martes, 24 de julio de 2012

Artículo de Jorge Argüello sobre bonistas de EEUU

Los últimos aleteos de los fondos buitres

Jorge Argüello (El Cronista Comercial)



Días atrás, los miembros del Congreso de los Estados Unidos leyeron en los dos periódicos especializados de mayor circulación en el país una solicitada paga de la American Task Force Argentina (AFTA) que –centrada en mi persona– se ocupó de deformar, por enésima vez, la exitosa renegociación de la deuda externa de nuestro país tras el default de 2001.
AFTA es el lobby de fachada que se han dado en Washington fondos buitres como NML y EM Ltd, que se agitan con sus últimos aleteos al comprobar el fracaso de su estrategia de excluirse de las restructuraciones de deuda de 2005 y 2010 persiguiendo convertir en millones lo que habían conseguido por centavos carroñeando en lo peor de la crisis.
Y ahora están nerviosos como nunca antes porque una fuerte campaña de información que no se esperaban de parte de Argentina entre los mismos senadores y congresistas estadounidenses a los que acostumbraban a distribuirles sus mentiras puso en evidencia ya no sólo lo espurio de sus intereses, sino algo peor: que mienten, y mienten en todo.
La solicitada, publicada en The Hill y Politico, contiene la misma vieja retahíla de distorsiones sobre el comportamiento de Argentina con sus acreedores en la que involucra maliciosamente comentarios públicos de los presidentes de los dos países, parciales, sin contexto y mezclando –como en el tango– la Biblia y el calefón.
La estrategia de socavar la imagen de Argentina tiene un origen que la condena. Está implementada por el mentor de AFTA, Robert Shapiro, un ex funcionario de Bill Clinton que ya olvidó la alergia de su propio ex Presidente por los fondos buitres que se acercaban a los Demócratas a donarles dinero.
Si Paul Singer, del Fondo NML, maneja hoy miles de millones de dólares en inversiones financieras es porque su astucia le ganó al resto de los especuladores y tras hacer fortunas saltó a tiempo de los productos financieros ‘derivados’ que provocaron la gran crisis de 2008 en Estados Unidos. Keneth Dart (Fondo EM Ltd.) fijó domicilio en las Islas Cayman para evadir en u$s 200 millones al fisco estadounidense y se hizo ciudadano de Belice, intentando luego reingresar a los Estados Unidos, esta vez como cónsul de ese país y bajo inmunidad diplomática.
Los verdaderos rostros de AFTA se asientan en paraísos fiscales, muestra clara de cómo estos ‘inversores de riesgo’ se ríen en la cara de los propios contribuyentes estadounidenses, al punto de renunciar a su ciudadanía para obtener beneficios fiscales.
En los últimos meses, los newsletters que la Embajada de Argentina en Washington comenzó a distribuir periódicamente entre los 535 miembros del Congreso estadounidense y las máximas autoridades de la Administración Obama, más el ilustrativo libro ‘Mitos y Realidades’ sobre el default de 2001, elaborado por nuestro gobierno, aseguraron un amplio acceso a la verdad sobre la restructuración y el pago de la deuda y dejaron en claro los intereses en juego.
De un lado, fondos buitres engordados a costa de rescatar por casi nada títulos de deuda de economías agonizantes como la nuestra en aquella crisis o que siguen transitando graves crisis económico financieras, preferentemente ahora en África y América Latina.
De otro, Argentina, que reestructuró el 92% de su deuda en dos etapas (2005 y 2010), en un proceso al cabo del cual persisten reclamos por u$s 3.500 millones –¡nominales, no reales!– y de ellos apenas 8% corresponde a estadounidenses, un hecho que en Washington vuelve a dejar en evidencia el verdadero móvil del lobby de los fondos buitres.
Aun así, ante la persistencia de reclamos de unos pocos bonistas, la Argentina coopera judicialmente, aunque como corresponde también sostiene su posición en términos de equidad y de no discriminación de los acreedores, apoyada en el derecho internacional. Justamente, los fondos buitres no tendrían oportunidad alguna si los Estados acordaran un instrumento internacionalmente aceptado de resolución de deuda soberana.
Por lo pronto, desde 2001, varios países incluyeron cláusulas de acciones colectivas y jurisdiccionales al emitir deuda. Pero los fondos buitres insisten en hurgar en esas grietas jurídicas aunque cada vez con menos suerte. Su última derrota fue hace poco, en la mismísima Corte Suprema de Estados Unidos, que se negó a darle curso a una apelación para cobrarse u$s 100 millones del Banco Central argentino depositados en la Reserva Federal de Nueva York.
Enfrentar a estos fondos buitres parece relativamente sencillo: exponer la verdad sobre lo que hizo Argentina con su economía y su deuda durante la última década, asociando incluso el pago a los acreedores con el notable crecimiento de su PBI. Y exponer cómo hicieron su dinero estos fondos y sus artimañas para repetir sus maniobras con Argentina.
Es cierto, son buitres. Y de ellos sólo se puede esperar más y más carroñeo. Siendo así, de Argentina sólo obtendrán más verdades sobre la mesa y la mayor fortaleza política para terminar de una vez con el vuelo bajo que emprendieron en una era de especulación global que sigue pasando sus facturas y de la que los argentinos sacamos una lección dolorosa y por adelantado que nos autoriza como a pocos.

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