Malvinas, un reclamo con historia
No fue casual la reciente gira del primer ministro inglés, David Cameron, quien visitó a Obama el 15 de marzo, tras lo cual declaró que la Casa Blanca apoyaba el statu quo en Malvinas.
Tiempo Argentino
El reclamo argentino por Malvinas será uno de los temas candentes de la Cumbre de las Américas. No sólo porque se están cumpliendo 30 años de la guerra, sino porque América Latina, como nunca antes, acompaña la exigencia de que Gran Bretaña se siente a negociar la soberanía, como reclama la ONU hace años. El Mercosur, la Unasur y la CELAC ya refrendaron la posición argentina. Ahora se busca lograr un mayor compromiso continental, incluyendo a los Estados Unidos, país que nunca estuvo dispuesto a interceder por la Argentina, con el riesgo de generar un cortocircuito con su socio estratégico, Gran Bretaña. Las islas fueron ocupadas en 1833, aprovechando un conflicto bilateral previo entre Washington y Buenos Aires. En la guerra, en 1982, la Casa Blanca privilegió la OTAN por sobre el TIAR, y apoyó la posición de Thatcher. La administración Obama ratifica una y otra vez su posición “neutral” en el tema y no pretende involucrarse más allá. Pero los países de la región han tomado la ofensiva anticolonial como una causa regional. Es más, el presidente ecuatoriano Correa fue el primero que se animó a boicotear una reunión de mandatarios de esta envergadura. Entre las razones que esgrimió en la carta que envió el 2 de abril a su par, el colombiano Santos, explica que es inaceptable realizar un encuentro de las Américas que excluya a Cuba y que se niegue a aunar esfuerzos para terminar con la rémora colonial inaceptable que significa la ocupación inglesa de Malvinas, que además supone bases militares de la OTAN en un punto estratégico del Atlántico Sur, lindante con la disputada Antártida.
La Cancillería argentina viene realizando intensas gestiones para incluir este tema en los debates de la Cumbre, pese a las resistencias de Washington. El contexto es nuevo, pero no el reclamo en el ámbito del sistema interamericano. También en Colombia, en ocasión de la IX Conferencia Panamericana, aquella en la que se creó la OEA en 1948, el tema de Malvinas generó tensiones entre la Casa Rosada y la Casa Blanca. El canciller argentino Bramuglia acompañó una propuesta de la delegación guatemalteca –que respondía al presidente nacionalista Arévalo, quien reivindicaba su soberanía sobre el territorio colonial de Belice–, que planteaba la creación de una “Comisión Americana de Territorios Dependientes”. Según se aprobó en la Resolución XXXIII de esa conferencia, esta comisión debería, entre otras cosas, estudiar la situación de las colonias, las posesiones y los territorios ocupados en América, así como los problemas vinculados con esa situación, con el objeto de buscar los métodos pacíficos para la abolición tanto del coloniaje como de la ocupación de territorios americanos por países extra-continentales.
Se aclaraba, al mismo tiempo, que la creación de esta comisión no excluía ni limitaba el derecho y la acción de los estados directamente interesados para buscar por sí mismos su solución por medios pacíficos. Votaron a su favor todos los gobiernos, con excepción del de los Estados Unidos –sólo estaba dispuesto a aceptar lo que establecía la ONU, en el sentido de promover el autogobierno en las colonias y fideicomisos–, el gobierno brasileño de Dutra –presentó una declaración planteando que este tema, que incluía a países extra-continentales, no podía tratarse en un foro exclusivamente americano– y del gobierno dominicano del dictador Trujillo. Las delegaciones de estos tres países se abstuvieron.
El tema del colonialismo era fundamental y así lo había hecho saber la delegación enviada por Perón, que presentó un documento en el que dejaba sentado, una vez más, su legítimo reclamo sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y la Antártida Argentina. Era una virtual respuesta a un memorándum que estaba haciendo circular Gran Bretaña entre las delegaciones, en contra de las pretensiones “descolonizadoras” argentinas. Ese documento inglés presentaba un estudio histórico que avalaba la posesión británica de las Islas Malvinas, y también contenía un reclamo por una porción de la Antártida (“Observaciones sobre la posición de las Islas Falkland y sobre la posición de las dependencias antárticas”, Embajada británica en Bogotá). Este tema ponía en tensión la alianza anglo-estadounidense, ya que Gran Bretaña no estaba dispuesta a que se pusieran en discusión sus posesiones en América, entre las que se destacaban las Malvinas y Belice, entre otras.
Hoy transcurrieron más de seis décadas desde esa cumbre continental en la que se creó un sistema interamericano acorde con los intereses de Washington. La situación colonial persiste, y también las presiones británicas para evitar que los Estados Unidos ceda ante el creciente reclamo latinoamericano. No es casual, entonces, la reciente gira del primer ministro inglés, Cameron, quien visitó a Obama el 15 de marzo, tras lo cual declaró que la Casa Blanca apoyaba el statu quo en Malvinas. La incógnita es si la Argentina logrará el apoyo del resto de los países latinoamericanos para forzar a los Estados Unidos a incluir en la declaración final el repudio a la militarización del Atlántico Sur por parte de Gran Bretaña, y para instar a las negociaciones en función de terminar con uno de los pocos resabios coloniales en América.
La Cancillería argentina viene realizando intensas gestiones para incluir este tema en los debates de la Cumbre, pese a las resistencias de Washington. El contexto es nuevo, pero no el reclamo en el ámbito del sistema interamericano. También en Colombia, en ocasión de la IX Conferencia Panamericana, aquella en la que se creó la OEA en 1948, el tema de Malvinas generó tensiones entre la Casa Rosada y la Casa Blanca. El canciller argentino Bramuglia acompañó una propuesta de la delegación guatemalteca –que respondía al presidente nacionalista Arévalo, quien reivindicaba su soberanía sobre el territorio colonial de Belice–, que planteaba la creación de una “Comisión Americana de Territorios Dependientes”. Según se aprobó en la Resolución XXXIII de esa conferencia, esta comisión debería, entre otras cosas, estudiar la situación de las colonias, las posesiones y los territorios ocupados en América, así como los problemas vinculados con esa situación, con el objeto de buscar los métodos pacíficos para la abolición tanto del coloniaje como de la ocupación de territorios americanos por países extra-continentales.
Se aclaraba, al mismo tiempo, que la creación de esta comisión no excluía ni limitaba el derecho y la acción de los estados directamente interesados para buscar por sí mismos su solución por medios pacíficos. Votaron a su favor todos los gobiernos, con excepción del de los Estados Unidos –sólo estaba dispuesto a aceptar lo que establecía la ONU, en el sentido de promover el autogobierno en las colonias y fideicomisos–, el gobierno brasileño de Dutra –presentó una declaración planteando que este tema, que incluía a países extra-continentales, no podía tratarse en un foro exclusivamente americano– y del gobierno dominicano del dictador Trujillo. Las delegaciones de estos tres países se abstuvieron.
El tema del colonialismo era fundamental y así lo había hecho saber la delegación enviada por Perón, que presentó un documento en el que dejaba sentado, una vez más, su legítimo reclamo sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y la Antártida Argentina. Era una virtual respuesta a un memorándum que estaba haciendo circular Gran Bretaña entre las delegaciones, en contra de las pretensiones “descolonizadoras” argentinas. Ese documento inglés presentaba un estudio histórico que avalaba la posesión británica de las Islas Malvinas, y también contenía un reclamo por una porción de la Antártida (“Observaciones sobre la posición de las Islas Falkland y sobre la posición de las dependencias antárticas”, Embajada británica en Bogotá). Este tema ponía en tensión la alianza anglo-estadounidense, ya que Gran Bretaña no estaba dispuesta a que se pusieran en discusión sus posesiones en América, entre las que se destacaban las Malvinas y Belice, entre otras.
Hoy transcurrieron más de seis décadas desde esa cumbre continental en la que se creó un sistema interamericano acorde con los intereses de Washington. La situación colonial persiste, y también las presiones británicas para evitar que los Estados Unidos ceda ante el creciente reclamo latinoamericano. No es casual, entonces, la reciente gira del primer ministro inglés, Cameron, quien visitó a Obama el 15 de marzo, tras lo cual declaró que la Casa Blanca apoyaba el statu quo en Malvinas. La incógnita es si la Argentina logrará el apoyo del resto de los países latinoamericanos para forzar a los Estados Unidos a incluir en la declaración final el repudio a la militarización del Atlántico Sur por parte de Gran Bretaña, y para instar a las negociaciones en función de terminar con uno de los pocos resabios coloniales en América.
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