Malvinas: el futuro en cuestión
Manuel Barrientos. Revista Debate.
Especialistas evalúan la estrategia oficial en relación a Malvinas y plantean qué debería hacer el país en caso de recuperar la soberanía de las Islas.
Opinan
Carlos Escudé, Federico Bernal, Vicente Palermo, Marcelo Gullo y Leandro Morgenfeld.
Qué debería hacer la Argentina en caso de que se concretara la recuperación de la soberanía de las Malvinas? ¿Qué estrategias deberían plantearse para avanzar en ese camino? ¿Qué políticas económicas se podrían desarrollar si, efectivamente, recobrara las islas? ¿Qué política habitacional debería ponerse en marcha? ¿Cuál debería ser el sistema político que permitiera la mejor coexistencia posible con los actuales habitantes de las Islas? ¿Debería integrarse al territorio de Tierra del Fuego, tal como está estipulado en las actuales leyes nacionales, o podría constituirse como una provincia autónoma?
Consultados por Debate, cinco expertos en la temática responden estas preguntas, en un ejercicio que exige una mirada prospectiva, más que un ensayo de política ficción. Se trata de un punto de partida hipotético, improbable en el corto y mediano plazo, como explican los propios especialistas. Pero no hay aquí profecías ni predicciones sino, en todo caso, diversos planteos sobre cómo construir ese escenario de futuro.
La gobernadora fueguina Fabiana Ríos, en la entrevista que se publica en esta edición, explica que “los procesos de descolonización son lentos, pero inexorables” y, por tanto, requieren de planificaciones pacientes y de largo aliento. En la misma línea, el investigador principal del Conicet, Carlos Escudé, advierte que “la posibilidad de que la Argentina recupere la soberanía de las Islas es más probable que hace veinte años atrás. Ya no se trata de una utopía, pero hay que entender que es un proceso de largo plazo, que puede llevar medio siglo de negociaciones”.
Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet) y responsable del libro Petróleo y Malvinas, Federico Bernal sostiene que, para continuar avanzando en el camino de la recuperación por vía diplomática de esos territorios insulares, se debe profundizar la línea trazada por el gobierno nacional a partir de 2007, cuando se decidió la cancelación de los acuerdos petroleros firmados con el Reino Unido en 1995. En ese sentido, asegura que hay que proseguir con las acciones legales y económicas sobre las corporaciones que operan en Malvinas, y que se deben ahondar las investigaciones sobre la vinculación entre esos activos y distintas compañías financieras y bancarias.
“También es clave que los países de la Unasur participen de forma conjunta en esta estrategia”, explica Bernal, para quien ese respaldo regional tiene gran relevancia debido al creciente peso de América del Sur en el escenario internacional, y representa la principal fuente de explicación de los recientes movimientos de militarización de la zona por parte de Gran Bretaña. “Malvinas trasciende ya a la Argentina, porque lo que suceda en las Islas hace a la seguridad nacional de todos los países de la región”, afirma. Desde su perspectiva, la controversia por la soberanía de Malvinas es la mayor disputa geopolítica del mapa global, porque incide de forma directa sobre el Atlántico Sur, la Antártida, los estrechos de Magallanes y Drake. Y apunta que la base militar de la OTAN en Malvinas es complementaria de las bases en las islas Ascensión y Santa Helena (ambas ubicadas en el Atlántico, entre América y África) y Diego García (localizada sobre el Índico).
Doctor en Ciencias Políticas y autor de Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea, Vicente Palermo fue uno de los intelectuales que firmó el documento “Malvinas, una visión alternativa”, en el que se cuestiona la estrategia oficial en relación a la controversia. “Las políticas que se están llevando adelante con respecto a las islas son muy malas. Se trata de un camino costoso, inefectivo y que nos perjudica en otros terrenos, más allá de lo que sucede con las Malvinas, que podría ser un objetivo a larguísimo plazo”, explica en diálogo con Debate.
Por tanto, Palermo propone un cambio de paradigma en el modo de encarar la vinculación con los actuales habitantes de las islas y con Gran Bretaña. “Se debería llevar una política de entendimiento y cooperación. En vez del hostigamiento, la Argentina podría ofrecer una integración mayor, con provisión de logística y servicios, que los isleños necesitan”, critica. Desde esa lógica, plantea una serie de modificaciones simbólicas, aunque importantes, como que el feriado por Malvinas deje de estar vinculado al 2 de abril y se conmemore en otra fecha, como el 10 de junio. Además, indica que Puerto Stanley debería ser llamado de ese modo, y no como Puerto Argentino, que fue la denominación que recibió durante la guerra de 1982.
También considera que habría que reflotar la fórmula de “paraguas de soberanía”, que protege las posiciones de las partes sin sentar precedentes sobre el fondo de la controversia. Así, sostiene Palermo, se podría plantear un escenario de cooperación con Gran Bretaña para la exploración y explotación de recursos y las investigaciones sobre la sustentabilidad ambiental de la zona.
MIRADAS PROSPECTIVAS
Las proposiciones se vuelven, en principio, más esquivas a la hora de imaginar escenarios futuros. Sin embargo, no tardan en llegar y se propagan, múltiples y controversiales. La solución negociada entre Gran Bretaña y China por la cuestión de Hong Kong surge como un antecedente válido. “Hay que observar esos términos de restitución, que fueron el resultado de un largo proceso. China es una gran potencia y, sin embargo, Gran Bretaña impuso una serie de condicionamientos. Así que la Argentina, si recupera la soberanía a través de un tratado, también debería aceptar ciertas estipulaciones”, señala Escudé, responsable del ensayo Realismo periférico: bases teóricas para una nueva política exterior argentina y asesor del ex canciller Guido Di Tella durante la presidencia de Carlos Menem.
Doctor en Ciencia Política y miembro del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús, Marcelo Gullo recuerda que China, para dar respuesta a los pedidos del Reino Unido a China, debió darle el estatuto de una “Región Administrativa Especial” a Hong Kong, con un alto grado de autonomía, excepto en los asuntos exteriores y de defensa. También cuenta con poderes independientes, y se mantuvo sin alteraciones el sistema social y económico, incluidas la propiedad privada y empresarial, con libre flujo de capitales y el status de puerto franco y territorio aduanero independiente.
Así, Gullo sostiene que se debería aplicar plenamente la Constitución Nacional. “Los malvinenses son hoy ciudadanos argentinos de pleno derecho”, explica. Pero aclara que se les debería conceder también el estatuto de “provincia bilingüe”, con el derecho a conservar el uso de la lengua, incluso para los empleados públicos. Además, agrega que se debería incentivar la explotación de los recursos naturales y se podría declarar a las Islas como “zona de producción industrial”, como actualmente lo es Tierra del Fuego.
Doctor en Historia e investigador del Conicet, Leandro Morgenfeld dispara una batería de medidas que podrían implementarse: la explotación de recursos pesqueros, que actualmente representan alrededor de cien millones de dólares por la concesión de patentes; una alianza con Brasil para la exploración de petróleo sobre plataforma submarina; políticas de poblamiento de las Islas, similares a las de la Antártida (aunque en condiciones climáticas más propicias), a través de proyectos de investigación científica; y la posibilidad de que los isleños de origen británico mantengan no sólo su lengua sino también la doble nacionalidad, como lo habilitan los tratados vigentes.
“En América del Sur hay pocas experiencias de Estados plurinacionales, pero debería pensarse en esquemas de educación bilingüe y de gobiernos municipales que en los primeros años estén hegemonizados por los actuales habitantes de las Islas”, plantea Morgenfeld. En ese sentido, también se muestra abierto a la negociación de un sistema político alternativo, concediéndoles el estatuto de una provincia diferenciada. “No sería grave si se evalúa una reforma constitucional para pensar a las Islas como un estado provincial autónomo”, reflexiona.
Escudé coincide en que se debería crear una provincia aparte, que no debería ser la misma que la de Tierra del Fuego. Además, hace hincapié en la necesidad de respetar el modo de vida de los isleños y de aceptar que el inglés pueda ser la lengua dominante. Con respecto a las políticas poblacionales, indica: “Tiene que estar abierta la posibilidad de que se radique cualquier persona que lo desee, pero, particularmente, preferiría que no se aliente un arribo masivo de argentinos, porque los isleños lo sentirían como una avasallamiento”.
Por su parte, Palermo afirma que, ya en la actualidad, Malvinas debería dejar de ser considerada como parte de la provincia de Tierra del Fuego. También sostiene que a los isleños “hay que permitirles que escojan el tipo y el nivel de autonomía que ellos quieran, que es algo que se va a ir modificando a lo largo del tiempo. Pero no alcanza con decir que hay que respetar el modo de vida, como afirma la Constitución, porque eso hoy es insuficiente y se muestra incompatible con el ejercicio pleno de la soberanía en las Malvinas”.
Autor del libro Petróleo, Estado y soberanía, Bernal coincide con la propuesta de Morgenfeld de invitar a los países petroleros de la región (en especial, Brasil y Venezuela) para desarrollar la explotación de recursos hidrocarburíferos en asociación con la empresa estatal Enarsa. De acuerdo a las estimaciones de las principales operadoras internacionales, explica el periodista y bioquímico, el potencial petrolero en el off-shore alrededor de las Islas tendría un mínimo de 6525 millones de barriles. Sin embargo, no se muestra proclive a que las Islas Malvinas se constituyan como una provincia autónoma, sino que considera que hoy son parte del territorio de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur “y así deben seguir”. Los habitantes de las Islas, señala, deben tener el mismo trato que cualquiera de las demás colonias presentes en el territorio argentino. “Hay que respetar su cultura, sus tradiciones y sus deseos, pero en el marco de su incorporación al territorio argentino”, concluye.
Consultados por Debate, cinco expertos en la temática responden estas preguntas, en un ejercicio que exige una mirada prospectiva, más que un ensayo de política ficción. Se trata de un punto de partida hipotético, improbable en el corto y mediano plazo, como explican los propios especialistas. Pero no hay aquí profecías ni predicciones sino, en todo caso, diversos planteos sobre cómo construir ese escenario de futuro.
La gobernadora fueguina Fabiana Ríos, en la entrevista que se publica en esta edición, explica que “los procesos de descolonización son lentos, pero inexorables” y, por tanto, requieren de planificaciones pacientes y de largo aliento. En la misma línea, el investigador principal del Conicet, Carlos Escudé, advierte que “la posibilidad de que la Argentina recupere la soberanía de las Islas es más probable que hace veinte años atrás. Ya no se trata de una utopía, pero hay que entender que es un proceso de largo plazo, que puede llevar medio siglo de negociaciones”.
Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet) y responsable del libro Petróleo y Malvinas, Federico Bernal sostiene que, para continuar avanzando en el camino de la recuperación por vía diplomática de esos territorios insulares, se debe profundizar la línea trazada por el gobierno nacional a partir de 2007, cuando se decidió la cancelación de los acuerdos petroleros firmados con el Reino Unido en 1995. En ese sentido, asegura que hay que proseguir con las acciones legales y económicas sobre las corporaciones que operan en Malvinas, y que se deben ahondar las investigaciones sobre la vinculación entre esos activos y distintas compañías financieras y bancarias.
“También es clave que los países de la Unasur participen de forma conjunta en esta estrategia”, explica Bernal, para quien ese respaldo regional tiene gran relevancia debido al creciente peso de América del Sur en el escenario internacional, y representa la principal fuente de explicación de los recientes movimientos de militarización de la zona por parte de Gran Bretaña. “Malvinas trasciende ya a la Argentina, porque lo que suceda en las Islas hace a la seguridad nacional de todos los países de la región”, afirma. Desde su perspectiva, la controversia por la soberanía de Malvinas es la mayor disputa geopolítica del mapa global, porque incide de forma directa sobre el Atlántico Sur, la Antártida, los estrechos de Magallanes y Drake. Y apunta que la base militar de la OTAN en Malvinas es complementaria de las bases en las islas Ascensión y Santa Helena (ambas ubicadas en el Atlántico, entre América y África) y Diego García (localizada sobre el Índico).
Doctor en Ciencias Políticas y autor de Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea, Vicente Palermo fue uno de los intelectuales que firmó el documento “Malvinas, una visión alternativa”, en el que se cuestiona la estrategia oficial en relación a la controversia. “Las políticas que se están llevando adelante con respecto a las islas son muy malas. Se trata de un camino costoso, inefectivo y que nos perjudica en otros terrenos, más allá de lo que sucede con las Malvinas, que podría ser un objetivo a larguísimo plazo”, explica en diálogo con Debate.
Por tanto, Palermo propone un cambio de paradigma en el modo de encarar la vinculación con los actuales habitantes de las islas y con Gran Bretaña. “Se debería llevar una política de entendimiento y cooperación. En vez del hostigamiento, la Argentina podría ofrecer una integración mayor, con provisión de logística y servicios, que los isleños necesitan”, critica. Desde esa lógica, plantea una serie de modificaciones simbólicas, aunque importantes, como que el feriado por Malvinas deje de estar vinculado al 2 de abril y se conmemore en otra fecha, como el 10 de junio. Además, indica que Puerto Stanley debería ser llamado de ese modo, y no como Puerto Argentino, que fue la denominación que recibió durante la guerra de 1982.
También considera que habría que reflotar la fórmula de “paraguas de soberanía”, que protege las posiciones de las partes sin sentar precedentes sobre el fondo de la controversia. Así, sostiene Palermo, se podría plantear un escenario de cooperación con Gran Bretaña para la exploración y explotación de recursos y las investigaciones sobre la sustentabilidad ambiental de la zona.
MIRADAS PROSPECTIVAS
Las proposiciones se vuelven, en principio, más esquivas a la hora de imaginar escenarios futuros. Sin embargo, no tardan en llegar y se propagan, múltiples y controversiales. La solución negociada entre Gran Bretaña y China por la cuestión de Hong Kong surge como un antecedente válido. “Hay que observar esos términos de restitución, que fueron el resultado de un largo proceso. China es una gran potencia y, sin embargo, Gran Bretaña impuso una serie de condicionamientos. Así que la Argentina, si recupera la soberanía a través de un tratado, también debería aceptar ciertas estipulaciones”, señala Escudé, responsable del ensayo Realismo periférico: bases teóricas para una nueva política exterior argentina y asesor del ex canciller Guido Di Tella durante la presidencia de Carlos Menem.
Doctor en Ciencia Política y miembro del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús, Marcelo Gullo recuerda que China, para dar respuesta a los pedidos del Reino Unido a China, debió darle el estatuto de una “Región Administrativa Especial” a Hong Kong, con un alto grado de autonomía, excepto en los asuntos exteriores y de defensa. También cuenta con poderes independientes, y se mantuvo sin alteraciones el sistema social y económico, incluidas la propiedad privada y empresarial, con libre flujo de capitales y el status de puerto franco y territorio aduanero independiente.
Así, Gullo sostiene que se debería aplicar plenamente la Constitución Nacional. “Los malvinenses son hoy ciudadanos argentinos de pleno derecho”, explica. Pero aclara que se les debería conceder también el estatuto de “provincia bilingüe”, con el derecho a conservar el uso de la lengua, incluso para los empleados públicos. Además, agrega que se debería incentivar la explotación de los recursos naturales y se podría declarar a las Islas como “zona de producción industrial”, como actualmente lo es Tierra del Fuego.
Doctor en Historia e investigador del Conicet, Leandro Morgenfeld dispara una batería de medidas que podrían implementarse: la explotación de recursos pesqueros, que actualmente representan alrededor de cien millones de dólares por la concesión de patentes; una alianza con Brasil para la exploración de petróleo sobre plataforma submarina; políticas de poblamiento de las Islas, similares a las de la Antártida (aunque en condiciones climáticas más propicias), a través de proyectos de investigación científica; y la posibilidad de que los isleños de origen británico mantengan no sólo su lengua sino también la doble nacionalidad, como lo habilitan los tratados vigentes.
“En América del Sur hay pocas experiencias de Estados plurinacionales, pero debería pensarse en esquemas de educación bilingüe y de gobiernos municipales que en los primeros años estén hegemonizados por los actuales habitantes de las Islas”, plantea Morgenfeld. En ese sentido, también se muestra abierto a la negociación de un sistema político alternativo, concediéndoles el estatuto de una provincia diferenciada. “No sería grave si se evalúa una reforma constitucional para pensar a las Islas como un estado provincial autónomo”, reflexiona.
Escudé coincide en que se debería crear una provincia aparte, que no debería ser la misma que la de Tierra del Fuego. Además, hace hincapié en la necesidad de respetar el modo de vida de los isleños y de aceptar que el inglés pueda ser la lengua dominante. Con respecto a las políticas poblacionales, indica: “Tiene que estar abierta la posibilidad de que se radique cualquier persona que lo desee, pero, particularmente, preferiría que no se aliente un arribo masivo de argentinos, porque los isleños lo sentirían como una avasallamiento”.
Por su parte, Palermo afirma que, ya en la actualidad, Malvinas debería dejar de ser considerada como parte de la provincia de Tierra del Fuego. También sostiene que a los isleños “hay que permitirles que escojan el tipo y el nivel de autonomía que ellos quieran, que es algo que se va a ir modificando a lo largo del tiempo. Pero no alcanza con decir que hay que respetar el modo de vida, como afirma la Constitución, porque eso hoy es insuficiente y se muestra incompatible con el ejercicio pleno de la soberanía en las Malvinas”.
Autor del libro Petróleo, Estado y soberanía, Bernal coincide con la propuesta de Morgenfeld de invitar a los países petroleros de la región (en especial, Brasil y Venezuela) para desarrollar la explotación de recursos hidrocarburíferos en asociación con la empresa estatal Enarsa. De acuerdo a las estimaciones de las principales operadoras internacionales, explica el periodista y bioquímico, el potencial petrolero en el off-shore alrededor de las Islas tendría un mínimo de 6525 millones de barriles. Sin embargo, no se muestra proclive a que las Islas Malvinas se constituyan como una provincia autónoma, sino que considera que hoy son parte del territorio de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur “y así deben seguir”. Los habitantes de las Islas, señala, deben tener el mismo trato que cualquiera de las demás colonias presentes en el territorio argentino. “Hay que respetar su cultura, sus tradiciones y sus deseos, pero en el marco de su incorporación al territorio argentino”, concluye.
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