De Mar del Plata 2005 a Cartagena 2012
El sueño de Washington siempre fue mantener el monopolio del poder americano, manteniendo la Guerra Fría en el Caribe y sometiendo a todas las naciones con sus doctrinas militares, ayer con la Escuela de Panamá y hoy con el Comando Sur, que tiene su base en Miami.
Aunque suene dogmático, podría afirmarse que Néstor Kirchner fue capaz de tomar la decisión de decirle “No al ALCA” a George Bush no sólo por valentía sino por su desapego absoluto de la ideología neoliberal. No hubo sólo una lectura política correcta de lo que acontecía en América sino que también pesó la convicción de que los gobiernos del sur del Río Bravo no iban a prestarse una vez más a la perversa consigna de las ventajas del “libre comercio”. Volver a lo que aconteció en Mar del Plata en noviembre de 2005 no es un ejercicio de autocomplacencia sino una lectura obligada del nuevo escenario que permite a la cumbre de mandatarios americanos, siete años después, pensar una agenda donde el poder está mucho más repartido y no reposa en manos de los Estados Unidos.
Vale la pena repasar. En Miami, a fines de 1994, mientras Latinoamérica vivía la entrega de sus empresas públicas y sus riquezas energéticas y mineras en manos de las multinacionales, George Bush (padre) les transmite a los mandatarios de la región que todos debían aceptar una gradual reducción de las barreras arancelarias. Es decir, mientras los estadounidenses defendían a rajatabla los subsidios a sus productos agrícolas y prohibían el ingreso de muchos productos primarios competidores con los suyos (como lo siguen haciendo), les comunicaban a los 400 millones de latinoamericanos que no habían entrado al NAFTA (Estados Unidos–Canadá–México, estrenado el 1º de enero de ese año) que debían aceptar mansamente la destrucción de sus industrias y sus cultivos. La doctrina Monroe, una vez más, se ponía piel de cordero: esta es la vía para el desarrollo vía la integración comercial, que trae aparejada la competitividad. Hubo muchos motivos para que el ALCA fuera enterrado casi once años después cuando George Bush (hijo) tuvo que volverse con los bolsillos vacíos a la Casa Blanca. Pero era necesaria una determinación política y Kirchner la tomó. Por supuesto no en soledad sino con el consenso de Lula, Hugo Chávez, Tabaré Vázquez, Evo Morales y de varios otros.
La cumbre de Cartagena no va a tener que resistir el embate de los Estados Unidos. Entre otras cosas, porque desde la crisis de 2008, es el gran país el que tiene los problemas al interior de sus fronteras. Precisamente por eso y por el antecedente de Mar del Plata es que después del próximo fin de semana sería bueno repasar algunos de los asuntos que vayan más allá de la belleza de la ciudad donde está la Fundación del Nuevo Periodismo de García Márquez, así como unas reliquias históricas y unas playas descomunales. Un primer dato es la realidad del país anfitrión: Juan Manuel Santos tomó un envión muy importante. Su vínculo cordial con Chávez no es mera retórica sino que dieron juntos verdaderos pasos de integración. Desde la posibilidad de radicación de plantas industriales colombianas hasta la creación de ductos para habilitar los puertos colombianos del Pacífico con miras a la poderosa Asia. Por otra parte, Raúl Castro (presidente del único país excluido de la Organización de Estados Americanos por designio imperial hace medio siglo) aceptó de algún modo la interlocución del colombiano para que el tema esté presente en la reunión. Si Santos quiere dar un paso en la historia será el de ser el portavoz de ese anhelo americano: que Cuba sea convocada a la OEA y que ese sea el puntapié de un sistema panamericano sin tutela de Washington. Cabe señalar que el ecuatoriano Rafael Correa decidió no concurrir a Cartagena en solidaridad con Cuba. Pero eso no significa que el resto de los mandatarios sean sumisos con esto. Hace poco Dilma Rousseff estuvo en La Habana y se descuenta que ella será un apoyo fundamental para terminar con el aislamiento de Cuba.
El reclamo de la soberanía de Malvinas, que será impulsado con firmeza por Cristina Fernández de Kirchner, debería ser otra de las iniciativas del propio Santos en su calidad de anfitrión. Cabe recordar que Colombia no había apoyado a la Argentina en 1982. Sin embargo, días pasados, el diario El Tiempo (el de mayor circulación y vinculado a la familia Santos) publicó un editorial de franco respaldo al reclamo argentino. El mismo Barack Obama debería firmar una declaración en nombre de su país para que Gran Bretaña acepte sentarse a una mesa de negociaciones con la Argentina. Para la diplomacia británica y para el mismísimo David Cameron un reclamo de este tipo no podría ser pasado por alto. Entre otras cosas porque respaldaría la disposición manifiesta del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en el sentido de ofrecerse como facilitador o promotor de un ámbito de diálogo argentino-británico.
Hay un tercer tema que quizá no se materialice en decisiones pero que estará presente en Cartagena. Brasil está en el selecto sexto puesto del ranking de las economías del mundo. Pero no sólo en tamaño. Es parte del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y dos de sus socios –Rusia y China– tienen asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y apoyan el reclamo de Dilma Rousseff, quien ayer reiteró a Obama que espera su voto favorable en esa dirección. Tanto para la diplomacia como para la estrategia militar estadounidense, que Cuba se integre al panamericanismo como que Brasil tenga entidad propia de potencia política y militar serían dos medidas demasiado fuertes. El sueño de Washington siempre fue mantener el monopolio del poder americano, manteniendo la Guerra Fría en el Caribe y sometiendo a todas las naciones con sus doctrinas militares, ayer con la Escuela de Panamá y hoy con el Comando Sur, que tiene su base en Miami y que cuenta con la IV Flota, restablecida en 2008, y que vigila la vida de todos los latinoamericanos. Con un agravante que debería ser motivo de preocupación de muchos mandatarios, especialmente de los países caribeños y de México: los farmers blancos y la comunidad afronorteamericana ya no le aporta tantos soldados profesionales a sus tropas de ocupación y destrucción en diversos países del mundo. Ahora son mayormente centroamericanos y mexicanos los que se alistan, y muchos de ellos lo hacen para tener un documento y un dinero que podría quedar como pensión para sus familiares en caso de muerte en acción. Hay un inframundo de humillación detrás del reclutamiento de los Estados Unidos que deberá discutirse alguna vez en estos foros porque no es justo que “la mano de obra” sea de latinoamericanos. Pero, claro, la inclusión de Cuba sería un ejemplo de que con orgullo y defensa de la identidad se puede desafiar a los poderosos. Y, además, la aceptación de Brasil como un país poderoso, también sería la aceptación de que hay muchas otras voces en el concierto y no sólo la de Estados Unidos.
Así como en 2005 el ALCA estaba devaluado, la gran pregunta previa a esta cumbre de 2012 es si se abrirá un escenario para dar por terminada una etapa. Cuba más de una vez expresó que su ambición no es integrar la OEA sino que desea lo mismo que el resto de los pueblos latinoamericanos: ser respetados en su independencia y su libertad para, en consecuencia, establecer organismos panamericanos con las naciones que acepten esos sagrados principios. Así, en poco tiempo, podría desmontarse una maquinaria de la dependencia y terminar, por ejemplo, con el dólar como moneda de cambio en las transacciones del continente y diseñarse un banco –diferente al Interamericano de Desarrollo–, que se fondee con recursos de todos sus integrantes y que cubra las necesidades de infraestructura y de integración continental.
Vale la pena repasar. En Miami, a fines de 1994, mientras Latinoamérica vivía la entrega de sus empresas públicas y sus riquezas energéticas y mineras en manos de las multinacionales, George Bush (padre) les transmite a los mandatarios de la región que todos debían aceptar una gradual reducción de las barreras arancelarias. Es decir, mientras los estadounidenses defendían a rajatabla los subsidios a sus productos agrícolas y prohibían el ingreso de muchos productos primarios competidores con los suyos (como lo siguen haciendo), les comunicaban a los 400 millones de latinoamericanos que no habían entrado al NAFTA (Estados Unidos–Canadá–México, estrenado el 1º de enero de ese año) que debían aceptar mansamente la destrucción de sus industrias y sus cultivos. La doctrina Monroe, una vez más, se ponía piel de cordero: esta es la vía para el desarrollo vía la integración comercial, que trae aparejada la competitividad. Hubo muchos motivos para que el ALCA fuera enterrado casi once años después cuando George Bush (hijo) tuvo que volverse con los bolsillos vacíos a la Casa Blanca. Pero era necesaria una determinación política y Kirchner la tomó. Por supuesto no en soledad sino con el consenso de Lula, Hugo Chávez, Tabaré Vázquez, Evo Morales y de varios otros.
La cumbre de Cartagena no va a tener que resistir el embate de los Estados Unidos. Entre otras cosas, porque desde la crisis de 2008, es el gran país el que tiene los problemas al interior de sus fronteras. Precisamente por eso y por el antecedente de Mar del Plata es que después del próximo fin de semana sería bueno repasar algunos de los asuntos que vayan más allá de la belleza de la ciudad donde está la Fundación del Nuevo Periodismo de García Márquez, así como unas reliquias históricas y unas playas descomunales. Un primer dato es la realidad del país anfitrión: Juan Manuel Santos tomó un envión muy importante. Su vínculo cordial con Chávez no es mera retórica sino que dieron juntos verdaderos pasos de integración. Desde la posibilidad de radicación de plantas industriales colombianas hasta la creación de ductos para habilitar los puertos colombianos del Pacífico con miras a la poderosa Asia. Por otra parte, Raúl Castro (presidente del único país excluido de la Organización de Estados Americanos por designio imperial hace medio siglo) aceptó de algún modo la interlocución del colombiano para que el tema esté presente en la reunión. Si Santos quiere dar un paso en la historia será el de ser el portavoz de ese anhelo americano: que Cuba sea convocada a la OEA y que ese sea el puntapié de un sistema panamericano sin tutela de Washington. Cabe señalar que el ecuatoriano Rafael Correa decidió no concurrir a Cartagena en solidaridad con Cuba. Pero eso no significa que el resto de los mandatarios sean sumisos con esto. Hace poco Dilma Rousseff estuvo en La Habana y se descuenta que ella será un apoyo fundamental para terminar con el aislamiento de Cuba.
El reclamo de la soberanía de Malvinas, que será impulsado con firmeza por Cristina Fernández de Kirchner, debería ser otra de las iniciativas del propio Santos en su calidad de anfitrión. Cabe recordar que Colombia no había apoyado a la Argentina en 1982. Sin embargo, días pasados, el diario El Tiempo (el de mayor circulación y vinculado a la familia Santos) publicó un editorial de franco respaldo al reclamo argentino. El mismo Barack Obama debería firmar una declaración en nombre de su país para que Gran Bretaña acepte sentarse a una mesa de negociaciones con la Argentina. Para la diplomacia británica y para el mismísimo David Cameron un reclamo de este tipo no podría ser pasado por alto. Entre otras cosas porque respaldaría la disposición manifiesta del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en el sentido de ofrecerse como facilitador o promotor de un ámbito de diálogo argentino-británico.
Hay un tercer tema que quizá no se materialice en decisiones pero que estará presente en Cartagena. Brasil está en el selecto sexto puesto del ranking de las economías del mundo. Pero no sólo en tamaño. Es parte del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y dos de sus socios –Rusia y China– tienen asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y apoyan el reclamo de Dilma Rousseff, quien ayer reiteró a Obama que espera su voto favorable en esa dirección. Tanto para la diplomacia como para la estrategia militar estadounidense, que Cuba se integre al panamericanismo como que Brasil tenga entidad propia de potencia política y militar serían dos medidas demasiado fuertes. El sueño de Washington siempre fue mantener el monopolio del poder americano, manteniendo la Guerra Fría en el Caribe y sometiendo a todas las naciones con sus doctrinas militares, ayer con la Escuela de Panamá y hoy con el Comando Sur, que tiene su base en Miami y que cuenta con la IV Flota, restablecida en 2008, y que vigila la vida de todos los latinoamericanos. Con un agravante que debería ser motivo de preocupación de muchos mandatarios, especialmente de los países caribeños y de México: los farmers blancos y la comunidad afronorteamericana ya no le aporta tantos soldados profesionales a sus tropas de ocupación y destrucción en diversos países del mundo. Ahora son mayormente centroamericanos y mexicanos los que se alistan, y muchos de ellos lo hacen para tener un documento y un dinero que podría quedar como pensión para sus familiares en caso de muerte en acción. Hay un inframundo de humillación detrás del reclutamiento de los Estados Unidos que deberá discutirse alguna vez en estos foros porque no es justo que “la mano de obra” sea de latinoamericanos. Pero, claro, la inclusión de Cuba sería un ejemplo de que con orgullo y defensa de la identidad se puede desafiar a los poderosos. Y, además, la aceptación de Brasil como un país poderoso, también sería la aceptación de que hay muchas otras voces en el concierto y no sólo la de Estados Unidos.
Así como en 2005 el ALCA estaba devaluado, la gran pregunta previa a esta cumbre de 2012 es si se abrirá un escenario para dar por terminada una etapa. Cuba más de una vez expresó que su ambición no es integrar la OEA sino que desea lo mismo que el resto de los pueblos latinoamericanos: ser respetados en su independencia y su libertad para, en consecuencia, establecer organismos panamericanos con las naciones que acepten esos sagrados principios. Así, en poco tiempo, podría desmontarse una maquinaria de la dependencia y terminar, por ejemplo, con el dólar como moneda de cambio en las transacciones del continente y diseñarse un banco –diferente al Interamericano de Desarrollo–, que se fondee con recursos de todos sus integrantes y que cubra las necesidades de infraestructura y de integración continental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario