sábado, 24 de marzo de 2012

EEUU y el golpe de 1976

 
Fragmento de mi próximo libro sobre Argentina-EEUU:
La gran banca estadounidense y el FMI retuvieron créditos ya aprobados para la Argentina en los meses finales del caótico gobierno de Isabel Perón, para alentar su agonía final e impulsar a los sectores golpistas. Más allá de ciertas prevenciones de diplomáticos estadounidenses y del Congreso, dominado por los demócratas desde 1975, el Secretario de Estado Kissinger alentó fuertemente la toma del poder por parte de las fuerzas armadas.
Tras el golpe del 24 de marzo de 1976 y el casi inmediato anuncio del plan económico de Martínez de Hoz, el gobierno de Gerald Ford dio toda la ayuda financiera posible a la Junta Militar encabezada por Videla. En los meses siguientes, fluyó también la asistencia militar. El ministro de economía, según la Casa Blanca, era una garantía para los intereses económicos estadounidenses en la región. Y el gobierno de la Junta Militar, una garantía para el combate contra la subversión. Las fuerzas armadas, después del auge de luchas populares inaugurado por el Cordobazo y del traumático retorno del peronismo, daban seguridades a Kissinger de mantener al país en el rumbo occidental, cristiano y anticomunista. Esto era música para los oídos de la administración republicana, a pesar de las voces en el Capitolio y en el propio Departamento de Estado que cuestionaban la represión sistemática de los derechos humanos en Argentina. El gobierno encabezado por Videla, por su parte, quería evitar esas críticas y era consciente de que, siendo un año de elecciones presidenciales en Estados Unidos, se tornaba difícil para la Casa Blanca apoyar públicamente y sin matices a un gobierno responsable de una cruenta represión interna.
Durante la presidencia del demócrata James Carter, uno de los ejes de su política exterior fue denunciar el no respeto de los derechos humanos en determinados países. Claro que había al menos una doble vara. Mientras se sancionaba la violación de los mismos en Argentina, no se hacía lo propio con la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, ni había una condena al Plan Cóndor, impulsado por la propia CIA. Como consecuencia de este rasgo de la política exterior de Carter, la relación con los militares argentinos atravesó distintas fricciones.(...)


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