Santos viene marchando hacia América latina
Miradas al Sur. Año 5. Edición número 199. Domingo 11 de marzo de 2012
La Habana aceptó excluirse de la Cumbre de las Américas en Colombia a cambio de que su futura participación en el foro continental se resuelva públicamente y sí o sí en la cita de Cartagena.
Así como la Cumbre de las Américas de Mar del Plata pasó a la historia como la cita continental que “enterró el Alca” y su símil de Puerto España 2009 se destacó porque en esa instancia el norteamericano Barack Obama “prometió una nueva política para América latina”, el título central de la nueva reunión presidencial interamericana será el debate sobre el ingreso de Cuba al organismo. Claro, previamente, hay que decir que la Cumbre de Cartagena de abril estuvo a punto de clausurarse por falta de participantes. Los países del Alba por iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, y del Jefe de Estado ecuatoriano, Rafael Correa, advirtieron que sólo irían a Colombia si se levantaba el veto de Estados Unidos contra Cuba para participar de este tipo de foros regionales. Paralelamente, el gobierno norteamericano extremó su posición diplomática al respecto y sentenció que “un sistema antidemocrático como el cubano no puede ser parte del diálogo interamericano”.
Pero, en medio de las escaramuzas verbales, el primer mandatario y anfitrión de Cartagena 2012, Juan Manuel Santos, se puso el traje de mediador, viajó hasta La Habana y consiguió una fórmula de entendimiento con el presidente comunista, Raúl Castro. En síntesis: habrá Cumbre de las Américas, el debate sobre la Cuestión Cuba será parte nodal de la agenda de Cartagena y la resolución del ingreso de La Habana al foro regional se hará a puertas abiertas, y no en un conclave cerrado y dominado por funcionarios técnicos de las distintas Cancillerías. Es decir, el dialogo se allanará cuando los 34 Jefes de Estado se vean la cara frente a frente en la Asamblea final, así los micrófonos de la prensa mundial podrán acceder a un tira y afloje que promete batir los ratings de todos los noticieros.
En principio, el acuerdo Santos- Castro revela dos datos políticos de la nueva Latinoamérica: la voluntad de gobiernos neoliberales, como el colombiano, de no patear el tablero de la integración regional y, por otro lado, la posición más negociadora de Cuba, una actitud destemplada que se justifica en el hecho de que a priori otros organismos multilaterales como la Celac o el Grupo Río ya rompieron con el aislamiento regional de la isla. Por eso, no sorprende escuchar al presidente colombiano afirmar que: “Colombia quiere que la situación de Cuba y su participación sean discutidas de manera constructiva y con altura en la cumbre de Cartagena, para que esta incómoda situación no se vuelva a presentar”. Unas palabras que, seguramente, deben irritar a quien se considera asimismo como el mentor político de Juan Manuel Santos: el halcón Álvaro Uribe, un hombre que todavía pisa fuerte en la derecha colombiana. Pero, claro, Santos busca demostrar, últimamente, que se ha despegado del camino político marcado por su antecesor en el cargo y, por ese motivo, se dedicó personalmente a no quedar mal parado con el bloque chavista latinoamericano. En ese sentido, el diario bogotano El Tiempo –propiedad de la familia presidencial Santos, además de ser el matutino de más tirada en toda Colombia– resumió a la perfección cómo leyó políticamente el viaje a La Habana la comitiva presidencial: “Los resultados de la reunión en la capital cubana representan un nuevo éxito para la diplomacia colombiana; que como anfitrión, con este hecho, logró mantener la unidad del hemisferio y salvar la cumbre más importante del continente a la que asistirán mandatarios de 34 países”, reseñó Luis Guillermo Forero, enviado especial a La Habana.
Por otro lado, Cuba eximió de responsabilidades a Colombia por su no participación en Cartagena y cargó todas las tintas contra su enemigo de toda la vida: “No ha habido ninguna sorpresa. Ha sido la crónica de una exclusión anunciada. Con un enorme irrespeto por Colombia y por América latina, los voceros norteamericanos desde el primer día habían decretado la exclusión de Cuba. El vicepresidente Biden, la Secretaria de Estado Clinton, un subsecretario y otros voceros del Departamento de Estado, expresaron su veto antes de que la anunciada consulta ocurriera. Estados Unidos con su desprecio y arrogancia ofende la dignidad de la Patria Grande de Bolívar, de Nuestra América y de Martí”, disparó el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en conferencia de prensa ante los corresponsales acreditados en la mayor de las Antillas.
En Mar del Plata 2005, finalmente, el mayor proyecto continental del presidente George Bush “se fue al carajo”, como ironizó, en su momento, Hugo Chávez. Cuatro años más tarde, Obama amagó con un nuevo diálogo inter-americano que todavía no asomó a la realidad. El título definitivo de Cartagena 2012 todavía es un enigma pero, eso sí, promete llamar la atención de todos los latinoamericanos.
Pero, en medio de las escaramuzas verbales, el primer mandatario y anfitrión de Cartagena 2012, Juan Manuel Santos, se puso el traje de mediador, viajó hasta La Habana y consiguió una fórmula de entendimiento con el presidente comunista, Raúl Castro. En síntesis: habrá Cumbre de las Américas, el debate sobre la Cuestión Cuba será parte nodal de la agenda de Cartagena y la resolución del ingreso de La Habana al foro regional se hará a puertas abiertas, y no en un conclave cerrado y dominado por funcionarios técnicos de las distintas Cancillerías. Es decir, el dialogo se allanará cuando los 34 Jefes de Estado se vean la cara frente a frente en la Asamblea final, así los micrófonos de la prensa mundial podrán acceder a un tira y afloje que promete batir los ratings de todos los noticieros.
En principio, el acuerdo Santos- Castro revela dos datos políticos de la nueva Latinoamérica: la voluntad de gobiernos neoliberales, como el colombiano, de no patear el tablero de la integración regional y, por otro lado, la posición más negociadora de Cuba, una actitud destemplada que se justifica en el hecho de que a priori otros organismos multilaterales como la Celac o el Grupo Río ya rompieron con el aislamiento regional de la isla. Por eso, no sorprende escuchar al presidente colombiano afirmar que: “Colombia quiere que la situación de Cuba y su participación sean discutidas de manera constructiva y con altura en la cumbre de Cartagena, para que esta incómoda situación no se vuelva a presentar”. Unas palabras que, seguramente, deben irritar a quien se considera asimismo como el mentor político de Juan Manuel Santos: el halcón Álvaro Uribe, un hombre que todavía pisa fuerte en la derecha colombiana. Pero, claro, Santos busca demostrar, últimamente, que se ha despegado del camino político marcado por su antecesor en el cargo y, por ese motivo, se dedicó personalmente a no quedar mal parado con el bloque chavista latinoamericano. En ese sentido, el diario bogotano El Tiempo –propiedad de la familia presidencial Santos, además de ser el matutino de más tirada en toda Colombia– resumió a la perfección cómo leyó políticamente el viaje a La Habana la comitiva presidencial: “Los resultados de la reunión en la capital cubana representan un nuevo éxito para la diplomacia colombiana; que como anfitrión, con este hecho, logró mantener la unidad del hemisferio y salvar la cumbre más importante del continente a la que asistirán mandatarios de 34 países”, reseñó Luis Guillermo Forero, enviado especial a La Habana.
Por otro lado, Cuba eximió de responsabilidades a Colombia por su no participación en Cartagena y cargó todas las tintas contra su enemigo de toda la vida: “No ha habido ninguna sorpresa. Ha sido la crónica de una exclusión anunciada. Con un enorme irrespeto por Colombia y por América latina, los voceros norteamericanos desde el primer día habían decretado la exclusión de Cuba. El vicepresidente Biden, la Secretaria de Estado Clinton, un subsecretario y otros voceros del Departamento de Estado, expresaron su veto antes de que la anunciada consulta ocurriera. Estados Unidos con su desprecio y arrogancia ofende la dignidad de la Patria Grande de Bolívar, de Nuestra América y de Martí”, disparó el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en conferencia de prensa ante los corresponsales acreditados en la mayor de las Antillas.
En Mar del Plata 2005, finalmente, el mayor proyecto continental del presidente George Bush “se fue al carajo”, como ironizó, en su momento, Hugo Chávez. Cuatro años más tarde, Obama amagó con un nuevo diálogo inter-americano que todavía no asomó a la realidad. El título definitivo de Cartagena 2012 todavía es un enigma pero, eso sí, promete llamar la atención de todos los latinoamericanos.
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