Anillo óptico suramericano
Pequeños cambios que muestran nuevos rumbos
Raúl Zibechi
El 9 de marzo los ministros de Comunicaciones de los doce países que integran la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) tomaron la decisión de construir un anillo de fibra óptica para permitir la interconexión directa de los países de la región sin depender de los Estados Unidos. En 18 meses se podrá finalizar la conexión de las redes en los países y se avanzará en el tendido de cables oceánicos entre América del Sur, Europa, Estados Unidos y África.
La iniciativa partió del gobierno de Brasil que llevó la propuesta al Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (Cosiplan), que es uno de los ocho consejos sectoriales de carácter ministerial de la Unasur para la discusión política y estratégica de programas y proyectos para la integración de la infraestructura regional que comenzó a funcionar en 2010. En su primera reunión elaboró un Plan de Acción que busca “sustituir la lógica de los ejes de exportación por la de los ejes de desarrollo regional”, según Joâo Mendes Pereira, coordinador de asuntos económicos de América Latina de la cancillería de Brasil .
Con el anillo de fibra óptica comienza a desatarse uno de los múltiples nudos que amarran a la región a las potencias del Norte y de forma muy particular a los Estados Unidos. No se trata de una gran obra ni de un paso radical, pero la decisión de Unasur muestra dos hechos: el primero es cómo las relaciones con las potencias centrales debilitan y fragmentan a las regiones periféricas, y el segundo es la existencia de voluntad política para dar pasos concretos para construir autonomía.
Conexión Sur-Sur
Las comunicaciones de Internet en Suramérica tienen un recorrido exótico e irracional. Un mail enviado entre dos ciudades limítrofes de Brasil y Perú, por ejemplo entre Rio Branco, capital de Acre, y Puerto Maldonado, va hasta Brasilia, sale por Fortaleza en cable submarino, ingresa a Estados Unidos por Miami, llega a California para descender por el Pacífico hasta Lima y seguir viaje hasta Puerto Maldonado. Un recorrido de 8.000 kilómetros para cubrir una distancia de sólo 300 kilómetros. Sobre esta base es imposible hablar de soberanía y de integración.
Pero también hay una dependencia de los países europeos. Para conectar algunos sitios entre Brasil o Argentina y Ecuador o Colombia, la conexión debe cruzar el Atlántico hasta Europa y retornar al continente. Un país como Brasil, que este año se convertirá en la quinta economía del mundo y es ya una potencia global emergente, vive una situación de dependencia en las comunicaciones: el 46% de su tráfico internacional de Internet viene de fuera del país, y de esa cantidad el 90% hace una “parada” (pit stop) en Estados Unidos .
En cuanto a la región en su conjunto, el 80% del tráfico internacional de datos de América Latina pasa por Estados Unidos, el doble que Asia y cuatro veces el porcentaje de Europa. Esa exagerada dependencia hace que las comunicaciones sean más caras. El ministro de Industria y Energía de Uruguay, Roberto Kreimerman, dijo luego de la reunión de Asunción que entre el 30 y el 50% de los costos de interconexión responden al pago a empresas que ofrecen servicios de conexión con los países desarrollados .
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