Vino nuevo en odres viejos
Página/12
Por Gabriel Fuks *
El 4 y
5 de junio se realizará una nueva Asamblea General de la Organización
de los Estados Americanos (OEA), esta vez en la ciudad de Cochabamba, de
la República Plurinacional de Bolivia.
Mucho se ha dicho en los últimos tiempos de la vigencia del llamado
“Sistema Interamericano”, todos aquellos mecanismos políticos que
desarrollan su existencia y acción alrededor de la OEA. Vale recordar
que este organismo tiene su sede en Washington y que desde hace muchos
años ha quedado excluida Cuba, a pesar de que formalmente la OEA levantó
en 2009 las sanciones que se le impusieron en el marco de la Guerra
Fría.
La Cumbre de Presidentes “de las Américas” es también parte de ese
sistema y pensada más para una época en que la bandera de los tratados
de libre comercio flameaba con ímpetu avasallante. En la cumbre de Mar
del Plata, Néstor Kirchner dio vuelta esa triste matriz y se comenzó a
construir lo que ya es parte de una historia inexorable.
Este mismo año, en Cartagena, afloraron una vez más las
complejidades de ese escenario inter o panamericano, más signado por la
fuerte dinámica y desarrollo de aquellos procesos de integración. La
Unasur, el Celac y otros jerarquizan soberanía e integración, buscan
caminos autónomos sin el veto permanente que el hegemonismo impone como
marca del ya mencionado “Sistema Interamericano”.
Sin embargo, el debate acerca de cómo serán las instancias políticas
regionales que los futuros historiadores tratarán de descifrar como
claves de esta fantástica época aún está lejos de haberse agotado. Por
el contrario, algunos indicios nos hacen prever que en todos los
escenarios encontraremos, parafraseando, una inmensa mezcla de lo viejo y
lo nuevo.
Aun cuando el balance de los 60 años de la OEA no ha estado a la
altura de las circunstancias que su origen bolivariano colocó como cota,
los países de la región –y especialmente en los últimos años– han
tratado de “empujar” decisiones, mecanismos y procedimientos que
concluyeran en decisiones para favorecer a los pueblos que son los que
dan razón de ser a sus Estados Miembros.
Forma parte de ese proceso y desde la mirada argentina el esfuerzo
realizado por el Grupo de Trabajo que nuestro país presidió en el
organismo –junto a Haití y República Dominicana– para diagnosticar,
proponer caminos y herramientas que permitan dar un salto en la
reducción del riesgo, en la prevención y preparación para eventuales
desastres socionaturales y en la coordinación de la Asistencia
Humanitaria Internacional.
Dos años de trabajo, con el concurso de todos los actores
nacionales, multilaterales y regionales de la Asistencia Humanitaria
Internacional, permitieron elaborar un Plan Hemisférico que constituirá,
a partir de su aprobación en Cochabamba, una hoja de ruta que trace el
camino hacia pueblos y países más seguros, mejor preparados, donde la
información y la tecnología para enfrentar los desastres no sean sólo
patrimonio de algunos, que “paternalmente” acceden a utilizar con países
en emergencia.
Se avanzó en una dirección que intenta dejar atrás los cerrados
formatos hemisféricos actuales, poniéndonos más en línea con los avances
de la región en sus foros políticos subregionales o regionales o en sus
acuerdos técnicos multilaterales.
La Argentina trabajó este tema, con vocación de liderazgo, como un
cuerpo sólido, coordinado por los Cascos Blancos de la Cancillería e
integrado por los ministerios del Interior, Salud, Economía,
Planificación y especialmente Defensa. Esta última referencia, que para
nosotros es obvia –la subordinación de las estrategias de la Defensa al
poder civil–, podría llevar a confundir a observadores avezados que
aparecieran presenciando, por ejemplo, una reunión de la Junta
Interamericana de Defensa (JID) y descubrieran, e inclusive se proyectan
entre algunos uniformados esquemas de coordinación que parecen omitir
los mecanismos políticos y democráticos existentes, y remiten –aunque
lejana y burdamente– a épocas donde esas coordinaciones tenían por
objetivo sus propios pueblos.
En esta dirección, actuó una propuesta que se debatió en la JID
sobre el protagonismo militar en la asistencia humanitaria y la
supracoordinación para la misma. Es que lo “humanitario” se ha
constituido en los últimos años en un caballo de Troya que con el efecto
blanqueador y bonhomía que su título sugiere permite enmascarar viejas
fulerías intervencionistas. No es casual que en el Atlántico Sur, en la
cuestión Malvinas, se intenta encuadrar la creciente militarización con
una falsa postura humanitaria. Hay que decir que en la JID la posición
argentina fue clara y contundente en defensa de la soberanía de los
Estados y la conducción civil y democrática de las emergencias.
Los cancilleres debatirán en Cochabamba distintas propuestas, entre
otras, y sin duda, una nueva condena al colonialismo. Habrá las que
reflejen tendencias regresivas y que expresen fuertemente aquellas cosas
que hacen del sistema interamericano una cuestión de debate. Pero
surgirán también otras que reflejen los tiempos que corren y que, quizá,
prolonguen aún el interrogante sobre qué tipo de odres hacen falta para
los vinos nuevos.
* Presidente Comisión Cascos Blancos - Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
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