Tsunami geopolítico en el Cono Sur
La
tarde del 22 junio cuando el Senado de Paraguay votó el “juicio
político” al presidente Fernando Lugo, se disparaba la mayor crisis
política que conoció el Mercosur en más de 20 años. Las fichas aún no
terminaron de acomodarse en el tablero, pero es seguro que el temblor ha
sido tan fuerte que con el paso del tiempo nada quedará en su lugar.
En Paraguay las fuerzas políticas y económicas más retrógradas han
ganado espacios, abriendo la posibilidad de estrechar alianzas con
Estados Unidos que gana un aliado en un lugar donde puede hacer mucho
daño a Brasil. La sanción a Paraguay, adoptada tanto por el Mercosur
como por la Unasur, permitió el ingreso de Venezuela al Mercosur que
estaba pendiente desde 2006 por la negativa del parlamento de Paraguay a
aprobar lo que ya habían decidido Brasil, Argentina y Uruguay.
China aprovechó el momento para dar un paso adelante en su relación
con la región al proponer un tratado de libre comercio al Mercosur.
Paraguay no sólo bloqueaba el ingreso de Venezuela sino que es uno de
los pocos países del mundo que tienen relaciones diplomáticas con Taiwán
y no con China, lo que revela el carácter de su dirigencia política.
Lección “pedagógica” a Paraguay
El conservador Folha de São Paulo fue el primer medio
internacional en titular que el golpe de Paraguay es similar al
realizado en Honduras en 2009. En Brasil, incluso los conservadores
observan con preocupación los cambios que se están produciendo en la
región.
La destitución de Lugo tomó por sorpresa al gobierno de Dilma
Rousseff, cuyos principales ministros estaban pendientes de la cumbre
Rio+20. El 21 de junio, cuando el parlamento de Asunción decidió que al
día siguiente se realizaría el juicio político contra Lugo, Dilma
decidió que la respuesta fuera colectiva y estuviera a cargo de la
Unasur y del Mercosur. A las 19 horas el canciller Antonio Patriota
partió rumbo a Paraguay junto a los cancilleres de Argentina, Colombia,
Uruguay y Venezuela[1].
Al día siguiente se sumaron los demás. Lo que escucharon y lo que
vieron luego de entrevistarse con parlamentarios y dirigentes políticos
paraguayos, quienes prácticamente se negaron a escuchar sus argumentos,
los convenció de la necesidad de dar una “lección pedagógica” a la clase
política de ese país[2].
El centro de investigaciones BASE Investigaciones Sociales sostiene
que la derecha paraguaya es “una de las más retrógradas, reaccionarias y
serviles de América Latina, producto del particular desarrollo
capitalista en Paraguay y de su histórica vocación autoritaria”[3].
Además sostiene que la masacre de Curuguaty “fue un plan montado de
antemano, implementado cuando pudieron juntar los votos necesarios en el
Parlamento”[4].
Uno de los grandes virajes que hubo en Paraguay bajo la presidencia
de Lugo, es que el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), que había
sido un importante foco de resistencia a la dictadura de Alfredo
Stroessner (1954-1989), traicionó a sus bases y a su historia y se
convirtió en un partido más al servicio de las elites empresariales
corruptas vinculadas al contrabando, el narcotráfico y la apropiación
ilegal de tierras.
La dictadura facilitó la fusión entre un empresariado ligado a
negocios ilegales y el Partido Colorado, que fue el partido-Estado de
Stroessner, que gobernó Paraguay durante 60 años ininterrumpidos (desde
la guerra civil de 1947 hasta 2008 cuando gana Lugo) en alianza con los
militares y gran parte del tiempo bajo el estado de sitio.
La tierra es el mejor ejemplo del tipo de elites que se crearon en
Paraguay. Según la FAO, la concentración de la tierra es la más desigual
del mundo ya que el 80% está en manos del dos por ciento de los
propietarios[5].
La dictadura se sostuvo entregando tierras a militares, empresarios y
miembros del Partido Colorado, que consigna la Comisión Verdad y
Justicia en su informe final entregado en 2008[6].
El informe establece que entre 1954 y 1989 se entregaron de modo
ilegal 6,7 millones de hectáreas, a las que se deben sumar otro millón
entregadas de forma irregular entre 1989 y 2003. A esas tierras el
informe las denomina “tierras malhabidas” que suman el 32,7% de la
superficie arable del país y el 20% de la superficie total de Paraguay[7].
Una parte considerable de esas tierras, sobre todo en los
departamentos fronterizos, fueron entregadas a hacendados brasileños,
los brasiguayos, que hoy detentan alrededor de 5 millones de hectáreas según el investigador Marcos Glauser[8]. En el departamento donde se realizó la masacre de Caraguaty, en Canindeyú, los brasiguayos poseen el 40% de la tierra y el 80% de los cultivos de soya[9].
Ese empresariado y esa derecha forzaron la destitución de Lugo, exigiendo mano dura contra los campesinos que ocupan tierras malhabidas
para que sean usadas para la reforma agraria. Tanto el Mercosur como la
Unasur decidieron en la cumbre de Mendoza, el 29 de junio, poner un
freno a un modelo de “golpe constitucional” que se estrenó en Honduras
en 2009 y prosiguió en Paraguay.
Es cierto, como ha sido denunciado por diversos medios, que la
multinacional Monsanto presionaba para que se liberara el algodón
transgénico, que otra multinacional, Rio Tinto Alcan, quiere instalarse
en paraguay aprovechando su energía abundante y barata, y que los
Estados Unidos venían alentando la destitución de Lugo desde 2009[10]. Pero estas presiones habrían fracasado si no existiera una clase política corrupta.
El Mercosur en su hora más difícil
Todos los gobiernos de la región, incluso los países gobernados por
la derecha como Chile y Colombia, consiguieron tomar una decisión común:
ambos organismos suspendieron a Paraguay hasta las elecciones de abril
de 2013 y mostraron unanimidad y distancia de Washington aún en una
situación compleja porque se trató de un golpe de Estado de nuevo tipo.
Ni la Unasur ni el Mercosur impulsaron sanciones económicas contra
Paraguay. Esto se debe a dos cuestiones. Paraguay es un gran proveedor
de energía a Brasil, de la represa de Itaipú, y a la Argentina, por la
de Yacyretá. Además, sus vecinos no quieren que Paraguay se retire de
esas organizaciones ya que puede estar tentado a firmar un tratado de
libre comercio con Estados Unidos y a instalar bases militares en su
territorio.
Algo de eso insinuó el nuevo presidente Federico Franco cuando dijo
que con las sanciones “terminó la tutela de los países vecinos”, y
aseguró que ahora “Paraguay está liberado para tomar decisiones”[11]. Por eso Brasil logró convencer a Hugo Chávez para que no interrumpa el suministro de petróleo a Paraguay.
No será fácil que Paraguay renuncie a la región pues tiene una enorme
dependencia de sus vecinos. El 55% de sus exportaciones van al Mercosur
siendo Brasil su principal mercado, sobre todo soya, carnes, cereales y
oleaginosas[12].
Siendo un país mediterráneo, toda su producción sale por los puertos
brasileños y argentinos de los cuales tiene una total dependencia, así
como de sus carreteras.
Sin embargo, el golpe en Paraguay no consigue disimular las
dificultades del Mercosur, aquejado por la crisis mundial y el ascenso
de China. Existe una fuerte disputa entre Argentina y Brasil y entre los
dos pequeños (Uruguay y Paraguay) con los dos grandes del bloque. La
alianza está paralizada porque lo que conviene a unos perjudica a los
otros.
Expresión de las dificultades fue la renuncia del embajador Samuel
Pinheiro Guimarães, Alto Representante General del Mercosur, en la
reciente cumbre en Mendoza. En su carta-relatorio de despedida traza un
lúcido análisis sobre la realidad actual del bloque.
Señala que la crisis económica en Europa y Estados Unidos y el
ascenso de China generan un enorme flujo de capitales hacia el sur que
“erosiona los vínculos comerciales intra-Mercosur que son el principal
cimiento del proceso de integración”[13]. La desindustrialización se deriva de esas políticas y debe ser enfrentada utilizando los recursos de la exportación de commodities.
Pinheiro asegura que la Unasur “no puede ser la piedra fundamental
para la construcción del bloque económico de América del Sur” porque
Chile, Colombia y Perú firmaron tratados de libre comercio con Estados
Unidos, lo que imposibilita la construcción de políticas regionales de
promoción del desarrollo.
Por eso cree que el bloque regional debe ser formado “a partir de la
expansión gradual del Mercosur”, incluyendo a Venezuela, Ecuador,
Bolivia, Surinam y Guyana. Los últimos deberán contar con condiciones de
ingreso especiales por su bajo nivel de desarrollo y el interés
político que tienen para la región.
Para avanzar, dice el embajador, el bloque debe aumentar de forma
significativa la coordinación política y la cooperación económica. “La
característica central del Mercosur son las asimetrías”, explica, que
provocan tensiones políticas. Apuesta por una fuerte expansión de los
recursos del Fondo para la Convergencia Estructural para favorecer a los
más pequeños, que hoy cuenta con apenas 100 millones de dólares
anuales.
Quizá el momento más luminoso de su carta sea el párrafo 34: “En un
mundo multipolar, en crisis, con grandes cambios de poder, no es del
interés de ningún bloque o de ninguna gran potencia la constitución o el
fortalecimiento de un nuevo bloque de Estados, en especial si son
periféricos. Cualquier gran potencia considera más conveniente negociar
acuerdos con Estados aislados, en especial si son países
subdesarrollados, más débiles económica y políticamente”[14].
Sólo a los miembros del Mercosur les interesa su bloque. Sin embargo,
cuando fue creado en 1991 no fue concebido como organismo para promover
el desarrollo sino como unión aduanera para promover el libre comercio.
La propuesta de Pinheiro consiste en que sea capaz de impulsar un
desarrollo regional armonioso y equilibrado, eliminando las asimetrías y
construyendo una legislación común de modo gradual.
Este viraje es necesario porque las respuestas de los países
industrializados a la crisis son “una verdadera suspensión, en al
práctica, de los acuerdos de la OMC negociados en la época de hegemonía
del pensamiento neoliberal”[15].
Si el Mercosur no da estos pasos, “podrá sobrevivir pero siempre de
modo claudicante y no se transformará en un bloque de países capaz de
defender y promover sus intereses en este nuevo mundo que surgirá de las
crisis que vivimos”. El diagnóstico hecho por uno de los más destacados
intelectuales de Brasil, parece acertado. Los próximos años dirán si
hay voluntad política para cambiar el rumbo.
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