ser un importante dinamizador del bloque, al mismo tiempo que representa una oportunidad para generar buenos negocios”. Aunque, de acuerdo con la visión de este analista, el verdadero desafío radique en discutir si este esquema de integración, nacido en los noventa, “se ajusta o no a las actuales necesidades de los países sudamericanos”.
Otra de las voces consultadas es la de Alberto Sosa, responsable de la organización AmerSur, quien remarca las potencialidades de la nueva asociación regional, ya que sostiene que esta incorporación puede implicar un salto cualitativo y, en consecuencia, podría conformarse un eje vertical Brasilia-Buenos Aires-Caracas, desde el Caribe hasta la Tierra del Fuego. “Este eje geopolítico crearía condiciones propicias para configurar un mercado de dimensión casi continental”, responde vía mail, desde Pétion-Ville, la ciudad cercana a Puerto Príncipe en la que cumple una actividad como consultor externo en la Secretaría Técnica Unasur-Haití. En este sentido, explica que “las reservas de petróleo y también de gas de Venezuela pueden estar al servicio del desarrollo industrial del Mercosur y no como aconteció hasta ahora al servicio de países como Estados Unidos”.
Desde otra perspectiva, el diputado argentino Carlos Raimundi subraya que la presencia del país caribeño energiza la integración, y por extensión, la autonomía regional frente a las presiones externas, especialmente de la primera potencia mundial (ver recuadro).
Entretanto, para el economista de la consultora abeceb.com, Mauricio Claverí, el ingreso de Venezuela puede ser interpretado como la profundización de la tendencia de imprimirle al bloque un carácter más político que económico, en gran medida debido a las continuas dificultades para avanzar en este último sentido. Con todo, el experto afirma que la incorporación plena de Venezuela no será tan sencilla “ya que demandará la adopción del Arancel Externo Común (AEC), la liberalización del comercio intrazona, la incorporación de los tratados comerciales, entre otras cosas que demandan voluntad y tiempo”.
RUMBO DISPAR
Basado en la experiencia europea, se puede describir la integración económica regional en cinco etapas acumulativas: área de libre comercio (los aranceles se eliminan progresivamente), unión aduanera (que incorpora el AEC), mercado común, unión económica y unión monetaria, según sistematiza Jorge Carrera, en el libro El dilema del Mercosur. Así, el bloque latinoamericano se encontraría en el segundo estadio del proceso integrador. Pero el panorama dista de ser sencillo. En realidad, “técnicamente es una unión aduanera imperfecta ya que hay sectores que tienen aranceles externos diferenciados y otros en los cuales no hay libre comercio”, argumenta Carrera en su libro.
Con todo, pese a haber nacido “casi como una excentricidad” en el contexto de la globalización económica y financiera de los noventa, el Mercosur respondió ideológicamente a los postulados y recetas del llamado Consenso de Washington. Y si bien el bloque atravesó una década inicial de rápido crecimiento en el intercambio comercial (en la Argentina las exportaciones con destino al Mercosur aumentaron un 405 por ciento desde 1991 a 1998), no bastó para transformar el nuevo proyecto en un espacio estable de desarrollo regional. Una falencia estructural que perdura hasta hoy pese a la llegada al poder de los ex presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner, quienes reimpulsaron el bloque y renovaron su carácter político. Traducido en cifras, en 2011, sólo el 14,8 por ciento de las exportaciones de los socios del Mercosur fueron destinadas a otros miembros del bloque; cuando en 1998, esa cifra trepaba al 25,1 por ciento, según especifica abeceb.com. En el caso argentino, las exportaciones intra Mercosur representaron, el último año, 20.707 millones de dólares, de un total de 83.951, según el Centro de Economía Internacional (CEI).
En este contexto, Albertoni grafica las preocupaciones de los socios más chicos: “Los países pequeños dependemos del comercio internacional para crecer. Y, si nuestra plataforma hacia el mundo, en este caso el Mercosur, no nos responde comercialmente, estamos realmente atados para proyectar nuestro crecimiento”.
En este sentido, ante una pregunta de Debate, el académico Roberto Bouzas ordena el panorama: “el Mercosur contribuyó, en su momento, a que aumente el comercio dentro de la región y, al mismo tiempo, a que aumente el comercio de bienes que tienen mayor valor agregado”. Características clave frente a la demanda de materias primas que viene desde afuera del bloque, especialmente de China. Sin embargo, el director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet agrega que, desde el punto de vista económico, sin duda, el Mercosur ha ido perdiendo relevancia. “Por ello, honestamente, no encuentro beneficioso el ingreso de Venezuela. No tiene sentido aumentar la heterogeneidad del grupo en momentos en que no hay mucha claridad sobre los objetivos. Aumentar la dimensión o sumar producto bruto no dice nada respecto de la eficacia de un acuerdo de integración”, sostiene.
EL FUTURO
En mayor o menor medida, todos los analistas consultados se refieren al “amesetamiento” en el que se encuentra el bloque desde hace aproximadamente diez años. Sosa, además, enfoca otro centro de preocupación. Desde su óptica, uno de los grandes obstáculos que afronta el bloque se vincula al hecho de que “cada uno de los Estados-parte se maneja con una visión nacional, antes que con una mirada conjunta o de bloque. Cada país protege su mercado doméstico”. Y, si de las razones de la debacle se trata, Claverí, entre otros aspectos, pone el acento en cómo la marcha del bloque estuvo signada por distintos conflictos entre los países socios sobre todo en el plano sectorial. A ello, suma “la falta de medidas para paliar las asimetrías entre los países, las continuas perforaciones del arancel o las dificultades para la conformación de cadenas de valores regionales”. Por su parte, Bouzas indica que, como el vínculo económico es relativamente poco intenso, los incentivos para sacrificar la discrecionalidad, de algún modo, son bajos. Con todo, el analista concluye en que es ingenuo pensar que se puede profundizar la integración productiva desde políticas estatales nacionales, que representan señales contradictorias, como las restricciones a las importaciones implementadas por la Argentina y Brasil.
Entretanto, en momentos en que China se muestra dispuesta a jugar fuerte con el bloque regional, el presidente Hugo Chávez manifestó que el ingreso de su país como miembro pleno “es una bendición” y que, de esta manera, “el Mercosur se abre al Caribe”. El entusiasmo asiático crece frente a uno de los principales exportadores mundiales de alimentos. No es para menos, contando a los cinco socios plenos, el bloque suma un mercado de cerca de trescientos millones de habitantes.
Sin embargo, frente a la incapacidad para amortiguar las asimetrías o las falencias en el orden institucional que arrastra el Mercosur en sus 21 años de vida, Casal exhorta al debate y al replanteo de si los objetivos que persigue el Mercosur son realistas. “Tal vez haya que reformatear el modelo de integración”, reclama.
Ante sus pares latinoamericanos, en la última cumbre de la CELAC, la presidenta Cristina Kirchner ratificó que el comercio intrazonal tiene que ser clave para la región y reconoció que “se corre el riesgo, como la Argentina, que ahora empieza su camino de industrialización, de volver a reprimarizar las exportaciones y eliminar los puestos de trabajo que significaron la inclusión”. En este sentido, el Mercosur, más allá de su camino zigzagueante, ha demostrado algunas habilidades para intensificar el comercio y darle calidad, alentando la diversificación productiva.
Varios especialistas consultados por Debate argumentan en torno a los interrogantes que, ahora, surgen respecto del último gran hito que vivió el Mercado Común del Sur: el ingreso de Venezuela como miembro pleno, incorporación que se oficializará el 31 de julio, en la cumbre de Brasilia, a la que asistirá la presidenta Cristina Kirchner.
Así, la nueva composición del bloque habilita la pregunta sobre qué representa para un bloque al que se le atribuye cierto estancamiento crónico el ingreso pleno de la tercera economía sudamericana, cuyo territorio posee las reservas de petróleo más importantes del globo. Con todo, el planteo se enmarca en un dilema mayor, referido a la situación actual de ese bloque y sus perspectivas de futuro. La polémica se agudiza en un contexto de crisis económica y cambios en la geopolítica global, y se impone la pregunta de si el Mercorsur es o no el modelo de integración apropiado para las economías latinoamericanas.
SALE PARAGUAY, ENTRA VENEZUELA
La destitución del ex presidente de Paraguay, Fernando Lugo, hizo de la última cumbre del Mercosur, en Mendoza, un centro de atención en la escena mundial. Allí, Paraguay, uno de los fundadores y Estado-parte (junto con Brasil, Uruguay y la Argentina) fue suspendido del bloque, luego del juicio express implementado por el Parlamento guaraní contra el ex obispo. Ahí mismo, se decidió incorporar a Venezuela en calidad de socio pleno (hasta ese momento era uno de los Estados Asociados del bloque, junto con Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú). Precisamente, hasta entonces, la renuencia del Congreso paraguayo era el único obstáculo que impedía el ingreso de los bolivarianos.
En este sentido, para el especialista uruguayo en política internacional, Nicolás Albertoni, “el ingreso de Venezuela, aprovechando la suspensión de Paraguay, es uno de los peores hechos políticos de la historia del Mercosur. Está claro que no se respetó el reglamento”. Autor del libro Entre el barrio y el mundo ¿Mercosur o el modelo chileno?, opina que de nada sirve seguir sumando nuevos miembros porque el bloque “no sabe bien hacia dónde quiere ir”. Y agrega: “Sin ir más lejos, el presidente José Mujica planteó dejarlo de lado y sumarnos todos a la Unasur. Entonces es muy poco lógico que se siga sumando gente a un tren del que no se sabe su destino”.
Así, la previsible controversia respecto del nuevo integrante se desarrolló rápido. Por caso, Oscar Casal, presidente del Espacio para la Integración y la Convergencia (Épica), asegura que la biblioteca está dividida. Para él, la incorporación de Venezuela se ajusta a la normativa vigente y, además, “es positiva porque la presencia de ese país puede ser un importante dinamizador del bloque, al mismo tiempo que representa una oportunidad para generar buenos negocios”. Aunque, de acuerdo con la visión de este analista, el verdadero desafío radique en discutir si este esquema de integración, nacido en los noventa, “se ajusta o no a las actuales necesidades de los países sudamericanos”.
Otra de las voces consultadas es la de Alberto Sosa, responsable de la organización AmerSur, quien remarca las potencialidades de la nueva asociación regional, ya que sostiene que esta incorporación puede implicar un salto cualitativo y, en consecuencia, podría conformarse un eje vertical Brasilia-Buenos Aires-Caracas, desde el Caribe hasta la Tierra del Fuego. “Este eje geopolítico crearía condiciones propicias para configurar un mercado de dimensión casi continental”, responde vía mail, desde Pétion-Ville, la ciudad cercana a Puerto Príncipe en la que cumple una actividad como consultor externo en la Secretaría Técnica Unasur-Haití. En este sentido, explica que “las reservas de petróleo y también de gas de Venezuela pueden estar al servicio del desarrollo industrial del Mercosur y no como aconteció hasta ahora al servicio de países como Estados Unidos”.
Desde otra perspectiva, el diputado argentino Carlos Raimundi subraya que la presencia del país caribeño energiza la integración, y por extensión, la autonomía regional frente a las presiones externas, especialmente de la primera potencia mundial (ver recuadro).
Entretanto, para el economista de la consultora abeceb.com, Mauricio Claverí, el ingreso de Venezuela puede ser interpretado como la profundización de la tendencia de imprimirle al bloque un carácter más político que económico, en gran medida debido a las continuas dificultades para avanzar en este último sentido. Con todo, el experto afirma que la incorporación plena de Venezuela no será tan sencilla “ya que demandará la adopción del Arancel Externo Común (AEC), la liberalización del comercio intrazona, la incorporación de los tratados comerciales, entre otras cosas que demandan voluntad y tiempo”.
RUMBO DISPAR
Basado en la experiencia europea, se puede describir la integración económica regional en cinco etapas acumulativas: área de libre comercio (los aranceles se eliminan progresivamente), unión aduanera (que incorpora el AEC), mercado común, unión económica y unión monetaria, según sistematiza Jorge Carrera, en el libro El dilema del Mercosur. Así, el bloque latinoamericano se encontraría en el segundo estadio del proceso integrador. Pero el panorama dista de ser sencillo. En realidad, “técnicamente es una unión aduanera imperfecta ya que hay sectores que tienen aranceles externos diferenciados y otros en los cuales no hay libre comercio”, argumenta Carrera en su libro.
Con todo, pese a haber nacido “casi como una excentricidad” en el contexto de la globalización económica y financiera de los noventa, el Mercosur respondió ideológicamente a los postulados y recetas del llamado Consenso de Washington. Y si bien el bloque atravesó una década inicial de rápido crecimiento en el intercambio comercial (en la Argentina las exportaciones con destino al Mercosur aumentaron un 405 por ciento desde 1991 a 1998), no bastó para transformar el nuevo proyecto en un espacio estable de desarrollo regional. Una falencia estructural que perdura hasta hoy pese a la llegada al poder de los ex presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner, quienes reimpulsaron el bloque y renovaron su carácter político. Traducido en cifras, en 2011, sólo el 14,8 por ciento de las exportaciones de los socios del Mercosur fueron destinadas a otros miembros del bloque; cuando en 1998, esa cifra trepaba al 25,1 por ciento, según especifica abeceb.com. En el caso argentino, las exportaciones intra Mercosur representaron, el último año, 20.707 millones de dólares, de un total de 83.951, según el Centro de Economía Internacional (CEI).
En este contexto, Albertoni grafica las preocupaciones de los socios más chicos: “Los países pequeños dependemos del comercio internacional para crecer. Y, si nuestra plataforma hacia el mundo, en este caso el Mercosur, no nos responde comercialmente, estamos realmente atados para proyectar nuestro crecimiento”.
En este sentido, ante una pregunta de Debate, el académico Roberto Bouzas ordena el panorama: “el Mercosur contribuyó, en su momento, a que aumente el comercio dentro de la región y, al mismo tiempo, a que aumente el comercio de bienes que tienen mayor valor agregado”. Características clave frente a la demanda de materias primas que viene desde afuera del bloque, especialmente de China. Sin embargo, el director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet agrega que, desde el punto de vista económico, sin duda, el Mercosur ha ido perdiendo relevancia. “Por ello, honestamente, no encuentro beneficioso el ingreso de Venezuela. No tiene sentido aumentar la heterogeneidad del grupo en momentos en que no hay mucha claridad sobre los objetivos. Aumentar la dimensión o sumar producto bruto no dice nada respecto de la eficacia de un acuerdo de integración”, sostiene.
EL FUTURO
En mayor o menor medida, todos los analistas consultados se refieren al “amesetamiento” en el que se encuentra el bloque desde hace aproximadamente diez años. Sosa, además, enfoca otro centro de preocupación. Desde su óptica, uno de los grandes obstáculos que afronta el bloque se vincula al hecho de que “cada uno de los Estados-parte se maneja con una visión nacional, antes que con una mirada conjunta o de bloque. Cada país protege su mercado doméstico”. Y, si de las razones de la debacle se trata, Claverí, entre otros aspectos, pone el acento en cómo la marcha del bloque estuvo signada por distintos conflictos entre los países socios sobre todo en el plano sectorial. A ello, suma “la falta de medidas para paliar las asimetrías entre los países, las continuas perforaciones del arancel o las dificultades para la conformación de cadenas de valores regionales”. Por su parte, Bouzas indica que, como el vínculo económico es relativamente poco intenso, los incentivos para sacrificar la discrecionalidad, de algún modo, son bajos. Con todo, el analista concluye en que es ingenuo pensar que se puede profundizar la integración productiva desde políticas estatales nacionales, que representan señales contradictorias, como las restricciones a las importaciones implementadas por la Argentina y Brasil.
Entretanto, en momentos en que China se muestra dispuesta a jugar fuerte con el bloque regional, el presidente Hugo Chávez manifestó que el ingreso de su país como miembro pleno “es una bendición” y que, de esta manera, “el Mercosur se abre al Caribe”. El entusiasmo asiático crece frente a uno de los principales exportadores mundiales de alimentos. No es para menos, contando a los cinco socios plenos, el bloque suma un mercado de cerca de trescientos millones de habitantes.
Sin embargo, frente a la incapacidad para amortiguar las asimetrías o las falencias en el orden institucional que arrastra el Mercosur en sus 21 años de vida, Casal exhorta al debate y al replanteo de si los objetivos que persigue el Mercosur son realistas. “Tal vez haya que reformatear el modelo de integración”, reclama.
Ante sus pares latinoamericanos, en la última cumbre de la CELAC, la presidenta Cristina Kirchner ratificó que el comercio intrazonal tiene que ser clave para la región y reconoció que “se corre el riesgo, como la Argentina, que ahora empieza su camino de industrialización, de volver a reprimarizar las exportaciones y eliminar los puestos de trabajo que significaron la inclusión”. En este sentido, el Mercosur, más allá de su camino zigzagueante, ha demostrado algunas habilidades para intensificar el comercio y darle calidad, alentando la diversificación productiva.
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