El ocaso de
las Cumbres de las Américas
Leandro
Morgenfeld
El domingo 15 de abril se clausuró la
VI Cumbre de las Américas. ¿La última? ésta es la gran pregunta que debe
abordarse. Estos encuentros de mandatarios americanos fueron impulsados por Washington
desde 1994 para imponer el proyecto del ALCA. Fracasada ese iniciativa, en Mar
del Plata (2005), los cónclaves trianuales se transformaron en un termómetro de
las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, cada vez más frías.
Repasemos rápidamente qué nos dejó la Cumbre de Cartagena:
- Es la tercera consecutiva en la que
no hay consenso ni declaración final.
- Es la cumbre a la que más jefes de
estado faltaron (Correa, Chávez, Ortega y Martelly).
- Quedó claro que Washington ya no
domina como antes: los tres temas principales de debate fueron planteados por
los países latinoamericanos, a pesar de los deseos de la Casa Blanca.
- En dos temas prioritarios hubo consenso
de 32 países: Cuba y Malvinas. Mientras los mandatarios latinoamericanos se
pronunciaron por el fin del bloqueo y la exclusión de Cuba y por los reclamos
argentinos de soberanía sobre las Islas, Estados Unidos y Canadá boicotearon la
inclusión de estos tópicos en la declaración final.
- Se debatieron otros temas
polémicos: lucha contra el narcotráfico (se planteó el fracaso de la
"guerra a las drogas" impulsada hace cuatro décadas por Washington),
políticas migratorias (se criticaron las duras políticas estadounidenses para
combatir la inmigración latina), proteccionismo (barreras arancelarias y no
arancelarias, como las que Estados Unidos utiliza para limitar algunas
exportaciones agropecuarias de los países latinoamericanos).
- Santos, el anfitrión, se distanció
de Uribe y se ofreció como un mediador en el tema Cuba, intentando emular a Frondizi,
quien pretendió mediar entre Kennedy y Castro antes de la expulsión de La
Habana del sistema interamericano, en enero de 1962.
- Estados Unidos y Colombia
anunciaron la implementación de un TLC bilateral (negociado en 2008 por Uribe y
Bush), siendo éste uno de los pocos logros concretos que Washington obtuvo en
Cartagena, aunque fue al margen de la Cumbre.
Los
esfuerzos de la administraicón Obama para revertir la decepción latinoamericana
frente a sus políticas hacia la región resultaron infructuosos. Ni siquiera el
presidente colombiano, aliado estratégico en América del Sur, respondió a las
expectativas de la Casa Blanca: en su discurso de apertura, le enrostró a su
par estadounidense que eran anacrónicos el bloqueo y exclusión de Cuba de estas
reuniones. En Cartagena, en síntesis, se puso de manifiesto la relativa pérdida
de influencia estadounidense, tanto desde el punto de vista económico como
político. Tras la reunión de Trinidad y Tobago, en 2009, se profundizó una
integración latinoamericana alternativa, en torno a la UNASUR y la CELAC, una
suerte de "OEA sin Estados Unidos". Allí, los 33 países de América
Latina y el Caribe iniciaron la construcción de la ansiada integración regional.
Y empezaron a desarrollar una agenda propia.
Si
en 2005 se enterró el ALCA, en Mar del Plata, seguramente podrá decirse en el
futuro que Cartagena fue al tumba de las Cumbres de las Américas. Los países
del ALBA ya lo dijeron explícitamente: si Cuba no es invitada, no volverán a
participar. Argentina y Brasil también se expresaron en un sentido similar.
Salvo que Estados Unidos cambie su política hacia La Habana, lo cual no es algo
esperable en el corto plazo, seguramente la Cumbre de Panamá, prevista para 2015,
nunca llegue a concretarse. La desaparición de estas cumbres será otra muestra
del menguante poder estadounidense en lo que antaño consideraban su "patio
trasero". Tras el esperado ocaso, llegará la hora de construir y
profundizar una integración latinoamericana, que retome el legado bolivariano,
dos siglos después.
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