DILMA ROUSSEFF SE REUNIRÁ CON BARACK OBAMA EN WASHINGTON EL PRÓXIMO 7 DE ABRIL
Brasil busca que EE.UU. le reconozca su creciente influencia geopolítica
El Cronista Comercial
La independencia de Brasilia en asuntos internacionales -se abstiene a la hora de votar las sanciones contra regímenes de Medio Oriente- preocupa a Washington.
JOE LEAHY
Es probable que la cachaça, la bebida que se usa para preparar la caipirinha, no sea la primera cosa en la que piense el presidente Barack Obama, mientras Estados Unidos se prepara para la visita de Dilma Rousseff.
Sin embargo, revertir la negativa estadounidense a reconocer la bebida brasileña como algo distinto del ron caribeño (para que no se la someta al régimen impositivo adverso diseñado para proteger a los productores de Puerto Rico y las Islas Vírgene) es algo sencillo que Obama podría ofrecer a Rousseff cuando llegue el 9 de abril.
Las empecinadas disputas comerciales y las diferencias de enfoque en temas geopolíticos tradicionalmente han empañado lo que en general es una amistad madura, aunque un poco fría, entre los dos poderes dominantes de América.
Brasil quiere que EE.UU. reconozca su influencia geopolítica y, principalmente, su intento por conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero sin sacrificar su neutralidad. Washington, por su parte, quiere tener una idea más clara de qué es lo que apoya Brasil, un país al que se reconoce su pragmatismo en política exterior. "Históricamente, las relaciones entre Brasil y EE.UU. han sido muy amplias, pero también relativamente poco profundas", dijo Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Woodrow Wilson International Centre for Scholars, en Washington.
Si en una época se sentía tentado de tratar a Brasil como a cualquier otro país latinoamericano, aunque ligeramente más importante, ahora su rápido crecimiento económico hace que EE.UU. se vea desafiado a reconocer su influencia internacional. El auge de la clase media brasileña creó mercados para las multinacionales estadounidenses. Sin embargo, aunque el volumen total comerciado aumentó, la importancia relativa de EE.UU. para la economía de Brasil ha declinado. China lo superó para convertirse en el mayor socio comercial brasileño y en un nuevo inversor.
Brasil está ahora más preocupado por lo que ve como un comercio "desequilibrado" con China, que importa commodities de Brasil, pero pocos productos manufacturados. EE.UU., en cambio, es uno de los grandes mercados para la fábrica de aviones Embraer, una de las mayores compañías industriales latinoamericanas.
Las relaciones entre los mandatarios de ambos países suelen ser cálidas y Obama dijo una vez que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva era "el hombre". Pero en la práctica, la postura independiente de Brasil en asuntos internacionales -se abstiene a la hora de votar las sanciones contra regímenes de Medio Oriente y en otros temas- molesta a EE.UU. En particular, Lula perturbó a Washington cuando lideró un intento por forjar un pacto nuclear civil independiente con Irán.
Tras la elección de Rousseff a fines de 2010, Obama buscó reparar las relaciones. Visitó Brasilia tres meses después de los comicios, describió a Brasil como un socio a la par y reconoció, aunque no respaldó abiertamente, sus aspiraciones en el Consejo de Seguridad.
Sin embargo, revertir la negativa estadounidense a reconocer la bebida brasileña como algo distinto del ron caribeño (para que no se la someta al régimen impositivo adverso diseñado para proteger a los productores de Puerto Rico y las Islas Vírgene) es algo sencillo que Obama podría ofrecer a Rousseff cuando llegue el 9 de abril.
Las empecinadas disputas comerciales y las diferencias de enfoque en temas geopolíticos tradicionalmente han empañado lo que en general es una amistad madura, aunque un poco fría, entre los dos poderes dominantes de América.
Brasil quiere que EE.UU. reconozca su influencia geopolítica y, principalmente, su intento por conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero sin sacrificar su neutralidad. Washington, por su parte, quiere tener una idea más clara de qué es lo que apoya Brasil, un país al que se reconoce su pragmatismo en política exterior. "Históricamente, las relaciones entre Brasil y EE.UU. han sido muy amplias, pero también relativamente poco profundas", dijo Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Woodrow Wilson International Centre for Scholars, en Washington.
Si en una época se sentía tentado de tratar a Brasil como a cualquier otro país latinoamericano, aunque ligeramente más importante, ahora su rápido crecimiento económico hace que EE.UU. se vea desafiado a reconocer su influencia internacional. El auge de la clase media brasileña creó mercados para las multinacionales estadounidenses. Sin embargo, aunque el volumen total comerciado aumentó, la importancia relativa de EE.UU. para la economía de Brasil ha declinado. China lo superó para convertirse en el mayor socio comercial brasileño y en un nuevo inversor.
Brasil está ahora más preocupado por lo que ve como un comercio "desequilibrado" con China, que importa commodities de Brasil, pero pocos productos manufacturados. EE.UU., en cambio, es uno de los grandes mercados para la fábrica de aviones Embraer, una de las mayores compañías industriales latinoamericanas.
Las relaciones entre los mandatarios de ambos países suelen ser cálidas y Obama dijo una vez que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva era "el hombre". Pero en la práctica, la postura independiente de Brasil en asuntos internacionales -se abstiene a la hora de votar las sanciones contra regímenes de Medio Oriente y en otros temas- molesta a EE.UU. En particular, Lula perturbó a Washington cuando lideró un intento por forjar un pacto nuclear civil independiente con Irán.
Tras la elección de Rousseff a fines de 2010, Obama buscó reparar las relaciones. Visitó Brasilia tres meses después de los comicios, describió a Brasil como un socio a la par y reconoció, aunque no respaldó abiertamente, sus aspiraciones en el Consejo de Seguridad.
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