Hacia Río+20 y más allá
Por Manuel Bertoldi*. Entre el 15 y el 23 de junio, Río vuelve a ser, como hace dos décadas, sede de la Conferencia Global sobre el Cambio Climático. www.marcha.org.ar
El próximo mes, Río de Janeiro volverá a ser escenario de nuevas
negociaciones entre los Estados, frente a los efectos del modo de
producción y de consumo en los países que comunmente se denominan “del
primer mundo”.
Hace 20 años, los diferentes jefes de Estado trataban de generar
acuerdos para apaciguar las causas que estaba produciendo el cambio
climático, que llevarían irremediablemente a la destrucción del planeta
tal cual lo conocemos hoy. Los débiles acuerdos logrados nunca se
cumplieron. Los Estados no sólo no pudieron desarrollar la agenda
planteada en Río 92, sino que fomentaron el avance de las empresas
multinacionales y el nivel de consumo de las sociedades más “avanzadas”
siguió creciendo a ritmos exponenciales.
Para 1992, América Latina se sumergía en un modelo neoliberal
hegemónico a nivel continental, que produjo el vaciamiento de las
políticas sociales del Estado, la privatización de los principales
recursos estratégicos, medios de transporte y comunicaciones. Políticas
de precarización laboral, recortes a la educación pública y a la salud
acentuaron las enormes diferencias sociales. Millones de personas
quedaron excluidas del empleo. Los grandes centros urbanos fueron y
siguen siendo el lugar donde se termina el camino de búsqueda de una
vida mejor. San Pablo, la principal ciudad de Sudamérica, ha crecido
exponencialmente hasta llegar a los 20 millones de habitantes, pero
también podríamos nombrar a Buenos Aires y Rosario en Argentina, Bogotá
en Colombia, Santiago de Chile o el fenomenal caso del Distrito Federal
en México.
Hoy, en Río+20, todo indica que los Estados se preparan para discutir
la misma agenda que hace 20 años, en el marco de la crisis más grande
que sufre el sistema capitalista en la historia de su existencia.
Debilitada la hegemonía norteamericana en materia económica (no así
militar), se observa el surgimiento de otras potencias como China, India
e incluso Brasil. Por otro lado, el modelo civilizatorio se debate en
sus posibilidades de perpetuarse bajo el paradigma hegemónico. En este
contexto, los países centrales y las nuevas potencias emergentes creen
haber encontrado una solución para superar esta crisis sistémica. La
denominan “economía verde” y es un intento de ponerle precio -y por ende
ingresar a los mercados mundiales- a lo que queda de los recursos
naturales sin cuantificar como por ejemplo el agua. La cara visible del
sistema capitalista, sus empresas transnacionales, avanzan sobre nuevos
territorios consolidando un modelo extractivista exportador para nuestro
continente.
América Latina, desde hace muchos años, es el continente con más
desarrollo del movimiento social antiimperialista y antisistémico.
Durante la década de los noventa, numerosas y crecientes resistencias
pusieron en crisis la hegemonía neoliberal, dando lugar a una amplia
coordinación de movimientos y organizaciones populares que tuvo su punto
mas algido en la derrota del ALCA en el 2005, en la Cumbre de
presidentes de Mar del Plata, Argentina. Una nueva etapa se consolidó en
el continente, con gobiernos progresistas que asumieron la conducción
de diferentes países e inclusive algunos más radicales se animaron a
poner como horizonte un escenario de ruptura con el sistema hegemónico y
empezar un tránsito hacia el socialismo. Estados Unidos diversificó su
estrategia de dominación continental y los movimientos populares
enfrentaron a nuevos desafíos: muchas de las viejas políticas
neoliberales se siguieron profundizando, como la consolidación de un
modelo extractivista agroexportador, pero en otro contexto político,
donde también hubo concesiones a las clases populares, abriendo nuevos
debates en el seno de las organizaciones. Una de las consecuencias fue
el debilitamiento de la experiencia de coordinación del movimiento
social continental.
A pesar de todo, las organizaciones populares siguieron acumulando
fuerzas. En el último año se visibilizaron diversos conflictos de
carácter masivo en Nuestra América, como las movilizaciones
estudiantiles en Chile y Colombia; las marchas por la defensa del agua
en Perú y Ecuador; el surgimiento de un movimiento mesoamericano y las
puebladas contra la mega-minería; la multitudinaria movilización por el
1º de mayo en las calles de Caracas, celebrando una reforma laboral a
favor de las clases populares y los miles de campesinos sin tierra que
salieron a las calles el ultimo 17 de Abril, por el día mundial de la
lucha campesina, en Brasil y en muchos lugares del continente. Ese
movimiento social diverso, muchas veces con diferentes niveles de
maduración en cada uno de los países, está buscando nuevamente
articularse a nivel continental. Uno de esos ejemplos de este intento es
la articulación continental de movimientos sociales hacia el ALBA.
La Cumbre de los Pueblos va a ser otro escenario para el encuentro de
esa diversidad de expresiones que vienen resistiendo. En paralelo a la
cumbre de Río + 20, que buscara imponer “soluciones” como la llamada
economía verde, los movimientos populares van a contraponer las
alternativas que viene construyendo desde hace varios años: un modelo
bajo otro paradigma, que respete los bienes naturales y a la humanidad
como parte de la naturaleza.
Como antesala, el 5 de junio se realizará una movilización mundial
contra la mercantilización de la naturaleza y la vida. Allí se expresará
que el verdadero problema es el sistema. Y que el debate necesario es
cómo superarlo hacia otro modo de vida: en el mundo y con el mundo.
*Manuel Bertoldi integra la Secretaría de Movimientos Sociales Hacia el ALBA
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