¿Legalizar o no legalizar?: esa no es la pregunta
Por: Daniel Pacheco
Lo peor que podría pasar en la Cumbre de las Américas es que el tema de la política de drogas se convierta en un debate sobre la legalización.
Hasta ahora se ha logrado algo sin precedentes: que sean los mismos presidentes latinoamericanos los que pongan sobre la mesa la discusión en un escenario donde va a estar EE.UU. Pero todo podría terminar como una oportunidad desperdiciada si no se aborta la pregunta fundamental: ¿está funcionando o no la política actual contra las drogas? ¿Hay que cambiar el statu quo de la lucha antidrogas?
Arrancar la discusión en este punto parece un retroceso para los académicos y periodistas que llevan décadas argumentando hasta la saciedad que la prohibición de las drogas es un fracaso. Esta convicción, que además está bien documentada, suele llevar a la no tan bien documentada conclusión de que hay que legalizar las drogas.
Pero esto es adelantarse a los tiempos de un proceso de cambio que seguramente tomará décadas, si es que arranca en Cartagena. Empezar preguntándose por la legalización, además, sería caer en lo que quiere EE.UU.
“No hay ninguna posibilidad de que el gobierno Obama-Biden cambie su política con respecto a la legalización”, dijo el vicepresidente recientemente en Centroamérica. Y después aceptó que el debate sobre “la legalización es legítimo”. ¡Pero esa no es la pregunta!
Al empezar hablando de legalización, EE.UU. logra que no se hable sobre ellos, sino sobre una de las gaseosas y complejas alternativas a la prohibición total que ellos le imponen al resto del continente.
Ethan Nadelmann, director de Drug Policy Alliance, quien ha sido el mayor promotor de ponerle fin a la guerra contra las drogas que libra EE.UU., me dijo que la clave de cara a la cumbre de Cartagena era “en poner la carga de la prueba sobre EE.UU.”. Nadelmann y el movimiento pro reforma estadounidense tienen el ojo puesto en lo que está pasando en América Latina.
Saben que a Obama le va a quedar muy difícil defender el éxito de la prohibición de las drogas frente a los mandatarios centroamericanos inundados por narcos, frente a los funcionarios mexicanos inundados de armas estadounidenses, y frente a los colombianos, que todavía producimos el 95% de la cocaína que consumen en EE.UU., a pesar de los US$8 mil millones que han invertido en el Plan Colombia.
Obama se juega la reelección en algunos meses, y no será mucho lo que se le pueda sacar en términos de compromisos hacia cambios puntuales. Pero si se logra aprobar en la declaración final de la cumbre algo que hable de la necesidad de poner bajo examen la política de drogas actual, la de Cartagena sería una cumbre histórica.
Pata: una respetuosa sugerencia para los periodistas que van a Cartagena. No le pregunten a Obama qué piensa de la legalización. Pregúntenle por qué piensa que la prohibición está funcionando.
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