Reseña del libro Vecinos en conflicto, escrita por Julián Kan y publicada en Revista Interdisciplinaria de Estudios Sociales (Número 4)
El sur del patio revuelto.
Reseña bibliográfica de Vecinos en
Conflictos. Argentina y Estados Unidos en las Conferencias Panamericanas
(1880-1955), de Leandro Morgenfeld, Peña Lillo / Ediciones Continente, 2011.
Vecinos en Conflicto es la
publicación de una vasta investigación sobre la conflictiva relación que
mantuvieron Argentina y Estados Unidos durante las diez Conferencias
Panamericanas desarrolladas entre 1889 y 1954. Esta investigación de las
controversias diplomáticas que transcurrieron antes, durante y después de cada
Conferencia constituye la tesis Doctoral en Historia de Leandro Morgenfeld. Una
de las principales hipótesis que guía el trabajo consiste en que el lanzamiento
de la Unión
Panamericana por parte de Estados Unidos era una forma de
garantizar su expansión capitalista y, al mismo tiempo, de contrarrestar la
influencia que tenía Europa sobre la región, específicamente en el período del
Imperialismo. Otra hipótesis fuerte sostiene que Argentina fue uno de los
principales obstáculos para que Estados Unidos imponga su proyecto en la región,
pero no por una convicción antiimperialista sino debido a la vinculación
estratégica de su clase dominante con la economía europea, principalmente la
inglesa.
Un
libro de 447 páginas necesita una buena estructura que permita ordenar su
lectura y Vecinos en conflicto cumple con ello. Al comenzar nos encontramos con
dos capítulos introductorios. El primero de ellos cuenta con una introducción
temática, historiográfica y conceptual que permite orientarse en el problema. El
segundo, cuenta con los antecedentes históricos de la política norteamericana
para América Latina previos a la primera Conferencia Panamericana de Washington
de 1889. Se analizan en él la influencia en la región de la Doctrina Monroe conocida
como “América para los Americanos”, tanto en el contexto posindependentista hispanoamericano
y los avatares del Congreso de Panamá de 1826 convocado por Simón Bolívar, como
también sobre los posteriores congresos americanos de Santiago de Chile y Lima.
Los restantes doce capítulos, que se organizan en cinco partes subdivididas por
una periodización que ordena las etapas de la investigación según los ciclos
del capitalismo en su etapa imperialista[1],
abordan en detalle cada una de las Conferencias Panamericanas.
Vecinos en Conflicto realiza varios aportes que merecen ser destacados. Uno de ellos es el
aporte a la historiografía argentina y americana en la temática de la relación
entre Argentina y Estados Unidos. No es que no existan otros trabajos –que Morgenfeld
se encarga de reseñar en la introducción– pero la profundidad de la presente
obra en el análisis de las Conferencias Panamericanas sin duda renueva tanto los
estudios de la relación bilateral entre ambos países como los estudios sobre la
conformación de espacios de integración americana. ¿Por qué? Porque uno de los
aportes fundamentales de este libro es demostrar que un estudio histórico de
una relación bilateral entre dos países no descansa exclusivamente en las
declaraciones formales de la dirigencia política que participa de una
conferencia o cumbre regional, ni en los acuerdos alcanzados en ellas que, por
lo general, luego no son cumplidos en su totalidad por los gobiernos que los
adscribieron. Justamente, esta obra vislumbra que, si bien los proyectos de
asociación e integración bilateral o regional que se discuten en cumbres,
reuniones o conferencias son acuerdos que se concretan a nivel gobiernos de
Estado, la adhesión de un país capitalista a determinado proyecto regional también
obedece a las estrategias de sus clases dominantes. Esto evidencia que la
integración entre países no es un acto exclusivamente intergubernamental y que
las decisiones de los gobiernos obedecen a intereses económicos y políticos y
se encuentran en un contexto histórico determinado.
Al
mismo tiempo, es justo señalar el aporte desde el punto de vista documental que
los estudiosos de la problemática deberían tener en cuenta. Varios años se pasó
Morgenfeld estudiando los archivos de la Cancillería argentina y del Departamento de
Estado norteamericano, analizando con agudeza las controversias entre ambos
países mediante las instrucciones confidenciales de las embajadas, los
intercambios epistolares ante cada conferencia y documentos secretos de ambos
gobiernos que van más allá de la postura formal oficial de las delegaciones que
participan en cada Conferencia. Esto abre la expectativa, para estudios futuros
de política exterior, relaciones internacionales e integración regional, de
poder experimentar un nuevo campo de fuentes documentales, que superen la voz
oficial de los cancilleres y diplomáticos para poder ponerlos en relación con
el contexto político, económico y social de cada país y región.
Ahora
bien, otro de los grandes aportes de este libro es otorgar herramientas para entender
la continuidad histórica del interés de Estados Unidos por la región, interés que
se ha vuelto a manifestar en la historia reciente. Nos referimos a la
estrategia del ALCA que, si bien ha fracasado a nivel continental, aún se
mantiene viva mediante el NAFTA[2]
y algunos Tratados de Libre Comercio bilaterales[3].
Reconstruir la historia previa de los lineamientos de la política exterior
norteamericana para la región en general y para Argentina en particular contribuye
a comprender las disputas por el ALCA que tuvieron lugar en las recientes
Cumbres de las Américas, especialmente en la de Mar del Plata. En este sentido,
Morgenfeld señala que comenzó estudiando el ALCA[4]
cuando se discutían los posibles efectos en la región ante la aprobación para
2005 una zona hemisférica de libre comercio impulsada por Estados Unidos. Desde
allí fue a buscar en la historia los fundamentos de la política norteamericana
para la región. Partir hacia el pasado desde el presente. Algo que los
historiadores habían dejado de lado en las últimas décadas y que merece
saludarse como práctica profesional. La obra permite conectar las discusiones
arancelarias que trabaron la implementación de un área de libre comercio como
el ALCA, o las que continúan hoy día en la OMC, con el proyecto de Unión Aduanera de 1881 de
James Blaine discutido en la primera Conferencia de Washington en 1889; así
como también el trasfondo económico, político e ideológico que rodearon a las
iniciativas.
Hay que destacar también que este
minucioso trabajo de investigación histórica no reniega de la teoría. No hay
historia sin teoría, sea ella explícita o no. Pero acordamos con el autor en
que es necesario explicitar el cuerpo teórico cuando uno indaga la realidad
social, sea del presente o del pasado. Esto implica decir desde dónde uno se
posiciona para explicar el pasado, qué herramientas conceptuales se utilizan, que
autores nos han nutrido para formular las preguntas que recorren el problema de
investigación. Morgenfeld se ocupa, cuidadosamente, en la primera parte del
libro de explicar los conceptos teóricos fundamentales que utiliza en su
investigación, su interés personal por el tema, las líneas de indagación
previas que retoma y los objetivos que se plantea.
Un
rápido recorrido por el análisis de las Conferencias nos aproxima al vasto
trabajo realizado en Vecinos en Conflicto.
En la primera de ellas se analizan detalladamente los motivos de la oposición de
Argentina a Estados Unidos para la conformación de un Unión Panamericana bajo
la égida del poderoso país del norte. Para sintetizar se podría decir que esos
motivos tuvieron que ver con los vínculos comerciales con Inglaterra de la
clase dominante argentina. Distinguiendo correctamente entre
antinorteamericanismo y antiimperialismo, ofrece los detalles de esa controversia
que ilustramos a través de los siguientes pasajes de una carta previa a la
reunión de Washington del representante argentino en Estados Unidos, Vicente
Quesada, al ministro de relaciones exteriores, Norberto Quirno Costa. En ella, desaconseja
que Argentina participe de la
Conferencia y caracteriza a la misma como un “congreso
antieuropeo por sus objetivos”, rechazando la unión aduanera y comercial que
involucraría al continente americano que constituía uno de los objetivos primordiales
de Estados Unidos en esa Conferencia. Agregaba Quesada: “Sería el pacto del
lobo con el diablo concurrir a ese congreso (…). Sería alarmar a la Europa sin razón y sin
motivo”[5].
Pero Juárez Celman y Quirno Costa ya habían aceptado la invitación y Argentina
participó de la reunión de Washington y de las posteriores conferencias. Los
principales tópicos que se discutieron fueron la unión aduanera, el arbitraje
al derecho de conquista, una convención monetaria, las comunicaciones (trenes y
barcos) y un banco americano, entre otros. Señala Morgenfeld que Estados Unidos
perseguía el interés de mantener a América Latina bajo su “área de influencia”
en detrimento de, por un lado, el vínculo entre la región y las potencias
europeas y, por otro lado, de posibles proyectos de unión latinoamericana sin
la presencia del poderoso vecino del norte. La delegación encabezada por el
Secretario de Estado James Blaine (impulsor de la unión aduanera en 1881) estuvo
integrada por grandes industriales y financistas, respondiendo “a las
necesidades de los grandes capitalistas del país del norte que paulatinamente
ampliaban sus inversiones en otros países americanos”[6].
Más allá de los pocos resultados concretos que tuvo la Conferencia como
consecuencia de la postura de la delegación argentina, aquella constituyó el desembarco
concreto de Estados Unidos en la región que continuaría durante décadas más
allá de las cambiantes coyunturas.
La
segunda de las Conferencias analizada tuvo lugar en México, entre 1901 y 1902,
con un Estados Unidos que asumió la no conveniencia de abordar los temas más
ríspidos como la unión aduanera, la reciprocidad comercial y el banco
monetario. Nuevamente el origen de aquellas rispideces estuvieron en la postura
argentina, que continuó con el obstruccionismo al proyecto panamericano, aunque
bajo una mayor cordialidad con Estados Unidos, como venía teniendo el gobierno
de Roca. Uno de los principales temas de debate fue la cuestión del arbitraje territorial,
con un cambio de posturas en relación a la reunión de Washington (Argentina
pasó a defender el arbitraje compulsivo a la inversa de Estados Unidos quién
abandonó esta postura para defender un arbitraje voluntario). De fondo se
encontraban los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile y la Guerra del Pacífico que
involucraba a Bolivia, Chile y Perú. Pero afloraron también –más allá de su
exclusión en el temario– los mencionados temas de la discordia con Washington.
Argentina siguió reivindicando su posición contraria al proteccionismo
norteamericano (en el senado de aquél país se encontraba el tratamiento de unos
acuerdos comerciales bilaterales firmados por Roca previamente a la reunión) que
afectaba sus exportaciones pero sin oponerse a la doctrina Monroe tan
enérgicamente ni mucho menos cuestionar el intervencionismo del imperialismo
norteamericano que ya comenzaba a tener lugar mediante la invasión a Filipinas,
Puerto Rico y su intervención en Cuba. Intervencionismo que se profundizaría en
los años posteriores del gobierno de Roosevelt con su política del “Gran
Garrote”.
Los historiadores no pueden pasar
por alto el capítulo que analiza la tercera Conferencia, la de Río de Janeiro en
1906, porque aborda de manera exhaustiva algo que transcurre en toda la obra de
Morgenfeld, que es la contienda interimperialista del capitalismo de fines del
siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. La intervención alemana y
británica en Venezuela y la intervención norteamericana en Panamá moldearon las
discusiones regionales entre Estados Unidos y su denominado “patio trasero”.
Todo ese contexto es muy bien tenido en cuenta por el autor al analizar las
controversias diplomáticas. Esto contrasta con variados análisis de las
relaciones internacionales o de política exterior, que se realizan haciendo
abstracción del mundo en que trascurren. Todo este primer apartado A termina
analizando una especie de tregua entre ambos países que tuvo lugar en la cuarta
conferencia (Buenos Aires 1910) en el marco de la Argentina del Centenario.
El
apartado B abordan la tercera y cuarta conferencia, la en Santiago de Chile en 1923
y la de La Habana
en 1928. En la primera de ellas nuevamente encontramos el análisis de la
oposición argentina al panamericanismo, aunque sin las tensiones de las
primeras dos conferencias. Algo se mantenía intacto: las Conferencias se
desarrollaban, pero los tratados firmados no prosperaban en Argentina, donde luego
el Congreso, generalmente, no los ratificaba. Esta vez la delegación argentina
no pudo tener ante sus vecinos de la región el protagonismo de las anteriores
conferencias sin poder vetar con la misma intensidad que antes las iniciativas
norteamericanas. Morgenfeld señala que esto se debió “a la mayor influencia
económica de Estados Unidos en América Latina no solo comercial sino también
financiera, lo cual limitaba el margen de autonomía y moderaba la potencial
confrontación de los gobiernos de los países latinoamericanos con la potencia
continental”[7]. En
la reunión de la Habana
la delegación encabezada por Honorio Pueyrredon –quién había sido canciller de
Yrigoyen- volvió a presentar oposición a la concreción de la Unión Panamericana,
específicamente a la unión aduanera y defendía el principio de no intervención
en la región (Estados Unidos había avanzado en su política intervencionista).
Pero Norteamérica ya no era una región joven y pujante, sino que, luego de la Primera Guerra mundial, se
había convertido en una de las principales potencias capitalistas y sus
influencias ya no era tan sencillas de enfrentar.
El
apartado C aborda las conferencias en el marco de la crisis mundial del
capitalismo disparada con el crack de 1929 que ocasionó la gran depresión de la
década del 30. Si bien Argentina y Estados Unidos mantuvieron su histórico
escenario de rivalidad, señala Morgenfeld que la conferencia de Montevideo de
1933 fue una de las de mayor entendimiento entre ambos países. En especial por
el acuerdo alcanzado para doblegar la propuesta de México que, al calor de la
crisis, proponía condonar las deudas externas de los países latinoamericanos.
Saavedra Lamas había sido el artífice de los acuerdos, intentando retomar el
lugar protagónico de Argentina en las primeras conferencias pero ahora en un
contexto donde Estados Unidos iniciaba su política del “buen vecino”. Esto
dejaba entrever que el conservador gobierno argentino de la década del ’30,
ligado a la economía inglesa ahora bajo el Pacto Roca-Runciman, no tenía
interés en afectar el capital financiero extranjero, más allá del origen del
mismo.
La
parte D aborda la conflictiva relación entre ambos países en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La
neutralidad argentina del gobierno conservador una vez iniciada la contienda
militar –postura que tuvo continuidad con el gobierno de la “Revolución” de
junio del ‘43– fueron la causa de las mayores tensiones entre ambos países. Las
reuniones de cancilleres de Panamá, La Habana y Río de Janeiro se ocuparon de analizar los
efectos de la guerra en la región. Recién sobre el fin de la guerra la Conferencia de
Chapultepec de 1945 termina por encolumnar a Argentina y toda la región detrás
de Estados Unidos y los aliados, a la vez que sella la vuelta al sistema
interamericano de nuestro país. Sobre estos últimos ejes quizá se dieron las polémicas
más ásperas entre ambos países que, finalmente, encontraron acuerdos parciales
en reuniones secretas entre Perón y representantes del Departamento de Estado,
como ilustra la correspondencia analizada por Morgenfeld. Aunque las promesas
económicas realizadas por Estados Unidos (inclusión en el Plan Marshall) de
Argentina y otros países de la región, no serían cumplidas.
Finalmente
la parte E del libro aborda los inicios de la Guerra Fría y el lugar de
América Latina y Argentina en ella. Se analizan las Conferencias Panamericanas
de Bogotá en 1948 y de Caracas en 1954 y las conferencias preliminares de
cancilleres entre ambas reuniones. En Argentina tenía lugar el primer
peronismo. Se avizoraba una mayor tensión como la que tuvo lugar al final del
gobierno de Farrel entre justamente su vicepresidente Perón y Spruille Braden.
De todas formas, más allá de que la tensión entre ambos países continuó y que
el gobierno de Perón tuvo una política exterior más autónoma ante las potencias
en relación a los gobiernos conservadores anteriores, Morgenfeld observa cómo
la reunión de Bogotá mostró un mayor diálogo entre ambos países. La necesidad
del gobierno de Perón de conseguir ayuda financiera ante la inconvertibilidad
de libra, el avance en la región de las inversiones norteamericanas en
industria y servicios, hicieron que se mantuviera un clima de diálogo y
negociaciones más aceitado de lo que el imaginario supone. Al finalizar la
guerra Estados Unidos logró desplazar la fuerte influencia europea en la región
y cualquier intento de entorpecer ese liderazgo alcanzado –que se plasmaría en
la creación de la OEA–
constituía una tarea compleja y peligrosa a la vez tanto para Argentina como
para otros países de América Latina. Luego de Bogotá volvieron a aparecer
tensiones entre ambos gobiernos que llevaron a Perón a lanzar la idea de su
“Tercera Posición”, pero más tarde, en la Conferencia de Caracas
se volvió a bajar el grado de enfrentamiento. A pesar que la autonomía de la
política exterior peronista logró ponerle algunos obstáculos a la
Casa Blanca en su enfática búsqueda de
lograr resolución para la lucha anticomunista en la región, finalmente
Washington pudo imponerse sobre la región en la última de las conferencias
analizadas.
En
síntesis, el libro demuestra que, durante casi siete décadas, lo más al sur del
llamado “patio trasero” norteamericano, anduvo bastante revuelto.
Julián
Kan
[1]Del Imperialismo a la Guerra (1880-1914); De la Guerra a la Crisis (1914-1929); De la Crisis a la Guerra (1929-1939); La Guerra (1939-19459; Los
inicios de la “Guerra Fría” (1945-1955).
[2]Siglas en inglés del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre Estados Unidos, Canadá y
México que entrara en vigencia el 1° de enero de 1994.
[3] Por ejemplo
con Chile, República Dominicana y Perú, entre otros.
[4]Véanse Morgenfeld Leandro, “La Argentina ante el ALCA. Historia de una
resistencia” en La Gaceta de Económicas, FCE/UBA, Página12”, Buenos Aires, 25/7/2004; y Morgenfeld Leandro, Alca ¿A quién le interesa?, Buenos
Aires, Ediciones Cooperativas, 2006.
[5]Cfr. en Morgenfeld
Leandro Vecinos en Conflictos. Argentina y Estados Unidos en
las Conferencias Panamericanas (1880-1955), Peña Lillo / Ediciones Continente, Buenos Aires
2011, p.76.
[6]Morgenfeld Leandro, Vecinos en Conflicto…, Ob cit. p. 91.
[7]Morgenfeld Leandro, Vecinos en Conflicto…, Ob cit p.187.
No hay comentarios:
Publicar un comentario